JAIME ARENAS Y LA REVOLUCIÓN

JAIME ARENAS Y LA REVOLUCIÓN

Medio: El Tiempo

Fecha: 12, 13 y 14 de octubre de 1969

Por: Germán Castro Caycedo / Fotos: Sin registro

En medio de un periodo marcado por la efervescencia política y social en Colombia, el diario El Tiempo presentó una serie de reportajes que profundizan en la vida y pensamiento de Jaime Arenas, una figura emblemática del movimiento guerrillero en Colombia. Este trabajo periodístico, llevado a cabo por Germán Castro Caycedo, ofrecía una mirada íntima a la transformación personal de Arenas, desde sus inicios en los círculos socialistas juveniles hasta su eventual desilusión y crítica hacia las dinámicas internas de la guerrilla.

A través de una narrativa envolvente y detallada, Castro Caycedo captura la complejidad del conflicto armado y presenta un retrato humano y conmovedor de un individuo atrapado en las corrientes de la historia. Las entrevistas y reflexiones compartidas en estas páginas revelan las tensiones, esperanzas y contradicciones que definieron a una generación comprometida con la búsqueda de la justicia social en un país marcado por la violencia y la polarización política.

JAIME ARENAS Y LA REVOLUCIÓN (I): NO TENGO MIEDO A LA LIBERTAD

A las diez y media de la mañana del 17 de febrero de 1969, día en que debía ser fusilado por la guerrilla, Jaime Arenas se entregó a un desprevenido grupo de militares que transitaban por una carretera, cerca de Puerto Berrio.

Un mes más tarde fue trasladado a Bogotá, donde se inició en su contra un consejo verbal de guerra, en el cual se le juzga por el delito subversión armada, que ha de concluir cuando el mes de noviembre vaya por su mitad. Entonces habrá terminado la primera etapa de su lucha por las ideas de izquierda, que comenzó en los grupos socialistas juveniles de Antonio Garcia.

Anteriormente había devorado la filosofía de Marx en toda su extensión y leído a Engels, Lenin, Mao… pero mucho más antes, las raíces de ese lector empedernido que ha tenido su armazón de un metro con 86 centímetros sobre la cama de un calabozo, se habían agarrado de millares de páginas en la bi blioteca de su padre.

Hijo de una familia de buena posición social y regulares medios económicos, nació y estudió en Bucaramanga desde la primaria hasta el último año de Ingeniería Industrial, que se truncó cuando fue puesto en la calle acusado de agitación política. Al frente tendría la frustración de un cargo en la Secretaría Ejecutiva de la Unión Internacional de Estudiantes en Bulgaria; el intenso recorrer de miles de kilómetros al lado de Camilo Torres; la cárcel Modelo: el monte con un arma en la mano, donde vio fusilar a sus mejores amigos y por el cual abandonó padres, esposa, hijas; la muerte que rondó su hamaca la noche del 16 de febrero y su cintura en la mañana del 17, cuando embarrado, bañado en sudor y sangre, le dijo al teniente Castell que viajaba en un convoy militar: «Yo soy Jaime Arenas, el guerrillero. Me entrego».

Esa selva que entonces le dejaba la carne perforada por una docena de llagas putrefactas, también había salido a su paso para frustrarlo. Hoy, cuando los revolucionarios colombianos lo han sentenciado a muerte y le preguntan si espera con temor a que las puertas de la cárcel se abran, dice tan fríamente como ha hablado por espacio de nueve horas: «No creo que alguien le haya tenido miedo a la libertad. Toda mi vida he luchado por ella y a la hora de la verdad no voy a tener miedo de vivir libremente».

Ese mismo mastodonte de 75 kilos y casi dos metros de altura, a quien ahora tachan de traición y cobardía las juventudes de izquierda, dirá más tarde:

«No traicioné la causa por la cual he luchado; no he abandonado ideas; sigo creyendo en la necesidad de un cambio; sigo creyendo que este sistema es injusto; sigo creyendo todavía en lo que he pregonado…”.

LA REALIDAD NACIONAL

Cuando en 1959 Jaime Arenas ingresó a la Facultad de Ingeniería Industrial tenía un «concepto idealista de la Universidad colombiana. Esperaba recibir una educación integral, porque creía que esa Universidad estaba vinculada a la realidad nacional».

A su ingreso el ambiente estudiantil era indiferente. La AUDESA, máxima organización de estudiantes de la Universidad Industrial de Santander, no tenía para él ninguna combatividad, «porque se limitaba solamente a organizar fiestas en la Semana Universitaria».

De otro lado, el movimiento estudiantil estaba dividido a escala nacional sin un organismo dirigente, y eso le preocupaba.¡Fundó entonces con dos compañeros el periódico ‘Vector’ y desde él inició una serie de campañas «para mejorar la orientación de la educación y elevar el nivel estudiantil» que comenzaron a sacarlo del anonimato.

CON ARIZMENDI

Paralelamente había escalado su primera posición como dirigente: fue elegido representante de primer año de ingeniería industrial a la Asamblea Estudiantil. Meses más tarde, se realizó el Congreso Universitario Nacional, al que acudió en representación de la UIS.

Formó parte de una comi sión y con Octavio Arizmend Posada, que hacía su tesis de Derecho, reformaron una ponencia sobre autonomía universitaria, que fue aprobada. Arenas era un inexperto. Arizmendi hizo casi todo el trabajo.

Aunque a finales del año comenzaba a ganar prestigio dentro de los sectores estudiantiles, formaba parte de un grupo minoritario en la Asamblea. En 1960, año en que contrajo matrimonio con Elsa Gilma Reyes, una estudiante de secretariado comercial, se declaró una huelga universitaria nacional y fue nombrado delegado por Santander. 

En el comité de huelga fue nombrado vicepresidente y, en una visita a San Carlos, llevó la vocería de los estudiantes ante el Presidente de la República, Alberto Lleras Camargo. Su intervención fue brillante. Estaba empapado de los problemas de la Universidad colombiana. El movimiento sirvió para que se pudiera sopesar la organización estudiantil. «que comenzaba a reaccionar lentamente». La oportunidad le sirvió para realizar sus primeros contactos a escala nacional. «Me empezó entonces a preocupar más la situación del movimiento estudiantil, dice, y trabajamos en adelante más seriamente en este aspecto».

A finales de ese año era presidente del Consejo Estudiantil de su Facultad y miembro del Comité Ejecutivo de AUDESA.

ÉL ERA EL MOTOR

El primer triunfo de su grupo vino en 1962. Dos de los codirectores de ‘Vector’ fueron nombrados como representantes de los estudiantes en el Consejo Directivo de la Universidad, uno, y representante de los estudiantes ante el Consejo Superior Universitario el otro.

Como motor de un movimiento, participó en la fundación de los consejos directivos de las facultades, que no existían, y logró que se construyeran y ampliaran una serie de instalaciones de bienestar universitario.Por su gestión en la biblioteca se incluyeron libros «que vinieron a ayudar en la formación humanística” del estudiante. Entre ellos había algunas obras de la Academia de Ciencias de la Unión Soviética.

Posteriormente propuso la creación de un centro de estudios sociales para que la Universidad se vinculara a una serie de problemas por los cuales cruzaba Bucaramanga. El proyecto no se llevó a cabo.

En ese año (62), «la apatía universitaria estaba rota» y su prestigio altamente valorado. Fue elegido representante de los estudiantes al Consejo Superior de la Universidad por los grupos de izquierda, de los cuales era el estudiante más caracterizado.

PRIMER VIAJE A CUBA

Finalizado el año, viajó a Leningrado y representó a los estudiantes de izquierda colombianos en el Congreso Internacional de Estudiantes. Visitó Francia, España, Checoslovaquia, Rumania y Cuba, donde permaneció por espacio de 25 días «palpando las realizaciones positivas de la revolución».

A su regreso halló problemas en la Universidad y, siendo un miembro del Consejo Superior, fue líder de una huelga beligerante que apoyaba al rector Low Maus, quien fue destituido.

En ese mismo año, asistió al Congreso Universitario, celebrado en Medellín, en el cual se presentó una seria escisión, y con Julio César Cortés, cuyo fusilamiento viviera más tarde intensamente, dirigieron un grupo disidente de 17 universidades.

