LA CONQUISTA DEL DARIÉN

LA CONQUISTA DEL DARIÉN

Medio: El Tiempo

Fecha: 02 de julio de 1972

Por: Germán Castro Caycedo / Fotos: Sin registro

Colombia continúa siendo colonizada con los mismos sistemas que se utilizaron a principios del siglo. Actualmente centenares de familias campesinas procedentes de regiones de latifundio en las cuales han perdido toda esperanza de ser propietarios, están entrando en nuestras selvas, donde cada día se inicia una nueva lucha a muerte, en la que generalmente la victoria es para el hombre…. aunque a un precio muy alto. En su obsesión por tener tierra propia, el colono solo cuenta con sus brazos, un hacha, un machete y una vieja escopeta olvidada.

Especialmente en los últimos treinta años, los colonos se han agrupado en dos clases definidas: una vanguardia que con sus manos convierte la manigua en potreros limpios, y un segundo grupo que viene tras ellos comprándoles las mejoras.

El verdadero colono está emigrando por este motivo en forma continua, y ellos mueren como empezaron: luchando con un bosque cada vez diferente, pero en el fondo igual; con los mismos peligros, las mismas dificultades y el mismo sudor. 

El colono colombiano ha llegado a tener un gran conocimiento de la selva y por eso puede sobrevivir en ella. Ha descubierto, por ejemplo, que para guiarse debe mirar siempre los palos, sobre cuyos troncos el musgo únicamente nace al norte y al sur. Como se defiende del sol, no crece a oriente y occidente y esto sirve para eliminar la tendencia que tiene el hombre, a caminar siempre haciendo circunferencias en el monte. Pero además, en el colono que no cuenta con ningún medio para la subsistencia, fuera del hacha y la escopeta, se ve toda la grandeza del género humano. Entre más desamparados estén, son más ingeniosos.

En el centro de las selvas del Darién se hallan las mejores tierras circundando tres pequeñas lomas que se llaman Las Aisladas. Esta semana 19 familias de campesinos que comenzaron a llegar solo en enero, y que, avisadas de que por allí pasará una carretera, se han dedicado a derribar centenares de árboles con la ilusión de hacerse ricos algún día. Nosotros seguimos de cerca su lucha diaria y encontramos un ejemplo de cómo se ha hecho Colombia. Esta es su pequeña historia.

A Lubin Giraldo (52) ya se le había olvidado gritar, pero cuando vio un rancho en medio de la selva, hizo un esfuerzo y lo logró: “Carajo, aquí hay gente…. Llegó gente”. Soltó la escopeta y salió corriendo, pero no encontró a nadie. En el piso había huellas de hombres y niños. Cortó una rama, la puso sobre la única mesita que encontró y regresó a su casa.

Él había llegado siete años antes (1962) y desde entonces vivía completamente solo en la inmensidad de la selva, de manera que, únicamente cuando rara vez salía hasta el pueblo unos tres días de camino, tenía la oportunidad de hablar con alguien.

Al atardecer, Irenio y Victoriano Doria, comenzaron a colonizar un mes antes creyendo que eran los primeros, hallaron la rama, experimentaron una sensación parecida a la de Lubin: “Aquí hay más gente, busquémosla… Ya no estamos solos”.

Transcurrió un mes. Lubin iba casi a diario a donde los Doria y les dejaba regalos, o le quitaba la corteza a un árbol para anunciar su visita; y los Doria. hacían lo mismo en casa de Lubin… Hasta que una tarde se encontraron cara a cara. Eran los primeros colonos.

PUNTO DE PARTIDA

Lubín trabajó como ayudante de cocina en un campamento de la carretera del Tapón del Darién, pero cuando se acabó el contrato, resolvió quedarse allí. “Era la oportunidad de tener tierra propia”. Con los mil pesos que había ahorrado salió al pueblo y compró provisiones. Luego, a la manotada de arroz que cogió del campamento, sumó algunas semillas de cacao silvestre que halló en la selva, y de plátano. Tumbó un par de árboles, construyó con ramas un rancho y al día siguiente sembró las semillas.

Hoy ha desmontado, solo, ocho hectáreas de selva y cosecha unas 12 cargas de maíz; tiene 250 matas de cacao y cuatro hectáreas con plátano. “También me traje un par de pollitos que me regaló Amparo, la mujer del negro José y hoy tengo 40 gallinas… Todo esto lo comparto con mis vecinos que comenzaron a llegar desde enero de este año. Son muy pobres, llegaron como yo… solo con el hacha y la escopeta y están haciendo sus fundos en la tierra que encuentran libre y que les va gustando”.

