OBLIGADO A PREGUNTAR: 36 HORAS EN EL CORAZÓN DE LA SUBVERSIÓN

OBLIGADO A PREGUNTAR: 36 HORAS EN EL CORAZÓN DE LA SUBVERSIÓN

Medio: El Siglo

Fecha: mayo de 1980

Por: Germán Castro Caycedo / Fotos: Germán Castro Caycedo

YO SOY EL COMANDANTE GENERAL DEL M-19

Fecha: 04 de mayo de 1980

Portada:

El testimonio más directo sobre el acontecimiento político más importante del año -la emergencia a primer plano del M-19- está contenido en las entrevistas exclusivas de Germán Castro con Jaime Bateman Cayón, comandante general de ese movimiento clandestino.

Bajo el titulo «Obligado a preguntar» el periodista ha escrito para EL SIGLO la serie de crónicas que narran su insólita e interesantísima experiencia de 36 horas dentro del M-19. EL SIGLO publica hoy en las páginas 6 y 7 el primero de ocho capitulos de que consta la serie.

Castro fue secuestrado por el M-19 en la tarde del 17 de abril y conducido a una casa rural posiblemente en carretera hacia La Mesa. Allí conversó con Bateman día y medio. El 19 de abril apareció libre en Bogotá, con una propuesta del M-19 dirigida al Presidente para celebrar una cumbre política en Panamá, y con material suficiente para redactar la serie que hoy comienza en este diario. En ella se revelan facetas hasta ahora desconocidas sobre los objetivos políticos del movimiento, su estructura interna y su posición con respecto a los grupos de izquierda del país.

Diez días antes de terminar la toma de la embajada de República Dominicana en Bogotá, Jaime Bateman -jefe del M-19- ya estaba seguro de que el Gobierno no iba a dejar en libertad a ningún preso político. 

Paseándose alrededor de mi silla en un cuarto con pisos y paredes de hormigón, puerta cerrada y un par de cortinas de lona blanca que impedían ver hacia afuera, soltó esto:

«En estos momentos a la organización, al M-19, no le asusta que algunos compañeros nuestros estén presos. Nosotros creemos que ese es el precio que se paga en la lucha por la libertad».

Luego de una pausa, durante la tarde se echó una manotada de maní en la boca -come permanente maní-, clavó en un solo sitio las piernas, largas como zancos, y agregó:

«Mire: lo de la embajada ha llegado más allá, mucho más. Por eso en este mismo momento ya no nos interesan los presos políticos -y parece un poco duro decirlo- porque ellos ya saben qué suerte van a correr. El asunto, en este momento, son sesenta y ocho mil presos que según el Ministro de Justicia están en las cárceles del país.

Vaya allá y averigüe por qué está encerrada toda esa gente. Pregunte por qué la gente tiene que robar. Averigüe en los barrios populares por qué a las ocho de la mañana tienen que salir con un cuchillo a conseguir el desayuno. Vaya y me cuenta qué le responden. Ese es el problema central».

Nota 1 portada

Entonces, ¿qué es ir más allá de la liberación de presos?

– Ya le dije que lo de la embajada planteó un problema central muy claro y es que en Colombia no hay democracia. Que el estado de sitio nos está asfixiando desde hace treinta años. Y creemos que, mientras el país continúe así, se van a profundizar los problemas, porque el pueblo no puede continuar amarrado. No es posible. Los canales democráticos están cerrados.

Ahora, resuelto el problema central que ha planteado la toma de la embajada ante Colombia y el mundo, hay ya un buen punto de partida para resolver muchos problemas. Bastantes problemas. Ahora que los compañeros salgan en libertad eso sería lo ideal para nosotros. Pero si no salen -como no van a salir- ese es un grupo de cuadros muy cualificados que saben manejar muy bien. Yo le digo otra cosa: hasta hoy nos han detenido a decenas de militantes y, a pesar de eso, el M-19 no está destruido. ¿Sabe por qué? Porque esto se reproduce y se reproduce porque el pueblo está con nosotros

Ahora no estoy en muchas condiciones de exigir, pero le voy a decir una cosa: eso me suena a demagogia.