EL NACIMIENTO DE LA FUN

En 1963 esas universidades, en reunión especial, crearon la FUN (Federación Universitaria Nacional. El y Cortés habían actuado como presidentes del certamen. En las vacaciones había elaborado unos nuevos estatutos para la Universidad Industrial de Santander, «pues los anteriores no estaban adecuados a las nuevas circunstancias». Fueron aprobados al año siguiente y son los mismos que hoy rigen en la institución.

En 1964 encabezó la lista de la izquierda para elecciones de miembros del Consejo Superior Estudiantil de la UIS y, en elecciones universales fue elegido por una mayoría del 75 por ciento. Más tarde, como presidente de la institución, le correspondía firmar la declaración de una huelga contra el rector Villarreal, tras un plebiscito… «Villarreal había tomado una serie de medidas que lesionaban al estudiantado».

LA MÁS RECORDADA

«Esa -anota Arenas- ha sido posiblemente la huelga universitaria que más recuerda Colombia, porque fue tremenda. En ella se organizó una caminata de Bucaramanga a Bogotá y una huelga de hambre al final de la cual los participantes fueron a la clínica”. Durante las gestiones de arreglo viajó a Bogotá encabezando una comisión de estudiantes y tuvo una intervención de dos horas ante el presidente Valencia. 

Tras lograr la compenetración de los sectores populares de Bucaramanga, dividir la opinión santandereana en pro y en contra del movimiento, llegar a las principales columnas de los diarios, «que escribieron a favor nuestro, como Calibán, a pesar de tener la razón, no fue posible lograr la renuncia del rector Villarreal y la derogación de las medidas por él tomadas».

«Esa huelga, por la injusticia que conlleva, -afirma- creó gran conciencia dentro del estudiantado. Gran parte de sus dirigentes se vincularon más tarde al Ejército de Liberación Nacional».

LA MEJOR ESCUELA

El movimiento tuvo una influencia en Arenas: le sirvió para vitalizar aún más sus ideas de izquierda “y para comprobar una serie de teorías que antes conocía perfectamente».

A la par con el movimiento estudiantil, tenía la tesis de que la Universidad debía proyectarse sobre la comunidad. Trataba entonces de proyectar su acción política y sus deseos de cambio «hacia afuera».

Ingresó entonces al MRL en el cual ocupó cargos de dirección. Asistió a dos convenciones nacionales y en la campaña presidencial de López Michelsen tuvo permanentes contactos con los sectores obreros y campesinos.

«En esta forma viví más cerca sus problemas… Hice toda una escuela que unida a las experiencias de la huelga universitaria en que fuimos derrotados teniendo la razón, fue el complemento de mi motivación revolucionaria».

El MRL perdió combatividad y se retiró de sus toldas. «Entonces vi la necesidad de buscar métodos que en ese momento consideraba más eficaces en la lucha ideológica».

LA OPOSICIÓN SOVIÉTICA

En 1964 fue expulsado de la Universidad cuando solo le faltaban 6 meses para culminar estudios de Ingeniería Industrial, a la vez que fue nombrado delegado de la FUN al Congreso Internacional de Estudiantes que esta vez se reunía en Bulgaria. Allí fue elegido para un alto cargo en la Secretaría Ejecutiva de la Unión Internacional de Estudiantes, con la oposición del grupo soviético que lo calificaba de tener tendencias prochinas.

Visitó Checoslovaquia, Holanda, Francia y al regreso volvió a Cuba. Permaneció allí por espacio de dos meses y arribó a Colombia en febrero de 1965. Aquí nada tenía que hacer en ese momento. No era ya universitario y los pasajes no iban a ser enviados.

«NACE» CAMILO TORRES

Apareció entonces en su vida la amistad con Camilo Torres, que unas semanas después de su llegada lanzaba la plataforma del Frente Unido. Camilo había dado ya sus primeros pasos abiertos en política y le pidió que colaborara con él. En mayo se unieron e iniciaron agotadoras giras políticas por todo el país, en las cuales alternaron más de una vez en la tribuna. Militaban también a su lado Julio César Cortés, Enrique Valencia, Diego Montaña Cuéllar y Manlio Lafont, entre otros.

«La plataforma del Frente Unido tuvo inmediata aceptación en los sectores estudiantiles y sindicales», anota Jaime Arenas.

CAMILO Y EL ELN

Camilo Torres tuvo sus primeros contactos con el Ejército de Liberación Nacional en julio de 1965. La misma noche de su llegada de Lima se dirigió a la montaña, donde se entrevistó con los dirigentes de la guerrilla. Arenas lo relacionó con los enlaces que lo conducirían a la selva y lo acompañó personalmente hasta Bucaramanga, donde esperó por su regreso. Entonces era miembro de la red urbana en el campo intelectual, adelantando trabajos políticos de tipo legal.

Camilo permaneció en el monte por espacio de 8 días y se comprometió a trabajar para el ELN porque consideraba que era la fuerza guerrillera más importante de Colombia. Después de esa visita «Camilo quedó muy comprometido y mantenía permanente correspondencia con los dirigentes de la guerrilla».

En las cartas la única clave era el nombre de Alfredo Castro con el cual se le calificaba. Los asuntos se trataban, sin embargo, con mucha claridad.

ETAPA DE ORGANIZACIÓN

En el lanzamiento del Frente Unido, hasta el momento la labor de Camilo Torres había sido puramente agitacional. Le faltaba la labor más ardua que era su organización, punto definitivo en su labor. La fase de agitación se ha- bía logrado a través de las giras por todo el país… «En ellas habíamos despertado el entusiasmo popular. La parte organizativa era tan definitiva que sin ella todo el trabajo anterior se echaría a perder y se cerraba el futuro hasta entonces vislumbrado». Cuando se realizaban los planes finales para el desarrollo de ese plan fundamental, en el mes de agosto de 1965, en una vereda de El Socorro (Santander) fue detenido por e Ejército el campesino José Dolacio Durán. Más tarde en Bogotá caía José Manuel Martinez, Heliodoro Ochoa, cuyo impresionante fusilamiento en el monte también presenció Arenas, y un joven que no resultó comprometido.

Como consecuencia de esas detenciones, fue decomisada por el gobierno una serie de cartas que comprometen seriamente a Camilo Torres, por la claridad de sus términos. Se adivinaba en ellas con facilidad su conexión con el Ejército de Liberación Nacional y su proyecto de vinculación futura al grupo armado.

LA OBSESIÓN POR LA MUERTE

Al enterarse de esto, Camilo Torres analizó con sus colaboradores inmediatos la situación y decidió marchar al monte. «Consideraba -recuerda Arenas- que a él no lo iban a poner preso porque decía que la oligarquía no sería tan bruta en tener así bandera permanente de agitación y que conociendo el Ejército su vinculación con la guerrilla, lo más probable era que trataran de matarlo».

Y agrega: «En Camilo siempre hubo la obsesión de la muerte. Por ejemplo en uno de sus escritos decía que cuando el pueblo había conseguido un dirigente en Jorge Eliécer Gaitán, la oligarquía lo había eliminado. Camilo siempre hablaba de ‘¡por la toma del poder hasta la muerte!’; en su proclama anotaba: ‘Un pueblo que lucha hasta la muerte, obtiene la victoria’… Camilo siempre partió de la base de que lo podían matar; que a él no ahorrarían esfuerzo para eliminarlo».

«Conocida esa situación -continúa Arenas- opinaba: ‘No quiero que me maten como a Gaitán en una calle de Bogotá. Si me han de matar que lo hagan mostrándole un camino al pueblo. Que me maten mejor en la guerrilla'». Hecho este análisis, consideró que no le quedaba camino diferente al de las armas, anticipándose a todos los planes que tenía, y dejando la tarea organizativa del Frente Unido casi sin empezar. Ese fue el hecho que marcó su vinculación tan prematura a la guerrilla».

