Una verdad Oscura es el libro de Germán Castro Caycedo que inspiró a los directores Jorge Alí Triana y Rodrigo Triana para realizar la adaptación televisiva ‘Verdad Oculta’ que se estrenó este 1 de julio por el Canal RCN.
Esta historia de espionaje policial se basa en el gran despliegue de inteligencia de la Policía colombiana para desarticular al grupo criminal organizado conocido como El Clan del Golfo. Es un libro sin hechos de violencia que registra la audacia y la creatividad de los colombianos para enfrentar la delincuencia.
“Ellos estuvieron 9 días con el agua al pecho en el Tapón del Darién que es el pantano más grande de América. 9 días con sus noches para llegar al objetivo”
Germán Castro Caycedo.
Una verdad oscura contiene una narrativa con suspenso y factor sorpresa, los ritmos en la lectura cambian y sorprenden y refleja 6 culturas colombianas. Un reconocimiento a la inteligencia y la capacidad de improvisación de hombres y mujeres de la policía que logran la captura de más de mil bandidos.
La nueva serie de televisión del Canal RCN ‘Verdad Oculta’ dirigida por Jorge Alí Triana y Rodrigo Triana se estrena este miércoles 01 de julio de 2020. Esta producción está basada en el libro ‘Una Verdad Oscura’, obra del escritor Germán Castro Caycedo y publicada en el año 2017. Libro basado en el espionaje policial moderno que, en palabras del mismo escritor, maneja el universo digital, la creación de puntos capaces de ubicar objetivos a lo ancho del mundo, la ingeniería social y el firmamento satelital.
La serie está soportada en historias del servicio de inteligencia de la policía colombiana, una de las más destacadas del continente. La producción prescinde de escenas de violencia y registra una operación de dos años que logró la captura de 1.605 bandidos y la caída de 66 en enfrentamientos.
Los cabecillas fueron comunistas de la línea Pekín primero, luego fueron paramilitares en cuadrillas de militares y bandidos. Posteriormente se dedicaron a la minería ilegal que está destruyendo el país y, simultáneamente, a la producción y tráfico de cocaína. También a la explotación pirata del oro. Los medios señalaron a esta organización como ‘El Clan del Golfo’
La protagonista es la coronel Diana Manrique, interpretada por la actriz Verónica Orozco, quien después de capturar a un peligroso capo narcotraficante busca una pausa en su arriesgado trabajo como agente infiltrada para recuperar su matrimonio. Sin embargo, se ve envuelta en un drama con su exnovio de la academia de policía, quien fue el amor de su vida y por quién siente aún una fuerte atracción. Una historia llena de aventura y emoción que se transmitirá todas las noches a las 10:00 p.m.
Además del talento de Verónica Orozco, la serie contará con un elenco de actores colombianos de gran talla y reconocimiento, como Rodrigo Candamil, Andrés Suárez, Brenda Hanst, Pilar Álvarez, Juan Pablo Barragán, Brian Moreno, Emilia Ceballos, Jerónimo Cantillo, entre otros.
Una verdad oculta: libros de Germán Castro Caycedo llevados a la Televisión
No es la primera vez que Jorge Alí Triana dirige una producción basada en los libros de Castro Caycedo. Aquí compartimos una entrevista al autor y al director:
Con estos fallos de la Corte Constitucional, a favor de Germán Castro Caycedo, se sentó una de las más importantes doctrinas sobre el contenido y alcance de la libertad de expresión. Esta sentencia guarda relación con el libro La bruja de Castro Caycedo.
El
periodista colombiano cuenta que acudió a su registro de audio y notas para
escribir este libro que relata historias de las que nunca antes había puesto en
tinta y papel.
Crédito de la imagen: Germán Castro Caycedo presentará su libro
Huellas en la Feria del Libro de Bogotá. Foto: Colprensa
Audio de la entrevista para embeber:
Entrevista
completa en Lecturas W:
‘Huellas’(Planeta)
es el nuevo libro de Germán Castro Caycedo. Son 33 crónicas que tenía guardadas en
sus libretas de apuntes, sus grabaciones y fotografías. En este libro el lector
puede sentir el frío de los menos 40 grados del Círculo Polar Ártico; la
humedad y el calor de la selva del Darién; los colores del Mar Caribe, el
triángulo fronterizo y olvidado entre Colombia, Perú y Brasil; y hasta los
argumentos de por qué la guerra contra las drogas ha sido una matanza infundada
por los Estados Unidos, “el país que más consume cocaína en el mundo”.