-Pues sí, porque eso es lo que siempre han dicho los políticos. Pero el problema es quién lleva las cosas a la práctica. Nosotros, en cambio, lo estamos demostrando, lo estamos practicando. Esa es la diferencia: nosotros hablamos de democracia; los gamonales hablan de democracia. Nosotros hablamos de paz; los gamonales hablan de paz. Pero, en la práctica, ¿quién se juega la vida por lo que está pasando?

Le voy a decir otra cosa: cuando nosotros hablamos de un proyecto democrático, estamos hablando en serio. Y cuando decimos que vamos a respetar la vida de la gente, la propiedad de la gente, lo estamos diciendo en serio. Pero, nosotros la propiedad de los grandes monopolios no la vamos a respetar. Sencillamente porque eso es antidemocrático.

Bateman es un costeño casi tan alto como la puerta. Lleva parte del afro embutido en una gorra negra de beisbolista que tiene engarzado al frente un escudo de Colombia. Le pregunto a uno de los dos guerrilleros armados que lo acompañan sin abrir la boca y me explica que nadie más en su organización lleva el escudo «Era de la gorra de un oficial del Ejército”, anota.

Había entrado en esa pieza una hora antes. Me encontré a Bateman frente a frente y luego de preguntarme cómo me había ido en el viaje, explicó: «Yo soy el comandante general del M-19».

Y entonces, ¿Toledo Plata?, le respondí.

– Yo tengo un grado superior a Toledo Plata. Soy el comandante.

– Entonces, ¿por qué se le ha hecho tanta publicidad a Toledo?

– Porque él es una figura política. El es una figura conocida y su personalidad ayuda mucho a que se destaque dentro de la organización. Toledo Plata ha sido un hombre entregado desde hace muchos años a la lucha revolucionaria y es una de las personas que más cuidamos.

Debían ser algo así como las diez de la noche. No escuchaba afuera autos ni animales. Al llegar habíamos salido de una carretera central, bien pavimentada, con poco tráfico. Durante el recorrido nos cruzamos con algunos camiones y automóviles. No nos detuvimos en retenes o peajes. De lo que sí estaba seguro, era de que nos encontrábamos en clima medio y no muy lejos de Bogotá.

La salida de Bogotá fue eterna. Con preocupación podría calcular cerca de una hora y media dando vueltas por calles y avenidas pavimentadas, algunas veces destapadas El campero en que me llevaban tres hombres anduvo todo ese tiempo a velocidad normal. Unas siete veces penetró en lo que yo me imagino deberían ser calles ciegas porque llegaban a un punto, le daban la vuelta al carro y se devolvían. Sobre los ojos, me habían puesto un par de anteojos grandes barnizados por dentro, que impedían identificar los sitios. Pero además uno de ellos me advirtió al hacérmelos colocar: «si llegara a ver algo es mejor que cierre los ojos. No queremos que sepa por dónde va. Su vida vale mucho. Inicialmente los mantuve cerrados Luego, con temor pero con mucha curiosidad los fuí abriendo lentamente. No se veía nada.

Una mujer morena, con pelo lacio y bien negro, trajo dos platos de sancocho y los coloco sobre la mesita donde estaba la grabadora. Bateman se clavó sobre el suyo y, al final. le trajeron agua de panela, queso y un par de «calentanos”.

Se limpió el bigote con las manos, miró mi plato. «No hay que desperdiciar la comida. Esa es una vaina jodida”, dijo. Y yo le respondí que prefería trabajar. Para eso me tenían allá. Además -le expliqué- usted es una chiva y la pienso exprimir. No aspiro a acostarme todavía. Él miró a sus compañeros y sonrió.

¿Cuánto tiempo me van a tener aquí?

– Unas treinta y seis horas. Hago una concesión porque usted es periodista. Yo nunca permanezco más de veinticuatro horas en un mismo sitio. ¿Sabe una cosa? El Ejército tiene una brigada de cien hombres solamente para buscarme a mí y tienen un doble mío. Yo lo sé.

