VIDEO | ENTREVISTA A ÁLVARO FAYAD

VIDEO | ENTREVISTA A ÁLVARO FAYAD

Agosto de 1984

En una contribución periodística significativa, Germán Castro Caycedo presenta una entrevista detallada con Álvaro Fayad, el segundo comandante y cofundador del movimiento guerrillero M-19. La conversación se sumerge en las dinámicas del conflicto colombiano, explorando tanto la historia del M-19 como las perspectivas de Fayad sobre la paz y los desafíos sociales de Colombia.

Álvaro Fayad, una figura prominente en la narrativa del conflicto armado en Colombia, jugó un rol crucial en la fundación y liderazgo del M-19. Este movimiento, surgido en respuesta a lo que sus miembros consideraban fallas democráticas y desigualdades sociales, marcó un capítulo distintivo en la historia de las guerrillas en el país. La entrevista brinda una oportunidad para entender desde una perspectiva interna las motivaciones y justificaciones detrás de la lucha armada emprendida por el M-19.

Durante el diálogo, Fayad habla sobre las conversaciones de paz con el gobierno de Belisario Betancur, reflejando sobre los esfuerzos y obstáculos en el camino hacia la negociación y la reconciliación. Este segmento de la entrevista es particularmente relevante, ya que ofrece insights sobre la complejidad de las negociaciones en un momento crítico de la historia política colombiana.

Además, se abordan las condiciones socioeconómicas de Colombia, argumentando que las carencias profundas y la desigualdad en la sociedad justificaban el llamado a la revolución. Esta perspectiva proporciona un contexto para comprender las raíces ideológicas del M-19 y sus acciones dentro del marco más amplio del conflicto armado en Colombia.

La entrevista, conducida con la maestría de Castro Caycedo, no solo captura un momento histórico, sino que también invita a la audiencia a reflexionar sobre las complejidades del conflicto colombiano, los desafíos de la paz y la consolidación de las desigualdades sociales. A través de la voz de un combatiente, se presenta un análisis crítico y una introspección sobre los movimientos guerrilleros y su papel en la historia reciente de Colombia.

Este documento periodístico es esencial para quienes buscan comprender las dimensiones múltiples del conflicto colombiano y las perspectivas de aquellos que estuvieron en el centro de los esfuerzos por transformar la sociedad. Invita a una reflexión profunda sobre la historia, las heridas, los aprendizajes y los caminos hacia la reconciliación en Colombia.

OCHO CRÓNICAS DESDE LA SIERRA NEVADA DEL COCUY

OCHO CRÓNICAS DESDE LA SIERRA NEVADA DEL COCUY

Medio: El Tiempo

Fecha: 02 al 16 de enero de 1973

Por: Germán Castro Caycedo / Fotos: Germán Castro Caycedo

En ocho crónicas desde la Sierra Nevada del Cocuy, Germán Castro Caycedo nos sumerge en la majestuosidad y el misterio de los nevados colombianos, narrando la desaparición de dos alpinistas europeos en las entrañas de esta imponente montaña. Publicadas en el periódico El Tiempo, entre el 2 y el 16 de enero de 1973, estas crónicas trascienden la mera búsqueda para convertirse en un profundo análisis de la lucha del hombre contra la naturaleza salvaje y su propia fragilidad. 

Con su pluma aguda y perspicaz, teje una historia de aventura, supervivencia y misterio, llevando al lector a una expedición periodística que desafía los límites del coraje humano y la indómita belleza de la Sierra Nevada del Cocuy, donde cada crónica es un peldaño hacia el descubrimiento de verdades ocultas entre la nieve de las montañas.

1. LOS ALPINISTAS PERDIDOS: ¿SECUESTRO O ATRACO?

Fecha: 02 de enero de 2023

Que las nieves de El Cocuy se hayan devorado a dos alpinistas europeos internados en ellas hace 30 días, parecía ayer solo una conclusión de las investigaciones hechas por miembros de la colonia británica. Es que para ellos, en el caso hay algunos episodios que los hacen inclinarse a pensar en un posible atraco o secuestro.

Esto parece ahora oscurecer las esperanzas fundadas hasta hace una semana respecto de su aparición. Al atardecer de ayer nosotros logramos conocer los nombres exactos y algunos datos que son los mismos que hasta la fecha han servido para barajar las pesquisas iniciales.Se trata de Peter Jennings, un australiano, y de Ian Harverson, un inglés, que habían llegado a Colombia en 1973, y luego de permanecer algunas semanas aquí, se fueron al Perú. Allí estuvieron tres meses, tiempo durante el cual hicieron escaladas en escarpados picos de los Andes, que nadie había logrado antes. Para Colin McLean, un veterano montañista que ocupa el cargo de primer secretario de la Embajada Británica, la zona en la cual se internaron los dos jóvenes es muy peligrosa.

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Se sabe, por ejemplo, que allí ha reinado en estas últimas semanas un tiempo muy malo, con temperaturas glaciales, capas espesas de nieve que se deslizan en forma permanente y ventiscas turbulentas que arrasan con cualquier señal de vida. Además, el nevado, que se localiza en la curva que toma la Cordillera Oriental al acercarse a la frontera venezolana, está formado por rocas muy agresivas. Él estuvo allí hace algunos días y observó que la zona es «castigada», además, por varios ríos que se hallan totalmente congelados y de bastante profundidad, algo que para los montañistas significa «un peligro espantoso».

Jennings y Harverson terminaron su temporada en el Perú cuando iba por su mitad el mes de octubre y regresaron a Colombia para planificar la escalada a El Cocuy, hacia donde salieron a finales del mes de noviembre. Por sus contactos con la Embajada Británica, hoy se calcula que cada uno de ellos tiene una edad aproximada de 25 años. «Son muy fuertes, corpulentos y de una gran experiencia en montañismo», dijo el diplomático McLean. Ellos partieron llevando en sus bolsillos 790 dólares en cheques viajeros expedidos en el First National City Bank de Bogotá, que solamente pueden ser negociados por sus dueños. Las chequeras tenían talonarios de 10 dólares cada uno y están marcadas con la serie 153-307, y van de los números 152 a 320.

SOSPECHA

Peter Kley es otro inglés residenciado en Colombia hace unos diez años que conoció a los montañistas y a la novia de uno de ellos, que vive aquí. Impresionado por la desaparición, estuvo en la zona unos seis días, y al otro lado de El Cocuy en una finca llamada «La Esperanza», se encontró con un grupo de campesinos que le contaron que habían visto a dos gringos en la montaña.

Pero la verdad es que Kley confesó a su regreso que aquellos hombres no le habían inspirado ninguna confianza. «Tenían facha de bandidos», le dijo a un periodista de la BBC de Londres que se halla en Bogotá. Luego de hablar con ellos, el británico supo que había sido a principios de diciembre cuando fueron vistos por el grupo de campesinos, según los cuales, al descender, se embarcaron en el camión de Jesús Gamboa, un hombre del lugar que los llevó en dirección a la frontera con Venezuela.

Esto del camión, sin embargo, le parece «muy extraño» a Kley, porque los dos exploradores debían regresar a Bucaramanga y Bogotá, donde habían establecido sus principales contactos. Por ejemplo, acordaron previamente al viaje regresar a la capital de Santander, donde, una norteamericana amiga de ellos y que pertenece a Cuerpos de Paz les guardaría sus costosos equipos de alpinismo. Ella dijo ayer que no sabía nada y que ya ha pasado mucho tiempo desde la fecha prevista para el regreso. En Güicán, Kley averiguó si algún extranjero había recibido o enviado cartas, y en El Cocuy preguntó por llamadas telefónicas que hubiesen entrado o salido. Los empleados de correos y de Telecom respondieron en forma negativa.

Asimismo, en San Cristóbal (Venezuela) interrogó a las autoridades si había prisioneros gringos y las averiguaciones hechas hasta hoy revelan que no. Esta es una de las bases que podría descartar el cuento del camión.

Antes de partir, el australiano les había dicho a algunos amigos que deseaba quedarse en Colombia más tiempo, y por eso, primero que todo, iría a Cúcuta para renovar su visa de turista. Luego sí iniciaría su aventura en el Nevado. Este es otro indicio para quienes investigan el caso, echaría por tierra la noticia de los campesinos.

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Según el F-2 de Bucaramanga, algún forastero compró comida para unos ocho días en El Cocuy, entre el 3 y el 4 de diciembre. Esto quiere decir que,si los alpinistas están allí, la falta de provisiones los debe haber hostigado, «tanto como para que hayan muerto, porque ya llevan un mes».

«El argumento central sobre el cual se está trabajando es que ellos pudieron ser asaltados. La zona es peligrosa y por ella merodean los hampones utilizados por esmeralderos para sus trabajos. Además, existe el antecedente de que hace algunos años – se está precisando el caso – dos montañistas alemanes fueron secuestrados en la misma zona. La noticia no recibió mayor trascendencia en su oportunidad.

El caso de Jennings y Harverson parece ahora inquietante, porque si en realidad hubiesen salido, en su primer contacto con la civilización habrían llamado a alguno de sus contactos. Las autoridades en Santander dijeron que no debía descartarse la posibilidad de que ellos estén perdidos en el Llano, lo que para los investigadores ingleses «es muy improbable». Empero, el DAS y el F-2 de Bucaramanga han iniciado una gran operación para allegar más pistas que puedan conducir al hallazgo de los dos hombres que hoy, para sus amigos, tienen muy pocas posibilidades de estar con vida.

2. LOS ALPINISTAS PERDIDOS: DESESPERADA BÚSQUEDA EN LA SIERRA DEL COCUY

Fecha: 08 de enero de 1974

Un mes y 21 días después que dos montañistas desaparecieron en la Sierra Nevada del Cocuy, su búsqueda se ha tornado casi desesperada, con resultados hasta ahora negativos. Ian Harverson y Peter Jennings, un inglés y un australiano que abandonaron a Bogotá el 16 de noviembre para venirse hasta aquí, están siendo buscados ahora por dos comisiones. La una salió de San Vicente de Chucurí, en Santander, al otro lado de una inmensa cadena montañosa que nosotros tenemos ahora muy cerca.

La otra entró por aquí, y está encabezada por el segundo secretario de la embajada inglesa, un grupo de baquianos y dos alpinistas voluntarios, un alemán y un francés, que se hallaban de vacaciones en Bogotá cuando se dio la alarma. Sin embargo, luego de siete semanas, parece hoy haber comenzado a asaltar a las comisiones un marcado pesimismo. La Sierra Nevada del Cocuy es una inmensa masa de montañas, castigada por enormes precipicios y pasos falsos, en los cuales solo se descubren profundas fosas en la roca cubierta de nieve, cuando quién no conoce el lugar se va hasta sus profundidades.

Al parecer, el inglés y el australiano no penetraron aquí con personas conocedoras de la zona. Esta primera versión sobre su desaparición, que es precisamente lo que nos mantiene aquí con el grupo de rescate, ha sido confirmada por campesinos y hacendados de Güicán. Pero, aparte de eso, hay una segunda posibilidad que parece tomar cada vez más fuerza. Es la de un atraco para despojarlos de sus valiosos equipos. Nosotros hemos pasado las últimas horas al lado de la prometida del australiano, una inglesa de 24 años, Jan Rawlinson, quien es profesora, hace dos años y medio, en un colegio anglo- colombiano de Bogotá.

Ella ha señalado insistentemente su creencia de que sobre el 4 de enero (fecha prevista para el regreso) su novio la haya llamado telefónicamente desde El Cocuy, Capitanejo o Málaga, para avisarle su regreso. Esto, desde luego, abrigaría el argumento de que los dos hombres sí bajaron de la sierra. Esta mañana, bajo una intensa niebla que cubre al amanecer las faldas de la Sierra, y luego de haber pasado una noche prácticamente en vela, Jan nos dijo: «La sirvienta de mi casa recibió una llamada de larga distancia el día 4 de diciembre. A mí nadie, absolutamente nadie diferente de Peter (Jennings) podía buscarme desde otra ciudad distinta de Bogotá». Por este motivo, nosotros resolvimos bajar a las poblaciones y ciudades que tienen las mejores comunicaciones para buscar archivos.

Con ella hemos escarbado los recibos de Telecom en Capitanejo, El Cocuy y Málaga. En esta última ciudad, con la valiosa colaboración del gerente, Román Correa Segura, y de los empleados, pudimos ver todo lo correspondiente a los meses de noviembre, diciembre y enero. El resultado ha sido adverso. En las poblaciones anteriores, ha sido igual…. más de la mitad de la fecha ha sido empleada en revisar planillas de los pasajeros embarcados en la zona en estos últimos meses. Esta labor, que realizamos mientras las patrullas de rescate regresan a El Cocuy, buscan despejar algunas dudas de la novia de Jennings. Al llegar a las diferentes poblaciones todas las personas interrogadas han dicho que los vieron en los últimos días. Ella cree, sin embargo, que hay en el país decenas de caminantes gringos, y que para el colombiano «común y corriente», resulta difícil distinguir un norteamericano de otro.

El campamento establecido al pie del nevado es silencioso. Timothy Ross, reportero de la BBC de Londres, que nos acompaña, la señorita Rawlinson y un grupo de personas muestran ansiedad por el regreso de la patrulla, previsto para el amanecer de mañana. Solo ellos podrán despejar parte del interrogante, sumido allá arriba entre una sierra agresiva, a la que solo se puede penetrar con equipos especiales. Para los campesinos de la región, la posibilidad de haber caído en alguno de los profundos abismos, o perecido bajo un alud de nieve, es muy fuerte. Mientras tanto, nosotros escuchamos algunas veces rezar a la muchacha que, engarrotada de frío, como todos nosotros, cuenta los minutos y les segundos con desesperación.

3. LOS ALPINISTAS PERDIDOS: HALLAN TODA LA COMIDA ABANDONADA EN LA NIEVE

Fecha: 11 de enero de 1974

PORTADA:

Sigue el drama en la cima del pico Rita Cuba Negro, el primer secretario de la embajada británica, Colin McLean, inspecciona a la distancia. La búsqueda es desesperada. Pero los alpinistas perdidos en El Cocuy son diferentes a los dosque se extraviaron y fueron localizados poco después en la Sierra de Santa Marta. 

INTERNO:

Seis días después de haberse iniciado la angustiosa búsqueda de dos alpinistas a quienes se supone pérdidos en la inmensa Sierra Nevada del Cocuy hace cerca de dos meses, han sido hallados los primeros rastros concretos. Al comenzar la tarde del martes, a unos 40 minutos de marcha lenta hasta abajo de donde termina la sólida capa de hielo que cubre el pico Rita Cuba Negro, fue descubierto un campamento abandonado por ellos. En él estaban acomodados bajo un hule amarillo varios objetos y papeles de identidad del inglés lan Harverson y del australiano Peter Jennings, quienes son buscados en forma infatigable. 

Nosotros llegamos hasta allí con un veterano alpinista, el señor Colin McLean, que a la vez ocupa el cargo de Primer Secretario de la embajada británica, y de Timothy Ross, un periodista de «The Observer», el semanario londinense. Minutos antes había comenzado a caer una lluvia densa de diminutos granizos que, al chocar con la cara, producían una especie de punzadas quemantes en la piel. El temporal arreció ligeramente y pronto estuvimos empapados de pies a cabeza. Desde unos diez metros, lo primero que vimos fue un bulto amarillo y un poco más Arriba, al lado de una gran piedra, un par de tanques que contenían buena cantidad de gasolina para las estufas de los dos hombres.

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El hallazgo fue hecho unas horas antes por el campesino José Ussa, quien subió hasta allí para llevarnos caballos, en los cuales descenderíamos la interminable pared rocosa que hay como antesala del nevado. Ussa estaba acostado en el suelo y cuando nos vio aparecer allá arriba, trató de hacernos algunas señales de luz con un espejo, pero no había logrado ningún resultado: a esa hora sería la 1:45 de la tarde la niebla que en esta semana surge después del mediodía, había cubierto el sol y comenzaba a volverse muy espesa y de un color de lejía.

Cuando estuvimos cerca, el hombrecillo salió a nuestro encuentro; tenía la cara alargada por el susto, le temblaban ligeramente las manos y se notaba bastante excitado.»Allí, allí mero en donde termina la roca, entre las piedras, hay rastros de un campamento viejo. Parece un muerto. Yo no lo toqué porque me dio mucho susto.. Ahora hace unos minutos cuando a ustedes los encerró la nube de arriba, yo encontré el bulto ese. Estaba oscuro y el perro se puso a ladrar y se me fue. Estoy asustado…». Terminamos de atravesar las gigantescas lajas pendientes que brillan por el agua que llora el nevado y trepamos hasta la zona de grandes piedras y arena calcinada que hay más abajo. El bulto amarillo estaba inmóvil. Realmente parecía cubrir un cuerpo humano.