EL EQUIPAJE ERA SENCILLO

Camilo Torres partió de Bogotá hacia las selvas santandereanas en las primeras horas de la noche del 18 de octubre de 1965. Su destino inicial era la población de San Vicente. Jaime Arenas lo acompañó hasta la carrera 73 con la calle 70 de Bogotá. Allí fue la despedida para siempre… «Camilo, que haya mucha suerte y que ojalá nos veamos pronto en la montaña» fue la única frase. Un abrazo cerró la

escena.

El taxi negro que lo conducía se perdió al «doblar» para meterse a la Avenida de Chile. Lo acompañaban dos miembros de la red urbana de Bucaramanga, uno de ellos Agustín Dominguez, que fue más tarde dado de baja por la policía. Su equipaje estaba compuesto solamente por un par de botas de campaña y una muda de ropa de dril. Iba vestido de civil y había decidido no empacar ningún libro.

En las horas que antecedieron a su marcha, decía a Arenas: «Es duro pensar que esa vida en la guerrilla pueda durar cinco o siete años». Arenas respondió con una sonrisa… «Ese será apenas el comienzo». De su viaje solamente estaban enterados su secretaria Margarita Maria Olivieri, Antonio Vásquez Castaño, que estaba en esa época en Bogotá, y Jaime Arenas.

Posiblemente uno de los mayores problemas para Camilo Torres al abandonar la ciudad era su madre… «La adoraba». En los días siguientes Arenas y sus amigos consiguieron todo para que ella se fuera a los Estados Unidos y se radicara en casa de otro de sus hijos. «Al lado del pensamiento en su madre, la idea de abandonar la labor organizativa del Frente Unido lo torturaba. Todo quedaba trunco. Sin él era casi imposible lograr que ese trabajo se desarrollara».

EL MUNDO DE LA CÁRCEL

Jaime Arenas quedó encargado de hacer las veces de Camilo en ese campo. Sin embargo, unos días más tarde, a causa de la captura de esas cartas que determinaron la marcha de Camilo Torres, Arenas fue puesto preso. Sucedió el 7 de noviembre de 1965 en Bogotá, siendo recluido en la Cárcel Modelo. En febrero del año siguiente fue trasladado a la cárcel de Pamplona y juzgado en un consejo de guerra que fijó su libertad el 29 de julio de 1966.

«La cárcel es una nueva vida para mí», dice el exguerrillero. «Era la primera vez que me detenían. En la Modelo, por ejemplo, empiezo a ver un mundo desconocido para la mayoría de los colombianos. Toda esa miseria, todas esas injusticias que se ven allí me comenzaron a azotar… verdaderas escuelas del vicio donde la marihuana, el homosexualismo, todas esas cosas que son de común ocurrencia, fueron un gran impacto en mi vida. Era toda una problemática nueva que se me presentaba y que para mí fue tremenda de vivir, porque tuve que convivir con gentes de las más variadas condiciones sociales. «Ese choque, unido a todos los problemas externos, como la situación económica de mi familia, me acabó de llevar a la convicción de la necesidad del cambio en Colombia. De la necesidad de terminar con toda esa clase de injusticias, y con el sis tema que las determinaba».

«Me torturaba por ejemplo además de la cárcel, la situación de mi hogar. En esos momentos mi esposa estaba embarazada y la habían botado del puesto. Nuestro momento económico era desesperante…

UN GOLPE POLÍTICO Y MORAL

En la cárcel de Pamplona, Arenas se enteró de la muerte de Camilo Torres. Coincidencialmente, ese mismo 15 de febrero un domingo, nació muerta su tercera hija. «Con la muerte de Camilo no vi la caída de un amigo, sino la de un hermano. Para mí ese día tuvo un doble impacto, mi hija y mi hermano… Recuerdo que lloré. Se me vino a la cabeza todo ese tiempo en que luchamos por nuestros ideales, la despedida en Bogotá. la gira por todo el país hablando ante millares de personas, la fatiga, la emoción del triunfo…».

«Recordé cómo un día en su casa hubo una discusión con sus colaboradores por diferencias ideológicas. Cuando se fueron me dijo «Jaime, parece mentira que estando yo rodeado de tanta gente, sea usted el único en que puedo confiar».

«Se me vino también el día del gran recibimiento en Cali ante una multitud inmensa. Estaba hablando y se le fue la voz. Entonces se acercó y me dijo: «Jaime, continúe usted que ya conoce toda la carreta que yo echo».

«Lo recordé -continúa Arenas- cuando lloraba físicamente al ver los problemas del pueblo colombiano. Era un hombre que sentía «un profundo amor sincero por los humildes… Era atractivo, tenía carisma, como se dice ahora. Nunca fue capaz de odiar a nadie, porque entre otras cosas era un hombre profundamente cristiano. Camilo vivió y murió siendo cristiano. Entendía el cristianismo no como una superchería sino como una ética».

…PERO UN MAL SOLDADO

«En la guerrilla fue siempre un soldado. Nunca tuvo una posición de dirigente militar. Presentó fallas con el arma en la mano. Carecía de buena capacidad de orientación en el monte. Sin embargo, hacía esfuerzos por lograr la composición de lugar. No estaba acostumbrado a la vida del monte porque duró escasos cuatro meses allá… Como soldado nunca resaltó, aunque su voluntad era de hierro».

«El principal error en la muerte de Camilo fue haberlo llevado al combate. El deber de los dirigentes de la guerrilla era comprender todo su valor político… desde el punto de vista táctico no era un soldado que se pudiera considerar decisivo. En cambio, desde el punto de vista político, fue lo más importante con que contó la revolución colombiana».

“…muerto Camilo, todos los grupos se lo disputan, todos quieren desenterrar su cadáver para apropiarse de él, todos se creen herederos de sus ideas, herederos de su heroísmo. Después de muerto siguen falsificándolo. Aún quieren utilizarlo con criterio de grupo…»

SE CIERRAN LAS VÍAS

Al salir de la cárcel, Jaime Arenas tenía todos los caminos cerrados. Ya no podía adelantar su trabajo político de tipo legal, «porque estaba marcado». De otra parte, consideraba que salir del país era una manera de abandonar la lucha, y no veía salida diferente a irse a la selva y empuñar un arma.

Su amigo Julio César Cortés ya lo había hecho, y antes de él otro de los íntimos colaboradores de Camilo Torres, Hermidas Ruiz, médico de la Universidad Nacional, había tomado la misma decisión.

APARECE RENATO MÉNDEZ

En 1967 se sucedieron una serie de detenciones a toda la red urbana del Ejército de Liberación Nacional, a raíz de las declaraciones dadas al servicio de Inteligencia del Ejército por el periodista mexicano Renato Menéndez, quien visitó la guerrilla.

Arenas resultó comprometido y no pudo prolongar más su trabajo en la clandestinidad de las ciudades, como motor intelectual de la revolución. Entonces marchó a la montaña.

CAE UN «FORTÍN»

«En las declaraciones -dice Arenas- Menéndez describió con lujo de detalles las personas que lo habían recibido, los sitios en la ciudad en los cuales había estado, los seudónimos y aun fotografías de algunas personas que habían estado con él y que sirvieron de base para que el ejército reconociera determinados sitios, allanara una casa y detuviera a varios colaboradores».

«Como resultado de esa acción cayó un escondite de la guerrilla donde se encontraba gran cantidad de cartas y documentos por medio de los cuales se pudo completar la captura de casi toda la red urbana».

LA DELACIÓN ESTÁ COMPROBADA

«Renato Menéndez llegó a Colombia con una carta de presentación de Fidel Castro, tras haber hecho conexión en Cuba con Antonio Vásquez Castaño… y salió de la guerrilla disfrazado de campesino en un tren militar que lo condujo a Medellín».

“La guerrilla confió plenamente en Menéndez por su trayectoria. Hasta hace poco estábamos convencidos de que él no había hablado nada y de que las detenciones se habían producido por otra causa, porque él era un hombre de confianza del gobierno cubano».

«Yo nunca dudé de él -explica Arenas-. Pero vine a tener plena confirmación de su delación, aquí en el Consejo de Guerra que me juzga, porque en él se leyeron sus declaraciones dadas al Servicio de Inteligencia Militar. Tienen gran evidencia los documentos al respecto, suministrados por la Quinta Brigada, que fueron leídos aquí. De ellos se desprende la forma minuciosa como él relató su viaje, su permanencia y su salida del monte».