Flaco y barrigón se acomoda en su silla, tose permanentemente y uno de los dos hombres le pregunta si desea algo. Él dice que no. Hablamos nuevamente de la embajada.

Nota 1 mapa de la casa
Este es el plano, visto desde arriba, de la finca rural donde estuvo detenido 36 horas el periodista Germán Castro. La casa, posiblemente abandonada, no tenía mobiliario alguno aparte del señalado en el dibujo. En la «alcoba», donde durmieron tendidos sobre el entablado, había una mesa que también sirvió al día siguiente para montar el escenario. En la sala de las «fotografías de Estado» del M-19, con su bandera y su emblema. El comedor estaba compuesto por una mesa rústica y cuatro sillas de vaqueta. La «sala» por cuatro sillones bajos y una mesita «Art deco» con reminiscencias de principios de siglo. Ventanas pequeñas, luz difusa, paredes conspicuamente blanqueadas para evitar señales…

¿Cómo organizaron lo de la embajada?

– Yo creo que la idea de esa operación surgió cuando la organización fue duramente golpeada Cuando la toma de las armas al Cantón, mucha gente creyó que había llegado el final de este país, pero al poco tiempo nos dimos cuenta de que el país reaccionaba.

El foro de los derechos humanos nos hizo dar cuenta de que la democracia no estaba perdida en este país. Que sí había posibilidades de salvarla. Y entonces desde ese momento empezamos a pensar no sólo en nuestros presos sino en que había que hacer una denuncia mundial para que la gente supiera que aquí, en un país con una democracia formal, con una gran democracia, se estaba cocinando la dictadura más feroz de América Latina.

En ese momento estábamos luchando contra el poder de la mentira Cuando decíamos: «hay torturas”, la gran prensa decía «no hay torturas». Contra esa mentira, la lucha es muy desigual. Entonces dijimos: “hay que poner sobre el tapete quién es el mentiroso». Pero eso no lo podíamos hacer sacando un comunicado. Usted, que es periodista sabe qué pasa con las organizaciones armadas cuando no están respaldadas en hechos como el de la embajada. O si no yo le pregunto: ¿usted qué hace con los comunicados de las organizaciones armadas cuando le llegan a su periódico? ¿Qué hace?

Volvamos a lo de la embajada.

– Estamos en esa, partiendo desde los puntos de vista que le expliqué, escogimos la consigna “Democracia o libertad”, porque ese es el programa nuestro. Así, sin vericuetos. Logrado eso, incluso el M-19 puede desaparecer. Entonces empezamos a organizar los comandos en condiciones de represión muy fuertes. Eran unos comandos que debían tener una preparación muy especial, aunque ninguno es James Bond. Ahí no hay James Bond, esto se lo digo con claridad porque estas operaciones las puede hacer cualquier colombiano que crea en la democracia.

Esto no son operaciones súper especiales. Otra cosa es que aquí hay gente que quiera dar la impresión de que eso solamente lo pueden hacer unos hombres de allá del exterior. No, los de la embajada son hombres y mujeres de carne y hueso que sufren, que aman, que lloran, y que tienen familia que tienen hijos. Lo demás, lo que ha sucedido luego, lo saben más ustedes periodistas que nosotros, que estamos totalmente desconectados de la embajada.

Se habla de que ustedes tuvieron un contacto dentro de la embajada para organizar la toma…

– Si. Eso es así. Pero antes de contarle cómo fue, le voy a decir nuevamente: lo de la embajada comenzó por una necesidad fundamentalmente política, antes que pensar en sacar presos o conseguir dinero. Nosotros teníamos dos posibilidades: una, la toma de la Embajada de República Dominicana el 27 de febrero, o la toma de la embajada del Japón para el 21 de abril. Escogimos el 27 porque consideramos que por su ubicación, por el momento político y por necesidades ya de orden interno de la organización, era preferible hacerla ese día.

¿Y qué pasó con el informante?