Al llegar allí, el señor McLean se acomodó mejor un pequeño sombrero de tela blanca y nos hizo reunir en torno suyo: «No quiero que nadie toque esto hasta que no estemos todos aquí», dijo con preocupación y, desenfundando la mano de su mitón de lana gris, comenzó a destapar. Lo primero que saltó fue un zapato del alpinista. Él lo tomó con frialdad y murmuró: «Tenía el pie pequeño». Luego vimos en el borde del hule una marca: «P. H. Jennings», escrita con gruesas letras de tinta. Debajo había dos costales con moho, un maletín de cuero crudo y un talego del almacén Ley de Bogotá.

En uno de los sacos había buena cantidad de comida, que más tarde el señor McLean inventarió, basándose en la lista de mercado que estaba escrita en la libreta de apuntes del alpinista inglés: faltaba una pequeña ración, como para dos o tres días, la cual ellos – en una emergencia – hubiesen podido hacer durar hasta una semana. La comida estaba en un sitio que hizo pensar a los expertos que Harverson y Jennings -los desaparecidos- partieron desde este campamento provisional hecho por ellos, para hacer algunas exploraciones cercanas, posiblemente con el propósito de regresar esa noche o la siguiente. Ahora nosotros podíamos imaginarnos fácilmente que ellos no volvieron nunca hasta aquí.

Asimismo la buena cantidad de gasolina que estaba al lado, significaba que, después de un par de días de haber partido, ya no tuvieron con qué calentar alimentos o simplemente agua. Además de la comida, hallamos varios libros en inglés, cartas personales, papeles de identificación, un mapa, un par de alpargates sin estrenar y otras chucherías. Esto parece indicar que ellos dejaron en el campamento lo que podía ser estorbo para incursiones no muy lejanas de allí, sobre las faldas de los picos Rita Cuba Negro y Rita Cuba Blanco, que ahora comenzaban a desaparecer encima de nosotros en medio de una nube que, finalmente, no permitía vernos los unos a los otros, a más de diez metros de distancia. Recogimos los objetos del campamento, los encaramamos en una de las bestias y cuando el frío comenzaba a pasar de 9 grados bajo cero, iniciamos un peligroso descenso a través de descomunales precipicios y gargantas de granito macizo que van a desembocar la casa de un campesino, escogida como punto de comunicación entre las dos patrullas que ahora trabajan en esta operación.

Para subir de la casa hasta el borde de la nieve más cercana hay que hacer una jornada de cuatro horas a caballo, agarrados de las piedras que a medida que uno trepa, se van desprendiendo y ruedan por muchos minutos antes de sonar abajo, en el acantilado. Luego la jornada es de unas dos horas de lenta marcha a pie, en la cual el ruido que hace el corazón parece la única compañía.

El aire es seco y hiere los pulmones, no mucho tiempo después de sobrepasar los cuatro mil metros de altura. Es que contiene poco oxígeno, lo que – según los expertos – hace que un hombre trabaje allí como si tuviera solamente un pulmón. El más leve ejercicio resulta agotador. Uno siente la sangre correr a borbotones por las arterias, mientras de la nariz comienza a salir un líquido helado, que causa laceraciones, hasta dejarla llagada.

Nosotros subimos hasta lo más bajo del Rita Cuba Negro con el señor McLean, porque él quiso que lo visitáramos para que nos diéramos cuenta de lo difícil que es la búsqueda. Solo hasta que uno llega a la cima es cuando se da cuenta que la Sierra del Cocuy está formada por cerca de 30 picos de roca y nieve la mayoría, cubiertos por 500 a 1000 metros de colchones de hielo que tienen un espesor que oscila entre 10 y 100 metros. En total, son 34 kilómetros de sur a norte cubiertos de hielo.Para nosotros la experiencia resultó difícil.

A medio camino y cuando abandonamos los 3.700 metros, sentí varias veces ligeros mareos. Arriba los anteojos ahumados oscuros, parecían no proteger mis ojos. Por varios segundos la vista se me oscureció y las pupilas me dolieron como si me hubiesen clavado agujas en el centro. El señor McLean me dijo que cuando se permanece en estas condiciones, por más de siete horas, la persona queda ciega por el reflejo de la nieve, durante unos tres o cuatro días.

Los alpinistas utilizan hasta dos pares de espejuelos muy densos, especiales para estas zonas.El hallazgo del campamento de los exploradores perdidos, que por suerte encontramos en una exploración informativa ha dado un vuelco a todas las especulaciones hechas hasta ahora. Esto permitirá establecer una zona exacta, donde acaso tuvieron algún percance. Para quienes dirigen la operación, ellos no deben estar lejos de la zona en que nosotros merodeamos.

Mañana al amanecer un campesino subirá hasta el campamento donde un alpinista colombiano, un francés y un alemán regresan en las noches, luego de explorar el pico Pan de Azúcar y en el Púlpito del Diablo. Allí será suspendida la búsqueda y se concentrará en los Rita Cubas posiblemente dentro de un día y medio. En esta nueva zona hay grandes paredes de hielo y profundísimas grietas abiertas, que nosotros hemos visto hoy cerca de las narices con unos poderosos binóculos.

4. LOS ALPINISTAS PERDIDOS: LOCALIZAN MÁS HUELLAS

Fecha: 12 de enero de 1974

“Los alpinistas franceses, mi querido amigo, tenemos una muy vieja tradición que no va más allá de esto: si un compañero tuyo cae, es necesario buscar su cuerpo y tratar de darle sepultura. ¿Por qué lo hacemos? No es asunto de intereses. Nuestro problema es más, mucho más de aquel “hoy por ti, mañana por mí”, no es asunto de hermandad… Mire una cosa: hay que subir allá, saber lo que se experimenta en esas soledades y entonces sí se comprenderá que vivimos atados por un sentimiento. Llámelo, si usted quiere, hermandad de la nieve”.

Este es Jean Antolín, uno de los hombres que han buscado casi hasta agotar sus energías a dos montañistas que él no conoce pero que se cree están perdidos en la Sierra Nevada del Cocuy, en Boyacá, cerca de la frontera con Venezuela.. Antolín bajó ayer tarde para hacer descansar sus pulmones y dejó arriba al alemán Hubert Frank y al colombiano José Curcio.

El plan era que aquellos dos repasaran el Pan de Azúcar y El Púlpito del Diablo. Anteriormente fueron halladas allí unas huellas y no deseaban abandonar la búsqueda en esa zona abrigando alguna duda. Pero al llegar abajo, a la casa de un campesino establecida como punto de enlace, él se encontró con la noticia de que el señor McLean -de la embajada británica- halló abandonada casi toda la comida de los hombres perdidos en una zona que aún no ha sido explorada. Esto los llevó a determinar que es necesario retirarse de los puntos anteriores y entrar lo más pronto posible al área donde estaba el campamento. Por este motivo mandaron a llamar al alemán y al colombiano, que bajaron este mediodía para atacar el nuevo frente, con la ilusión de poder salvar esas dos vidas.

Los cuatro hombres que componen los equipos de búsqueda se habían reunido a principios de este mes, a raíz de la alarma sobre la desaparición de dos jóvenes, un inglés y un australiano y lo primero que supieron era que se trataba de dos montañistas muy expertos. El inglés, especialista en escaladas sobre nieve. El australiano, en trepar rocas, porque en su país no hay glaciares.

Estos les planteaba que irían a buscar un equipo mixto, por lo cual determinaron que inicialmente explorarían cuatro puntos de a Sierra, donde hay picos con roca y nieve a la vez:  el Rita Cuba Blanco, el Rita Cuba Negro, Pan de Azúcar y El Púlpito del Diablo: estos dos fueron los primeros en ser recorridos. Las veintipico cimas restantes importaban menos.

Hoy, ocho días después de haberse iniciado la labor de búsqueda de los hombres desaparecidos, en todos los cuatro se han hallado rastros. Inicialmente, en el Púlpito del Diablo, Antolin y sus compañeros encontraron huellas, que «si no son de ellos son de un fantasma», porque nadie más ha subido por allí últimamente. Eran rastros en la tierra: de piquetas de zapatos que iban al oeste, hacia el Pan.

Fueron hasta allá y comenzaron a ver en la nieve pisadas que rodeaban el Púlpito del Diablo, como si hubiesen estado chequeando el sitio por dónde subirlo… «El Púlpito del Diablo es como un cilindro de roca que surge en pleno glaciar. Hacerlo es lograr un ascenso muy bello y difícil… para gente muy veterana. Ellos lo eran».

«Seguimos al Pan de Azúcar y vimos huellas de subida y de bajada, completas, que se dirigían a la Laguna de La Sierra. Eran de dos personas con estupendos equipos».

Durante todos estos días, por la Sierra se escuchan los silbidos agudos y casi que desesperados que hacen los pitos de los montañistas que buscan a sus compañeros. Son pequeñas flautas, utilizadas en este tipo de emergencias, que se oyen a gran distancia y que, al escucharlas, producen algo que sobrecoge. Sin embargo, nadie ha respondido a los llamados.

Estas tardes toda la Sierra ha quedado abierta, hacia las cinco, por un manto de niebla espesa que se levanta después de las siete de la noche. Entonces brilla una luna inmensa que lo ilumina todo. Aprovechando esa luz, los exploradores han olvidado el gran peligro de caminar de noche sobre la nieve y han aprovechado algunas horas más para buscar a sus compañeros perdidos.

Cerca del Pan de Azúcar, ellos encontraron un paquete vacío de uvas pasas y en el glaciar suroccidental, rastros de un «Un campamento tal vez estúpidamente escogido porque estaba bajo el glaciar, y allí hay aludes continuos. Cualquier explorador experto lo sabe. Se veían huellas de la carpa, de pisadas alrededor como explorando. Eran de ellos. Yo me aterré de ver el punto que escogieron esos locos; no sé cómo no los tapó un alud en la noche», dice Antolín.

Pero como él y el señor Colin McLean no llegaron bien hasta allí, los otros dos alpinistas -el alemán y el colombiano- se quedaron arriba para hacer comprobaciones más extensas.

Hoy, al regresar dijeron, con la cara larga: «Vimos el sitio del campamento de Pan de Azúcar. Las huellas ya no estaban completas. Aludes habían caído un poco antes y las taparon». 

LAS GRIETAS

Hay una palabra que arriba de la Sierra parece estremecer a todo el mundo: la grieta. Son tremendas rasgaduras en el hielo que alcanzan profundidades hasta de 70 metros, angostas y endiabladamente frías. Algunas se ven, pero la gran mayoría quedan tapadas por delgadísimas capas de hielo, de manera que cuando se camina por allí no es posible advertirlas.»Comienza uno a subir y encuentra grietas por todo lado. Las hay cada 10 o cada 20 metros. Para esta labor se necesita gente con gran experiencia, con piquetas, con cuerdas, con buen equipo… a cada paso hay el riesgo de irse a esas profundidades», dice Colin McLean.

Esto explica por qué solo en esta búsqueda hay cuatro hombres. Aquí en la nieve no se necesitan baquianos, porque ellos sabrían menos que cualquier alpinista. Ellos -en su mayoría extranjeros- llegan a una casa, alquilan mulas que los dejen arriba, cerca de la nieve y luego se internan solos. «Uno no sabe ni qué harán después», dice José Ussa, el muchacho de las mulas.

Dentro de las grietas, cuenta Antolín, en Europa hay amigos míos que han logrado sobrevivir hasta 20 días. El organismo, preparado, aguanta mucho… Es inevitable caer en ellas. Generalmente cuando esto sucede, uno se rompe un pie, o un brazo… Y sin la ayuda de alguien no es posible salir de allí». «¿Sabe usted qué se debe hacer al caer en una grieta?», pregunta el francés, y luego se responde: «Tirar para afuera algo un zapato, alguna prenda visible. Así, cae la leve capa de nieve, tapa el hueco, pero al lado queda la señal». 

«Se utilizan también unas pistolas, de manera que uno dispara una luz con un paracaídas y al descender sobre el hielo, deja una gran mancha de color que puede servir de aviso… Hay también pequeños aparatos que lanzan ondas que son captadas por receptores en los refugios. Entonces lo van a buscar a uno… Pero aquí no hay de eso. Es que son contados los que practican el montañismo, muy contados. ¿Cómo va a haber entonces todo aquello?». Los alpinistas conforman equipos de dos hombres generalmente. Es un buen número. Van amarrados uno al otro por cuerdas que tienen habitualmente 20 y 40 metros, según el peligro de la zona.

«Si uno cae, el otro lo sostiene. Invariablemente lo sostiene: el tirón lo podrá arrastrar a uno unos metros, pero entonces se sienta y clava la piqueta, logrando frenar», explica Antolín.

El señor McLean dice :»Cuando el compañero cae, se deja allí y hay que salir a buscar ayuda. Esto es muy peligroso; queda uno solo en medio de todo el peligro».

Yo les pregunté qué pasa cuando ambos caen. Ellos alargaron la cara porque esto es muy posible. Al parecer, los alpinistas algunas veces se confían y se acercan demasiado… Esto es algo que todos han pensado cuando se acuerdan de los dos hombres que ahora son buscados con angustia.

5. LOS ALPINISTAS PERDIDOS: SURGE LA ÚLTIMA ESPERANZA

Fecha: 14 de enero de 1974

Las esperanzas de hallar a los alpinistas perdidos renacieron un tanto ayer al mediodía, cuando sobre una lejana pared de hielo fueron localizados tres puntos diminutos.

Estos parecían inmóviles y estaban más o menos en la mitad del sólido muro, como si realmente correspondieran (dos de ellos) a cuerpos de personas que trataron de escalarlo mediante cuerdas, sin lograr llegar a la cima. El tercero simulaba, a la distancia, la forma de un morral.

Si este último indicio no corresponde a los cálculos de los expertos montañistas que angustiosamente trabajan aquí, la búsqueda será suspendida, declarándose «desaparecidos» a dos jóvenes de 25 años. Ellos se internaron en la Sierra Nevada del Cocuy el 18 de noviembre pasado, con el fin de permanecer en ella unas tres semanas.

Ayer, cuando estaba por terminar una larga jornada de 10 horas, durante las cuales no sentimos el menor asomo de hambre, porque a estas alturas se trastorna hasta la digestión, y después de esperar a que se levantara una gran cortina de niebla, el señor Colin McLean divisó los puntos.

Nos habíamos detenido para descansar unos minutos en una pequeña roca que parece una isla solitaria en medio de la gran capa blanca de hielo, y él aprovechó para inspeccionar, en la lejanía con sus lentes binoculares.

A unos cuatro mil metros de nosotros, en línea recta, y cuando el cielo se despejó casi totalmente, él observó por varios minutos y luego nos alcanzó los lentes al periodista Timothy Ross y a mí.

«¿A qué se les hace parecido el punto de la izquierda?», preguntó con cierta ansiedad. Ross le dijo que a un morral de alpinista: diminuto y rectangular. Yo observé y tuve la misma impresión. El señor McLean asintió con la cabeza: «es lo que yo estoy pensando», dijo luego.

Entre nosotros y el objetivo había una interminable hondonada de varios kilómetros, y sin experiencia ni equipos especiales era imposible intentar subir hasta allá. La gran pared de hielo. brillaba con los rayos de un sol débil y amarillento y realmente parecía inalcanzable.

Por este motivo, el aviso fue dado en forma rápida al francés Jean Antolín, quien salió con esa dirección con sus compañeros, el alemán Hubert Frank y el colombiano José Curcio.

Para llegar hasta allí, calcularon una jornada no menor a 14 horas. Hoy a las 3 de la mañana cuatro bestias los condujeron hasta las inmediaciones del pico Rita Cuba Negro, zona que se explora con gran esfuerzo.

¿PESIMISMO?

Esta, que parece la última esperanza será acometida con todo riesgo, Antolín y sus compañeros acomodaron en sus equipos un tanque de oxígeno, estimulantes cardíacos, suero y morfina. Sin embargo, antes de partir, el aspecto de sus rostros parecía delatar un cierto pesimismo. Es que en los últimos dos días, ellos han hecho jornadas de búsqueda hasta de 11 horas, con resultados negativos.

Inicialmente colocaron su campamento en el mismo sitio donde nosotros hallamos el martes la comida y algunos enseres abandonados. Desde allí han hecho exploraciones tratando de adivinar la ruta que ellos siguieron. Se trabaja de las 7 de la mañana a las 7 de la noche, en condiciones de alto riesgo por las ventiscas que han azotado la zona en los últimos dos días. cuando el cansancio pulmonar por el largo tiempo de permanecía a esta altura, parece hacer mella en los tres alpinistas sobre cuyos hombros quedó la labor. Asimismo, su desenvolvimiento en la nieve ha sido más lento por tratarse de tres personas, atadas una a otra, sistema que resta agilidad en la marcha cuando se atraviesan zonas como esta, plagada de grietas.