JAIME ARENAS Y LA REVOLUCIÓN (II): LA MUERTE DE CORTÉS, OCHOA Y MEDINA

Introducción:

A través de esta serie de reportajes con Jaime Arenas, cuya segunda parte aparece hoy, EL TIEMPO ha querido indagar en las causas que motivan a un joven universitario a ingresar a la guerrilla; averiguar qué siente al cambiar el libro por la metralleta, cómo lo afecta emocional y psicológicamente, esta dura transición de la ciudad al monte y cuáles son las incidencias cotidianas de la vida de un guerrillero en Colombia.

Nuestro redactor Germán Castro Caycedo pasó 4 días dialogando sobre estos temas con el exguerrillero Arenas en los cuarteles de la Policía Militar, donde se halla detenido. El reportaje de hoy -segundo de una serie de tres- Arenas habla de su trayectoria en el Ejército de Liberación Nacional, de su entusiasmo inicial y de su paulatina desilusión con la guerrilla, que culminó año y medio después con su dramática fuga de las filas del ELN.

Texto:

22 de octubre de 1967

Jaime Arenas ingresó al «Frente José Antonio Galán», del Ejército de Liberación Nacional, guerrilla que opera en las montañas santandereanas. «La orden de su traslado había sido dada por Fabio Vásquez Castaño y fue traída a Bogotá intempestivamente por enlace campesino que exigió que partiera en forma inmediata, de manera que Arenas no se despidió de su esposa, de sus hijas (Patricia y Laritza, de 8 y 7 años), ni de sus padres.

«No me despedí de ella por falta de tiempo y porque consideraba muy duro el adiós. No quería llevarme un recuerdo triste para la guerrilla…». A ella, y a los padres que estaban en Medellin, les envió cartas similares.

«…La necesidad de la lucha hace que deba irme a las montañas -escribió- pues en la ciudad me resulta muy difícil ya hacer algún papel positivo en favor de la revolución. No se preocupen por mí; he tomado la determinación conscientemente. Si muero, será por un ideal, que es el mismo que ha guiado toda mi vida… Es para mí tremendo causarles este dolor, pero las ideas son más fuertes que los sentimientos».

Partió en las horas de la mañana, en un taxi conducido por un colaborador del ELN y sobre la medianoche arribó a la vereda de «Villapinzón», en las inmediaciones de San Vicente de Chucurí. Alli lo aguardaban José Ayala, entonces miembro del estado mayor guerrillero y una patrulla de 10 hombres, apostados a la vera del camino.

«Iba lleno de ilusiones», confiesa. “Consideraba casi una necesidad vincularme a la guerrilla. Yo tenía la idea de que mi labor allí iba a ser eminentemente política, en el sentido de elevar la capacitación de guerrilleros y campesinos que apoyaban el movimiento en las zonas rurales por donde se movían los revolucionarios… No esperaba ir propiamente como soldado, aunque consideraba necesario un aprendizaje de tipo militar».

Posteriormente, Arenas iba a encontrar una nueva frustración. La capacitación militar consistió en enseñarle a manejar todos los tipos de armas con que cuenta la guerrilla, y su labor se vio marginada a la de cualquier soldado raso, que debe limitarse a hacer turnos de centinela, cortar leña para cocinar y cargar un morral con varias arrobas de carga dentro.

INVIERNO

Con el grupo de José Ayala caminó sin descanso durante tres días. Luego, a través de diferentes enlaces campesinos, llegó hasta el «Cerro de los Andes» donde se encontró con Vásquez Castaño y una patrulla de 11 hombres.

«La caminada fue penosa. Estábamos en época de invierno y era necesario ir por plena montaña, pues los caminos eran muy patrullados por la tropa; buscábamos senderos por los cuales no transitaran ni campesinos ni militares». Arenas había partido sin equipaje. Un par de botas y un vestido de dril le fueron suministrados por José Ayala.

Hasta ese momento no estaba seguro del tiempo que permanecería en la guerrilla. No conocía los propósitos que pudieran tener los dirigentes del ELN con respecto a él. «A lo mejor -pensaba- querrán que me quede definitivamente en la montaña, o quizá puede haber un trabajo en la ciudad, clandestinamente… o en el exterior». «Miedo no tenía, porque iba motivado, lleno de ilusión, con una mística muy alta…».

LAS CANDELILLAS

El camino iba cubriéndose lentamente. En las noches rodaba por tierra cada cinco metros, porque no estaba acostumbrado a caminar por la selva. A las cuatro horas de marcha tenía los pies lacerados por las ampollas… «Uno va de la ciudad con la piel muy delicada», observa.

Dos días más tarde, por la humedad y el barro del invierno, tenía la carne de la planta de los pies «al rojo vivo». La marcha se hizo más lenta. Eran las «candelillas», que en época de lluvias azotan al guerrillero y que solo se quitan quemándolas con yodo. El dolor es posiblemente tan fuerte como cuando se pone el pie sobre una plancha de hierro candente.

Sobre las tres de la tarde del sexto día apareció Fabio Vásquez con un pelotón. Había acampado al lado de una quebrada muy ancha. De uno de los árboles salió Julio César Cortés, quien al verlo, abandonó el puesto de centinela y se abalanzó sobre él. El día era opaco; en la noche llovió torrencialmente y el piso amaneció convertido en un mar de fango. Al llegar arriba recibió el abrazo de Vásquez Castaño que le dio la bienvenida… «Me alegro mucho de tenerte conmigo». fueron sus palabras. Luego le ordenó que reposara porque la fatiga de sus primeros seis días en la selva era extraordinaria.

Sin embargo, la emoción de Arenas no le dejaba sentir cansancio. Habló toda la tarde. Se bañó con Vásquez Castaño en la quebrada sin cerrar la boca un segundo. Luego comieron y continuaron conversando hasta la noche. En ese momento recibió su equipo de dotación: una hamaca, un hule para protegerse de la lluvia, un morral, una muda de ropa de dril, un lazo, una escopeta calibre 16 y algunos víveres. Un cambio brusco «Inicialmente porté esa escopeta -dice- pero las armas se rotan mucho, de acuerdo con las exigencias tácticas. Unas veces se puede tener un revólver, otras un fusil, otras una metralleta de mano».

Según la ubicación en la montaña, la alimentación es abundante o escasa. Depende de la cercanía de aldeas. Si se mueven por zonas en donde los campesinos cultiven; de la fauna que permita una buena caza. En época «normal» se come tres veces al día. Cuando hay largas marchas, dos: a las cinco y media de la mañana y al anochecer.

«Cuando yo llegué, en la guerrilla habia 90 hombres. Al partir quedaban solo 60… Generalmente nunca están reunidos. Se disgregan en patrullas de 10 a 25, que permanecen en constante desplazamiento».

«Los primeros días son demasiado duros para el hombre de la ciudad, por el cambio de vida tan brusco. El clima es cálido y húmedo. En los últimos meses hay un invierno inclemente. La época de lluvias es rigurosa en la selva y los caminos se ponen resbalosos. Hay barro y plagas por todos lados; las quebradas crecen mucho y hasta la consecución de la leña para cocinar es dificil, porque los árboles se humedecen hasta el corazón».

«Hay momentos en que las nubes de zancudos y de «pringadores» hacen la vida imposible… El más terrible de todos es posiblemente el ‘pito’ que pudre la carne donde pica…. Produce una llaga que va carcomiendo en extensión y profundidad. La carne huele a feo en el sitio afectado y, aunque no duele, en las marchas por el monte, donde uno se tropieza a cada paso con bejucos, raíces, troncos, las heridas duelen como si les metieran un hierro caliente. La única droga que las combate es el Glucantime, pero es muy difícil conseguirlo. Así que es necesario marchar con el cuerpo perforado».