– Realmente hay un Informante. Y un informante que es una persona de mucha importancia

¿Alguien del cuerpo diplomático?

– No Realmente no. Pero sí es una persona muy importante con la cual siempre estaremos agradecidos, pues supo darle la importancia que tenía la acción

¿Informante, en qué sentido?

– En el sentido de darnos los datos que necesitábamos para poder penetrar en la embajada. Decirnos quiénes iban a ir a esa fiesta. Decirnos el momento en que debía entrar el comando.

¿El informante es del nivel de aquel muchacho Tito Livio de que habló la prensa?

No, en absoluto. Es una persona totalmente ajena a la embajada. Nosotros sabíamos las cosas pero a alto nivel.

¿Quién era el muchacho que murió en la toma?

Batema duda un segundo. Entonces interviene uno de los hombres sin capucha que lo acompañaba. Tiene un bigote espeso y bien negro. Estaba en el campero cuando me agarraron. Antes de hablar, mira a Bateman y levanta la mano para pedir permiso. Bateman asiente con la cabeza y el hombre dice:

“Él ve noticias de medios bastante populares como la mayoría de nuestra oficialidad. Nuestros compañeros no estaban enterados de la acción que se iba a ejecutar. En las semanas anteriores formaron comandos por separado, hacían ejercicios, tomaban forma atlética, un estado psicológico de acuerdo con el trabajo que iban a ejecutar. Las prácticas de orden interno fueron intensas”.

¿Qué es “orden interno”?

Tiene como fin el ordenamiento y cumplimiento inmediato de cualquier orden y es necesario mecanizar muchas cosas, especialmente el oído, porque en el momento que se haya dado la orden, tiene que ser impartida inmediatamente y ejecutada sin vacilación alguna.

Un día, por la tarde, fueron concentrados todos los grupos. Era la primera vez que se veían entre sí. En esa reunión se les dijo por primera vez en qué consistía el plan. Quedó claro que después de la reunión el plan era ese y no otro. Para evaluar al personal se le pedía la opinión a cada uno y se dejó claro que su participación sería voluntaria. Nadie se echó atrás. Las manifestaciones fueron de júbilo. Luego, uno por uno de ellos habló. Estaban orgullosos de haber sido elegidos para ese operativo. Pero -y le digo que es verdad-, la intervención que más nos emocionó a todos fue la de él, la del compañero ‘Camilo’.

¿Usted recuerda palabras textuales?

Sí. El dijo: “para mí, participar en una acción en la cual podrá obtenerse la liberación de presos políticos, donde podrá desenmascararse este régimen del cual yo he sido víctima a través de mi familia, de las condiciones de mi familia, es un honor. No solo participar, sino morir, así sea antes de entrar. Eso será una gloria para mí”.

«EL M-19 ARRANCA EN 1973…»

– Es la noche del 17 de abril de 1980. De afuera llega un hombre con capucha. Llama a Bateman y hablan algo en la puerta. Debe ser alguien joven: zapatos deportivos bluyins, camiseta, un arma al hombro y una pistola en la cintura. La cacha sobresale por entre el pantalón. Se retira y cierra la puerta con cuidado. Bateman le hace una seña al bigotudo y éste sale. Se escucha una puerta al fondo y el sonido de un aparato de radio. Debe ser el resumen de noticias, pienso y se me esfuma de la cabeza la idea de un combate de la llegada de los servicios de seguridad…

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¿Cómo fue el secuestro?

Aproximadamente a las seis y media de la tarde del 17 de abril de este año, un hombre interceptó a Germán Castro Caicedo a dos cuadras de su casa. Regresaba de comprar un paquete de cigarrillos y una colombina para su hija -Catalina de 3 años- y el desconocido le preguntó por su identidad. Castro asintió y fue introducido por la fuerza en un campero azul claro con carpa.

«No se mueva, quieto», le dijo y segundos después se puso en marcha el vehículo. Veinte metros adelante del punto del secuestro el conductor le alcanzó a Castro un par de anteojos oscuros barnizados por dentro, y le ordenó ponérselos. «No va a ver nada, pero sí, por alguna circunstancia se da cuenta de alguna pista sobre nuestra ruta, le pedimos que por favor avise o cierre los ojos. Su vida es muy valiosa».