LÍDER MORAL

Lubín es para los colonos del lugar una especie de santo laico y se ha convertido en el líder moral de la región. Es a quien respetan y para saludarlo se quitan el sombrero. Él hace largas travesías de casa en casa llevando la comida que cosecha y atendiendo los enfermos de paludismo, enfermedad que azota la zona. Como el resto, cultiva lo necesario para alimentarse, porque hasta que no llegue la carretera no es necesario producir más. No hay por dónde sacar los frutos al pueblo, así que desmontan selva de sol a sol, para que la vía los pesque con una buena finca, lista para explotar.

LOS DORIA

A excepción de los Doria, todos los colonos han llegado atravesando la selva. La mayoría son del departamento de Córdoba, que habían colonizado antes en el Chocó, pero que tuvieron noticias de esta zona y vendieron allá sus pocas mejo- ras para buscar nueva suerte.

Los Doria perdieron su herencia en Unguía (Chocó) y una tarde tomaron con su canoa (la única del lugar) el Atrato, entraron por las lagunas y penetraron el Caño de Tumaradó:

“Nos gustó esta tierra, tiene agua, es plana y tiene loma. Es magnífica para cul- tivar. Hoy tenemos 180 hectáreas, más de la mitad limpias”.

Son dos hermanos con sus mujeres y sus hijos, que han logrado iniciar la ceba de unas pocas cabezas de ganado y viven de la pesca, la caza y la explotación de los frutales que cultivan. Por ser dueños de la única embarcación, se pueden dar el lujo de salir periódicamente a vender sus productos, que les suman unos escasos pesos. Los demás continúan esperando el milagro de la carretera. No son gente de agua.

UNICA LEY

La ley del colono es, “quien más agallas tiene, más tierra coge”. Y “lo que tiene uno, lo tienen todos”. Su política “es la del hacha y de la rula (machete) y somos vengativos solo con los caracoles”, árboles tan anchos que para darle la vuelta al tronco, deben, cogerse de las manos unos seis hombres.

LA BATALLA

La batalla con la selva es dura. Lubin encontró desde su primer viaje al pueblo, que la travesía por la zona pantanosa humedecía la sal y los alimentos. Entonces descubrió un árbol que da una leche parecida a la del caucho: la recogió en una olla, la cocinó, le echó azufre y al estar purificada la regó sobre unos costales de lona. Hoy los colonos fabrican en esta forma encauchados magníficos.

MUNICIÓN

Las cápsulas de las escopetas de los colonos son de cobre y sirven para ser “recalzadas” varias veces. Pero la munición es escasa, de manera que cuando van al pueblo compran toda clase de chatarra de metales blandos. Ellos la funden y la riegan en la tierra haciendo un hilo, que cortan cada milímetro, obteniendo un bloquecito. Cuando tienen varios, los meten en una botella y les dan vueltas, hasta que obtienen una diminuta esfera a la cual le dan el tamaño que necesitan. Con ellas rellenan la cápsula, que taponan con un papel en la punta.

Es difícil traer panela o azúcar del pueblo; entonces, algunos han cortado troncos delgados de maderas duras (abinge), los que redondean y amarran con bejucos. Los ponen sobre una especie de horquetas y les amarran palancas a manera de manijas… Allí muelen la caña que cultivan y fabrican luego la miel y la panela que necesitan.

Las pócimas de las mujeres embarazadas son a base de miel de abejas o de avispas. Ellos descubren los panales en los nudos de los árboles y extraen la miel, amarrándose trapos por todo el cuerpo. Con el limón, la miel es uno de los remedios básicos del colono: “Sirve para el dolor de oído, debilidad, enfermedades del estómago…”.

TRISTE FINAL

Hacen sus propios cigarros, cultivando el tabaco y luego poniéndolo a secar; y la Inea (maleza de pantano), la emplean para hacer esteras, que reemplazan al colchón.

El aceite de Canime (un árbol), es mezclado con sal y sirve para sanar las heridas… Las hojas de “capitana” y “contra-valdivia” hacen las veces de suero antiofídico en las picaduras de culebra; las hojas de ”matarratón” debajo de la gorra evitan la insolación…

Colombia ha sido hecha por hombres de esta talla que, sin ayuda de nadie, luego de dejar su vida en una colonización, la abandonan o pierden sus tierras porque, no saben cómo se titula una propiedad… o no les interesa. Piensan que todos somos iguales a ellos, honrados, rudos y sinceros; desprendidos entre sí y unidos por dos factores: el deseo de tener tierras, y el salvajismo de la lucha contra la selva.

LA MALA SUERTE INGLESA

LA MALA SUERTE INGLESA

Medio: El Tiempo

Fecha: 26 de junio de 1972

Por: Germán Castro Caycedo / Fotos: Sin registro

Cuando hace un par de meses la comisión inglesa que pasó tres carros por el sector del Darién salió a Medellín (luego de una travesía de más de 60 días), la historia le había jugado “una alta traición”. Ellos con una voluntad extraordinaria se embarcaron en la empresa, pretendiendo mostrarle al mundo qué es el Darién. Al arribar a la capital de Antioquia estaban optimistas y se presentaron ante la prensa como los primeros en la historia que realizaban la proeza. Sin embargo, desconocían que doce años antes, una comisión de ingenieros colombianos y panameños, una periodista alemana, un austriaco y un canadiense, ya habían cubierto la travesía, arreglándoselas también para penetrar la selva en tres carros camperos.