Esta noche, el señor McLean, quien ha permanecido aquí por más de una semana, decidió regresar a Bogotá, igual que nosotros. Él bajó finalmente para preparar su vuelta, encontrándose una vez más con la novia de uno de los dos hombres perdidos, la señorita Jan Rawlinson, una inglesa radicada en Bogotá, que se había comprometido en matrimonio con el australiano Peter Jennings, antes de que partiera para esta aventura. Ella ha permanecido aquí a la espera de noticias, pero cada tarde los datos que llegan de arriba parecen más concretos: no hay la menor señal de vida.

Tal vez el momento menos agradable para todos fue cuando el señor McLean anunció que había hallado prácticamente toda la comida que los jóvenes trajeron para sobrevivir y que las esperanzas eran mínimas. Minutos más tarde él abrió los sacos que hallamos y la señorita Rawlinson miró algunos papeles que había también en ellos y no tuvo otra alternativa que aceptar la realidad, sin el menor escándalo, como tal vez hubiese sucedido con una mujer latina.

Silenciosa, sin demostrar que se hallaba destrozada, sus facciones se alargaron. En la noche, cuando Antolín preparaba su última salida hasta donde fueron vistos los puntos, ella se acercó y le dijo en voz baja:

«Si ustedes hallan los cuerpos… y si sus familiares no dicen otra cosa, por favor, déjenlos. Yo se que a ellos les hubiera gustado que los sepultaran allí».

Unos minutos antes, él le había preguntado, casi preocupado al señor McLean: «y… si encuentro algo. ¿qué hago con los cuerpos? No sé en estos casos…» McLean respondió: «Déme aviso a Bogotá».

Esta madrugada antes de salir, Antolín nos confesó: «Es muy seguro que si están en la montaña, no tengan vida. Si los encontramos, los sepultaremos entre la nieve para que no se descompongan, mientras la embajada británica arregla lo demás».

6. DIARIO DE LOS ALPINISTAS: LOS ALPINISTAS PRESENTÍAN LA MUERTE

Fecha: 15 de enero de 1974

Enfermos, desanimados y acaso presintiendo la muerte, pasaron la última noche de su vida los dos alpinistas perdidos en la Sierra Nevada del Cocuy.

Las líneas finales de un diario escrito por el inglés en una carpa que ayer se halló sepultada un metro bajo el hielo parece resumir toda la tragedia de los dos jóvenes antes del 22 de noviembre, día en que sufrieron un accidente que les quitó la vida.

Los diarios pudieron ser fotografiados por nosotros gracias a un descuido del francés Jean Antolín, del alemán Hubert Frank y del colombiano José Curcio, quienes inicialmente se habían negado cerradamente a dejarlos conocer. Los tres exploradores bajaron hoy con todos los equipos de los alpinistas muertos, luego de una odisea para rescatarlos.

La noche del 21 de noviembre, el inglés Ian Harverson escribió sus palabras finales que extractamos de las fotocopias del diario:

«Si mañana hacemos el ascenso será la primera vez que logremos este tipo de escalada juntos. Esperamos subir la pared noroeste del Rita Cuba Negro. Estamos acampados directamente debajo de la pared de hielo. Peter quiere subir directamente, tanto como se pueda. Parece ser muy pendiente hacia la cima.

«La otra posibilidad es en la mitad del ascenso cruzar hacia la derecha para alcanzar la cresta oeste. «Peter se siente verdaderamente desanimado. Estoy seguro de que verdaderamente no quiere estar aquí. Yo me siento bien. Bogotá me harta, hasta cuándo por la noche puedo revelar mis fotos, ir a fiestas, ver a Sally, etc.

«Sin embargo, actualmente no me siento como muy animado para cualquier cosa de mucho riesgo. Me siento más bien con ganas de descanso…. Tendré que pensar seriamente si sí o no vamos a escalar en Perú la próxima temporada.

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La siguiente es la parte del diario que habla de Colombia:

«SÁBADO 17 DE NOVIEMBRE EL COCUY.

Nuestro viaje al Cocuy se está desarrollando como una epopeya y sin embargo todavía no estamos allá. Hemos estado averiguando en las compañías de buses en Bogotá hasta encontrar finalmente la que nos lleva directamente allá. Pero salen tarde y no hay forma de tomar el de las 6:15 esta tarde. Entonces nos madrugaremos para coger el de las 4:15 por la mañana.

Desgraciadamente no pudimos conseguir taxi para ir a la estación de buses. Entonces salimos anoche a las 6:15. Pero, antes de salir de Bogotá, Peter se dio cuenta de que había olvidado sus botas y tuvo que regresar. Espera estar aquí por la tarde.

Ayer por la tarde intenté conseguir mapas de esta zona, pero no se pudo. En general los colombianos y Colombia me tienen jodido. Por ejemplo el tipo con quien estuve hablando para que nos llevara mañana a la hacienda «La Esperanza», con miradas de hostilidad me dijo que costaría 200 pesos el caballo. Carajo, prefiero caminar.

El tiempo en Bogotá y por aquí también ha estado como una mierda. Lluvia continua durante una semana. Uno se siente miserable. De hecho me he aburrido durante días esperando las noches para salir a fiestas o salir con Sally. El martes pasé toda la noche en el cuarto oscuro revelando fotos y me divertí mientras Peter y Jan salieron a celebrar con una comida su decisión de casarse algún día en los próximos años. Peter le escribió una carta al viejo de Jan ayer. El miércoles fuimos todos a una comida a donde Sally, con Duncan, Chrissa, Keith y Maggie. Estuve cortejando a Sally hasta tarde. Las llevé a una pizzería el jueves por la noche que era increíblemente cara.

Nos metimos una fumadera con una pipa, con hachís, hojas de coca, petermint y hongos alucinógenos. Me sentía flotando y cansado porque no tengo mucha experiencia de eso.

El tiempo malo por aquí hará los ascensos difíciles. Las carreteras ya están muy llenas de barro y casi borradas. La gente de los pueblos por aquí, como Capitanejo, parece como hostil a la vida en general.

Hay sorprendente cantidad de lisiados e idiotas en este pueblo. Otros miran al pasar, pero no me siguen ni me gritan tanto como los peruanos. En alguna forma los peruanos son mejores porque parecen ser más alegres. Aquí la vida pesa sobre las gentes, según parece.

Todavía en Güicán esperando la llegada del bus de Peter esta noche con media docena de muchachos, todos muy atentos. Otro llegó y me informó que Peter había llegado y le habían dicho que yo estaba en Güicán y había salido para aquí para encontrarse conmigo. Se averiguó cierto que se trataba de Peter, según su descripción: una persona muy alta con pantalones azules que llevaba dos picas y que no hablaba mucho español. Entonces empecé a pensar que no se burlaban de mí. Y con la ayuda de un muchachito llamamos por teléfono a Güicán y arreglamos que él vendría aquí si conseguía transporte. «Otros muchachitos me compraron cerveza»

DOMINGO 18 DE NOVIEMBRE – GÜICÁN.

Un paseo a través de este pueblo sucio da la impresión de un show de degenerados sociales, retrasados mentales, lisiados y posibles ladrones. Muchos con ruanas, miradas hipócritas paseando en grupos en la plaza de tierra.

Por la mañana hay una vista preciosa hacia el valle, hacia abajo; no he podido conseguir hasta ahora transporte hasta la hacienda Rita Cuba, pero parece ser que el camión de la leche sube temprano hacia allá mañana por la mañana.

Pasó otro idiota esta tarde mirando a su alrededor, con un osito de felpa en sus brazos. Aquí parece haber una concentración de desgraciados».

LUNES 19 DE NOVIEMBRE. S. N. COCUY.

Salimos hacia las montañas esta mañana a las ocho en el camión de la leche. Iba lleno de gente, de cantinas de leche, de bultos de maíz, etc. Llegamos a la hacienda Rita Cuba a las 9:30. Alcanzamos a alquilar un caballo y a estar en camino al cabo de una hora. Esta gente y la que iba en el camión de la leche es muy amistosa. Cosa muy diferente a lo que hemos visto en Colombia hasta ahora.

En la hacienda Rita Cuba nos dieron tazas de chicha endulzada con panela, mientras cargaban el caballo con todo nuestro equipo. Luego nos encaminamos lentamente hacia arriba por las laderas de las colinas y, finalmente, a través de bosques de frailejones (Describe la flor del frailejón). Resolvimos acampar entre esas plantas a las 2:30 p.m. y nos despedimos de Julio, nuestro baquiano que se sentía enfermo, con dolor de cabeza.

Mientras armábamos la carpa nos hicieron señas desde lejos dos jóvenes héroes colombianos que regresaban de la nieve, donde habían estado paseando un poco. No tenían cuerdas ni picas, ni botas. Solo un par de crampones hechos por ellos mismos.

No vimos mucha vida animal, solamente una pequeña especie de conejillos de indias.

MARTES 20 DE NOVIEMBRE. S. N. COCUY.

Día de reconocimiento (exploración). Nos despertamos más o menos a las seis, después de haber pasado ambos una noche sin dormir y encontramos un día bastante claro. En la distancia hacia la izquierda vimos un bonit opico en la dirección del sur y también una linda vista del valle hacia abajo. Pero los valles permanecían más o menos nublados. Todo el día permaneció intermitentemente claro y nublado..

Empacamos la mitad del equipo para subirlo al pie de la nieve. Seguimos subiendo por la cresta hacia la lengua del glaciar que parece ser la ruta normal hacia el Rita Cuba Negro, según unas huellas antiguas que vimos en la tierra. Después de una penosa subida a través de rocas y de campos de nieve, nos recompensó una magnífica vista de las resplandecientes paredes de hielo, más allá del campo de nieve.

Creemos que se puede ver el Rita Cuba Negro hacia la derecha, con sus paredes de hielo y la vertiente que conduce hacia la cima, muy pendiente, más el Pan de Azúcar a su izquierda, con una amplia pared de roca enfrente de nosotros. Es decir, hacia el oeste y un campo de nieve en al parte izquierda superior, y una cresta rocosa que conduce hacia el Rita Cuba Negro. Difícil de alcanzar la cima del Pan de Azúcar a causa de una cantidad de rizos de hielo en la parte superior de la vertiente.

Bajamos más o menos a las 10:30 o 10:45 y llevamos carga a nuestro campamento actual, al pie de la cresta. Luego volvimos a la carpa para tomar el almuerzo. De nuevo estuvimos envueltos en la niebla. Instalamos la carpa más o menos a las 3:45. Nos quedamos sentados fuera mientras lo permitía el frío. Luego nos metimos en la carpa para preparar la comida de la noche, que se componía de pescado seco, pastas, arroz y sopa… Huele a feo. Ojalá sea mejor el sabor.

Como siempre, pasamos gran parte del día preguntándonos por qué hacíamos todo esto y luego planeando futuros viajes a los Himalayas y al Antártico. También pensamos cosas más agradables como hembras, playas y vacaciones.

MIÉRCOLES 21 DE NOVIEMBRE. – S. N. DE EL COCUY.

Volvimos de nuevo a la nieve hoy después de un mes. Regreso no muy agradable. Ambos sufríamos probablemente de insolación. El sol estaba muy fuerte esta tarde. Casi todo el día estuvo con sol, aunque la niebla se mantuvo colgada de las cimas de vez en cuando. Hoy fue un día particularmente pesado para nosotros subiendo esa cresta de nieve nuevametne, con morrales muy pesados, con todo nuestro equipo de alpinismo, más la comida para cuatro días. El sol estaba verdaderamente muy fuerte y Peter estaba sufriendo.

Anoche, antes de meternos entre la carpa, vimos la Estrella del Sur y otras estrellas. Esta noche estamos acampando en la nieve por primera vez desde que salimos de Pumastillo (Perú)».

7. EL SEGUNDO DIARIO: JENNINGS CON PESADILLAS LA NOCHE ANTES DE MORIR

En nuestra edición de ayer publicamos el diario de Ian Harverson, un inglés de 25 años, fallecido en la cima de esta sierra. En él, Harverson escribe las últimas líneas de su vida la víspera del accidente. Hoy damos a conocer el del australiano Peter Jennings, que es muy breve y en su mayoría tiene lugares comunes con el anterior.

Los diarios y los equipos -mas no los cadáveres- fueron traídos aquí por los alpinistas que los buscaron. Estaban húmedos y la tinta era borrosa ya. Con ellos fueron hallados una carpa isotérmica para 2 o 3 personas. Dos talegos de dormir australianos de pluma de ganso. Una botella con poca gasolina blanca (solo lograron cocinar una o dos veces antes de morir); una pequeña estufa de alpinismo.

Además, un teleobjetivo para cámara fotográfica de 200 milímetros, 60 dólares en cheques viajeros del First National City Bank de Bogotá. Porciones pequeñas de arroz, pastas, galletas de soda, dulces, azúcar y sopas en cajas (todo crudo).

Un despertador, cuya aguja para timbrar marcaba las 4 de la mañana. Estaba congelado como todos los efectos personales que nosotros pudimos observar detenidamente, fotografiar los retratos de sus pasaportes y aspirar el olor a moho del conjunto.

EL DIARIO

En el breve diario de Jennings hemos omitido nombres femeninos, por razones obvias, los cuales marcamos aquí con una «X». Este es su texto:

«Viaje al Cocuy. Martes 20-XI-73.

«Intentamos salir de Bogotá el jueves por la noche, a las 6:15 p.m., pero Harvo (el inglés) estaba demasiado embotado por el hachís de X. Desde la mañana nos decidimos por el bus de las 4:15 a.m., pero no pudimos conseguir taxi. Pasé parte de la tarde escribiendo al padre de Jan. No terminé hasta las 5.

Fuimos al bus, a la calle 61, cuando pronto me di cuenta que había olvidado mis botas. Mierda, ¡carajo!

Regresé y pasé la noche con X (una forma muy agradable de perder un bus). Cogí la flota de las 4:15 el sábado y llegué al Cocuy a las 5 p.m. Harvo no estaba como lo convinimos. Unos muchachos me dijeron que se había ido a Güicán. Me fui a Güicán y Harvo no estaba. Los muchachos me dijeron que se había subido a la hacienda Rita Cuba. Entré a un bar y tomé té. Harvo me llamó del Cocuy: bonito esfuerzo, pues solo hay un teléfono en cada uno de los pueblos. Le habían indicado mal la hora del bus del Cocuy.

Intenté conseguir transporte hacia la hacienda Rita Cuba el domingo, pero sin éxito. Escribí a Marion y a Jan, leí, etc. Tiempo feo.

El lunes en la mañana salí a la hacienda. Le dije al chofer que éramos estudiantes pobres y no le dimos sino 5 pesos. Arriba conseguimos 80 pesos de rebaja sobre los 200 que pedían por un caballo. Nos dieron una chicha en la hacienda. Salimos con el caballo y todo el equipo y llegamos una hora después (no anota dónde).

«Subimos durante unas cuantas horas, incluyendo media para sujetar la carga, demasiada aparentemente para un solo caballo. Llegamos a un sitio razonable para instalar un campamento; a una hora de la nieve. Havo maldecía como un arriero. Yo me sentía bien, pero más tarde me sentí un poco cansado cuando llegamos al campamento más elevado.

Estamos más o menos a unos 15 mil pies. Tiempo feo. Harvo preparó té y los morrales temprano. Yo tuve pesadillas durante la noche como es usual a gran altura. Soñé con Jan. No estuvo mal en realidad».

8. DIARIO DE LOS ALPINISTAS II: CAYERON DE UNA PARED DE HIELO

Fecha: 16 de enero de 1974

Ian Harverson y Peter Jennings están muertos en la Sierra Nevada del Cocuy, pero sus cadáveres no han podido ser rescatados.

Según se dedujo de sus diarios, perecieron al desplomarse de una pared de hielo que estaban escalando el pasado 22 de noviembre. Hasta las cumbres cubiertas de hielo de la Sierra solo han subido cuatro hombres a buscarlos y su labor comenzó el 4 de enero de este año.

Ellos son Colin McLean de la embajada británica quien abandonó la labor la semana pasada, el francés Jean Antolín, el colombiano José Curcio y el alemán Hubert Frank. Todos ellos son veteranos alpinistas y han subido sin baquianos, porque en los nevados no existen tales personajes. El campesino no pisa el hielo de las cumbres por sus peligros y porque no posee equipos para sobrevivir.

De otra parte, los alpinistas de gran experiencia, como los que hallaron el campamento de los accidentados cubierto por el hielo, conocen tanto su trabajo que no necesitan «guías». Los equipos, diarios, parte de alimentos, documentos y algunas ropas lo único rescatado hasta la fecha fueron bajados hasta aquí y trasladados a Bogotá por los tres montañistas.

La búsqueda quedó suspendida y los cadáveres se hallan en un sitio bien determinado por quienes -sin ningún apoyo- los ubicaron sepultados más o menos un metro bajo la superficie. Aún no se ha dicho si ellos regresarán para desenterrarlos.

LA ODISEA

Al llegar aquí, Jean Antolín hizo un relato pormenorizado de la odisea que para él y sus compañeros significó esta aventura además mostró las causas de la muerte de los dos hombres, dando el lugar de su ubicación.