Treinta y seis horas después, sobre las cinco y media de la mañana del sábado 19 de abril, día que el M-19 celebra su fiesta de aniversario, Castro fue liberado por los mismos hombres en el mismo campero a pocas calles del diario «El Espectador». La operación había sido similar a la captura. Antes de salir de la sala en la cual permaneció la mayor parte del tiempo hablando con el jefe del M-19, le fueron colocados los anteojos y después de un viaje de aproximadamente 3 horas, terminó su aventura.

¿Cuántos años cumple, pasado mañana, el M-19?

– Se especula que nació en 1970. No es cierto El M-19 fue un proceso muy rápido de organización de personas que confluyeron en una misma idea. Personas que venían cansadas de luchas estériles dentro de la izquierda. Cansadas de ideologías, de botar corriente sobre lo que pasó o sobre lo que no pasó en otros países pero sin preocuparse mucho por lo que sucede en Colombia. Inicialmente nuestro proyecto era sencillo: lograr la unidad de los grupos revolucionarios del país. Una preocupación común encontraron sectores que venían del ELN, del ELP de las FARC, de la Anаро.

¿Quiénes fueron los fundadores?

-Son bastantes personas, un número grande, pero los más destacados son Andrés Almarales, Iván Marino Ospina, Carlos Toledo Plata…

¿Dónde arranca el M-19?

– Prácticamente en el año setenta y tres. Ya en el año 74, por la asociación que hubo con personas como Andrés Almarales o Carlos Toledo Plata, se produjo un engarce bastante positivo porque ya el problema no era de armas ni de dinero, ni de organización, era de masas. Eso lo resolvimos interpretando un sentimiento al interior de la Anapo.

«CON TODO E IZQUIERDA, ÉRAMOS UN MOVIMIENTO POPULAR»

Volvamos a 1973 y 74: ¿Cómo comenzaron financieramente?

– Nuestro concepto era que nosotros teníamos que hacer una organización que resolviera los problemas que la izquierda no había podido resolver a nivel militar. Pensábamos que la política en Colombia había que hacerla no sólo con movilización de masas, con concientización de masas, sino armando a las masas, como un derecho elemental frente a lo que había sido un gran fraude electoral.

Nosotros nos financiamos quitándole el dinero a los grandes oligarcas de este país; especialmente con los bancos, haciendo asaltos bancarios, como se dice. Inicialmente necesitábamos poco dinero. Ese periodo del 73 lo resolvimos con dos, tres bancos. El año 73 fue cuando nos organizamos, nos armamos y comenzamos un trabajo muy interno hacia el interior de la Anapo. Pese a que había gente de izquierda, fueron bases muy populares.

En el año 74 no hicimos acciones de envergadura. Cuando el M-19 se lanzó a apoyar la candidatura de María Eugenia, pese a lo que digan, era una organización muy pobre económicamente. El presupuesto para ese año no fue de más de cien mil pesos La campaña de lanzamiento de la organización a través de la prensa no nos costó más de 60 mil pesos. En cambio nos reportó una gran expectativa.

¿Cuándo se volvieron ricos?

– Nosotros nos volvimos ricos realmente con la detención de Cooper, el gerente de Sears ¿Cómo se llamaba Cooper? le pregunta a uno de los dos hombres armados que están a su lado. Estos piensan y por fin uno da en la clave: ¡Donaid Cooper! 

Luego continúa:

– Fue la primera vez que la organi. La organización tuvo un presupuesto bastante alto: más de un millón de dólares. Eso hizo que las arcas estuvieran repletas para desarrollar el presupuesto político con mayor profundidad.

¿Esos dineros se invirtieron en empresas, en autos, en casas ?