Pero además, en 1956, ingenieros de Colombia y Panamá atravesaron el verdadero Tapón en dos ocasiones, recorriéndolo a pie y en canoas. A partir de aquel año, cuando se iniciaron los estudios de factibilidad de la carretera, decenas de grupos de técnicos de los dos países han pasado por allí. Desde luego, la diferencia de lo realizado por los latinoamericanos y el gesto británico es solo una: los primeros no han hecho alardes publicitarios.

POR OTRA RUTA

Seguramente el desconocimiento exacto de nuestra geografía, también jugó otra pésima pasada a los chicos de la corona inglesa este año, pues ellos cubrieron el trayecto por sitios que distan mucho del verdadero Tapón del Darién.Su travesía, aunque azarosa, se realizó en más de un 80 por ciento por ríos, los cuales fueron cubiertos con los carros embarcados en balsas especiales.

En la parte colombiana ellos comenzaron su calvario en el Palo de Las Letras (frontera) y avanzaron 16 kilómetros por una trocha muy amplia y seca, abierta hace decenas de años por contrabandistas, indocumentados, y reformada por los ingenieros.

Luego caminaron cómodamente por un carreteable ya construido (ver mapa) y se embarcaron en el Río Atrato. De allí tomaron el profundo Caño de Tumarodosito, que los llevó otro larguísimo trecho, y finalmente recorrieron unos pocos kilómetros de selva. El Atrato y el Tumaradosito les permitieron así resolver el problema que presentaba encararse al verdadero Tapón.

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CIENTÍFICOS

Según ellos, estuvieron acompañados por un equipo de seis científicos, que en 62 días pretendieron estudiar a fondo la ecología, suelos y población indígena del lugar.

Hoy sus conclusiones, que se presentan como definitivas, han comenzado a ser publicadas en la prensa británica. Pero aquí también la historia los ha vuelto a traicionar, porque al parecer, su observación de un par de meses no parece tan completa como la de una gigantesca comisión de científicos norteamericanos, que mucho tiempo antes que ellos gastó tres largos años en un trabajo similar.

EL CANAL

Cuando se estudiaron las posibilidades de nuevos canales interoceánicos en Colombia y Panamá, los norteamericanos presentaron un completísimo estudio compuesto por 64 largos informes técnicos, cuyos textos descansan en los archivos del Subcomité del Darién, y de los ministerios de Obras de Panamá y de Colombia. Estos informes van desde los recursos fluviales y marítimos hasta tratados sobre la ecología del estuario marino a lado y lado del istmo.

Además, hay temas tan diversos como estos: ecología terrestre, agrícola, posibilidad de utilización de energía atómica en la obra y sus consecuencias, composición sísmica de la zona colombiana y panameña, análisis socioeconómicos de toda la zona, diccionario etnobotánico del Darién, aves, resistencia de la malaria en la zona panameña y en la colombiana, fiebre amarilla, comunidades indígenas de Panamá (en Colombia prácticamente no hay actualmente), ecología médica, y otros temas.

Esta comisión científica, compuesta por un verdadero batallón de técnicos, estuvo coordinada por el ingeniero colombiano Alfredo Bateman y por el coronel Sutton del ejército norteamericano.

EL POR QUÉ

Estos estudios, que han sido base también para saber los sistemas mediante los cuales se combatirá el Darién en la construcción de la carretera, han sido fruto de la experiencia de Panamá y Estados Unidos cuando hicieron el Canal. Este no fue un triunfo de la ingeniería, sino de los científicos que derrotaron al mosquito que infecta la zona, y que comunica la malaria y la fiebre amarilla.

Aquel mosquito que venció anteriormente a los franceses en su intento de construir el canal, fue derrotado por Estados Unidos y Panamá a partir de 1904. Y será nuevamente vencido en el Tapón del Darién, cuyos fenómenos animales, vegetales, humanos, de suelo y de medio ambiente se conocen plenamente, antes de la ve- nida de los voluntariosos científicos ingleses.

PRIMER CRUCE

En Bogotá vive hoy, retirado voluntariamente, el ingeniero Jorge García Téllez, posiblemente el más destacado pionero de la carretera del Tapón del Darién. Él fue nombrado en 1956 representante del gobierno colombiano ante el Subcomité del Darién (Colombia Panamá y Estados Unidos).

García Téllez, tras firmar en Washington los acuerdos para iniciar estudios se vino a Panamá e inició la primera expedición técnica, en compañía del pionero panameño de la idea, ingeniero Tomasito Guardia, hoy fallecido. Hicimos la primera travesía -cuenta el ingeniero- para reconocer el terreno y quitar el susto. Salimos de Ciudad de Panamá, a pie, sin helicópteros ni barcos que nos auxiliaran, el 9 de abril de aquel año (56) y llegamos a Turbo el 23 de abril.