CAPACIDAD DE MOVILIZACIÓN

La guerrilla nunca está quieta. Las columnas se desplazan permanentemente. Hay ocasiones, en época de «normalidad» en que se permanece en un sitio hasta quince días; hay otras en que solo se pasa una noche. Se mantiene un servicio de vigilancia estricta a base de centinelas y «descubiertas», o sea, patrullas que salen en la mañana y en la tarde a hacer exploraciones alrededor de los campamentos para descubrir avances de tropa. El sistema de comunicaciones es elemental. Los guerrilleros poseen solamente radios transistores en los cuales sintonizan los noticieros nacionales, y por las noches, Radio Habana.

«Para la comunicación entre los grupos guerrilleros no hay ningún medio -dice Arenas-; en ese sentido la guerrilla está muy poco tecnificada”. Los movimientos del ejército son generalmente informados por la red urbana o por los campesinos que colaboran con la guerrilla, que tiene un servicio de inteligencia que trabaja en este sentido.

«Pero no es infalible. Hay ocasiones en que la contraguerrilla se moviliza con gran rapidez y como van vestidos de civil no son detectados ni por los campesinos ni por los colaboradores directos de los revolucionarios. Sin embargo, es difícil que ellos sorprendan a la guerrilla».

Los grupos de hombres levantados en armas tienen una gran capacidad de movilización. Pueden, según las palabras de Arenas, abandonar un campamento en un minuto, sin dejar absolutamente nada. De otra parte, en los repliegues se cuenta con los guerrilleros campesinos que conocen las diferentes zonas a la perfección.

LOS COLABORADORES

El campesino colaborador es uno de los puntos básicos para el éxito de la guerra de guerrillas. Sobre él se hace un «trabajo político» que consiste en averiguar primero quién es y cuál es su familia. Es importante conocer cuánto tiempo hace que vive en la zona para evitar infiltración de los grupos de contraguerrillas. Se establece también quiénes lo conocen, las circunstancias que rodean su vida, si tiene tendencias a la borrachera, etc.

“Posteriormente, una comisión guerrillera se traslada a su casa, le explica por qué se está luchando, cuáles son las causas por las que existe el ejército rebelde, y «se le hace hincapié en la miseria en que vive el campesino colombiano, sobre la culpabilidad que tiene el sistema, cómo el hombre del campo si puede cambiar su vida.

Generalmente los campesinos aceptan colaborar; entonces se les prueba enviándolos a los pueblos por provisiones, o se les confían misiones de poca importancia. Una vez la guerrilla conversa con ellos, les advierte el peligro de la contraguerrilla, la necesidad de «contrainformar» al ejército darle datos falsos y se les pone de presente que morirán si delatan o sirven de guías al ejército…”y ellos saben que eso es cierto. Hasta ahora el ELN ha fusilado a cerca de 60 campesinos. En esta forma son atemorizados».

Arenas opina que la «contactación» de campesinos es muy débil, porque nunca se sabe si ellos colaboran por convicción o por temor. «La presencia del ejército los libera del miedo a los guerrilleros y generalmente se convierten en delatores», dice Arenas.

«En el consejo de guerra de Pamplona y en el que actualmente me juzga -dice- he visto que una cantidad alta de campesinos ha delatado la presencia de la guerrilla. Eso demuestra que no siempre actúan por convicción».

LA LUCHA INICIAL

La adaptación del estudiante a la vida del monte es generalmente lenta, difícil, penosa. Es necesario comenzar por saberse desenvolver en la selva. Acostumbrarse a caminar en ella es una de las cosas más demoradas, porque se trata de aprender a descargar el pie al caminar, saberlo afirmar para bajar precipicios o escalar pendientes altas. En una palabra, la lucha inicial es por conseguir una buena agilidad del cuerpo, lo que para el hombre de la ciudad no es fácil.

CURSOS EN CUBA

En el Ejército de Liberación Nacional hay pocos guerrilleros que han hecho cursos de combate en Cuba. Últimamente Fabio Vásquez Castaño y sus hombres han preferido evitarlos, porque las diferencias del medio con la Isla no dan un buen margen de aprendizaje…

«Aquí en Colombia se pueden dar mucho mejor», dice Arenas. Empero, tienen gran utilidad los cursos técnicos sobre explosivos o comunicaciones por ejemplo. Fabio Vásquez actualmente cuenta con muy pocos hombres adiestrados en el exterior, porque de los últimos grupos que salieron del país con ese fin, una mínima parte regresó a sus filas. Los que no fueron capturados pasaron a Antioquia, al grupo de Juan de Dios Aguilera.

INCULTURA

«En la montaña se lee poco -comenta-, pues el interés por los libros es escaso dentro de la mayoría del personal, campesinos que han aprendido a leer y escribir en las filas y lo hacen con mucha dificultad».

«La guerrilla es fundamentalmente campesina; el número de estudiantes es bastante escaso en ella. En la actualidad, con Fabio Vásquez Castaño hay solo cuatro estudiantes bueno, hasta cuando me vine en febrero. El resto está formado por campesinos, con un promedio de edad alto. Calculo que es de 25 años. Generalmente tienen 17 y 18».

MEDINA, CORTÉS, OCHOA

Durante la permanencia de Jaime Arenas en la guerrilla fueron fusilados Víctor Medina Morón, en ese momento segundo al mando del ELN; Heliodoro Ochoa y Julio César Cortés, todos tres amigos y compañeros suyos en las luchas ideológicas estudiantiles. El consejo de guerra duró una semana. Se deliberó durante días y noches hasta ser dictado el veredicto por la comisión de tres guerrilleros nombrados por la dirección de ELN para estudiar los cargos.

Arenas anota: «Su fusilamiento obedeció especialmente a discrepancias políticas entre Medina Morón y Fabio Vásquez, que fueron desarrollándose hasta que llegaron a un punto en el cual triunfó Vásquez, que tenía la fuerza. Desgraciadamente, allá también gana quien posea la fuerza y no la razón».

Yo personalmente creo que los planteamientos de Medina Morón eran acertados -agrega-. Hacía críticas al carácter guerrillerista que se le daba al ELN; respecto a la concepción que se tenía de la ayuda extranjera; sobre la forma como se debía preparar al campesinado para la guerra y acerca de la combatividad misma de la organización.

A Julio César Cortés se le involucró con el pretexto de la muerte de José Ayala, otro miembro del estado mayor, quien estaba cometiendo abusos con la población campesina. Llegó a violar algunas mujeres… Entonces los guerrilleros, descontentos, lo mataron bajo la dirección de Juan de Dios Aguilera…

Vásquez Castaño utilizó esto y la amistad de Medina y Aguilera para ‘presumir’ un plan contra los dirigentes del ELN, cuando lo que había era una diferencia ideológica.

En contra de Cortés, se argumentó también el hecho de no haberse adaptado fácilmente a la vida guerrillera, lo que consideraban un delito.

CONSEJO Y PRESDISPOSICIÓN

«Previamente al consejo de guerra -continúa relatando Arenas- Fabio Vásquez Castaño reunió a todos los guerrilleros, entre ellos a mí, y nos habló de las fallas de Medina. Es decir, que hizo una labor para predisponer a la gente.

En el desarrollo de las deliberaciones, Vásquez realizó una intervención violenta contra Medina, quien guardó la serenidad y que, finalmente, desde el punto de vista ideológico hizo, como sus dos compañeros, su autodefensa. Antes y después del consejo y los fusilamientos nadie hizo el menor comentario. Vásquez y su cuerpo de inteligencia vigilaban durante la discusión todas las actitudes de los guerrilleros. Manifestar desacuerdo en ese momento hubiera equivalido a ser juzgado y condenado también a muerte.

El consejo de guerra terminó el 22 de marzo de 1968 sobre el medio día, y se les fusiló aproximadamente a las tres de la tarde. Para mí fue un golpe duro, porque se trataba de tres personas que habían tenido muy estrecha relación conmigo desde mucho tiempo atrás. Porque, en el fondo, yo estaba identificado con la posición que ellos habían defendido en el juicio, y porque es muy doloroso tener que segar vidas de jóvenes tan valiosos que habían consagrado todos sus esfuerzos a la revolución.