– Bueno, fundamentalmente se dedicaron a la actividad política. A los gastos que significaba desarrollar en la Anapo esa concepción. Seminarios, periódicos, viajes, manifestaciones. Nosotros aportamos bastante a la Anapo en cuanto a su movilización y organización. No le puedo decir ahora cuánto dinero, pero fue bastante. Lo otro era la infraestructura del M-19. Mire una cosa: el M-19 nunca fue una organización de la Anapo sino algo independiente de la dirección de Anapo. Pero era anapista. Compartíamos los principios de la Anapo…

¿Luego de lo de Cooper, fueran creciendo esos fondos?

-Bueno, eso nunca fue una situación pareja. Usted sabe que un millón de dólares es mucha plata. Tal vez es el secuestro más grande que se ha hecho en Colombia y el dinero nos alcanzó por mucho tiempo. Yo creo que todavía tenemos dinero de eso. Todavía quedan retazos de esa plata.

Me llamó mucho la atención la cantidad de carros, la cantidad de bienes raíces que cayeron en poder del Ejército a partir de enero de 1979. ¿Usted en cuánto calcula, digamos, esas «pérdidas»?

– Se ha exagerado mucho. Fue que cayeron cárceles que no eran nuestras, cayeron carros que no eran nuestros. En esa locura persecutoria del Ejército cayó mucha gente que ni siquiera nosotros conocemos. También el Ejército ha montado una infraestructura completa, casi que una novela sobre lo que era el M-19. Nosotros respondemos realmente por cuatro cárceles del pueblo. Dos en Bogotá, una en Cali y una en el Caquetá.

OBLIGADO A PREGUNTAR: 120 PERSONAS SE ROBARON LAS ARMAS

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En su primera crónica sobre el M-19, publicada ayer, Germán Castro reveló importantes secretos sobre esa organización clandestina, entre ellos el hecho de que el secuestro del industrial Cooper fue tan cuantioso (un millón de dólares) que todavía «queda una platica» de ese fondo, según palabras de Jaime Bateman. Así mismo, se conoció que la intención, si fracasaba la toma de la embajada dominicana, era tomarse la del Japón el 17 de abril.

Los objetivos políticos del M-19 se han aclarado también, dice la afirmación de su Comandante General de que el debate de los llamados «presos políticos» no era lo esencial, sino el producir un gran remezón publicitario para el movimiento. En el segundo capítulo, publicado hoy, Bateman habla sobre la toma de las armas del Cantón Norte, reconoce los errores logísticos cometidos por los comandos y afirma haber recibido una lección que ha sido duramente respondida.

– – –

Bateman miró su reloj. Eran las tres de la mañana del 18 de abril de 1980. El segundo de sus acompañantes era tosco de pelo crespo y frente muy amplia. Su nariz era parecida a un cortalatas y hacía juego con sus dientes, desde luego más grande que la boca.

Durante las primeras horas de la noche yo había conocido parte de la casa: un baño al cual podía entrar libremente luego de dar aviso. En cuanto uno de los acompañantes de cuarto se ponía de pies, salía primero y yo sentía que alguien caminaba y cerraba otra puerta. Al lado del baño, un comedor casi desnudo como la salita donde hablábamos, una mesa y cuatro sillas ordinarias. Dos cajas de cartón en una esquina. Otra cortina gruesa y otra puerta.

Afuera debía haber otra casa en la que se escuchaba permanentemente un radio, Cuando venían con la comida se oía funcionar esa puerta. Detrás de ella un perro pequeño ladraba buena parte del tiempo.

Diez minutos después de las tres, que había algunas horas para dormir, salimos al pasillo y entramos a una pieza muy pequeña frente al comedor. En él se acomodaron tres talegos. “El del centro es el suyo», dijo Bateman, que había tomado la ametralladora que permaneció relegada en una esquina de la salita.

Empezó la charla. Volvió a salir y regresó con dos pistolas, dos cajas de balas, dos granadas grandes y dos pequeñas: «las más grandes son las M-26”, dijo. Colocó todo a los lados del talego, acaso calculando que quedaran muy cerca de sus manos, se quitó los zapatos y se metió dentro. Antes de cerrar la cremallera (del talego), revisó las armas.