García Téllez nos ha cedido el diario pormenorizado de esta primera experiencia presentado a los tres gobiernos. Un par de meses después, el mismo ingeniero encabezó otra comisión con los mismos fines Durante los 13 años en que representó a nuestro gobierno, cubrió la travesía más de 10 veces, en compañía de cadeneros, topógrafos, especialistas en suelos, estructores y otras modalidades, destacados por los diferentes países.

LA PRIMERA EN CARRO

En 1960 García Téllez precisó de nuevas experiencias y aprovechó el paso por Panamá, de unos raidistas europeos, a quienes ‘reclutó’ y embarcó en una aventura, hasta entonces, sin ningún precedente en la historia.

Los europeos traían un carro campero, y García Téllez se sumó con dos más. Esta comisión, que cubrió toda la ruta, estaba formada por las siguientes personas: Jorge García Téllez y Mariano Hormaza, colombianos; José Sáenz y Bolívar Arauz, panameños; Úlse Abshagen, periodista alemana y primera mujer que cruzó el Tapón; Richard Bevin, anglocanadiense; Terense Whitfield, mecánico australiano.

VENCEDORES

En un amplio reportaje de la travesía, publicado en La Patria de Manizales el 22 de julio de 1960, se destaca un titular: “Hemos demostrado que El Darién no es impasable y que la Panamericana es una realidad”. De los tres carros, esta comisión dejó uno abandonado en la selva, pues se descompuso y no pudieron repararlo, y la nota importante de su esfuerzo fue no haber contado con apoyo aéreo, marítimo ni de radiocomunicaciones.

MÁS HISTORIA

Pero además de ellos, otras comisiones también han atravesado el Tapón, “en silencio, sin grandes campañas publicitarias”, según los ingenieros de Colombia. En 1961 seis vehículos de marca Chevrolet avanzaron por las selvas del Darién Panameño y llegaron a la frontera con Colombia; en 1962 lo hicieron los doctores Dwen J. Sexton y Harold Heatwole, auspiciados por la Fundación Nacional de Cien- cias de Estados Unidos; en 1964 los doctores Leslie Holridge y Vicent Raymond, para estudiar el régimen de lluvias, botánica forestal, geología de superficie, suelos y transitabilidad, auspiciados por el Comando de Investigación de Transportes de Estados Unidos.

LA PENÚLTIMA

De todas estas experiencias la penúltima ha sido la de la comisión británica, auspiciada por una fábrica productora de camperos que ha tomado la aventura como base publicitaria para aumentar sus ventas en el mundo.

Desgraciadamente, estos valerosos hombres pasaron muy lejos del verdadero Tapón, y afrontaron aventuras tan espeluznantes y algunas veces mortales, como ninguna otra comisión las había vivido en los 12 años que transcurrieron desde cuando García Téllez y Tomás Guardia, penetraron por primera vez en la zona.

EL TAPÓN DEL DARIÉN: UN MITO QUE SE DERRUMBA

EL TAPÓN DEL DARIÉN: UN MITO QUE SE DERRUMBA

Medio: El Tiempo

Fecha: 25 de junio de 1972

Por: Germán Castro Caycedo / Fotos: Sin registro

Portada:

La carretera del Tapón del Darién comenzará a construirse en los primeros meses del año entrante. La ingeniería colombiana, después de 15 años de intensos trabajos, de estudios ecológicos y de suelos ha logrado imponerse a una de las zonas más difíciles de la geografía americana.

Hoy, el Tapón no representa ese rincón impenetrable de América, que la mantuvo históricamente desvertebrada. Está formado por una selva de piso húmedo y blando y por un pantano que se aleja mucho de la imagen que los excursionistas han creado en torno suyo: son 22 kilómetros de agua tibia y cristalina que desde el aire se ven tan planos y tan amarillos como los Llanos Orientales en verano.

Abajo el agua llega a quienes se aventuran a atravesarlo, un poco más arriba de la rodilla… Y no está sembrado de temibles serpientes, ni arañas venenosas ni agresivas anguilas (temblones). Por lo menos, nuestro enviado especial, Germán Castro Caycedo no vio absolutamente nada durante una larga semana de travesía.

Interno:

Poco a poco aquel cielo opaco de las seis de la mañana se fue rompiendo y aparecieron más arriba de las nubes color de lejía, alargados agujeros azul-claro que, después supimos, auguraban un día espléndido, con abundante sol y visibilidad “ilimitada” para volar.

Un minuto y medio después de la hora convenida, escuchamos el zumbido intermitente del helicóptero que se posó sobre la pista de aterrizaje de Chigorodó, levantando una tenue capa de polvo con el vendaval de sus aspas. La tierra estaba allí seca, lo que quería decir que adentro, en el primer tramo selvático, el piso podría estar blando, pero no inundado.