Estos son algunos apartes de su historia:

«Salimos el 10 de diciembre hacia las cumbres del nevado. Madrugamos a la una y media de la mañana y partimos a las dos. Sobre las ocho ya estábamos al borde de la nieve, estableciendo nuestro campamento. Lo localizamos en la ribera de La Quebrada de Las Playas, unos 400 metros más allá de donde el señor McLean, un periodista inglés y uno de EL TIEMPO habían hallado la comida de Harverson y Jennings.

Unas dos horas después de andar por la nieve hacia el pico Rita Cuba Negro, venciendo grietas y obstáculos, divisé dos puntos. No podían ser rocas. Estaban a unos 4 kilómetros de nosotros. Eran puntos color anaranjado, color de carpa. Sentimos ansiedad, mucha ansiedad, y apretamos el paso. «Sobre las doce del día estábamos allá y, al tenerlos cerca, nos dimos cuenta que era una sola carpa cubierta de hielo en el centro; sobresalían solo las puntas de sus mástiles.

A esa hora empezamos a picar, José, Hubert y yo. Nadie más estaba con nosotros. Fue un trabajo de romanos porque debimos cavar dos metros por cada lado y uno hacia el fondo. La nieve estaba como una roca, se nos rompió hasta la piqueta.

Trabajamos sin descanso hasta las cuatro de la tarde; el primer momento emocionante fue cuando logré desprender la parte delantera de la carpa, de su cremallera… la pude descorrer. Olía muy feo y lo primero que pensamos era que los cuerpos estaban allá. Pero más tarde descubrimos que se trataba de una poquita comida que se había descompuesto… Era una carpa isotérmica, de dos lonas, separadas una de otra. Desprendí la segunda cremallera y abrí. Impresionante: adentro estaba todo regado, pero cubierto por el hielo transparente, como un cristal.

A pesar del agotamiento, cavábamos entonces con más desesperación. Desprendimos los bordes y, ¡atención!: A los extremos descubrimos dos cosas largas, como cuerpos humanos. Los tocamos, eran blandos (las plumas de los talegos de dormir) y adentro había algo duro, como cadáveres congelados. Resultó que era nieve dentro. La emoción fue muy grande.

TORMENTA

Estábamos en esa labor y comenzó una tormenta de nieve muy fuerte que lo iba tapando todo. El viento helado silbaba, nos cortaba la cara. Entonces el trabajo fue doble: sacar hielo y echar afuera la copiosa nieve que caía al hueco. Serían como las 4 de la tarde de ese jueves 10 cuando terminamos de rescatarlo todo. Hicimos una especie de trineo, lo amarramos, nos atamos unos a otros y comenzamos a descender hasta nuestro campamento, en medio de la ventisca y la nieve que seguía cayendo.

El trineo pesaba mucho, unos 100 kilos, porque los equipos de ellos estaban empapados. Yo halé un poco pero las cuerdas me cortaban los hombros. Entonces Hubert pasó adelante, a unos 20 metros y José y yo, hombro a hombro, seguimos halando. Hubert exploraba las grietas y los peligros….

El trineo pesaba tanto que dejaba zanjas de 20 centímetros en la nieve. Llegamos a las 11 de la noche al campamento extenuados: 21 horas de trabajo, de tristeza y de emoción continuas….

El paso de las grietas era muy peligroso. La delgada capa de hielo que las cubre, a veces aguanta el peso de un hombre. José y yo pesábamos por cuatro, a causa del trineo…. Salimos adelante pero la marcha era muy lenta.

Después del rápido atardecer caminamos en la oscuridad por sobre decenas de grietas. A pesar del plenilunio, la Luna estaba tapada por nubarrones muy negros. Tampoco teníamos linternas. A la que nos quedaba se le había agotado la pila…

Al terminar el campo de hielo, la caminata fue por entre las piedras, a ciegas. Rodábamos con frecuencia. Caíamos a cada paso. Nos maltratamos mucho…. a las once llegamos borrachos de cansancio. No sentíamos el cuerpo.

El viernes 11 de enero descansamos todo el día. Estudiamos los diarios de ellos, desmenuzamos sus datos para saber por qué lado de la pared se habían orientado. Ellos tenían la intención de hacer el ascenso por la pared noroeste. del Rita Cuba Negro. Es un muro de hielo muy difícil….

Los diarios de ellos terminan el 21 de noviembre. El jueves 22 comenzaron el ascenso y se accidentaron…. Hay varias posibilidades que le analizaré adelante, pero todas conducen a una cosa: accidente.

El sábado 12 subimos por los cuerpos. Chequeamos una pared de roca y no se veía nada. No había huellas. Entonces nos movimos hasta la pared de hielo, pero nada vimos. Sin embargo, logramos establecer, por nuestra experiencia, por nuestro ojo de alpinistas y por alguna orientaciones que nos dieron sus diarios, el sitio aproximado donde están…. Ahora le puedo afirmar con aproximación de unos 50 metros en qué parte cayeron. Es que uno conoce, llega allí y sabe por donde un alpinista experimentado como ellos intenta una escalada…

«Ahora, lo cierto es que los cuerpos están bajo la nieve, no por aludes sino porque ha transcurrido más o menos mes y medio desde que se accidentaron. Nosotros no intentamos excavar porque no teníamos herramientas suficientes y porque la nieve allí, a esas alturas es como roca. Durísima.

Antolín, con los diarios de los alpinistas en la mano, los cuales no nos dejó ver (luego nosotros podríamos fotocopiarlos y publicarlos en nuestra edición de ayer), hizo un detenido análisis de las causas del accidente. Sus argumentos son interesantes:

«Jueves 22 de noviembre. Se despiertan a las cuatro de la mañana aquí está su reloj despertador, -congelado y mostrando esa hora-, salen de la carpa, se preparan algo caliente y arrancan a las cinco…. tal vez a las seis. Porque son un poco demorados según nos enteramos por sus diarios…. empezaron algunos ascensos a las ocho solamente. Eso es un error porque hay que comenzar antes de que el hielo se caliente y las rocas comiencen a desprenderse.

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«En adelante, vemos varias posibilidades:

Primera, en camino de la carpa hacia el glaciar caen en una grieta. La descarto, porque tenían mucha experiencia y ya habían hecho reconocimientos como para no sufrir ese accidente entre la carpa y los 20 minutos que los separaban de la pared. Segunda: empiezan el ascenso y se caen. Se matan en ese momento o quedan ahí, sobre la nieve heridos unos cuatro días; tal vez tres. Tercera: Logran el ascenso y en el camino de bajada por una cresta problemática pueden caer a cualquiera de los lados. Cuarta: En el camino de bajada caen de la pared pero por otro lado y, quinta: Ya al atardecer se meten en una grieta, camino de la carpa. De todas, la más posible es la primera».

– ¿Por qué?

«Porque nosotros hallamos en sus diarios la lista del equipo que llevaban: Era escaso, insuficiente, defectuoso, eso se lo puedo afirmar yo categóricamente. Era poco para semejante escalada en hielo Por ejemplo, hacen falta unos pitones especiales para clavar en el hielo, de los cuales solo tenían siete: cinco tubulares y dos de rosca, como sacacorchos…. En la lista no veo que aparezcan escalerillas que hacen falta para trepar paredes de estas.

Pero, me impresiona más que estaban en mal estado físico y tenían malas condiciones psicológicas. Hay que leer el diario de Harverson. Llevaban más de un mes sin hacer ascensos, sin pisar siquiera la nieve. Luego, según sus propios apuntes no se estaban entendiendo muy bien y se hallaban un poco enfermos. Habían soportado mucho sol desde la subida y tenían los pies en muy malas condiciones. Sufrían.

«Otra cosa: por más experiencia que tuvieran, no había ningún acoplamiento de equipo para este tipo de escaladas. Ellos lo anotan: Será la primera vez que intentemos hacer una escalada de estas… Yo creo que todo es claro, las causas, la fechas. El accidente tuvo que ser el 22 de noviembre pasado».

– ¿Volverán por los cuerpos?

– Quién sabe. Tal vez no. Hay que cavar mucho esa roca de hielo, necesitamos herramientas. Eso lo sabremos después.

VIDEO | CERREJÓN REPORTAJES SOBRE LA CORRUPCIÓN EN LA GUAJIRA

VIDEO | CERREJÓN REPORTAJES SOBRE LA CORRUPCIÓN EN LA GUAJIRA

Septiembre y octubre de 1982.

El 27 de septiembre, en el horario nocturno de la televisión colombiana, ‘Enviado Especial’ presentó uno de sus episodios más emblemáticos y reveladores: «Cerrejón». Bajo la dirección de Germán Castro Caycedo, quien por primera vez apareció con corbata azul ante las cámaras, el programa prometió y entregó una hora llena de revelaciones impactantes sobre el contrato de explotación de las minas de carbón de El Cerrejón en La Guajira, entre Exxon, operando bajo Intercor en Colombia, y Carbocol, una empresa estatal.

PARTE 1:

Con su estilo característico, Castro Caycedo desenmascaró, con documentos y testimonios en mano, irregularidades y cuestionamientos profundos sobre las operaciones en El Cerrejón. Entre las acusaciones se encontraban la presencia de personal norteamericano trabajando ilegalmente o sin cumplir con los requisitos necesarios, pero percibiendo salarios exorbitantes; la exclusión de mano de obra colombiana; y cuestiones sobre la elección de equipos y la participación de flotas para el transporte del carbón, resaltando conflictos de interés evidentes con Exxon.

PARTE 2:

La serie «Cerrejón» no solo captó la atención de millones de espectadores por las noches, sino que también desencadenó una cobertura mediática nacional sin precedentes, con once periódicos publicando las denuncias al día siguiente.

PARTE 3:

«Cerrejón» se convirtió en un hito del periodismo de investigación en Colombia, demostrando el poder de los medios para sacar a la luz acuerdos cuestionables y prácticas controvertidas en sectores clave para la economía y el medio ambiente del país. Este episodio, junto con otros trabajos de Castro Caycedo, subrayan la relevancia del periodismo comprometido con la verdad y la justicia social, marcando a «Cerrejón» como una pieza histórica invaluable en el legado del periodismo colombiano.

VIDEO | GUERRA QUÍMICA

VIDEO | GUERRA QUÍMICA

Agosto y septiembre de 1981.

«Guerra Química», una destacada serie de episodios de «Enviado Especial» dirigida por Germán Castro Caycedo. Con estos, se adentró en la alarmante problemática de los plaguicidas organoclorados en la agricultura colombiana. Esta investigación pionera, realizada en un contexto de creciente preocupación por la salud pública y el medio ambiente, expuso el uso continuado del herbicida 2,4-D, a pesar de su prohibición en su país de origen, Estados Unidos, debido a sus efectos nocivos sobre la salud.

A través de entrevistas con expertos en toxicología, salud pública y agricultura sostenible, «Guerra Química» construyó un caso convincente sobre la urgencia de prohibir en Colombia el uso de plaguicidas que contienen 2,4-D. Este compuesto, implicado en una variedad de problemas de salud, desde trastornos endocrinos y cáncer hasta efectos perjudiciales en el desarrollo fetal, se presentó como una amenaza seria tanto para los ciudadanos como para el entorno natural.

La serie también cuestionó la eficacia de las instituciones reguladoras nacionales, como el INVIMA y el Ministerio de Salud, por permitir la entrada y aplicación de estos productos químicos peligrosos, a pesar de las restricciones internacionales. Al destacar la disonancia entre las políticas de salud pública y las prácticas agrícolas, «Guerra Química» reveló una preocupante laguna en la protección de la población colombiana ante riesgos químicos.

Con su enfoque investigativo, «Guerra Química» no solo denunció los peligros asociados con el uso de herbicidas organoclorados, sino que también promovió la reflexión sobre la necesidad de transitar hacia métodos de cultivo más seguros y ecológicos. Este trabajo de Germán Castro Caycedo marcó un hito en el periodismo de investigación, motivando un cambio hacia políticas más seguras en el manejo de plaguicidas en Colombia.

Como pieza importante del periodismo de investigación, «Guerra Química» se ha mantenido como un testimonio poderoso del papel del periodismo en la iluminación de problemas críticos y en la movilización de la sociedad hacia soluciones sostenibles y respetuosas con la salud humana y el ambiente.

VIDEO | PLAGUICIDAS

VIDEO | PLAGUICIDAS

29 de abril de 1976.

«Plaguicidas», un episodio destacado de «Enviado Especial», presenta una investigación profunda sobre el uso peligroso de químicos en la agricultura colombiana, realizada por el renombrado periodista Germán Castro Caycedo. Este trabajo periodístico expone cómo la aplicación excesiva de pesticidas ha causado una serie de intoxicaciones, afectando seriamente la salud de las comunidades rurales, incluyendo hombres, mujeres y niños.

Una de las revelaciones más contundentes del programa es el uso del 2,4,5-T, un componente del ‘Agente Naranja’ usado en Vietnam, en territorio colombiano. Este compuesto ha sido vinculado con graves efectos en la salud, incluyendo alteraciones en el desarrollo fetal y la posible inducción de cáncer. A través de su investigación, Castro Caycedo no solo destaca los peligros asociados con estos agentes químicos, sino que también promueve alternativas sostenibles como el control biológico. Este método propone una solución menos nociva, enfocándose en el equilibrio ecológico y la salud pública.

Además, el episodio reflexiona sobre la urgencia de preservar los ecosistemas y proteger el medio ambiente frente a prácticas agrícolas depredadoras. Castro Caycedo argumenta a favor de un cambio hacia métodos agrícolas más responsables, subrayando la importancia de una conciencia ambiental en la producción de alimentos.

Este capítulo de «Enviado Especial» se erige como una pieza periodística histórica de gran valor, no solo por su rigurosa investigación y la relevancia de su temática, sino también por su capacidad para generar conciencia y promover un cambio positivo en las prácticas agrícolas de Colombia. «Plaguicidas» es un testimonio del poder del periodismo para iluminar problemas críticos y movilizar a la sociedad hacia soluciones sostenibles y respetuosas con el medio ambiente.

VIDEO | LA AGONÍA DE LAS AGUAS

VIDEO | LA AGONÍA DE LAS AGUAS

02 de diciembre de 1976

La Agonía de las Aguas» es un episodio crucial de «Enviado Especial» que se adentra en la grave problemática ambiental y de salud pública enfrentada por la comunidad de Cartagena, Colombia, debido a la contaminación por mercurio. A través de una investigación meticulosa, Germán Castro Caycedo revela cómo la empresa estatal Alcalis, dedicada a la producción de cloro, ha sido responsable de vertimientos masivos de mercurio metálico en la bahía, poniendo en riesgo la salud de más de 100,000 habitantes de la región y del ecosistema marino.

Tomando como punto de partida el devastador caso de Minamata en Japón, donde la contaminación por mercurio causó una tragedia humana y ambiental sin precedentes, Castro Caycedo traza paralelos alarmantes con la situación en Cartagena. Las investigaciones llevadas a cabo por el Comité de Protección Ambiental de Cartagena y el equipo de «Enviado Especial» exponen cómo, en solo 15 minutos, se lograron recolectar hasta 9 kilogramos de mercurio metálico en áreas cercanas a los desechos de Alcalis, lo cual subraya la magnitud del problema.

El periodista no solo detalla el proceso por el cual el mercurio metálico se transforma en metilmercurio, una forma orgánica altamente tóxica para los seres humanos debido a la acción de microorganismos, sino que también explica el fenómeno de biomagnificación. Este proceso aumenta la concentración de la sustancia tóxica a través de la cadena alimentaria, desde los organismos marinos más pequeños hasta llegar a los peces consumidos por humanos, representando un grave peligro para la salud pública.

La denuncia de Castro Caycedo no se limita a la contaminación por mercurio. El periodista también aborda otros temas ambientales críticos en Colombia, como el impacto de los plaguicidas y el glifosato, mostrando su compromiso con la defensa del medio ambiente y la salud de las comunidades. Su trabajo en «La Agonía de las Aguas» y otras investigaciones resalta la importancia de un periodismo riguroso y valiente en la lucha contra la degradación ambiental y sus efectos en la población.

Este episodio de «Enviado Especial» es un testimonio poderoso del papel del periodismo en la denuncia de injusticias ambientales y en la promoción de acciones para proteger la naturaleza y la salud humana. «La Agonía de las Aguas» sigue siendo un recordatorio urgente de los peligros que enfrentamos al ignorar el impacto ambiental de la industria y de la necesidad de actuar para prevenir futuras tragedias.

VIDEO | DE UNA PROTESTA CONTRA EL BAZUCO AL DESCUBRIMIENTO DE UN NARCOTRAFICANTE

VIDEO | DE UNA PROTESTA CONTRA EL BAZUCO AL DESCUBRIMIENTO DE UN NARCOTRAFICANTE

En 1983, el programa «Enviado Especial» presentó «Bazuco», un episodio que sumerge al espectador en el corazón de una de las problemáticas sociales más desafiantes de Colombia durante ese periodo. En el municipio de Pacho, Cundinamarca, se desata una protesta comunitaria contra la creciente crisis del bazuco, un subproducto de la cocaína que estaba devastando a la sociedad colombiana. La comunidad señala directamente a un «comerciante» local, que no era otro que Gonzalo Rodríguez Gacha, uno de los narcotraficantes más temidos y poderosos de la historia del país.

