PÁEZ TENÍA PACTO CON EL DIABLO

PÁEZ TENÍA PACTO CON EL DIABLO

Medio: El Tiempo

Fecha: 08 de mayo de 1969

Por: Germán Castro Caycedo / Fotos: Sin registro

“Yo me llamo Jesús Francisco Rodríguez Arenas. Estoy completamente a sus órdenes, señores… ¿Vienen llegando?”.

– Sí, hace diez minutos…

Puso en el suelo las dos botellas con café tibio para los vaqueros, metió los jarros boca abajo entre el pico de los vidrios y echándose el sombrero para atrás se agarró las caderas y sopló con fuerza. Fue el único día que hizo brisa y la temperatura estuvo a punto de no ser sofocante.

A unos cien metros estaban los 32 vaqueros terminando de “levantar el rodeo” y separaban los machos orejanos (sin marca) y las vacas con cría para, en la tarde, comenzar a herrar.

“BARAJUSTE”

A los lados se levantaba una columna de tierra cuando se abría de la madrina algún bicho que salía en estampida hacia la sabana. Detrás de él partían dos jinetes que lo alcanzaban y lo gascaban (enlazaban) por los cuernos con sus rejos de 25 brazadas, trayéndolo más tarde arrebiatado (atado) a las colas de los caballos, entre grandes mugidos. Entonces la vacada se asustaba y trataba de “barajustar” por todos lados, pero los que se habían quedado la acorralaban con sus bestias; se formaba un carrusel de bramidos, sonido de cuernos enganchados y coplas cantadas a gritos.

CUARENTA AÑOS

El viejo tiene la pierna derecha rígida y solo puede doblar la izquierda hasta la mitad. Después de mirar por un rato “el trabajo de llano”, amarró el caballo y nos sentamos a conversar en el tronco de un chaparro que comenzaba a retoñar.

– Yo ya me retiré de la vaquería porque estaba cansado. Cuarenta años hace que trabajo aquí en ‘El Porvenir’… desde antes de que lo comprara don Pompilio Delgado. ¡Imagínese! Ahora es de don Pablo Canay, el que está allá montando ese “mocho” rucio.

EN EL ENTIERRO

– Don Jesús, ¿qué sabe de Bolívar?

– Ese era un jodío. Nos libertó, ¡casi nada! Dicen que tenía muchos amores, y que agarraba el caballo en Cara- cas y se iba hasta Bogotá como quien pica pa’ esa mata e’ monte que hay allá al frente. Y era un genio… ¡cómo sería de genio que le sacó tiempo a los amores para irse a la guerra, y fuera de eso ganarla!… Dicen que allá en la mata hay un entierro. Como que lo dejaron los de la Independencia cuando pasaron por estos rincones.

¿Será valioso?

– ¡Dígame… Esa se llama “La Mata del Tesoro”. Yo, mi compadre Tomás Jara, el papá del Venao (ese que cabalga el mocho blanco cabos negros) y el finao Campuzano escarbamos una noche pero no encontramos nadita.

EL PACTO

– ¿Cómo le parece el llanero Páez?

– Ese carajo también era bueno pa’ la lanza. Buen guerrero el hombre, pero dizque tenía pacto con “El Socio”.

– ¿Cuál “socio”?

– Pues Mandinga, que se le presentaba por las noches, antes de cada batalla, y le decía lo que tenía que hacer. Tenía a los españoles locos, porque se les desaparecía de todo lado. Se les volaba de las narices. Y que andaba solo… como don Manuel Fuentes, el de Venezuela, que se iba a caminar por la llanura de noche y se le “apariaba” Mandinga. Se ponían a conversar y conversar, y al día siguiente hacía buenos negocios… Tenía como catorce hatos. Al hijo dijeron que le quedó todo cuando el viejo murió. Pero era un zagaletón malo: cuando un peón le cobraba, lo enlazaba y se lo llevaba arrebiatao hasta el matapalo y allí lo mataba. Y así era Páez, andaba solo de noche. “El Socio” se le presentaba como perro, como mula, o a veces como soldado. Quién sabe qué le diría, pero al otro día ganaba las batallas.

LA CHOCOZUELA

– Don Jesús, ¿usted qué tiene esa pierna así?

– Porque hace algunos años, allá en la Mata del Novillo me “chamarrió” un tigre. Solo me pegó un mordisco por que si no me saca la chocozuela (rodilla)… Y la izquierda no dobla sino hasta la mitad porque este hueso me lo rompió un caballo. Yo ya me retiré de la vaquería, estoy cansado.

En una hora los vaqueros terminaron de apartar el ganado que se iba a herrar, dejando que “la basura” se devolviera a la sabana. El sol era picante y por debajo de las ramas del chaparro que se acercaban al suelo se veía toda la llanura, gris, por la calina que antecede a las grandes lluvias.

BURÓN

En una pausa los vaqueros se iban por grupos hasta un rancho con techo de “palma” y exprimiendo la palanca de una bomba de mano llenaban baldes de agua tibia que bebían en un tarro de galletas oxidado, derramándose la mitad por el pe- cho. Habían partido de Burón (otro hato de don Pablo Canay, distante 30 kilómetros) a las cuatro de la mañana con un tinto en la barriga, y se habían venido parando (re- cogiendo) y picando (arriando) desde una punta de monte que se veía azul y acurrucada al fondo.