LA VÍSPERA

Cuando sobrevolamos los 90 kilómetros por los cuales se construirá la carretera del Tapón del Darién – parte de los cuales cubriríamos ahora a pie – en la zona de selva habíamos visto, sin embargo, cómo allá abajo, en los cortos tramos de la trocha que sobresalen en medio de los apretados árboles, la luz brillaba sobre charcos de agua quieta y ennegrecida que, pensamos, podrían ser profundos.

Pero los huecos del cielo, y la tierra que rodeaba al helicóptero hicieron que el ingeniero Pablo Castillo, director del proyecto y de los estudios para la primera parte de la carretera, esbozara una sonrisa: “La trocha va a estar perfecta; será una jornada muy fácil”, dijo, y se metió en la carlinga, al lado del piloto.

Nuestras caras de incredulidad contrastaban con la experiencia de Castillo que, al lado de un puñado de ingenieros colombianos, en 15 años de recorrer estas selvas, de dejar parte de sus vidas allí sepultadas y de minar su salud, han permitido que ahora, el Tapón esté completamente dominado y que la carretera sea una realidad.

SOLO LA IMAGEN

El helicóptero, que en adelante zumbó continuamente sobre nuestras cabezas, más arriba de los árboles que forman un techo verde Oscuro por el cual generalmente no penetra el sol, nos trasladaría inicialmente hasta Barranquillita, un caserío de ranchos pajizos que se levanta a lado y lado de los primeros kilómetros de la carretera del Tapón.

Ya se han construído nueve mil metros, desde la vía Medellín-Turbo hasta más a- delante del río León, y el amplio puente de concreto que lo cruza, nos serviría como base fija para tanqueo del helicóptero y abastecimiento.

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Ahora se trataba de recorrer a pie los kilómetros de camino construído y meternos por la trocha (de unos 10 metros de ancho), abierta por la firma de ingenieros “La Vialidad”, que realizó los estudios para la primera etapa de la carretera.

Exactamente por donde va esta trocha, levantará la vía que ha de comunicar los tres bloques americanos, hoy aislados por una región húmeda, en buena parte boscosa, pero en todo caso no impenetrable, como se nos ha presentado insistentemente.

Precisamente por esto, cruzar hoy el Tapón del Darien no constituye ninguna proeza. La ingeniería colombiana ha derrotado su “ferocidad” de la cual solo queda la imagen creada por raidistas y aventureros que se internan periódicamente en la zona.

POR TIERRA Y AIRE

La travesía fue planeada para recorrer varios tramos en los cuales se vieran las diferentes clases de pisos, y finalizaríamos en el verdadero Tapón, que comienza a unos 38 kilómetros de Barranquilla y va hasta las riberas del río Atrato. Amplias zonas se cubrieron a pie entre los diferentes campamentos construidos por los ingenieros que realizaron los estudios, en los cuales hay helipuertos hace varios años; otras por aire, cuando los técnicos de la comisión estimaban que el piso estaba plenamente observado y había que buscar más adelante condiciones diferentes.

TRES TRAMOS

En el vuelo de la víspera observamos detenidamente la zona durante un par de horas. Se compone de tres tramos el primero de los cuales entre el río León y las lomas de Las Aislada. Es selvático y totalmente plano.

El tercero, del río Atrato hasta Palo de las Letras en la frontera con Panamá, es ondulado, selvático también y de piso muy seco. Entonces el verdadero ‘Tapón’ está constituído por un tramo de 22 kilómetros, entre Las Lomas y el Atrato.

ALGO DIFERENTE

Cuando en nuestro “vuelo de reconocimiento” los pantanos aparecieron bajo el patín del helicóptero que se mecía suavemente por las corrientes de aire, nos llevamos una gran sorpresa: el Tapón no es selvático. Se trata de una gran sabana cubierta por vegetación muy baja y millares de matas de palmiche, amarillentas y parduzcas como el resto de la maleza que las circunda.

Abajo no se ve brillar el agua con el sol y da la impresión de que uno está volando sobre los Llanos Orientales durante la época de su achicharrante verano. Al regreso, el paisaje se rompió solo por tres pequeñas lomas que son las que harán posible atravesar el pantano con una gran carretera.

COMIENZA LA SELVA

Un poco antes de las siete de la mañana de este 12 de junio, habíamos llegado al final de lo que se ha construido de la carretera y la primera sensación de estar de cara a la selva, fue el chasquido del barro bajo nuestros pies. En un segundo estábamos rodeados por grandes árboles y el sol se había perdido allá arriba. Las botas se hundieron suavemente, lentamente entre el fango y pararon solo cuando este nos llegaba arriba de las espinillas. La trocha se veía muy amplia a lado y lado, pero en el centro había crecido una maleza cerrada que en algunas partes nos hacía perder la columna de hombres que marchaba adelante.