No pude hablar con ellos porqué durante el consejo de guerra estuvieron aislados, amarrados y vigilados por un centinela cada uno… el día de la muerte, Medina Morón tenía un uniforme verde oliva del ejército. Julio César Cortés, una camisa blanca, pantalón caqui y boina negra. Me la dejó a mi como recuerdo y pidió que le dieran saludes a Ezequiel, el hombre más viejo de la guerrilla”.

LO INHUMANO

Cortés le entregó a Fabio Vásquez una carta para la madre, que creo que nunca llegó a su poder. Yo la leí. Era una carta muy bella, muy bien escrita, en la que le decía que iba a morir fusilado por sus compañeros. Le pedía que no fuera nunca a tener odio contra los guerrilleros y que si su muerte contribuía al triunfo de la revolución, él no tenía nada que lamentar.

Ninguno de los tres estaba barbado; se habían bañado y afeitado dos días antes. Medina Morón tenía una herida en la mano, pues trató de fugarse, pero lo localizaron 100 metros selva adentro. Por eso los amarraron a todos… 

Durante el día permanecían en sus hamacas, con la mano derecha amarrada a un árbol. Por las noches la cuerda se cortaba. A Ochoa, considerado como el más peligroso, le amarraron también un pie. «Una vez escuchado el veredicto condenatorio, los tres fueron sentados sobre un tronco con las manos atadas por delante. Fumaron algunos cigarrillos, dialogar entre ellos y miraron las palas de los campesinos que trabajaban constantemente… fue inhumano, porque en su presencia cavaron las tumbas. Eso duró unas tres horas… sin embargo, no palidecieron, ni mostraron alteración nerviosa.

Cuando terminaron de hacer los huecos, se les amarró a un árbol cada uno, con las manos atadas atrás. Ninguno se dejó vendar los ojos. El primero en ser fusilado fue Heliodoro Ochoa; luego Julio César Cortés y finalmente Victor Medina Morón.

Ochoa pidió como última voluntad que lo dejaran mandar al pelotón de fusilamiento. Los minutos que antecedieron a las descargas fueron eternos. Yo sentía odio, un odio tremendo, pero no lo podía dirigir contra nadie. Ellos permanecían silenciosos, no lloraron, no palidecieron, no hicieron gestos de miedo.

Ochoa pidió también que lo mataran con armas de guerra. Fue el primero. El pelotón se paró a unos cuantos metros de él. Estaba quieto. Respiró profundo y dijo: “Pelotón, atención, fir. Listos, apunten, ¡fuego!».

MÁTENLO RÁPIDO

Fueron dos disparos en el pecho. Yo les miraba las caras a ellos y a los del pelotón. En ese momento todo mundo estaba pálido. Ochoa se escurrió hacia adelante, inmediatamente le salió sangre del pecho y por la boca. Haciendo gárgaras alcanzó a gritar: “Acábenme de matar! ¡Mátenme!”. Fue entonces cuando vi por primera vez a Medina Morón muy nervioso. Estaba desencajado, transformado, pegado al árbol que le separaba unos cuatro metros de Ochoa… Gritó también: “¡Acábenlo ya! ¡Mátenlo rápido!”. Entonces el comandante de la patrulla de fusilamiento, tembloroso, porque habían sido amigos, acercó una pistola Walter hasta uno 10 centímetros de la cabeza y le dio el golpe de gracia.

El pelotón apuntó luego sobre Cortés, que fue fusilado con escopetas, como generalmente se hace. Un segundo antes de que sonaran los disparos, gritó: ¡Viva la revolución!’. Lo demás fue parecido a lo de Ochoa.

No recuerdo bien si esa tarde hacía frío o calor. Estaba erizado, aturdido. Me ubiqué a unos 15 metros de ello porque fui nombrado centinela. Posiblemente recuerdo el esfuerzo que hice para fingir que no sentía nada, porque era muy peligroso cualquier gesto de dolor. Los demás tampoco comentaron una sola palabra después. Todos preferían callar.

Fabio Vásquez Castaño permaneció un poco alejado de los fusilamientos; a unos 50 metros. Lo miré varias veces; parecía tranquilo; por lo menos no dejaba ver ningún sentimiento. Al terminar dijo que debía hacer un trabajo y se marchó con una comisión».

MARGINADOS

«Creo que con la muerte de los tres se cometió un error tremendo porque ninguno de ellos fue sentenciado por contrarrevolucionario sino por discrepancias políticas. No creo que esa sea la forma de solucionarlas, ya que tampoco eran antagónicas.

De ese momento en adelante también yo empecé a tener serios problemas ideológicos, que me reservaba, porque representaban un peligro para mi vida… los planteamientos hechos por Medina Morón en el juicio eran comprobados por mí a medida que se iba desarrollando la guerrilla.

Medina, por ejemplo, criticaba el concepto guerrillerista que tenía Fabio Vásquez Castaño… partía de la base de que era necesario proyectar la acción hacia la ciudad, de que era necesario no mal gastar una cantidad de jóvenes intelectuales en la guerrilla cuando podían realizar trabajos importantes en lo centros, y que en el monte se estaban echando a perder.

«Se estaban echando a perder, bien porque al llegar a la guerrilla no rendían y entonces no se les daba ninguna solución; o bien porque se les trataba de presionar para que se fueran allá, y entonces terminaban marginándose de la organización».

JAIME ARENAS Y LA REVOLUCIÓN (III): “QUE LA LUCHA SEA MENOS CRUEL”

Había comenzado a correr el mes de octubre de 1968 y la ejecución de Medina Morón, Cortés y Ochoa cobraba fuerza en la cabeza de Jaime Arenas, más por lo que representaba para él políticamente que por la imagen de la agonía las caras desencajadas de los hombres caídos y la palidez del pelotón de fusilamiento.

Durante los últimos seis meses, la desconfianza que demostraban el comandante y sus compañeros de mando significaba para Arenas la posibilidad de ir pronto a un consejo guerrillero, que equivaldría a morir atado a un árbol.

Sabía positivamente que cualquier falla de su parte seria utilizada como pretexto para zanjar la discrepancia ideológica con Vásquez Castañeda, quien con anterioridad tímidamente había esbozado unos pocos puntos de su desacuerdo. En el fondo, Arenas no compartía la forma como se estaba conduciendo la actividad del Ejército de Liberación Nacional.

Era así como le parecía incorrecta la manera como sus dirigentes apreciaban la participación de los ideólogos en la lucha revolucionaria. Hoy anota: «En el ELN hay profundo desprecio por los intelectuales y solamente se mira con buenos ojos a aquellos que están dispuestos a tomar el fusil e irse al monte. No se tiene en cuenta que hay mucha gente valiosa en la revolución que no está en condiciones de hacer eso».

Discrepaba de la poca atención que en la guerrilla se prestaba a la educación política de los militantes… «el campesino guerrillero es de insignificante cultura y no manifiesta un especial interés por aprender».

Luego dice: «cuando yo insistía en la necesidad del estudio, generalmente me contestaban con burla. Me decían, por ejemplo, que para hacer una emboscada no se necesitaba conocer a Marx. Esas respuestas eran respaldadas por los mismos dirigentes del ELN».

Asimismo, Arenas no compartía la manera como se prometía a los campesinos. Creía que el trabajo que se hacía con ellos para que colaboraran era muy escaso y consideraba necesario prepararlos más psicológica y físicamente para una eventual “guerra de mayores proporciones».

Hoy señala: “El ELN emplea la mayor parte del tiempo en analizar pequeñas cosas que, aunque son importantes, echan a perder los objetivos de más largo alcance”. Le preocupaba el hecho de haberse descuidado el trabajo en las ciudades, a raíz de la caída de la red urbana por la relación del periodista mejicano… «Se mantiene ahora mucha desconfianza en los sectores obreros y no se hace una labor seria en los sindicatos y universidades».

«Sucede que en las universidades hay una gran cantidad de estudiantes que vociferan en favor del ELN y eso puede dar la impresión de que hay una buena organización, cuando en realidad no es así… La guerrilla no busca dirigir los movimientos populares. No hay un estudio serio de estos problemas por su parte y por lo tanto no se conoce el asunto; entonces no se pueden trazar orientaciones.