Eran las dos y media de la tarde, cuando encerraron la madrina (manada) en los corrales del Alcornocal, dejándola lista para la labor de la tarde. Entonces se fueron a desayunar a El Porvenir, para regresar una hora después y comenzar la faena. 

DÍA DE SUERTE

Antes de que la última vaca se abriera en carrera y fuera coleada y lanzada a tierra por “El Venao”, don Jesús había comenzado a llamar uno a uno a los vaqueros para ofrecerles tinto. Las dos botellas duraron apenas segundos. Se acercaban, sorbían el trago de café amargo y se alejaban dejando una estela de olor agrio por el sudor que goteaba de los caballos.

– Hoy hemos estado de suerte, no hay ni un caballo herido por los toros. Cuando la cosa está brava, vuelan tripas. Pero estos muchachos son hábiles.

El último peón en acercarse fue Manuel Cuenza. (Saludó al viejo con respeto).

– Está haciendo hambre…

– Y no haber traído ni una panelita. ¿Qué es eso que trae en el “porsiacaso”, don Jesús?

– Un bastimento (comiso) que le mandaron de El Rosario al “Venao” para que medio desayune.

– Déme un poco….

– No porque es pa’l hombre.

INSPIRACIÓN

Se abrió la vaca de la madrina, y don Pablo llamó al vaquero para que ayudara a “gasearla”, pero este se negó:

– Don Pablo, tengo el caballo flojo, está desmayao. Y se fue lentamente a buscar el agua, cantando “un verso” que comenzó a fluirle con rapidez…

“Yo soy como el toro bravo, que embiste a lo colorao, como la mujer bonita para el hombre enamorao”.

HAMBRE Y SOL

Gente brava para la vaquería y terriblemente extrovertida. Durante todo el tiempo están cantando sin parar, detrás del ganado que parece conocer ya su voz chillona. Se “carean” entre sí mismos con versos y coplas, y cuando alguno “contrapuntea (responde) con tino, sueltan todos una risotada que se va con el viento a toda la llanura.

Y gente brava que lo primero que aprende es aguantar hambre y sol encaramada en un “mocho viejo” (caballo) amansado en un par de días, que al comenzar la labor antes de que amanezca, “corcovea” y levanta las patas a la altura de su cabeza.

Se cerró el trabajo cuan do Venao “le dio tierra” a la vaca lebruna (amarilla) que había salido como una bala, agarrándola por la cola desde el caballo y haciéndola abrir una zanja con los cuernos en la tierra gris y dura del llano araucano. Ahora venía amarrada por los cuernos a la penca del rabo del caballo, que se extendía dolorosamente en el sentido del rejo, hecho esa misma mañana con el cuero de la ternera sacrificada la noche anterior para comer.

LA CIMARRONERA

– Don Jesús, ¿aquí hay ganado salvaje?

– ¿Cimarrón? ¡Dígame! Ya comienza a haber otra vez por ese rincón de allá y por aquel otro lado: por Mata Rala… “levantar” cimarrones no es difícil. Hasta hace algunos años yo cogí mucho. Hay que tener habilidad: cuando arrancan a correr se pone uno en vigía (paralelo a él) y cuando enchoca (volverse de frente para embestir), se gasea por el cuello o por los cuernos, y ya está. Si es muy grande los zogueadores le ponen dos o tres rejos mientras vienen los “mañoseros” y lo “manían” (manean). Luego se hierra, se castra y se lleva al “depósito” (potrero cercado) para la época de venta, cuando se le traslada a Bogotá o a Cúcuta.

UN ZURRERO

– ¿Van a domar potros después?

– No, todavía no. Esta mañana montaron dos potrones (caballo que se monta por primera vez después de la doma) y “corcoviaron” bastante, ¿sabe? Es que estaban poco “trochaos” (trabajados) y no habían olvidado el resabio.

El fotógrafo se acerca a la madrina para hacer gráficas y el viejo, preocupado, lo llama… “El hombre se va p’allá a ver si lo enchoca un toro bravo…, anda buscando un zurrero, caramba”.

ESPEJISMOS

A media tarde, cuando por la evaporación comienzan a verse espejismos en la llanura y a unos veinte kilómetros se pierden los pastizales por la capa de calina que aumenta con el sol, regresan a desayunar los vaqueros. Se ven como puntos negros detrás del raudal (charco) que bordea la casa del hato. La brisa trae algunas voces; vienen cantando y lanzando risotadas. Al llegar amarran las bestias debajo de los guarataros (árboles) que rodean el corral, se ponen la ropa de trabajo y comienza la hierra.

EL TORO ENCERAO

El corral se ve desde lejos, envuelto en una nube de tierra amarilla por los rayos del sol que la atraviesan y los caballos se duermen de pie por el calor. Son otros diferentes a los de la mañana, que aguantan con paciencia las nubes de moscas que les zumban en la cara. Adentro, un toro encerao ha salido “costeando” el paloapique (cerca) y se forma la gritería.