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Es muy difícil caminar en la selva. La marcha resulta agotadora porque se avanza saltando sobre los palos que rebosan entre el barro, o buscando las escasísimas piedras para afirmar el pie, o las zonas más duras que los guías han señalado y que conocen por el color del agua.

Sin embargo, la gran dificultad de mantener el equilibrio para no caer a cada paso fue solucionada por la experiencia del doctor Castillo. El ordenó que los guías cortaran unas varas, las cuales utilizamos durante toda la semana como “bastones”, sobre los cuales nos apoyábamos continuamente.

COMIENZO LENTO

Tres horas después de haber iniciado el recorrido, en el cual sentíamos arder el sol sobre la cabeza y las espaldas muy pocas veces, habíamos avanzado sólo unos seis kilómetros. Marchábamos en fila india, uno muy cerca del otro, en silencio, y el único ruido salía de nuestros propios pies, succionando entre el barro. Algunas veces escuchábamos también los alaridos de decenas de pájaros extraños y micos agazapados muy arriba, entre el follaje.

En adelante solo recordamos el olor a musgo de pesebre que tiene la selva, la fragancia de las flores silvestres que llega por oleadas mezclada con el olor de nuestro propio sudor, y el ligero sabor a pantano que tenía el agua tibia de la cantimplora, mezclada con ácido cítrico para cortar la saliva espesa y pegajosa.

VAYA FÍSICO

Las jornadas siguientes fueron menos lentas. Sin embargo, durante la primera hora de camino del segundo trayecto, los músculos demoraron en estirar por el mal trato del día anterior. Las plantas de los pies estaban igualmente resentidas por el impacto de los saltos sobre pequeños trozos de palo o piedras.

En los últimos metros, cada día la fatiga era inmensa y resultaba muy difícil trepar por los enormes troncos de los árboles derribados, que se atravesaban de lado a lado de la trocha. La mayoría eran sólidos “caracoles” que en la parte más gruesa nos llegaban hasta la altura del pecho. En esta zona de 29 kilómetros iniciales, lo más difícil fue nuestro propio estado físico, desadaptado a este tipo de esfuerzo.

Cuando terminamos de recorrer todo el trecho y llegamos a Las Lomas Aisladas, los ingenieros habían sacado una sola conclusión: se trata de un piso blando, cubierto por una capa de barro que nunca pasa de 40 centímetros de espesor, pero con grandes zonas secas, donde hay drenajes naturales (caños o pequeñas quebradas). Estos 40 centímetros se hallan en los “bajos”  donde el agua no puede correr (drenajes defectuosos), y donde el continuo paso de las mulas de los colonos que viven en el centro de la selva, han amasado el barro dejando un terreno agotador en el cual con frecuencia se quedan las botas enterradas.

Aquí, se comenzará construir, en los primeros meses del año entrante, el primer tramo de carretera. Para los ingenieros, la obra “no es nada del otro mundo”. Se trata de abrir una gigantesca zanja que será rellenada con material duro, y luego se levantará una “banca” sobre la cual se deslizará el tráfico.

EL TAPÓN

La imagen que yo tenía de los pantanos que hay más allá de Las Aisladas, puede seguramente ser parecida a la de la mayoría de los colombianos que hemos seguido las declaraciones publicitarias de “descubridores” del Darién, que surgen periódicamente: “una zona de maleza, llena de barro en descomposición, verdoso, maloliente, plagado de rayas, temblones y culebras…”.

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Nosotros estuvimos en un sitio aledaño al “Terraplén de la Reina”, donde se presume que el pantano es más hondo, y nos convencimos de que allí la gente no desaparece como absorbida por arenas movedizas. Decenas de comisiones de ingenieros han penetrado anteriormente por allí y hecho perforaciones. Han traído muestras del piso y las han estudiado en laboratorios, como a lo largo de todo el trazado.

El Tapón, para nosotros 5 resultó tan diferente abajo, en sus entrañas, como unos días antes desde el helicóptero. Cubierto por una maleza que no va más de dos metros arriba de la superficie del agua, huele generalmente al perfume de las flores y los lotos que abundan en él. El agua en ningún momento nos cubrió las piernas: es cristalina, tibia, y resulta confortante ante el calor salvaje del valle, expuesto en esta época al sol vertical del trópico.

Caminar allí es aún más difícil por el agua, el piso esponjoso y los tallos gruesos parecidos al de la caña de azúcar- que sobresalen como afiladas bayonetas después de la labor de limpieza de los trocheros que marchan adelante abriéndose paso con sus machetes.