ARMAMENTO INFERIOR

«Asimismo -agrega- prácticamente se fundamentó toda la política futura del ELN en la ayuda extranjera, cuando yo creo que cualquier movimiento revolucionario en Colombia debe tomar la ayuda de los propios recursos del país….».

«…Hubo grandes ilusiones en cuanto a esa ayuda del exterior y a la hora de la verdad las cosas no resultaron como se esperaba. Por ejemplo, se hablaba de traer armas, estas nunca llegaron… El armamento del ELN es inferior al del Ejército, pero lo fundamental en una guerra es la conciencia política que tenga quien maneje esa dotación… De manera que justificar la poca combatividad de una guerrilla por el precario parque, es una razón acomodaticia y deficiente».

Para Jaime Arenas la red urbana del Ejército de Liberación Nacional es extremadamente débil y muy inferior a la que existía antes de las capturas masivas. «Prácticamente no hay nada en ese campo», dice.

Carlos Niño

A raíz de sus discrepancias, la desconfianza de los jefes de la guerrilla aumentó más sobre Arenas, hasta que en una asamblea de «crítica y autocrítica» hecha a su regreso de una comisión en que se habían presentado algunas fallas, se le hicieron serias acusaciones, «argumentando mi poca adaptación a la vida guerrillera, que ellos atribuían a falta de interés…».

«Esa asamblea guerrillera fue variando su carácter hasta llegarse a convertir en un verdadero juicio en el que se impusieron cargos contra Carlos Niño, quien fue fusilado, contra Libardo Barreto (Wilson) y contra mí, fundamentalmente». Pero los argumentos contra Arenas eran débiles y tras una defensa hecha por por Manuel Vásquez Castaño, fue absuelto.

«Creo que he sido el único guerrillero que sale con vida de una reunión de estas», comenta más tarde.

BERNARDO MANRIQUE

En ese momento supo que su fin estaba cercano. Unos meses antes Vásquez Castaño le había comentado el fusilamiento de Bernardo Manrique, estudiante como Carlos Niño. En pocos meses habían caído cinco intelectuales. Pensaba que el próximo sería él. Entonces lo asaltó la idea de salir de la guerrilla para salvar su vida, «porque no me iban a perdonar el más mínimo error, ya que consideraban que estaba de acuerdo con las tesis de Medina Morón».

En su contra tenía la decisión de los militantes campesinos que eran una gran mayoría, y la diferencia ya marcada con Vásquez Castaño. En el seno de la guerrilla las divergencias entre campesinos y estudiantes es notoria… «Hay servilismo hacia Fabio», dice Arenas. «Me da la impresión de que ellos continúan teniendo aún ciertos remanentes feudales, porque le rinden culto a quien tiene la fuerza; eso no sucede con los estudiantes, de mentalidad diferente».

«Entre los campesinos y los estudiantes hay fricciones porque ellos están en su medio y nosotros, en un mundo desconocido. En él son más hábiles. Para ellos lo principal es la cuestión física: valor, habilidad, agilidad. Para el estudiante lo principal es el asunto ideológico… Son jerarquías de valores completamente diferentes. En el ELN se ha creado una tendencia a despreciar al hombre de la ciudad».

LA PERSONALIDAD DE VÁSQUEZ

De grandes condiciones como dirigente militar, cruza ahora por los 34 años de edad. Nació en Calarcá (Quindío) en el seno de una familia campesina y humilde. Cursó hasta cuarto año de escuela primaria y por conexiones de su hermano Manuel logró una beca en Cuba. Para poder viajar debió falsificar un título de bachiller mediante el truco de fotomontaje.

Arenas lo describe brevemente así: «Muy inteligente. poco instruido. Posee gran malicia indígena y tiene buena capacidad física a pesar de ser un hombre enfermo. Generalmente es fraternal pero implacable en corregir errores, o en criticar a la gente… Impetuoso e irascible, posiblemente por su úlcera, aunque trata de dominarse y de sobreponerse a las enfermedades.

Vásquez Castaño vivió su adolescencia en el marco de la violencia colombiana en el cual vio morir acribillado a su padre. Desde entonces el empuñar un arma se volvió para él obsesión. Inicialmente intentó engrosar las filas armadas que operaban en el occidente colombiano, pero viajó a Bogotá donde estudió contabilidad e hizo un curso de bellas artes.

Más tarde tomó la decisión de ingresar al movimiento de Tulio Bayer, pero este fracasó. Finalmente halló su oportunidad en el Ejército de Liberación Nacional, Grupo José Antonio Galán, que hoy comanda. A su lado combaten sus hermanos Manuel y Antonio de buena capacitación cultural. Dos años antes lo hacía también Jairo -el tercer hermano- quien desertó y delató a la guerrilla.

NO LAS VOLVERÉ A VER

Finalizaba el año 68. En el mes de julio la esposa y las hijas habían viajado a Cuba ante la situación familiar en el país. Arenas supo que habían partido y se resignó porque él era quien había gestionado el viaje. Creía que allí estarían mejor, especialmente las hijas.

«Actualmente nada sé de ellas -comenta brevemente-. Solo sé que están en Cuba. Hoy no tenemos ninguna comunicación. Es muy difícil hacerme a la idea de que nunca las volveré a ver. Creo que la mayor parte del tiempo la paso pensando en mis hijas. Vivo con ellas metidas en la cabeza»

NAVIDAD EN EL MONTE

El 23 de diciembre pescó a su grupo en las riberas de Ja quebrada Puerto Parra y allí acamparon. Eran los últimos días de Arenas en la guerrilla. Como cosa especial mandaron a un pueblo vecino por ingredientes e hicieron buñuelos y natilla para el día de Navidad.

La situación era normal y permanecieron toda la semana en el mismo sitio, de manera que el día de Año Nuevo, el plato fueron tamales. Habían sido dos fechas diferentes a las del año anterior, cuando marchaban hacia el Opón esquivando la persecución de un grupo contraguerrilla del Ejército Nacional.

«Estuvimos caminando todo el 24 y el 25. Fueron días tristes. Pensaba en mi esposa y en mis hijas, en mis padres, en las navidades anteriores, en las que pasé al lado de todos ellos’. El día de año viejo de aquel 67 debió hacer un turno de centinela entre las doce de la noche y la una de la mañana. «Sentía mucha tristeza porque pensaba que no volvería ya a pasar ningún otro con mi gente. En el monte es muy duro, muy difícil hacerse a la idea de que nunca se volverá a ver a la familia. Sin embargo, uno lucha todos los días contra eso».

INACTIVIDAD

A menos de un mes de abandonar la vida guerrillera Arenas no había combatido aún. Y no lo hizo nunca, según sus palabras, «En esa época la línea de Fabio era la de permanecer sin atacar con el propósito de no atraer una operación del ejército sobre las zonas. para poder movilizarnos hacia el sur, donde se esperaba a recontactar» una serie de campesinos y hacer reconocimientos de más sitios.

Sin embargo, en todo el tiempo que permaneció en el monte, hubo varias oportunidades en que el ejército pasó rozando las barbas de varias comisiones en las cuales marchaba. «Había oportunidades en que asomábamos a los caminos, escuchábamos el sonido de un motor y solo teníamos tiempo para tirarnos a las cunetas. La tropa pasaba a menos de cinco metros de nosotros. Cuando se alejaba solo escuchábamos el corazón palpitando muy fuertemente».

ALEGRÍA Y TRISTEZA

Tampoco en la guerrilla recibió ni escribió cartas. Había resuelto no enviar una sola palabra a sus padres porque le parecía doloroso volver a hacerse presente en su casa así fuera espiritualmente. Era mejor dejar que las cosas sucedieran sin recordarles todo el problema que en ese momento significaba para ellos».

«Sin embargo, una carta en la guerrilla es motivo de gran satisfacción, pero al mismo tiempo de tristeza, ya que son noticias de seres queridos que uno sabe que no volverá a ver. En realidad el guerrillero parte siempre de la base de que la lucha es demasiado larga, de que en cualquier momento puede perder la vida, y entonces se hace a la idea de que morirá allá… Pero en general había algunos que escribían a sus familiares y que también recibían cartas».