Este capítulo ofrece una mirada inédita a la complejidad del narcotráfico en Colombia a través de una entrevista reveladora con Rodríguez Gacha. Conocido por su brutalidad y por ser uno de los pilares del Cartel de Medellín, junto a su socio Pablo Escobar Gaviria, Gacha defiende sus actividades argumentando que está «haciendo patria» mediante sus negocios. Esta aparición en pantalla brinda una perspectiva única sobre la mentalidad y las justificaciones de aquellos involucrados en el narcotráfico, mostrando cómo se entrelazan con las percepciones de legitimidad y beneficio nacional.

«Bazuco» no es solo un retrato de la lucha de una comunidad contra los estragos de la droga, sino también una ventana a la compleja red de narcotráfico que ha marcado profundamente a Colombia. El episodio resalta la valentía de los habitantes de Pacho, quienes se levantan en protesta para salvaguardar el tejido social de su municipio frente a la amenaza que representa el bazuco y aquellos que lo distribuyen.

LA CONTRALORÍA

LA CONTRALORÍA

La Contraloría General de la República es la encargada de vigilar el gasto de los dineros del Estado colombiano. Pero también una de las dependencias oficiales más corrompidas y la máquina política más peligrosa del engranaje administrativo del país. Desde esta oficina se controla el gasto de 79 mil millones de pesos que necesita la nación para poder funcionar cada año. El trabajo lo hacen ocho mil empleados en todo Colombia, cuyo sostén son 199 representantes a la Cámara, que son quienes nombran al contralor general.

Este funcionario no es elegido democráticamente en el Congreso desde hace 13 años, de manera que la acción de los parlamentarios se limita a sostenerlo firme en su cargo.

Y esto tiene un precio: el de darle a cada uno una «cuota», en puestos para sus electores.

Las últimas once investigaciones fiscales iniciadas en otras tantas dependencias del Estado, muestran que los auditores de la Contraloría General de la República están implicados en delitos contra el fisco, en malos manejos, en extorsión a la industria privada, en falsificaciones de firmas y documentos, en tráfico de esmeraldas, en saqueo de bodegas, en contrabando. Y ellos habían sido nombrados precisamente para evitar todas esas venalidades que hoy desangran el país en proporciones insospechables.

Para un auditor de varios años en ejercicio, «la causa de la corrupción en la Contraloría es la amoralidad de las personas que son nombradas cada día. También se trata, en su mayoría, de gentes sin ninguna capacidad».

Por ser la Contraloría el ponqué con que se devuelven los favores a la Cámara de Representantes, los funcionarios van allí primordialmente con fines políticos. Entonces puede hallarse, como hoy, porteros del Congreso que ocupan cargos de revisores. Choferes oficiales que han ascendido, por una recomendación, a puestos que en cualquier otro país exigen una responsable fiscalización.

En los últimos años ha aumentado hasta tal punto la voracidad de los congresistas, que la nómina de la Contraloría crece inconteniblemente. Hasta ayer, centenares de sueldos se habían dividido en dos y tres para dar cabida a los recomendados de la Cámara.

En la Contraloría no caben los funcionarios de buena parte de las dependencias. En «investigadores» no hay dónde sentar a todos los cincuenta y seis empleados, ni tampoco qué funciones otorgarles.

Sólo en Bogotá la planta de personal fue ampliada en los últimos cuatro años, de 2 mil a 3.800 cargos. En la nómina figuran funcionarios fantasmas, pues no se puede establecer si en realidad existen.

Hay empleados que aparecen frente a una auditoría, pero en el sitio que deben ocupar nadie las conoce. Y si se pregunta al jefe por ellas, responde que «fueron enviados en comisión a otras dependencias».

Un grupo de tres visitadores calcula que en la Contraloría, «por lo menos el 65 por ciento de los auditores y revisores son parientes de los representantes».

Y un senador que participa actualmente en una investigación fiscal, anota: «A los auditores se les perdonan los casos de inmoralidad, por la inmunidad que les da ser parientes de los congresistas que a su vez los exigen como cuota burocrática».

Para un investigador de la Procuraduría General de la Nación, «todos los delitos en dependencias del Gobierno se cometen sólo porque los funcionarios de la Contraloría no cumplen su misión de controlar. Si lo hicieran, nadie robaba».

Finalmente, cuatro auditores consultados están de acuerdo en que «es muy difícil trabajar porque el personal auxiliar que nos nombran es incapaz… Y deshonesto».

Al preguntarles si una solución podría ser que la Contraloría fuera independiente del Congreso, donde se halla la quintaesencia de la corrupción nacional, explicaron:

«Según la Constitución, la Cámara es el supremo fiscal del Estado. Que no haya ejercido su función… es otra cosa».

Adelantamos una averiguación periodística en Inalpro, Idema, ICCE, Ecominas, Inderena, Ferrocarriles, Fondo de Ahorro, Aduana, Colcultura y en todos hallamos anomalías. En 8 de los 9, los representantes de la Contraloría General de la República están implicados en delitos contra el erario público.

Intentamos mostrar parte del panorama hallado en esas agencias del gobierno, comenzando por los Ferrocarriles Nacionales, donde se halló culpable al auditor de falsificación de firmas y documentos para el cobro de gastos no ocasionados, cobro de viáticos no causados y otras anomalías.

Según una carta del actual gerente al presidente de la República él actuaba con la complicidad del antiguo gerente administrativo de la empresa y se adelantará una acción penal contra ellos.

Pero también la Auditoría delegada de la Contraloría General de la República tiene que ver en anomalías como esta: los Ferrocarriles deben cobrar sus servicios al contado, o en plazos no mayores de ocho días. Sin embargo, hoy existen cuentas por cobrar de 200 millones de pesos.

Mientras esto sucede, la empresa no ha tenido con qué pagar los sueldos de sus trabajadores.

Hay casos en que una sola persona le debe a los Ferrocarriles 6 millones de pesos. El Consorcio Bananero de Santa Marta tiene un cupo hasta de 200 mil pesos (para pagar en plazo de ocho días). Y se le adjudicaron fletes por medio millón de pesos, que desde 1971 no ha pagado.

Se trató, entonces, de embargar al Consorcio y los funcionarios que adelantaban esta operación debieron suspenderla por orden de la misma Gerencia Financiera de los Ferrocarriles.

En los talleres existe una mafia formada por empleados y obreros que roban herramientas y materiales. El caso más aberrante es el de Flandes, donde la mafia «es tan eficiente que no ha podido ser controlada», y los robos aumentan cada mes, a pesar de existir allí un puesto de policía ferroviaria.

Tres celadores de la empresa que delataron el robo fueron asesinados.

En el último mes se comprobó que cuando no se embarca en los trenes personal secreto para controlarlos, la venta de pasajes baja en medio millón de pesos mensuales, sin que el volumen de pasajeros disminuya.

Y se han prohibido los pasajes de cortesía porque los altos empleados de la empresa, y según un documento oficial, «igual que el Auditor General de la Contraloría, abusan de ellos para favorecer amigos y en la gran mayoría con fines netamente políticos».

En diciembre de 1973, solamente para viajar de Bogotá a Santa Marta y a Medellín se regalaron pasajes por 366 mil pesos.

En el Terminal de Carga en Bogotá había una banda de saqueadores encabezados por el jefe del Terminal. La empresa pagó varios millones de pesos por lo robado, mientras ellos guardaban en su bolsillo los costos de bodegaje, del cual no rendían cuentas ya que no eran fiscalizados por el representante del contralor.

En 1971 fueron compradas en forma directa, sin consulta, sin licitación, veintiocho locomotoras. La compra se hizo amparándose en un contrato con las firmas General Electric Española y Babcok & Wilcox C. A., que había vencido tres años antes.

Anualmente los ferrocarriles compran algo más de 30 millones de pesos en maderas. Y hasta hace pocos meses existió un verdadero monopolio, pues éstas eran suministradas por un solo cliente. Era tan «consentido» que se las recibían sin ninguna intervención de la Contraloría y, además, se le pagaba rápido y de contado.

Él hizo un contrato por 35 millones y medio de pesos, sobre los cuales se le adelantó un millón. Lo incumplió y debe aún 600 mil pesos, por lo cual fue vetado. Sin embargo, continuaron adjudicándole contratos en forma dolosa.

Un documento oficial de la empresa, dice: «Todo esto ocurrió por la complicidad con empleados de la empresa y con la anuencia del revisor de la Contraloría General de la República».

En la dirección de materiales y en la oficina de compras nacionales, los jefes tenían montado un fabuloso negocio. Se hacían grandes trucos con cotizaciones y muchas veces se contrataban las más altas. Para ejercer voraces negociados violaban los conceptos técnicos que buscaban impedir muchas compras.

Fue destituido el director de materiales hace pocos meses. Otro documento rendido a la gerencia y al Ministerio de Obras Públicas dice: «Cabe destacarse la responsabilidad que debe adjudicarse a los delegados de la Contraloría General de la República, ya que permitieron o participaron de irregularidades que han resultado muy onerosas para la empresa».

Los ferrocarriles eran hasta hace un mes el medio más efectivo con que contaba el país para el transporte de contrabando, a pesar de denuncias hechas por la policía ferroviaria. Y éstas nunca causaron sanciones para los empleados responsables. En la última semana de octubre fueron capturados grandes cargamentos ilegales. Hoy han sido despedidos 23 tripulantes por este hecho.

En un extenso informe se anota que «en las irregularidades halladas en los ferrocarriles hasta hoy, existe una gran responsabilidad de la Auditoría de la Contraloría General de la República, pues no se ve que haya ejercido sus funciones». Y luego agrega:

«Pero es que para fiscalizar es necesario contar con la suficiente autoridad moral… El auditor de la Contraloría en los ferrocarriles, cobró entre enero y octubre de este año 84 mil pesos por concepto de reparaciones, gasolina y lubricante del automóvil que se le adjudicó… Con el hecho agravante de que hoy el auto está en peores condiciones de las que presentaba antes de ser sometido a tan cuidadosas reparaciones.

«En la División Pacífico el auditor de la Contraloría intentó que una junta de la empresa le pagara 8 mil pesos por ‘calamidad doméstica’. Una investigación halló en este hecho caso de soborno».  Sin embargo… todo marcha sobre rieles.

* * *

Para escribir la historia de la deshonestidad oficial colombiana, es necesario contar con la Contraloría General de la República, donde se permiten negocios tan sucios como sus desgreñadas paredes interiores.

Allí, en oficinas atestadas de empleados y de personas que llevan en la solapa el brillante escudo de la Cámara de Representantes, basta observar unas horas para descubrir esa mezcla de política y corrupción, ante la cual el fisco es sólo un botín.

A unos cincuenta pasos están las ventanillas de impuestos nacionales, donde el pueblo hace colas interminables para pagar más de 30 mil millones de pesos cada año. Una parte de ese dinero es el que se juega en la Contraloría cada vez que una tarjeta de recomendación parlamentaria cae sobre el escritorio de sus directivos.

Actualmente cuatro juzgados penales de Bogotá han expedido órdenes de captura contra la auditora en Colcultura, pues las cuentas que «controló» durante la administración pasada no son nada claras.

Una ex-revisora de la Contraloría ante la Aduana Nacional es buscada por las autoridades para que cuente cómo colaboró —-sólo en un día—- en el saqueo de más de tres millones y medio de pesos en mercancías de las bodegas.

Antes de ser alta funcionaria de la Contraloría, la dama se desempeñó como miembro de la Guardia de Aduanas, de la cual fue destituida por deshonestidad. Pero logró entrar a la Contraloría con una recomendación política y allí se las arregló para que la enviaran una vez más a la Aduana. Logrado este fin, pasó con un palancazo a la Auditoría del Fondo Rotatorio y tuvo entonces acceso a las bodegas.

Esta posición es tan apetecida que, cuenta un alto funcionario del Ministerio de Hacienda, «los revisores dan cuotas al Auditor para que los destaque en las bodegas».

Una investigación que se adelanta en Aduanas ha revelado que la ex-revisora era favorecida por el auditor de turno. Se elevó la queja correspondiente y… el auditor fue trasladado y ascendido.

Las minas de Muzo fueron clausuradas por el gobierno. La Brigada de Tunja estableció, sin embargo, que uno de los auditores de la Contraloría General de la República —-enviado allí para colaborar en que se evite la explotación ilícita—- tenía un grupo de mineros a su servicio.

Ellos trabajaban a cambio de darle al  auditor el cincuenta por ciento de lo que hallaran. Una noche fueron sorprendidos por el ejército, puestos presos y soltados unas pocas horas después por un oficial y dos sargentos que trabajaban «armoniosamente» con el auditor. «Se elevó la queja al contralor, pero el funcionario deshonesto fue sostenido mes y medio más en su cargo», anota un informe del ejército al procurador.

En Tumaco, el auditor de la Contraloría General de la República ante la Refinería estatal —–en sociedad con un representante a la Cámara por Nariño—- solicitó al Inderena la concesión de areneras en el lecho del río Mira, para venderle materiales de construcción a la misma obra que él va a fiscalizar.

En el ICCE, un instituto creado para construir escuelas y dotarlas, hoy están paralizadas las obras porque no hay dinero.

En cambio —-como si se tratara del país más rico del mundo—- en sólo veinte días de mayo se crearon 2.984 puestos nuevos.

Antes los empleados eran 604; hoy son 3.588 y la nómina vale 51 millones de pesos más que hace seis meses.

Claro que el número de empleados debía ser ahora mayor pero un decreto, firmado al atardecer del 6 de agosto, no entró en vigencia: creaba 303 «corbatas» más.

En el ICCE todo aumenta desmedidamente, menos la nómina de profesores de los institutos que hoy tienen capacidad para enseñar en tres turnos diarios. Pero lo que creció fue la planta de personal administrativo.

Y aunque éste debía ser manejado por un abogado titulado y especializado en derecho laboral, se halla bajo la dirección de una persona que no es bachiller… Pero que en cambio ha tenido la suficiente capacidad para montar una fuerte monarquía política.

Esta explosión burocrática hace que el 90 por ciento del recortado presupuesto sea invertido en sueldos.

En el diez por ciento restante hay algunas cuentas turbias, como doscientos millones de pesos en materiales básicos que, según una fuente del Ministerio, fueron enviados hace varios meses a los INEM, pero que aún no han sido recibidos por ellos (esta semana se iniciará una investigación al respecto).

Tampoco se sabe dónde están 10 mil pupitres pagados a precios altos pero que nunca ingresaron a los almacenes; ni 800 televisores que desaparecieron de allí y que también ahora comenzarán a ser «buscados» por otra investigación.

Se puede dar una buena gratificación a quien diga dónde están otros cientos de millones de pesos invertidos en «reajustes» de contratos para construcción de aulas: «Escuelas adjudicadas para construcción por un millón de pesos, llegaron a valer cinco millones; especialmente en el Llano, donde fueron gastados más de mil millones», explica un investigador.

En los almacenes, las mercancías guardadas valen 800 millones de pesos, pero no están amparadas por inventarios. Permanecen en poder de personas que carecen hasta de fianzas de manejo. Allí los artículos son entregados sin que las autorizaciones llenen todos los requisitos. Los almacenistas rinden cuentas incompletas… Pero es que tampoco se hallan inventariados los 1.200 millones que valen los equipos del instituto.

Los «Itas» son unos institutos de enseñanza agropecuaria que tiene a su cargo el ICCE. Se trata de grandes haciendas como la de Paipa, que consta de 260 hectáreas con 2.800 gallinas, hortalizas, producción de huevos y leche en grandes cantidades.

Otra es la de Balsali, cerca de Silvania, que tiene dos mil gallinas y acaso una producción similar a la anterior. Pero nadie les controla la contabilidad. No rinden cuentas, no se sabe cuántos miles de pesos vale cada año su producción. Son fincas en diferentes partes del país, dotadas con los medios más modernos, para que una reducida camarilla las aproveche.

Estas haciendas están huérfanas como la «junta directiva» del ICCE, que se reunía por iniciativa del gerente, sin citar a sus verdaderos miembros. Según las actas, el gerente, sus subgerentes y el auditor de la Contraloría General de la República, aprobaban a puerta cerrada los negocios.

En esta forma, los delegados del presidente de la República, del Ministerio de Obras, del jefe de Planeación Nacional, ni el Ministerio de Educación, se enteraban de lo que disponía la «junta».

Pero es que no puede haber austeridad en un instituto en donde el gerente tiene tres carros oficiales para su uso: uno para él, otro para que lo conserve el hijo y el tercero destinado para fines de semana.