– Este es el FAL 5-56, me explicó. Es un arma muy bella. Dispara treinta tiros calibre 22. El calibre 22 no es muy grande, ¿sabe? Pero la concepción moderna de la guerra lo ha hecho imponerse. Mire ésta, agregó, alcanzándome una. ¿Sabe por qué son tan delgadas? salen con mucha velocidad y generalmente no pasan de herir. Pero hoy en la guerra se le hace más daño al enemigo hiriéndole la gente que matándosela. Imagínese para un país qué es mayor problema en una guerra: ¿mil heridos o mil muertos? Yo creo que mil heridos son un lío del carajo…

Este FAL lo sacamos del Cantón en diciembre de 1978… Tiene muchas ventajas, por ejemplo su peso: dos kilos solamente. Uno lo puede llevar a todo lado. Es bueno para cualquier topografía.

Al lado derecho se acomodó el hombre de la nariz de cortalatas. Tenía también cuatro granadas, dos pistolas, una o dos cajas con balas y otra arma que, me explicó, era «una ametralladora Thompson más pesada, la bala mucho más grande y el impacto destroza lo que encuentra. Esta sí no hiere, pero claro, es un burro de ametralladora y se complementa con la que tiene el comandante”. El tercer hombre había desaparecido. El encapuchado y la «compañera” que traía la comida, también. Antes de apagar la luz, Bateman acariciaba al cañón de su FAL y comentó: “Es una pendejadita”… y Cortalatas completó la idea: “Y saber el daño que hace”.

Comandante, le dije, ¿qué cree que le suceda el día que caiga en manos de las autoridades?

– Sí sé por lo que han dicho ellos.

¿Quiénes son ellos?

– El enemigo. Yo lo he sabido a través de muchos compañeros que han torturado por eso. Nosotros, como conocemos la organización, sabemos quiénes son los delatores… bueno, el enemigo ha dicho con mucha claridad que yo seré ajusticiado y a mi no me cabe la menor duda de que, si les doy oportunidad, me matan. Claro que yo creo (sonríe) que cuando uno tiene esa claridad, también está dispuesto a lo peor. Yo creo que toca correr el riesgo. Y es mejor correr que ser asesinado sin ningún tipo de resistencia.

Durante las últimas horas de la charla de esa noche, Bateman había hablado de los sistemas de financiación del M-19. De sus empresas y del túnel a través del cual sacaron las armas del Ejército, en diciembre de 1978:

Un movimiento de este tipo tiene, invariablemente, que ser manejado en la parte financiera como una empresa capitalista cualquiera, explicó. Nosotros a lo mejor invertimos en certificados de camalo, en acciones de muy grandes y muy conocidas empresas del país, en papeles del mercado extrabancario. Hacer la guerra, hacer la revolución, cuesta mucho dinero y tenemos nuestras empresas propias. Empresas legalmente constituidas que dan buenos dividendos.

Mire una cosa: si no fuera por este tipo de organización no habría sido posible realizar operaciones como las de las armas. En ese momento, hablo de 1977 y 1978, una de las empresas de la organización que mejor funcionaba era «Produmédicos Limitada»: importación y distribución de materiales. Instrumental, aparatos para medicina. «Produmédicos» era una empresa que movía mucho dinero y por lo tanto gozaba de un gran crédito bancario. Era muy puntual en sus obligaciones con tarjetas de crédito, cuentas corrientes en agencias de viajes (pasajes), clientes, etcétera.

A diciembre 31 de 1978, las utilidades líquidas con que Produmédicos financiaba a nuestra organización eran del orden de 150 a 200 mil pesos mensuales. Estaba gerenciada por Rafael Arteaga y Ester Marón de Arteaga, quienes con su personalidad completaban la empresa: pinta de burgueses gente que vivía bien y que era respetada en los medios comerciales.