ILUSIONES DESMORONADAS

En ese momento, Arenas se hallaba desmoralizado al ver desmoronadas todas las ilusiones con que había partido de Bogotá. No le había sido permitido en ese año y medio realizar lo que había soñado hacer en el movimiento, en la medida de sus capacidades. Esto era «tratar de motivar seriamente a los campesinos, darles una organización, aumentar su peso específico ideológico-político».

Buscaba escoger un grupo de guerrilleros con mayores capacidades que el resto para formarlos como dirigentes político-militares, con miras a grandes logros. Sin embargo, la dirección de la guerrilla nunca consideró esto necesario.

EL ASPECTO FÍSICO

Todos sus problemas durante la vida de guerrillero se habían limitado a la parte ideológica. El aspecto físico nunca le preocupó demasiado. Confiesa que el asunto sexual, como en todos los guerrilleros, no llegó a convertir se en un cerco para su vida normal, “porque el monte se logra una autodisciplina, debido a varias causas. En primer lugar, el guerrillero no está expuesto a las tentaciones, por cuanto rara vez ve mujeres. Además, existe un código que castiga con pena de muerte cualquier abuso que se cometa con la población civil-rural».

«De otra parte, el guerrillero está en continua movilización, sometido a un esfuerzo físico muy fuerte que no le da demasiado tiempo para pensar en eso. El sexual -indica- no es uno de los aspectos graves de la vida en el monte».

Momento Culminante

El 16 de febrero de 1969 la situación de Arenas en la guerrilla era desesperante. En las horas de la mañana, fue convocada una nueva reunión de «crítica y autocrítica» a raíz de algunos errores disciplinarios que había cometido su comisión, al mando de Fabio Vásquez Castaño. Algunos hombres se habían levantado tarde, otros habían perdido alguna munición y Arenas se había dormido estando como centinela. La guerrilla se hallaba entonces en las inmediaciones del Carare reconociendo nuevas zonas y, como nunca había sucedido, acampaba cerca de un camino real, del que distaba unos cinco minutos a través del monte.

La reunión se inició sobre la mitad de la mañana y en ella el más comprometido era Arenas. Previamente había sido desarmado. Las acusaciones tomaron un giro tal, que a nadie le era dificil adivinar que sería el próximo fusilado. A las cinco de la tarde, cuando los cargos fueron concretados cuando prácticamente todo estaba decidido en su contra, se decretó un receso para que un guerrillero campesino designado por la jefatura estableciera las sanciones a los acusados.

Afortunadamente para Arenas, la segunda parte de la reunión no pudo realizarse. porque Vásquez Castaño debió salir intempestivamente a un punto lejano para hacer una conexión necesaria y solo regresó a la medianoche.

Arenas sabía que en el momento en que fueran leídas las sanciones sería apresado y fusilado.

EL TODO POR EL TODO

La noche le dio tiempo para pensar largamente en su situación A las cinco de la mañana habla llegado a la misma conclusión que tenía cuando se fue a la hamaca la noche anterior: Si intentaba escapar y lo descubrían, sería muerto. Si se quedaba, lo fusilaban… «Entonces decidí jugarme mi suerte».

Saltó a las cinco de la mañana y con el pretexto de una enfermedad estomacal se alejó un tanto del campamento en la dirección que, sabía, se hallaba el camino real. Avanzó con cautela entre el monte y en menos de tres minutos llegó hasta él. Atravesó una zanja y comenzó a correr con toda la velocidad que le daban las piernas. A cada diez pasos miraba para atrás, sentía la marcha de la guerrilla pisándole los talones y trataba de apretar el paso. Un sudor helado comenzó a correr le por todo el cuerpo.

Dos días antes había llovido intensamente y el camino estaba embarrado, de manera que chapaleando entre charco y charco avanzaba con dificultad. Tres horas más tarde estaba gris, aunque el cansancio no se manifestaba por la tensión nerviosa. Atrás no aparecía nadie siguiéndolo. Tres veces estuvo a punto de perderse, pero los campesinos que encontraba en la vía lo volvían al camino.

Después de cuatro horas y media llegó a la carretera. El sistema nervioso cedió un poco y experimentó un tremendo cansancio. Sentía los muslos inflamados y la boca le ardía como si tuviera llagas. «Sentí mareo y comencé a ver lucesitas. Todo se puso gris… Unos días antes me habían aplicado mucha penicilina para las llagas de las picaduras de «pito» y estaba débil… Tenía todo el cuerpo lleno de agujeros que olían a feo y con el sudor y el roce de la ropa sentía un dolor intenso».

Había avanzado unos treinta metros por la carretera cuando, al mirar hacia atrás, vio a «Antonio», un guerrillero que trataba de darle alcance montado en un caballo bayo. Lo único que pudo hacer fue saltar la verja de la casa de un campesino. Entonces tuvo a «Antonio» a solo cuatro metros.

«Nos vamos para la guerrilla, Candelario. ¡Andando!», dijo. Como Arenas no respondió, desenfundó un revólver y comenzó a dispararlo. Hizo dos tiros antes de que se escuchara el ruido de un motor. Entonces salió despavorido.

Una de las balas hizo impacto en la cintura de Arenas. La otra se perdió en el aire.

Segundos después apareció un camión cargado con cerveza, que no quiso parar. «La angustia era tremenda, sudaba como un caballo». Se había ido posiblemente su única oportunidad de salvación.

Estaba desarmado, no tenía dinero, no sabía para dónde seguir. A treinta metros había una escuela y pidió que lo dejaran esconder. Un instante más tarde regresó «Antonio». La maestra negó sus preguntas y, cuando se fue, Arenas pudo pasar a una tienda contigua donde le dieron un vaso de leche y dos panes. Estaba muerto de hambre y de sed. Luego se escurrió bajo el tablado. «Antonio» volvió nuevamente y, al no hallar una pista, se dirigió a otro lugar.

Como la maestra de la escuela estaba asustada y Arenas corría el peligro de ser delatado, saltó a la orilla de la carretera y se echó tras unos arbustos. Veinte minu tos más tarde, «que para mi fueron como unas seis horas». se escuchó el ruido de un carro… era un camión militar.

QUE LA LUCHA SEA MENOS CRUEL

Las deliberaciones del consejo de guerra que juzga hoy a Arenas están por concluir. Aproximadamente en un mes el veredicto condenatorio será dado a conocer. Sin embargo, existe la interrogante de su suerte una vez las puertas de la cárcel se abran para darle libertad. Dice: «Sé que el ELN tratará de matarme. En el periódico «Insurrección», su órgano oficial, lo manifiestan expresamente…pero no tengo miedo de vivir libremente. Desde luego, tomaré mis precauciones».

Se le preguntó finalmente por las ideas que, desde febrero lo acompañan en el calabozo, por su futuro, por su concepción revolucionaria de hoy, y fue explícito. La misma frialdad con que había iniciado cuatro días antes el diálogo, enmarcaba estas frases, cortadas a cada segundo por la luminosidad de una cámara fotográfica…

«No me siento desmoralizado. Creo que he vivido de acuerdo a como pienso. La misma salida mía de la guerrilla se debe a eso, porque allí, tuve una serie de discrepancias ideológicas que no podía solucionar por ser muy serias… nunca he creído que haya traicionado la causa por la cual he luchado, ya que no solamente por medio de la guerrilla se puede servir a la revolución. No he abandonado mis ideas, sigo creyendo todavía en la necesidad del cambio…

Como creo que todos los sectores pueden colaborar en la transformación del país, no me considero un marginado.. Ahora, pues, en Colombia la izquierda debe hacer un análisis real. Es necesario aprovechar todas las fuerzas dignas de ser aprovechadas…

Actualmente se están viviendo dos cosas muy importantes: hay sectores del clero que se están vinculando a las masas populares, por una parte. Por la otra, hay una renovación dentro de las Fuerzas Armadas. El ejército de hoy no es el mismo de hace quince años porque está comenzando a comprender los problemas del pueblo. La izquierda debe estudiar con seriedad su posición frente al clero y frente a las Fuerzas Armadas y trazar una política.

Creo también que es necesario buscar una conducta que impida que se continúen segando tantas vidas valiosas, lo que hará menos cruel la lucha».