Ni mucho menos control por parte del auditor de la Contraloría que permitió hace dos meses que, violando flagrantemente la Constitución Nacional, se le nombre en forma paralela una auditoría interna que depende del gerente. «Cuando los negocios no son aprobados por el delegado de la Contraloría General, lo son por el delegado del gerente», anota en un informe el investigador del alto gobierno.

El auditor de la Contraloría General de la República es hermano de un expresidente de la Cámara de Representantes, que lo hizo nombrar cuando ocupaba aquel cargo en el Congreso.

Este funcionario, a pesar de que la Contraloría dice que sus delegados no deben recibir autos de las instituciones que fiscalizan, ya estrelló uno y la reparación costó 60 mil pesos (según las cuentas que da el ICCE). Ahora tiene a su servicio un Dodge último modelo.

Un delegado del Ministerio de Educación que trabaja ahora en una investigación que tomará varios meses antes de culminar, anota:

«Aquí no hay la más mínima colaboración por parte del auditor de la Contraloría General de la República. Si él fuera consciente, en esta dependencia nadie robaría nada. Por eso a él lo tiene que investigar la Procuraduría. Y seguro que correría la misma suerte de todos los funcionarios que hoy son sus socios».

* * *

Treinta investigaciones penales contra funcionarios de la Contraloría General de la República muestran que, a pesar de comprobarse los delitos cometidos por ellos, han continuado en el ejercicio de sus funciones.

En muchos casos ha habido actuación de miembros del Congreso para favorecerlos, lo cual hace que la Contraloría atraviese hoy por uno de sus momentos de mayor descomposición moral.

En la actualidad hay auditores como el de la Aduana de Cali, que fue sindicado este año por el Juzgado Cuarto Penal del Circuito de Palmira. Está acusado de un peculado por un millón 200 mil pesos. Sin embargo, a raíz del negocio, fue trasladado a la capital vallecaucana.

Un revisor de la Contraloría General de la República en la misma dependencia tiene un sumario por abigeato.

El juez 37 de instrucción criminal, en Bogotá, adelantó un voluminoso sumario contra el auditor de la Contraloría que entre 1970 y 1973 cometió delitos en Corpal. A pesar de eso, fue trasladado al Instituto Agustín Codazzi —-donde hoy continúa figurando en su cargo—- y allí siguió su carrera venal. La Procuraduría General de la Nación lo investigó y halló, por ejemplo, que autorizó un negocio con una firma de electrodomésticos a cambio de que ésta equipara totalmente su casa. Y lo consiguió.

Esto para los investigadores no resultó extraño, porque en Corpal le comprobaron que había recibido 80 mil pesos de una conocida firma de arquitectos para adjudicarles la construcción del edificio de ese fenecido instituto. Hace cuatro meses la Procuraduría le pidió al contralor general de la República la destitución del funcionario. El contralor no lo destituyó.

Si se hiciera un campeonato de desfalcos, seguramente Corpal estaría entre los líderes. Allí desapareció tanto dinero que, para su liquidación, además del auditor, fue enviado un representante personal del contralor general de la República.

Tres días después de haber iniciado su trabajo, el liquidador de la Superintendencia de Sociedades recibió la oferta de dos millones de pesos de parte del representante personal del contralor, como «cuota inicial» para que lo dejara actuar. El liquidador se negó y los miembros de la Contraloría le hicieron la vida imposible, teniendo como consecuencia que renunciar.

Esta historia se halla en el Juzgado 32 de Instrucción Criminal de Bogotá. Simultáneamente, la Procuraduría comprobó parcialmente un peculado de 6 millones de pesos, y un informe interno dice que la suma «asciende a muchos millones más». El hecho fue puesto en conocimiento del contralor general de la República, pero no ocurrió nada. Tampoco hay detenidos por este caso comprobado.

Una revisora de la Contraloría General de la República ante el Fondo Rotatorio de Aduanas —-a quien actualmente se siguen cuatro procesos por deshonestidad—- debería estar presentandose cada tres días al Juzgado 21 Penal del Circuito. Pero no lo hace porque se evadió con la ayuda de altos funcionarios de la Contraloría. Cuando ella se asoció a un saqueo por varios millones de pesos fue denunciada por el auditor. Y éste resultó destituido de su cargo.

La funcionaria declara textualmente en documentos que tiene el Juzgado 51 de Instrucción Criminal de Bogotá, que tenía que entregarle mensualmente diez mil pesos a su jefe.

Ella hizo cargos en el mismo sentido contra un representante de la Cámara, que pidió también su destitución, la cual tampoco ocurrió.

Pero ésta no fue la última solicitud porque, a raíz de haber sido dictado un auto de detención contra ella (Juzgado 51), la Procuraduría también intervino ante el contralor, quien argumentó que la señora estaba «muy bien recomendada».

Esa misma tarde la dama huyó y según un documento de la Procuraduría, «el único que conocía la orden de detención era el Contralor».

Pero lo más extraño es que hoy la señora no ha sido destituida y sólo se halla suspendida de su cargo, algo similar a lo ocurrido varios meses atrás, cuando recibió otro auto de detención.

En esa ocasión, a pesar de estar suspendida, continuó cobrando sueldos y, desde luego, figurando en la nómina oficial.

Ahora vamos a Cartagena. En 1973, una industria antioqueña importó de Taiwan maquinaria para establecer una fábrica de pilas, y en el manifiesto de importación anotó que se trataba de máquinas nuevas, como realmente se comprobó más tarde.

Al iniciar el trámite de nacionalización, una vez llegada al país la maquinaria, el interventor de la Contraloría General de la República —-asociado con un aforador de Aduanas—- determinó que la maquinaria estaba usada. En esta forma entrabaron los trámites de importación.

El funcionario de la Contraloría exigió entonces 80 mil pesos a la industria antioqueña «para cambiar el concepto del manifiesto», y desde luego los importadores no accedieron.

Ante esto, el auditor denunció a la firma comercial por contrabando, para lo cual entró en asocio con un juez y posteriormente comenzaron a ser robadas las piezas vitales de la maquinaria.

Intervino la Procuraduría General de la Nación y logró que actuara el presidente Pastrana, quien ordenó la entrega del equipo a sus dueños. Aquél fue trasladado a Medellín, y allí el auditor de la Contraloría General ante la Aduana volvió a retenerlo por un día. Su entrega definitiva fue posible gracias a una segunda intervención de la Presidencia de la República.

Hoy el juez de Cartagena está siendo sumariado. El aforador fue despedido y procesado… Y el auditor continúa en su cargo, gracias a la tutela de su tío, un senador por Bolívar.

Tal vez no hay un crimen mayor que el que cometió en Idema la Auditoría de la Contraloría General, oficina que tenía montada una mafia de intermediarios, para comerciar con los alimentos que más escaseaban en el país.

Se aprovechaba la necesidad de 24 millones de habitantes para ganar ríos de dinero. Así, por ejemplo, gracias a la actuación de la Auditoría, azúcar que le salía al Idema a un peso, tenía que ser pagada por el pueblo colombiano a dos y medio.

Esta historia se halla dentro de la investigación que adelanta el Senado de la República en ese instituto. Su complemento es este:

Azúcar, harina, aceite, trigo, sorgo, etcétera, eran entregados a la pequeña camarilla de intermediarios para que ellos la revendieran, ganaran dinero y repartieran con los funcionarios de la Auditoría.

«La entrega era autorizada por los miembros de la Auditoría a los intermediarios, a sabiendas de que estaban produciendo el enriquecimiento ilícito de unos pocos particulares, a costa del pueblo colombiano», anota el senador Darío Alvarez.

La misma investigación establece que los auditores de la Contraloría ganaban grandes sumas autorizando con sus firmas la entrega de los alimentos.

En el expediente hay, por ejemplo, una sola orden para darle a un intermediario 500 bultos de azúcar cada día: 150 mil al mes. Y esto sucedió por un lapso de tiempo que aún no ha podido ser establecido.

Hoy Inalpro, un instituto que surtía de muebles, vehículos y útiles a todas las dependencias del Estado, está siendo liquidado porque allí se cometían los más increíbles robos al fisco.

En esa dependencia, hasta hoy, se ha hallado en los estudios de cuentas que se hicieron, negociados por 500 millones de pesos. Esos contratos violan absolutamente todas las normas de orden legal y fiscal. Y están, sin embargo, autorizados por los auditores de la Contraloría General de la República (esta suma es sólo parte de las cifras descubiertas por una comisión de la misma Contraloría).

Finalmente, el grupo investigador del Senado halló que el auditor en Idema es sobrino político del contralor general de la República. Y una visita fiscal realizada a Coldeportes —-donde hay irregularidades que están siendo puntualizadas—- estableció que el auditor que actuaba en la administración pasada (cuando se realizaron grandes negociados) era el hijo político del contralor general.

* * *

El contralor general de la República dijo, en una visita a El Tiempo, ayer, que solicitará una investigación de la Procuraduría, para que se establezcan responsabilidades por las anomalías que estén ocurriendo en aquella dependencia.

Asimismo, solicitó que «al hablar de la Contraloría, por favor no se emplee la palabra corrupción».

La investigación de la Procuraduría es urgente y podría comenzar por las auditorías ante la Aduana interior de Bogotá, en ElDorado, y ante el Fondo Rotatorio de Aduanas, donde la descomposición moral de la mayoría de sus funcionarios, alcanza niveles muy altos.

Los investigadores podrán comprobar que para trabajar allí hay que comprar los cargos. Los revisores pagan cuotas semanales en dinero a los auditores y éstos a su vez, hacen lo mismo con los funcionarios más altos de la Contraloría. La única forma de sostenerse en esos puestos es por medio de cuotas. Y éstas se obtienen de los atropellos que son cometidos cada hora, cada día, cada semana.

Para la Procuraduría no será difícil establecer cuántos ex-guardias de Aduanas, que fueron destituidos de allí por deshonestidad, ocupan cargos en las auditorías de la Contraloría General.

Tampoco les resultará imposible indagar sobre las casas, los automóviles y las cuentas bancarias de empleados de la Contraloría en el Aeropuerto, que generalmente no ganan más de siete mil pesos al mes.

Los visitadores pueden comprobar más que nadie como en las oficinas aduaneras del centro de Bogotá, cada cargo es un negocio particular para los empleados de la Contraloría. Y si hay un solo documento que allí se mueva antes de que le sea fijado un precio especial.

Un punto clave en la investigación debe ser la bodega internacional del Aeropuerto El Dorado. Inventarios establecerán cuántas mercancías han salido en forma ilegal, mediante la actuación irregular de auditores y revisores que tienen que conseguir para pagar su «cuota» y a la vez ganar para ellos.

Esta investigación no sólo es necesaria para el país sino que debe comenzar a la mayor brevedad. Es el único camino para despejar millares de interrogantes sobre la corrupción administrativa que se genera en la Contraloría.

Anotamos ahora parte de las irregularidades halladas por una comisión investigadora que actualmente trabaja en el Fondo de Ahorro y que ha encontrado actuaciones venales por parte de los auditores durante la pasada administración. También sobre el Instituto de Provisiones (Inalpro), donde el panorama es en este sentido desolador.

El Fondo de Ahorro trabaja con 1.200 millones de pesos anuales, provenientes en la mayor parte de las cesantías de 165 mil empleados oficiales.

Inicialmente se ha establecido que en el primer semestre del año se compraron equipos y papelería por tres millones de pesos, sin cumplir los requisitos establecidos por la ley, como licitaciones o contratos escritos. Todo esto debía haber sido exigido por los auditores. Sin embargo, ellos aparecen autorizando los negociados.

Según documentos originales, las compras a una misma empresa privada eran fraccionadas en varias actas y realizadas en meses diferentes.

Se buscaba así no dejarlas pasar de medio millón de pesos, para que no fueran controladas por la junta directiva del Fondo. Es así como a una conocida papelería bogotana se le fraccionó un pedido de 1 millón 700 mil pesos en cuatro partes de 425 mil pesos.

De las siete actas de compras, durante el primer semestre de este año, seis presentan irregularidades… Y fueron aprobadas por los auditores de la Contraloría General de la República, ubicados allí para evitarlo.

Actualmente se revisan actas de adjudicación de préstamos para vivienda, porque fueron «aprobados» por personas que no formaban parte del comité encargado de hacerlo. Las medidas tomadas en reuniones con este fin contaron siempre con la aprobación de los funcionarios de la Contraloría.

Se han descubierto varios préstamos que no fueron solicitados. Un ejemplo es el de tres por 900 mil pesos, autorizados el 26 de julio de este año. Y la solicitud fue acomodada después (el 6 y 14 de agosto).

Según un funcionario investigador en el Fondo, «el abuso contra los ahorros de los empleados públicos llegó hasta el punto de que fueron aprobados créditos de vivienda a personas que tenían más de siete casas. En los documentos se hallan los nombres de dos ministros de la pasada administración y de varios gerentes de institutos descentralizados, todas personas de grandes capitales».

Con las cesantías se hicieron grandes fortunas… Para pagarlas, los papeles correspondientes deben pasar seis veces por las manos de los funcionarios de Auditoría. Éstos las aprobaron y una vez girado el dinero, volvían a circular por sus manos hasta tres veces. Se han pagado cesantías de gentes que continúan trabajando y de empleados que no las solicitaron.

Para establecer esto no se necesita la actuación de la Procuraduría, porque ya está comprobado.

Por la manera como fueron saqueados los dineros oficiales, Inalpro fue liquidado. Hoy visitadores de la misma Contraloría trabajan allí y, ante la deshonestidad de los auditores —-que son sus mismos compañeros—- han tenido que elevar quejas al contralor y al Ministerio de Hacienda.

En el informe de uno de los visitadores de la Contraloría, cuya copia descansa en el Ministerio, se anota:

Para la liquidación de este instituto, «hallamos una discrepante y alarmante oposición por parte del Revisor Delegado de la Contraloría General de la República… y que, lamentable es decirlo, y aunque se trate de un funcionario de nuestra entidad fiscalizadora, se hizo necesario apartarnos de sus conceptos y contra ellos y sus planteamientos podemos decir mal enfocados y tercos…»

En Inalpro los miembros de la Auditoría Delegada de la Contraloría General, para tratar de tapar anomalías se opusieron a que, para iniciar la liquidación del Instituto, se realizara un inventario.

Esto se logró posteriormente, luego de una gran presión por parte de los visitadores.

Actualmente hay más de 100 millones de pesos en cuentas por pagar a la industria privada y los investigadores hallaron que funcionarios de la Auditoría habían entorpecido esta operación, primero para cobrar porcentajes a los clientes.

Muchos de ellos pagaron dinero en efectivo a los funcionarios de Auditoría ante la inminencia de perder sus cuentas, por vencimiento de los términos legales para el cobro.

Otro punto que no necesita intervención de la Procuraduría porque también está comprobado.

* * *

  «Por lo menos el 65 por ciento de los auditores y revisores de la Contraloría son parientes de los representantes a la Cámara… A los auditores se les perdonan los casos de inmoralidad, por la inmunidad que les da ser parientes de los representantes» (El Tiempo, diciembre 15/74).

      «Aparecen quejas sobre la presencia de familiares suyos (del contralor) en dependencias de la Contraloría, y sobre la de hermanos, padres, etc., de los Representantes a la Cámara». Esto tiene «carácter francamente inmoral…» (procurador general al contralor Escallón, dic. 31/74).

A raíz de los primeros informes en diciembre, la Procuraduría General de la Nación emprendió una investigación oficial para ratificar o negar los cargos de El Tiempo.

El periódico no ha suspendido desde entonces su actividad en este campo, por lo cual hoy ofrecemos el primero de dos nuevos informes, cuyos datos fueron cuidadosamente confrontados, mediante horas enteras de télex y teléfono, desplazamiento a diferentes ciudades del país y largas jornadas de trabajo diario.

Se trataba de hallar la comprobación de los hechos, para no formular cargos injustos.

No pretendemos detenernos en casos personales, sino comprobar a través de ellos toda una estructura viciada que afecta hoy a 23 millones de colombianos.

El nepotismo o acto de colocar a familiares de los altos empleados públicos en las mismas dependencias, no es castigado por la ley colombiana en casos como el de la Contraloría, pero sí es considerado como «acto de inmoralidad».

Sobre esto, hemos hallado lo siguiente:

Arturo Escallón, primo del contralor general de la República, es jefe de grupo de la Contraloría ante los Seguros Sociales en Cali.

Elsy Ibarra Escallón, sobrina del contralor, es revisora de documentos en la Contraloría ante la Aduana de Bucaramanga. Pero sólo cobra el sueldo, pues no asiste al trabajo. Es estudiante de la Normal de Señoritas de esa ciudad, donde terminó quinto de bachillerato en 1974 y está matriculada para sexto en 1975.

Necker Escallón, primo hermano del contralor, es auditor fiscal de la Contraloría ante la Recaudación de Impuestos Nacionales, en El Charco, Nariño.