Como
si fuera poco y con el rigor que ha caracterizado el trabajo de Germán Castro Caycedo, ‘Huellas’
(Planeta-2019), contiene tal vez la mejor crónica sobre el
baño de sangre en América desde la llegada de Colón hasta nuestros días. “No
son 60 años de guerra, como muestran los periódicos, son más de cinco siglos”,
asegura el cronista.
Crédito de la foto: Nietos de Oleg, junto a su tienda hecha de piel de reno. Foto: Alejandro Mendoza
Primera huella
Muiscámennii-Siberia
Uno de sus amigos me dijo en San Petersburgo: “¿Carlos Grisales? ¿El geólogo
colombiano? Está viviendo en Siberia”.
Ahora
seguíamos sus pasos en Salijard, una ciudad a tres horas en jet al nororiente
de Moscú, plantada sobre el círculo polar ártico. Grisales huyó de la violencia
en Colombia y terminó viviendo en Vorkutá, un campo de destierro más allá de
los Urales. Allí llegó con Natascha Stepánovna, su compañera.
El
padre de Natascha era un desterrado y un día ella le dijo:
–Carlos, mi padre está enfermo, me voy a morir a su lado.
–Nos moriremos los tres: yo me voy contigo.
El cerebro de Natascha está atado a la cultura del destierro. Desde hacía cerca
de dos siglos algunas mujeres habían empezado a irse a Siberia a acompañar a
sus familiares.
Crédito de la imagen: Oleg Jrimbóievich, de la comunidad nenei, que se llaman a sí mismos ‘nenei neneche’, que traduce ‘gente de verdad’. Foto: Alejandro Mendoza
Grisales
y Natascha Stepánov-na ya no estaban en Vorkutá. El viejo murió y ellos se
vinieron hace cinco años a un punto, 520 kilómetros al norte del círculo polar
ártico, llamado Muiscámennii, que no figura en los mapas convencionales de
Rusia. Ese era nuestro destino.
Volábamos
en un avión sesquiplano Antónov-2. A una hora de travesía el cielo estaba
limpio y empezamos a divisar la tundra: llanura invadida por las aguas que
corren sobre las tierras bajas.
Ríos
que se deslizan bajo una superficie congelada con una capa de más de un metro
de hielo: ríos y pantanos y lagunas. Lagos de colores con un sello de hielo
blanco en los bordes y el resto azul claro, algunas veces ocre. Nada brilla
allá abajo. Es una visión apagada sobre el azul verdoso y el gris del techo de nubes
que termina en el infinito.
Al
frente veíamos, a trechos, comunidades de pinos, alerces y abedules delgados y
pequeños, chamuscados por la ventisca y plantados como grupos de alfileres en
aquella inmensidad de musgo y mármol.
Mi
compañero de viaje era Alejandro Mendoza, un físico colombiano que se vino a la
Unión Soviética, estudió y se quedó sumergido en el mundo de la ciencia. Luego
de recibirse, cuando finalizaba la maestría de su carrera, hizo prácticas en
una central nuclear aquí en Siberia y quería regresar.
Más
adelante cambió la imagen de la tundra y empezamos a volar sobre blanco y
vapores azulados: bruma. Y en medio del blanco y de la niebla, siluetas de
viviendas grises. Arquitectura soviética.
Era
mayo, primavera tardía en el Ártico… “Las noches blancas”, le dicen a esta
época con veinticuatro horas de luz.
En
Muiscámennii –donde permanecimos diez días– habíamos perdido la noción del
tiempo y del espacio en una geografía monocorde, con un paisaje que no cambia,
con un clima que no parece variar: dos semanas de primavera, siete meses de
sombras.