Sin embargo, para los técnicos colombianos, “el pantano tampoco es nada del otro mundo”. Su piso tiene en la superficie un colchón ligero de raíces y hojas en descomposición, y luego dos metros de capas blandas (barro o arcillas). Inicialmente, “La Vialidad” ha propuesto varias fórmulas para construir este tramo de carretera. Todas consisten más o menos en abrir una zanja luego de drenar, y rellenarla con material duro, unos tres metros hasta llegar a la superficie. De allí para arriba se construirá la “banca” de la carretera, también con materiales rocosos.

LAS AISLADAS

Para los ingenieros del Ministerio de Obras Públicas que inspeccionaron la zona con nosotros, las lomas de Las Aisladas “son una bendición”. Se trata de tres montículos de poca elevación, cubiertos de selva y ubicados un poco antes de comenzar el pantano. Solamente la más grande de ellas tiene un volumen de unos 174 millones de metros cúbicos de roca y tierra, mientras que para el relleno del pantano son necesarios solamente 7 millones.

Hoy, cuando todas las clases de pisos están estudiadas y definidos los sitios por donde pasará la vía, el Tapón del Darién ya no es “algo infranqueable”. Atrás ha quedado la labor de la ingeniería colombiana, que durante tres lustros de sudor (que hace ver permanentemente la selva turbia), de fatiga increíble por las largas caminatas, de calor abrasador, ha hecho posible que usted, si quiere, atraviese sin mayores problemas el Tapón y rompa como ellos, y como nosotros, el mito que se ha creado en torno suyo.

LA MAPANÁ TRAS EL INGLÉS

LA MAPANÁ TRAS EL INGLÉS

Medio: El Tiempo

Fecha: 28 de abril de 1972

Por: Germán Castro Caycedo / Fotos: Sin registro

Eude Martínez, el colombiano indocumentado, nació en San Pelayo y desde hace unos 27 años vaga por el país en busca de trabajo y de dinero. Él cuenta que uno de los pocos incidentes de la expedición sucedió en la frontera, en Palo de Letras:

“Abríamos una trocha y un ingeniero inglés se acercó a un árbol grueso. Yo escuché cuatro veces un ruido y por fin la ví. Una mapaná que midió dos metros y dos pulgadas. Gris, como ceniza, tenía la porra emplazada sobre el cuerpo, enroscado, y los colmillos le salían, parecían arrugas. Cuando la ví, jalé al inglés… el tipo quedó pálido, no podía hablar. La culebra le había hecho cuatro viajes sin que se diera. cuenta, pero no lo había podido alcanzar… Luego casi fue a mí. El me dió una horqueta de un metro y medio. Le prensé la porra contra el suelo pero se zafó. Qué fuerza tan bárbara. Entonces corté un palo de tres metros y le destapé la cabeza”.

En el río Cacarica se volteó un bote con ingleses y soldados colombianos. La carabina de caza que llevaban los soldados se hundió y no había con qué coger comida en adelante. Entonces uno de ellos (no se reveló su nombre), se zambulló a 15 pies de profundidad, “sin ningún equipo de buceo”, y rescató el arma. La preparación de los soldados voluntarios que fueron a la expedición, mereció hoy un gran elogio de oficiales británicos y colombianos.

El grupo de infantería colombiano que fue al encuentro de los británicos, encontró en plena selva varios tambos indígenas. Pero de indios más civilizados que nosotros. “Todos con su radio de transistores”, relata el mayor, Patrón del batallón Girardot.

Esa misma patrulla vió algo realmente “exótico”; el segundo día de marcha: la pelea de una culebra y un gavilán. “Duró unos cinco minutos. Nos dimos cuenta por el ruido que hacían con la boca y el pico los animales. La culebra finalmente se enrolló en el cuello del gavilán y lo estranguló… pero aun muerto, no lo soltaba. Tuvimos que matarla”.

Ni siquiera sabemos el apellido de Stella, la muchacha ecuatoriana que se sumó a la expedición, con cuyas peripecias hemos iniciado la crónica de esta página. Durante un par de horas, la buscamos ayer por Medellín, y en las direcciones que dejó en la brigada y en el batallón no fue posible encontrarla. Ella, una vez llegó aquí, continuó esa vida que le hace cosquillas en la planta de los pies, y con un dinero que le pagaron los ingleses, se marchó a Cali.

El fabuloso reportaje de su vida que se insinúa en unas pocas palabras, se esfuma. Y nos frustra.

Los datos consignados en la crónica fueron contados por el capitán José Danilo Sierra, del Batallón Girardot, quien durante los cincuenta y pico de días en la selva habló con ella frecuentemente, el capitán leyó su diario, cuenta que “es la mejor novela que he visto”.

El buque hospital de la Armada Nacional, que sirvió como base colombiana para la expedición, aprovechó su incursión por ríos del Darién, para, con un médico inglés, auxiliar a familias de colonos. El médico y el mayor Duque, de la infantería de marina. cuentan:

“El grado de desnutrición de la gente es impresionante. Entramos a una casita y nos sentíamos en Biafra al ver una cantidad de niños flacos y deformados por el hambre. Es una zona malsana donde la gente come terriblemente mal… pero es por pereza: hay buena caza y la fauna en los ríos es de la más rica que he visto en Colombia entera”.