Orlando Ibarra Madrid, cuñado del contralor y casado con Rosa Amalia Escallón, es inspector de auditorías de la Contraloría, con sede en Tumaco, y a la vez auditor encargado ante la Aduana Nacional.

Pablo Sánchez Rodríguez, hermano de la esposa del contralor, es inspector de la Contraloría en Cali. Y aunque vive allá, desde hace cerca de un año, cobra viáticos de 200 pesos diarios (está en «comisión»).

Enriqueta Sánchez de Reynel, sobrina de la esposa del contralor, es auditora de la Contraloría ante el Instituto Colombiano de los Seguros Sociales en Tumaco.

Hernando Cajiao, esposo de la sobrina del contralor, señora Ligia Escallón de Cajiao, es auditor general de la Contraloría ante el Fondo Nacional del Ahorro, en Bogotá.

César Escallón, primo del contralor, trabaja con la Contraloría en la auditoría ante el Instituto Colombiano de Seguros Sociales, en Bogotá.

Pero al mismo tiempo, otra familia se ocupa también de ejercer la delicada función de controlar el gasto de los dineros del Estado, así:

La señora María Manzi de Escrucería, es la esposa del representante a la Cámara por Nariño, Samuel Alberto Escrucería. Ella ocupó a partir de febrero de 1971 el cargo de auditora de la Contraloría ante el ICA, en Cali. Estuvo en su cargo hasta hace año y medio.

Raúl Hernán Escrucería, hermano del mismo congresista, es inspector general del despacho del contralor para el occidente del país. Pero es a la vez auditor fiscal ante los Ferrocarriles Nacionales y también ante la zona franca del Aeropuerto de Palmaseca, en Cali.

El señor Escrucería fue retirado en 1963 de la Caja Agraria, por ilícitos cometidos en Buenaventura, Ginebra y Cali. En 1964 fue administrador de la Aduana en Coveñas y despedido por malos manejos. Le fue dictado un auto de detención pero no se lo notificaron. El negocio pasó a un juez que enterró el proceso. En 1965 ocupó un cargo de la Contraloría ante los Seguros Sociales del Valle y posteriormente estuvo trasladado ante la Aduana en Cali. Allí resultó acusado de malos manejos y desaparición de un automóvil. Se elevó denuncia ante el juez 18 penal municipal de Cali.

Éste dictó contra él auto de detención y por medio de un telegrama pidió al entonces contralor, Evaristo Sourdís, que lo suspendiera de su cargo. (La funcionaria de la Contraloría Myriam Serna Correa acusó al hoy contralor, Julio Enrique Escallón —-entonces sub-contralor—-, de haber interceptado ese mensaje. La investigación fue adelantada por la Procuraduría, y hoy sera reabierta nuevamente). La respuesta al telegrama fue trasladar al señor Escrucería, nuevamente a la auditoría ante los Seguros Sociales.

Estando allí intentó fugarse y fue capturado en el aeropuerto caleño por el F-2. Pagó varios meses de reclusión en la Cárcel de Villanueva. Pero salió de allí y fue nombrado nuevamente como auditor de la Contraloría ante los Seguros Sociales.

En 1970 ocupó el cargo de Director Regional del Idema en Cali y fue destituido unos meses después bajo la acusación de peculado. Aunque un proceso en su contra no prosperó en esa época, hoy ha sido reabierto por la juez 18 penal municipal de Cali.

Sin embargo, dos meses después (el 28 de enero de 1971) el contralor, Julio Enrique Escallón Ordóñez, lo nombró inspector general de su propio despacho. A los diez meses el Tribunal Superior de Cali pidió su suspensión del cargo. Él «se perdió» y por tanto no se le pudo dar traslado de algunos cargos, por faltas cometidas estando —-en ese lapso—- de «comisión» ante los Ferrocarriles.

Hoy él ocupa el cargo de inspector general del despacho del señor contralor, auditor fiscal ante los Ferrocarriles y también ante la zona franca de Palmaseca. (Tiene su casa en Cali, figura con puesto en Bogotá y hace más de tres años devenga viáticos de 200 pesos diarios por estar allá en «comisión». Éstos son prorrogados cada 30 días).

Pero esto no es todo: su tío Luis Alfonso Delgado es a la vez subalterno directo suyo, pues ocupa el cargo de auditor de la Contraloría ante el ICA en Cali.

Ruby Escrucería de Escrucería, hija del congresista, es auditora de la Contraloría ante Ecopetrol, en Tumaco.

Eleonora Escrucería, hija del congresista, es revisora de documentos de la Contraloría ante la Administración de Impuestos Nacionales.

Nel Escrucería Manzi, primo del congresista, es revisor de la Contraloría ante la misión colombiana de la ONU (Nueva York).

Rafael Manzi, suegro del congresista, es inspector de auditoría con sede en Tumaco.

Italo Manzi, cuñado del congresista Escrucería, es auditor de la Contraloría ante la Aeronáutica Civil de Tumaco.

Otto Manzi, primo del congresista, es inspector de auditorías de la Contraloría General de la República.

Benigno Escallón Sánchez, hijo de contralor, ganó en las pasadas elecciones la curul de senador suplente por Nariño y toda la propaganda de su campaña fue hecha en la imprenta de la Contraloría General de la República.

Todas las papeletas para Senado, Cámara, Asamblea y Concejos de los municipios de Nariño (listas que apoyaban a Escallón) también fueron elaboradas en la imprenta de la Contraloría. (La lista ganadora estaba encabezada por Luis Avelino Pérez, a quien secundó Escallón Sánchez).

Desde finales de febrero, durante el mes de marzo y los primeros días de abril de 1974, el personal de la imprenta de la Contraloría trabajó en horas ordinarias y extras en la publicidad política de Escallón y Pérez.

Los materiales (papel, composición en linotipo, planchas, etc.) fueron tomados de las existencias que tiene la Contraloría y que deberían ser destinadas única y exclusivamente para uso oficial.

La propaganda consistió en volantes y afiches que llevaban la fotografía de Escallón y Pérez y se repartieron públicamente en Nariño.

La campaña política del hijo del contralor en Nariño ha sido una de las más brillantes que recuerde ese departamento. Tan brillante como las pantallas de los televisores que fueron sustraídos de los almacenes del Instituto Colombiano de Construcciones Escolares y «regalados» en varios municipios como aporte del nuevo padre de la patria.

Los televisores —-sobra decirlo—- son comprados con el dinero de todos los contribuyentes para que, en las escuelas, sus hijos puedan instruirse.

* * *

Al finalizar 1974, un investigador de la Contraloría General de la República había descubierto en Barranquilla ilícitos por 1.454 millones de pesos. En ellos estaban involucrados funcionarios del gobierno, de la Contraloría y firmas del sector privado.

Las proporciones que desde hacía unos meses había tomado la investigación, fueron causa para que sus superiores lo alejaran de la misión y le advirtieran que no podía seguir husmeando en tales negociados.

Parecería como si en la Contraloría se castigase un extraño delito, que no está contemplado en las leyes colombianas: el de ser honesto.

Luego de estudiar decenas de casos similares hay que llegar a otra conclusión: que en esta dependencia existen las investigaciones.

En este campo hay muchos ejemplos de destituciones injustas, y casos tan curiosos como los de personas que, luego de descubrir inmensos negociados, han terminado con un pie en la cárcel. Otros llevan años huyendo de una orden de captura, pues su delito fue denunciar a intocables peculadores del Estado.

De nuestros archivos sacamos hoy un solo ejemplo, respaldado por abundantes pruebas y documentos en los que figuran nombres propios, fechas, lugares y cuantías:

El año pasado la Contraloría ordenó una investigación en la capital del Atlántico y el visitador encargado, Emigdio Chimá Madrid, comenzó a llegar lejos en su trabajo. Los primeros resultados indicaron que se encaminaba al fondo de una inmensa podredumbre. Entonces lo retiraron y fue nombrado auditor ante el Idema, pero con aquella clarísima advertencia: no puede continuar su investigación.

Sin embargo, «como a un visitador no se le puede impedir que investigue, yo seguí destapando cosas: descubrí, por ejemplo, el contrabando más grande de que tenga noticia el país», dice Chimá, escondido tras un arrume de documentos.

Esto provocó la reacción inmediata de la Contraloría que, por medio del jefe de Visitadores e Investigación, Gustavo Cortés González, se apresuró a enviarle no sólo uno sino cuatro mensajes iguales con el mismo texto. En ellos se le advierte que no actúe más.

Pero como las cosas que se descubrían eran muy grandes y el país estaba sufriendo una enorme escasez de grasas y aceites comestibles, el visitador siguió adelante. Luego envió con un compañero suyo un cúmulo de documentos a Bogotá, y éste se los entregó al contralor Escallón Ordóñez.

Pero él mismo dice que experimentó una gran sorpresa cuando una mañana llegó a su oficina y halló que «alguien, no supe quién, me había dejado sobre el escritorio aquellos originales que semanas atrás le había enviado al Contralor General.

«Lo interpreté —-continúa—- como la última desautorización y el aviso de que debía abandonar totalmente el caso… Lo grave es que los documentos que le envié al señor Contralor no habían regresado completos. Se habían perdido unos 46 folios sobre gravísimas irregularidades descubiertas en Idema-Bogotá», cuenta ahora.

El final de la historia parece obvio: hoy las cosas siguen su tranquilo cauce, y el erario público se desangra en la misma proporción de los últimos lustros.

Pero, ¿qué había descubierto el visitador, que produjo esta serie de anomalías?

Él ya tenía un antecedente claro: en el Terminal marítimo, dos años antes, comenzó a destapar un peculado que —-cuando lo hicieron abandonar el caso—- iba en 8 millones de pesos. Robo de horas extras e indicios concretos contra unos 60 funcionarios. En esos días (1971), fue cambiado por el entonces jefe de Visitadores, Édgard Velasco Arboleda. Los visitadores de reemplazo enviaron a la cárcel a algunas personas, pero no siguieron al fondo. «Lo importante estaba más alto», dice el investigador, y agrega: «Así terminó todo donde apenas comenzaba».

Y llegamos a 1974, cuando en junio comienza una investigación en Idema de Barranquilla.

El visitador empezó por descubrir un contrabando de 500 toneladas de leche en polvo por valor de 18 millones de pesos, que iban para la firma John Restrepo de Medellín, utilizando el nombre del Idema, una agencia del Estado.

Él cuenta que luchó contra todo y que finalmente tuvo que convencer a un juez —-con documentos y pruebas—- para que decomisara definitivamente la leche. Éste lo hizo, calificó el cargamento como contrabando y ordenó al actual gerente del Idema que la rematara para beneficiar al pueblo colombiano. Este mes de enero vence el plazo para esta operación.

La orden de remate fue dada en noviembre, más o menos por los mismos días en que John Restrepo y Compañía apeló la decisión del juez para tratar de recuperar la leche.

Hoy, dos meses después, ésta sigue abandonada en las bodegas de Barranquilla. ¿Por qué no ha sido rematada?

Según los documentos en poder del investigador, la firma de Medellín «con sólo revender este cargamento se hubiera podido ganar 30 millones de pesos. Además, en la Asociación de Lecheros del Atlántico consta que presumiblemente con este mismo sistema, esa firma ya había introducido al país otras mil toneladas por 36 millones de pesos más», explica el investigador.

Pero, la angustia que los altos directivos de la Contraloría parecen mostrar a través de sus telegramas, no fue despertada, al parecer, por esta «bicoca».

El investigador descubrió también que ninguna de las importaciones del Idema, en el primer semestre de 1974 por Barranquilla, había sido autorizada por la junta directiva del Instituto. Esto para él configuraba otro delito más grande.

Y había en esas importaciones algo que merecía más respeto: el ingreso al país de grasas y aceites que no son para el consumo humano, sino para uso industrial. «¿Por qué el Idema se prestaba para esto?», se preguntó.

Luego pudo confirmar que las firmas Pintuco, Jabonería Central, Detergentes S.A., Expasa del Caribe y Colcurtidos, introdujeron materias primas por valor de 5 millones de dólares (unos 140 millones de pesos), y en lugar de pagarle al fisco el 40 por ciento de aquella cantidad sólo fueron gravadas con el 3 por ciento.

Pero hay algo más grave todavía: el déficit de aceite de comer que se presenta en Colombia cada año es de 50 mil toneladas. Y —según la investigación—- esa cantidad entró sólo en el primer semestre de 1974 únicamente por Barranquilla. «¿Cuánto más ingresó por Cartagena, Buenaventura y Santa Marta?»

Además de ese volumen, el investigador descubrió que habían sido «importados» por allí otros 9 millones de dólares (unos 252 millones de pesos) en aceites y manteca, que traían particulares a través del Idema.

¿Dónde estaba esa cantidad? Él sabía que había llegado y salido inmediatamente para los países limítrofes. Estaba seguro de que el pueblo colombiano —-que hacía agotadoras colas ante el drama de la escasez de ese mismo producto en todo el país—- no las había consumido.

Y —según él— fue en este punto que sus superiores le hicieron enterrar la investigación que, agrega, hoy puede ser continuada y finalizada fácilmente.

Lo último que el visitador pudo comenzar a destapar —-a pesar de la oposición de sus superiores en la Contraloría—- fue la evasión de más de 1.000 millones de pesos en impuestos que, hasta hace un año, había cometido la firma norteamericana General Electric-Caterpillar (en el lapso de tres años).

Él dice que comprobó cómo esa empresa importa tractores equipados y en la misma zona franca los desarma parcialmente. Paga impuestos por el tractor desnudo, y aparte  por los complementos. Posteriormente los saca de allí, reensambla el tractor nuevamente y se ahorra cerca del 40 por ciento de los gravámenes que debía rendirle al fisco colombiano.

Según el investigador en este caso hay dos delitos más: el de contrabando, porque la General Electric-Caterpillar no tiene permiso para ensamblar en el país, y porque para importar las piezas que le quita a los tractores debe tener una licencia de Forjas de Colombia, ya que éstas son fabricadas también en el país.

Para protegerse por tratarse de delitos grandes, el visitador demuestra que envió a su compañero Manuel Coll Vargas a Bogotá, para que entregara una consulta al respecto al jefe de División de Finanzas de la Contraloría, Hermes Silva.

De su respuesta depende que no se siga engañando al tesoro nacional. Sin embargo, «luego de un año de pedir la respuesta mediante llamadas telefónicas y de varios viajes expresos hasta Bogotá en busca de lo mismo, la Contraloría continúa callada», explica finalmente.

                                       Bogotá, 15 de diciembre de 1974 a 13 de enero de 1975

                                                  * * *

Enero 17 de 1975  El presidente Alfonso López Michelsen convocó al Congreso a sesiones extraordinarias a partir de febrero, para que se ocupe deestudiar una ley que modifique la Contraloría General de la República.

Abril 4 La Cámara de Representantes aprobó el nuevo estatuto de la Contraloría pero negó facultades al presidente de la República para reorganizar la planta de personal.

Octubre 1º La Corte Suprema de Justicia, en una decisión sin antecedentes en el país, llamó a juicio al contralor general de la República, para que responda por las acusaciones de peculado y falsedad en documentos públicos.

Octubre 4 La Corte ordenó la detención preventiva del contralor.

Octubre 13 El ex-contralor general de la República se internó en la Clínica Palermo de Bogotá, alegando dolencias cardiovasculares.

Octubre 31 La Corte suspendió la detención precautelativa al ex- contralor de acuerdo con la ley penal que lo ordena, en caso de que el sentenciado o encarcelado sufra enfermedad grave.

Diciembre 3 – La Corte abrió una nueva causa criminal contra el ex-contralor Escallón, por los delitos de peculado y falsedad. Dentro del proceso se ordena la detención precautelativa del acusado.

Enero 10 de 1976  Aquejado por nueva crisis cardiovascular, el ex-contralor viajó a Houston y se internó en la clínica Saint Luke. Escallón se trasladó primero a Quito y desde allí partió para Estados Unidos. Su salida de Colombia se hizo sin pedir autorización a la Corte.

Enero 16 de 1976 La Corte acordó ayer solicitar al gobierno de Estados Unidos la extradición del ex-contralor.

Febrero 3 de 1976 El ex-contralor abandonó la Clínica Saint Luke y, según la Procuraduría, habría marchado al Canadá, país que no tiene tratado de extradición con Colombia.

SE VENDEN 800 INDIOS

SE VENDEN 800 INDIOS

Luego de once días de espera, los 239 indígenas andoques que trabajaban en la extracción del caucho en Araracuara aún no habían salido a cedularse, porque, según los que hablaron diariamente con nosotros, no podían abandonar el «fábrico». Si lo hacían, perdían mucho tiempo y la deuda con sus dueños podía aumentar.

Los andoques son los únicos indígenas de esta zona que todavía tienen dueño. Ellos se compran y se venden como cualquier animal, a precios que algunas veces son relativamente «altos».