Antes
de nuestro regreso a Salijard y luego a Moscú, Nicolai Vorísovich, piloto de
uno de los helicópteros de las compañías que extraen gas en Siberia, dijo que
volando hacia el norte había visto a una familia de nenei, hombres de las
nieves, y pensó en nosotros. Sus toldas estaban 120 kilómetros al norte.
Como
hace siglos, aquellos viven en un mundo esotérico. Son trashumantes, no se
detienen en un sitio más de siete, ocho días, según se agote en cada paraje el
musgo con que se alimenta un colosal rebaño de renos, razón de su existencia.
Temperatura,
un grado centígrado. Allí apenas iban a comenzar dos semanas de primavera y el
hielo comenzaba a derretirse bajo un sol tímido. Para Nicolai, este clima
parecía mentira: en diciembre y enero habían vivido una noche profunda y
cincuenta y siete grados bajo cero.
A
trescientos kilómetros al norte del círculo polar ártico, encontramos tres
toldas hechas con piel de reno. Un hombre, varios jóvenes, las mujeres y los
niños llevaban trajes de piel de reno. Estaban sonrientes, levantaron las manos
para saludar. Un poco después nos alcanzaron un chuzo con trozos de carne de
reno asada.
Crédito de la imagen: El Antónov-2, en el que Castro Caycedo y el fotógrafo y físico colombiano Alejandro Mendoza viajaron a un lugar llamado Muiscámennii, 520 km al norte del círculo polar ártico. Foto: Alejandro Mendoza
Nos
presentamos. Alejandro le preguntó cómo se llamaba, y no respondió. Sonrió, y
Alejandro le dijo:
– ¿Chilaviék Nizvíestnava Zvánia? Y él sonrió aún más: “El hombre del nombre
desconocido?”.
–La
tundra está ahora llena de sonidos –dijo él–. Antes había silencio. Todo
silencio: cuando cae la nieve, las palabras se congelan. Pero ahora se deslíen
y se escuchan. En el invierno dijimos cosas y las mujeres no las pudieron oír.
Ahora ellas sonríen: comienzan a escucharlas.
–Los
renos olfatean el musgo bajo el hielo y lo descubren con los cascos –comentó el
jefe, que, ahora sabíamos, se llama Oleg Jrimbóievich.
Los
nenei se llaman a ellos mismos nenei neneche, “gente de verdad”. No conocen la
envidia, no son egoístas (algo difícil de entender para un latinoamericano. Y,
por otro lado, sus vidas están gobernadas por el sentido de la libertad. Sí. La
tundra sin límites es libertad.
Entramos
en la carpa cuando nos invitaron. Unos cuatro metros de alta, seis de base. Los
hombres duermen en el centro, que simboliza el árbol de la vida; las mujeres, a
la entrada.
Afuera
están los trineos formando un círculo. Oleg dice ahora algo como que la tundra
es un camino infinito y la tranquilidad está en el movimiento. El movimiento es
libertad: La tundra es estéril, es necesario caminar siempre en busca del
alimento de los animales. Por eso la vida se concibe en movimiento constante.
–Los
únicos que permanecen quietos son los muertos.
Cuando se mueven, la familia se estira como una cuerda. Pero se detiene y en
ese momento se agrupa en círculo. La casa es circular, una línea que se agrupa.
En sus ceremonias, los nenei se mueven en círculo. Antes de comenzar a
andar, el acoso para reunir los rebaños de renos se hace en círculos hasta
cuando estén juntos. El reno es un puente con los espíritus.
Cuando
hay ventisca, los nenei marchan según las sacudidas de la cabeza del reno que
los guía. Y en las noches con cielos despejados se guían por las estrellas
teniendo en cuenta su situación alrededor de los cuernos de aquel
reno. Una zona se considera colonizada, no cuando pasan por sobre ella sino
cuando las mujeres levantan una carpa. Al levantarla, después de caminar mucho,
ellas encienden el fuego.
El
fogón es el reino de la mujer. Ella alimenta el fuego y la llama alimenta a las
personas. El sol también es una mujer. Y les tienen miedo a los difuntos.
Los viejos, a los nacimientos porque la llegada de otro ser representa una
muerte para ellos.