«Para realizar la operación del Cantón, nosotros tuvimos que quemar esa empresa: necesitábamos un préstamo bancario -no recuerdo qué banco lo hizo-, necesitábamos comprar la casa donde se inició el túnel y necesitábamos comprar toda la maquinaria, herramientas y hasta camas y comida para los compañeros que iban a trabajar en el túnel. Una organización que no hubiera contado con una empresa tan legal y con tan buena imagen como Produmédicos, no hubiera podido realizar ese proyecto.

Produmédicos se acabó el día que fue descubierto el robo de armas. Pese a lo que algunos izquierdistas dicen, “hacer esa operación era una cosa fácil”, yo creo que no fue así. Fue algo muy difícil. Lo del Cantón obedeció a la necesidad de desarrollar un proyecto político. En ese momento, el M-19 era bastante grande y su realidad y su desarrollo le exigían mantener un alto grado de armamento y de municiones.

En ese momento iniciábamos el trabajo rural, aunque tengamos fama de ser urbanos. En realidad, le confieso que el M-19 es una organización más rural que urbana. Pues bien: esa necesidad de armar al pueblo, más otras que todavía no las podemos dar a conocer y que tienen que ver con ayuda continental a otros pueblos, nos llevaron a planear esa operación.

Entonces buscamos dentro del M-19, a través de nuestros cuadros a nivel de ejército, la manera de conseguir un armamento grande. Se estudiaron varias posibilidades y la más imposible era un monstruo de depósito que había en Usaquén y a la cual los técnicos no le daban mayores posibilidades de triunfo. La organización estudió detenidamente la situación del Cantón y llegó a la conclusión de que sí podía hacer la operación.

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Puerta de la oficina de Produmédicos, que funcionaba en un céntrico edificio de Bogotá. Con sus actividades de importación de artículos hospitalarios pudieron camuflar sus verdaderas actividades. La firma era gerenciada por Rafael Arteaga.

La firma «Produmédicos» de Rafael Maria Arteaga Giraldo, y Esther Morón de Arteaga, fue constituida el 26 de octubre de 1978 ante el notario 17 encargado, Jorge Arce, habiendo aportado cada uno de sus socios la suma de medio millón de pesos.

La escritura correspondiente, distinguida con el número 982, señala como objeto social de la misma, la importación, compra, venta, representación y distribución de material de suturación, gasa, esparadrapo, material radiográfico, instrumental médico-quirúrgico, aparatos de diagnóstico, vidriería para laboratorio técnico, medios de cultivo, reactivos, muebles de dotación para clinicas y hospitales, repuestos y piezas de recambio para aparatos electrodomésticos, materiales odontológicos y todos los materiales que se requieren para dotar un centro de salud.

La dirección denunciada ante la Notaría fue la carrera 7 número 13-65, oficina 404. En las referencias bancarias citaron los bancos Industrial Colomblano, de la Avenida Colón y el Popular, de San Martín. Inicialmente se empleó a cuatro personas pero ya para diciembre de 1978 el personal ascendía a 12.

Entre las referencias comerciales que se citaron para dar pa- so a la constitución de «Produmédicos» figuraron Cientimedic Limitada, Comercial Médica Morris y Beiersdorf de Colombia S. A.

Según las investigaciones realizadas, después de descubierto el robo de armas a la Brigada de Institutos Militares, se supo que Rafael María Arteaga Giraldo, era propietario inicialmente de una firma llamada «Surtimédicos del Pacífico», sociedad que tenía cuentas corrientes en el Banco Cafetero, sucursal Corabastos y el Banco Comercial. Como referencias comerciales figuraba la firma Morris y Contreras & Cia.

Surtimédicos al igual que Produmédicos, figuraba como firma especializada en la importación y distribución de material de suturación y, sorpresivamente, dejó de operar. En cuanto a la familia Arteaga Morón propietaria de «Produmédicos», se supo que gozaba de general aprecio. Vivió, hasta donde se pudo averiguar, primero en el barrio Santa Fe, después en el Modelia, en el Normandía y finalmente en la calle 103, frente a las instalaciones del Cantón Norte y desde su residencia se inició el túnel por donde se sacaron un poco más de cinco mil armas.