Pero la demora de los andoques para presentarse ante la única comisión oficial que ha llevado allí algo concreto —–la de la Registraduría—- se debía, según Pablo Firitek y Vicente Makuritofe —-jefe de los muinanes— al temor de sus propietarios de que ellos relataran como en Araracuara —–hoy, como hace un siglo—– prevalecen las condiciones de esclavitud impuesta por la Casa Arana.

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La Casa Arana fue una compañía de caucheros peruanos que hasta finalizar la década de los años treinta, explotó las selvas del sur con la sangre de millares de indígenas.

Ellos marcaron con hierros calientes a los aborígenes; utilizaron las mujeres de sus tribus cuando llegaban a los doce años, azotaron hasta morir a aquellos que no entregaban una cuota de caucho previamente fijada o simplemente los encerraban en cuevas talladas en la roca (aún en Chorrera se encuentran estos calabozos) hasta que fallecieran de hambre.

Los indígenas del sur no conocieron el dinero ni el descanso, porque el sistema de ‘endeudarlos’, impuesto por la Casa Arana, consistía en darles, por ejemplo, una camisa o un pantalón, que les eran cobrados a precios extraordinarios, los cuales duraban pagando con trabajo toda la vida.

Hoy en Araracuara encontramos la misma situación, con el único alivio para el indígena de que sus dueños no los marcan con hierros ni los eliminan en forma violenta como antes.

Los indios andoques son de propiedad de dos descendientes directos de uno de los verdugos que más recuerda la historia de la Casa Arana, uno de los cuales se hace cada día más fuerte, apoyado por algunos políticos que viven en la capital.

En Araracuara cualquiera puede conseguir sin mayor esfuerzo un esclavo indígena (sin llenar formularios ni escrituras), pagando a estos dos caucheros la deuda que tenga con ellos el trabajador escogido.

Navegando Caquetá abajo, una tarde hallamos a un hombre que transportaba en su quilla una pequeña radiola estéreo de dos bafles, desde luego fuera de servicio, porque el único disco de que disponía había sido achicharrado por el sol, y las pilas ya no funcionaban. Él no tenía tampoco dinero para comprar unas nuevas.

Esto parece resumir el sistema de «endeude» del indígena: a ellos el cauchero les suministra lo que pidan: una escopeta, una vajilla de colores o un pequeño televisor, pero a cambio anota en un libro el precio del objeto, inflado unas cuarenta veces mientras su salario es cada vez más bajo.  Así el indígena queda empeñado para siempre.

Los andoques trabajan por temporadas (o fábricos) de seis meses, tiempo durante el cual se internan en la selva, solamente con algunas porciones de fariña (arepa extraída de la yuca brava), que ellos mismos producen.

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Para procurarse algunas monedas, los indios deben venderle la fariña a un par de comerciantes que trafican allí amparados por los caucheros. Uno de éstos llegó como guardián al penal, posteriormente se dedicó a la extracción del caucho y más tarde a esclavizar a las gentes con su especulación.

Hoy el tipo ha atesorado un sólido capital fruto de sus atropellos pero, además,  es dirigente político de la zona, —que compra y vende votos—-, con importantes conexiones en Bogotá.

Como es usual desde el siglo pasado, allí los indígenas caucheros sólo logran su libertad (aunque el dueño pierda la deuda) cuando se hallan enfermos de muerte.

Pablo Firitek

Una tarde a orillas del río Caquetá conocí  a Pablo Firitek, un indígena muinane de dieciséis años que ya no tiene dueño porque sus pulmones están carcomidos por la “tos”.

Pablo es hijo de un guardián que llegó al penal cuando este funcionaba y de Margarita Firitek, una indígena que lo acompañó hasta su muerte, ocurrida cuando unos prófugos a quienes perseguía, le propinaron diecisiete puñaladas y, sumido en el abandono, el  muchacho tuvo que  trabajar desde los diez años en extracción del caucho. 

—- Trabajé meses y meses sin salir de la selva —-dice—– porque estaba endeudado con el comerciante Aniceto Fajardo, que antes se dedicaba al caucho, pero él me dejó libre cuando vio que yo tenía la «tos».

—- ¿Por qué cree que le dio esa enfermedad?

—- Tal vez porque trabajaba muy duro y no comía nada. A veces ni fariña; la fariña la hacemos nosotros de la yuca amarga y se la vendemos a Aniceto Fajardo a un peso con cincuenta centavos y después tenemos que comprársela a él mismo, a tres pesos.

—– ¿Cuánto le debe a Fajardo?

—– Mucho dinero… unos cuatrocientos. ¿De qué? Hombre,  yo no tenía en qué recoger el caucho y le compré un balde de aluminio. Él me lo dio y mucho tiempo después dijo que valía eso: cuatrocientos pesos. El balde fue comprado por libro… El libro que tienen ellos  para anotar las deudas… Muchas veces no le dan a uno nada y apuntan lo que quieren. Otras le dan a uno un peso y anotan cien…

—–¿Y sus padres?

—– Bueno, mi madre era huitota y mi padre un racional.

—– ¿Racional?

—- Pues… blanco. Eso de racional me lo enseñó un misionero, el padre Cristóbal Torralba, en un internado de Chorrera donde yo estudié. El padre nos decía siempre que los indios éramos unos salvajes, que agradeciéramos que él nos había venido a salvar… Antes, nosotros teníamos el apellido de la mamá, pero nos hicieron poner el del papá, que era blanco, aunque nosotros no fuéramos racionales.

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Además de los andoques, en la zona habitan indígenas muinanes. Todos suman una población de ochocientas almas. Los últimos viven mezclados y la mayoría ha logrado liberarse de la esclavitud de los caucheros, mas no de la de los comerciantes.

Algunos de ellos trabajaron en el penal como guardianes y hoy se desempeñan como peones, barqueros o motoristas de pequeñas embarcaciones. Más arriba de las cataratas hay una maloca donde se agrupan dos decenas de ellos.

Navegando hacia el lugar nos llamó la atención ver sobre las riberas del río casas aisladas unas de las otras. Preguntábamos quién vivía en ellas y la respuesta fue siempre la misma: «un indio con su mujer y sus hijos». Por eso, al llegar a la maloca, nuestro primer tema de conversación fue por qué había indígenas aislados.

Es que en el sur no es habitual encontrar lo que los mestizos llamamos «pueblos», porque las tribus tradicionalmente han tenido una organización comunal y una familia, es decir el abuelo con su descendencia se agrupan en una sola casa de grandes dimensiones que les sirve de vivienda, de templo y de escuela a la vez. Esa es la maloca.

En ella, los indígenas escuchan durante muchos años, todos los días, las enseñanzas de los abuelos que, a su vez, han empleado hasta treinta años aprendiendo la historia de su pueblo, su religión, sus manifestaciones rituales, la botánica y los secretos de la selva.

El aislamiento de la mayoría de ellos en casas individuales y lejanas unas de otras, ha traído como consecuencia la desintegración de los muinanes de Araracuara, olvidaron su cultura y se avergüenzan de las costumbres de su pueblo.

En la maloca había jóvenes vestidos con pantalón de paño, que apenados, ridiculizaban a los mayores cuando éstos bailaban algunas danzas rituales de singular belleza.

Los muinanes de esta zona se hallan destrozados moral, cultural y físicamente. Ellos llegaron hasta allí a principios del siglo, huyendo de la Casa Arana, y habían logrado reconstruir parte de la dignidad perdida y curar las heridas de los hierros candentes. Pero cuando esto estaba a punto de lograrse, en 1934 el gobierno creó la colonia penal y envió a la zona a centenares de delincuentes.

Araracuara, 17 de noviembre de 1972.

YA NO HAY LLANTO EN ARARACUARA

YA NO HAY LLANTO EN ARARACUARA

En Araracuara hace un año cesó el llanto en las noches. El galpón que servía de dormitorio a los presos de La Central conserva un poco más abajo del techo agujereado una telaraña de alambre de púas y el suelo está cubierto por una masa de barro mezclado con estiércol de vaca… Sin embargo, a través de los barrotes de la puerta, el sonido de una lata que azota el viento cálido del mediodía, parece simular decenas de murmullos entre los cuales sobresale el llanto de aquellos hombres que —-según los expenados que se quedaron a vivir aquí—- no soportaban la angustia y lloraban tan pronto oscurecía.

La prisión estaba formada por once campamentos distantes unos de otros, que se extienden sobre las márgenes del río Caquetá, arropados por una de las selvas más espesas del sur de Colombia.

Volando desde Bogotá, un avión bimotor emplea una hora y cuarenta minutos sobre una manigua en la cual no sobresale un solo claro del tamaño de la mano del hombre. Al otro lado del Caquetá, la selva es mucho más extensa.

Ya sobre el río, las rejas naturales están formadas por una cadena de «chorros», donde el caudal se precipita estrellándose ruidosamente contra una cadena de rocas gigantescas.

Durante los treinta y siete años de existencia como penal, Araracuara se tragó cerca de la mitad del presupuesto del Ministerio de Justicia. Se calcula que durante este tiempo el país invirtió en su funcionamiento algo más de trescientos setenta millones de pesos, mientras cada año estuvieron confinados allí un promedio de dos mil hombres condenados a trabajos forzados.

Empero, hoy en Araracuara no se halla un solo pastizal libre de maleza, ni una talanquera en pie. Ellos le robaron a la selva, en cerca de medio siglo,  cuatro mil hectáreas de una tierra ondulada, que permite dos climas diferentes, pero cuyas mejoras comienzan a perderse porque, en desafío, la selva está echando nuevamente retoños para cubrir lo que era suyo.

En Araracuara ya no hay hombres que lloran en las noches. La población está formada por ochocientos indígenas andoques, hitotos y muinanes; por unos doscientos colonos, en su mayoría expenados que al cumplir sus condenas resolvieron —-una vez desadaptados a su medio original—- quedarse allí, y por un minúsculo grupo de guardianes que no pueden salir porque sobre ellos pesa una condena de muerte firmada con la sangre de los presos que torturaron con sus garrotes.

Sin embargo, todos comparten el hambre y la esperanza de que el Ministerio de Agricultura encuentre la fórmula mediante la cual se comenzarán a explotar estas tierras, magníficas para la ganadería y para ciertos cultivos como el cacao, que se da de mejor calidad que en la mayoría del resto del país.

Los largos años de vida del penal con sus «trabajos forzados» parecen representar hoy el más contundente fracaso de las administraciones que lo tuvieron a su cargo.

Ellas —-con un par de excepciones—- se enriquecieron a costas del erario público, embolsillándose los millones de pesos que el gobierno central giraba para la alimentación de los cautivos y para costos de funcionamiento.

Por este motivo lo que logró ser despejado se ve desde el avión como un rasguño en la inmensa selva.

«Era que se trabajaba con hambre y los presos desfallecían; ellos realizaron un milagro abriendo estas cuatro mil hectáreas, pero si siquiera se hubiera invertido en comida para ellos una centésima parte de lo que el gobierno giraba, quién sabe cuántos miles de hectáreas más estarían hoy descubiertas», reconoce José Díaz, un comandante de guardianes refugiado aquí.

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Durante once días conversé con expenados que tienen sus chagras de cultivo en las riberas del río. Ellos temen hablar por miedo a que se cite su nombre. La condena ya terminó. Sin embargo, después de un par de veces de saludarlos cuentan parte de la historia del penal, no sin antes pedir que el fotógrafo guarde sus cámaras y entonces afluyen frases, vivencias, historias viejas que parecen frescas porque no pueden olvidar cómo cada semana allí se ordenaba matar una res para alimento de los guardianes y empleados y cómo los presos caían sobre el cuero y las orejas, las cuales chamuscaban y «hacían unos asados magníficos».

En el campamento de Patio-Bonito, unas tres horas río arriba, vimos en la mitad de un potrero una cruz de madera podrida. Allí estaba sepultado un hombre que trató de robarle a otro un pedazo de yuca, tan grande como un dedo pulgar.

Los expenados cuentan cómo generalmente el almuerzo para ellos consistía en un trozo de caña de azúcar para chupar y un plátano sancochado y cuando el establecimiento mejoraba de administración, les correspondía un puñado de maíz (cultivado allí) molido y cocido con aguasal, al desayuno, al almuerzo y a la comida.

Posiblemente en ninguna prisión colombiana la dignidad humana se vio tan reducida como en Araracuara. La ley del garrote, bajo la cual sucumbieron muchos detenidos, reemplazaba a la comida. Nos llamó la atención hallar solamente en La Central cinco cementerios, aparte de los camposantos improvisados que hay bajo la selva, más allá de las colinas que abrigan a los campamentos.

Todos los testigos entrevistados dicen que los ascensos de la guardia eran privilegio de aquellos que más presos mataran. Cuando se presentaban fugas, muchos directores se limitaban a exigir a sus agentes las orejas de los prófugos, una vez hubiesen sido localizados y enviados a la sepultura.

Caminando por un carreteable que tallaron los reclusos sobre la montaña y que sirve para burlar los rápidos que forma el río Caquetá entre las rocas, vimos algunas cruces. Nos explicaron que en aquella época algunos hombres desfallecidos se negaron a trabajar. Entonces nació la costumbre de hacerles un disparo en la cabeza mientras pedían de rodillas compasión a sus verdugos. La versión fue confirmada por decenas de indígenas y colonos.

Pero el hambre no fue el único azote para esta gente. «Yo vi crímenes horrendos por homosexualismo», dice el médico Jaime Restrepo, quien fue nombrado en los últimos años del penal.

Desde este punto de vista, hasta el más íntimo sentimiento de los penados se carcomió rápidamente. A partir del día de su ingreso, los líderes de los campamentos decidían la suerte futura de cada preso, es decir, determinaban si en adelante debía ser «hombre» o «mujer». Los «hombres» eran escogidos entre la gente más peligrosa… «Al entrar una «mujer» se le asignaba su compañero de vida y si se negaba a aceptar era atropellado por cinco o seis reclusos «hombres» la primera noche… Algunos de ellos llegaron aquí siendo personas normales que habían dejado afuera una esposa y unos hijos y los vimos terminar con los labios pintados y vestidos de mujer. Lo peor es que los directores nunca dijeron nada ante el espectáculo. Se familiarizaban tanto que más bien parecían gozar, dice el médico.

forma como fue administrado el penal no permitió la rehabilidad de los reclusos, ni dio ninguna oportunidad para que el país se beneficiara de tantos años y tantos millones enterrados allí.

Hoy, expertos que estudiaron a Araracuara como fenómeno económico, señalan que  pudo haber alimentado a todas las cárceles de Colombia y generado notables entradas el erario público.

Un ejemplo gráfico es la forma como fue clausurado aquel infierno: su último director estuvo preso, acusado de malos manejos y robo continuado.

Actualmente, este punto amazónico permite grandes posibilidades para iniciar una colonización, porque las obras de infraestructura que aún no se han derruido y la riqueza de los pastos son mejores que en otros puntos de la Amazonia.

Solamente el Campamento Central se cuenta con una buena pista de aterrizaje (1.300 metros de extensión), labrada sobre roca maciza; plantas de luz eléctrica, servicio de telégrafo, ochocientas cabezas de ganado que mueren de viejas, restos de cultivos de cacao de gran calidad, plátano y frutales, un hospital, escuela, bodegas, centenares de herramientas, un camión y un gigantesco buldózer abandonados, dos carreteables que con una baja inversión pueden prestar el servicio requerido.

El Ministerio de Agricultura ha estudiado la situación y decidirá en pocas semanas la suerte futura de Araracuara, una zona que debe ser vinculada a la economía nacional.

No obstante —opinanlos expertos—- cualquier plan debe partir de una severa intervención del gobierno en la región, dominada por cinco hombres que han continuado creando la misma situación de hambre y explotación del penal.

Ellos tienen dominada a la población, explotando inmisericordemente al colono y al indígena, monopolizando los pocos poderes administrativos y utilizando en beneficio propio, herramientas dadas por el Estado para la comunidad.

De ellos, dos son comerciantes y dos descendientes directos de uno de los verdugos más conocidos de la Casa Arana. Los primeros están descontentos porque el Ministerio de Agricultura ha establecido una minúscula cooperativa que vende algunos víveres a indígenas y colonos al precio de Bogotá.

Por este motivo, a través de los contacto políticos en la capital han iniciado una ofensiva contra el Ministerio, que hasta ahora les está arrebatando de las garras a una población desmoralizada y hambrienta.

Los caucheros se hallan en posesión de grandes extensiones de selva, dentro de las cuales han incluido a cerca de tres centenares de indígenas de su propiedad, con quienes utilizan todos los sistemas ideados por sus padres y abuelos, excepto el azote, cuando no cumplen con sus cuotas de caucho.

Pero a pesar de todo esto, Araracuara ha comenzado una nueva vida, con menos llanto. Ya, por lo menos, no hay guardianes que, al ser relevados, subasten por una botella de aguardiente y doscientos pesos a la indígena que le dio hijos y lo acompañó durante su estada allá, para que fuera «utilizada» en igual forma, por quienes llegaban a reemplazarlos.

Araracuara, 10 de noviembre de 1972