CRUZAR EL DARIÉN, TODA UNA NOVELA

CRUZAR EL DARIÉN, TODA UNA NOVELA

Medio: El Tiempo.

Fecha: 28 de abril de 1972.

Por: Germán Castro Caycedo / Fotos: Sin registro.

Cuando Estela saltó desde el tejado de la cárcel panameña, una de las secciones de la expedición inglesa atravesaba justamente la callejuela de Pacuro. Ella se deslizó unos diez metros y logró colocarse entre los barbados británicos, que no la rechazaron. Así comenzó a vivir una nueva aventura, desde cuando se voló de su hogar.

Estela es una ecuatoriana de 17 años que, a raíz de una serie de problemas con sus padres, resolvió enrolarse en una excursión de aventureros que partió desde Quito hasta el Perú. Pero de allí fue devuelta, así que pensó entonces irse hasta Centro- América a través de Colombia.

Cuando finalizaba el año pasado, llegó a Pasto, viajó a Cali, Medellín y Turbo, donde se embarcó en una lancha que penetró el Atrato y desvió por el río Cacarica. En 12 días de camino, solo, atravesó “la trocha de los contrabandistas” en plena selva y salió a Paya.

Allí conoció a un guardia panameño que vino a comprar aguardiente colombiano, y se fue con él sentada en una mula hasta Pacuro (Panamá), donde terminó en el calabozo por falta de papeles de identidad. Ella les contó más tarde a los miembros de la comisión colombiana en la expedición del Darién, que permaneció “un buen tiempo” en aquella cárcel, donde diariamente pedía a gritos la libertad. Una mañana, como la Guardia Nacional no la escuchó, escaló una pared, subió al tejado y… ahí está: los ingleses.

La mujer marchó desde ese momento en la sección más difícil de la expedición, la de reconocimiento, mientras más atrás, en la de ingenieros, lo hacía Erude Martinez Espitia (47), un colombiano de San Pelayo que trabajaba en Turbo y a principios de este año, atraído “por los dólares de Panamá”, tomó también la trocha de los contrabandistas. Al salir al país vecino fue apresado por “clandestino” (indocumentado) y fue enviado a pagar una “pena” de trabajos forzados.

Martínez, como la muchacha ecuatoriana, fue incorporado por los ingleses al grupo, en el cual ya eran grandes las deserciones por enfermedad, y trabajó como machetero y como ayudante del operador de una sierra eléctrica para cortar grandes árboles. Para el mayor John Blashford Shell, comandante del “paseo”, fuera de ser un gran trochero, Martínez salvó la vida de un ingeniero inglés, después que una serpiente mapaná “le hizo cuatro viajes para picarlo”.

LA ORGANIZACIÓN

Solo con una organización como la que tuvo la expedición inglesa es posible atravesar la difícil zona selvática y pantanosa del Darién. Desde el momento de la salida en Panamá, a la cabeza marchó un grupo de unos 10 hombres que conformaban la sección de reconocimiento. Eran “Los Caminadores”, acompañados de guías en cada tramo, y por efectivos de la Guardia Nacional, en Panamá, y del Ejército de Colombia. Ellos marchaban adelante para estudiar las condiciones del terreno y determinar la ruta que debían seguir las demás secciones de la expedición. Posteriormente devolvían a uno o dos miembros, quienes, a la vez, guiaban al resto. El tramo de reconocimiento era muy duro y periódicamente sus miembros eran relevados y llevados a descansar a la base de operaciones y aprovisionamiento que funcionaba en La Palma (Panamá).

A 8 días de camino marchaban luego dos secciones de ingeniería, encargadas de colocar puentes portátiles y abrir una trocha de unos 4 metros de ancha. Esta sección recogía grupos de macheteros que había reclutado la sección de reconocimiento, y que posteriormente manejaban las sierras eléctricas, hachas y “peinillas”.

Más atrás, a un día de camino, comenzaba la sección de vehículos con un campero liviano que en ocasiones hacía las veces de bulldozer. Con 24 horas de diferencia marchaban finalmente los dos carros pe- sados, ayudados por el resto de la expedición y guías de las regiones, que colaboraban en su difícil marcha a través de la selva.

El grupo de científicos nunca marchó con las columnas de exploración. Ellos iban de caserío en caserío y se transportaban en canoas y helicópteros a los sitios que determinaba la sección de reconocimiento, de acuerdo con su especialidad.

COMUNICACIONES

Todas las secciones estaban interconectadas por medio de radioteléfonos, y también con la base de abastecimientos y descanso en Panamá, a través de un buque de la Armada Nacional que se movía en sitios más o menos cercanos a las zonas por las cuales cruzaban.

La participación colombiana se dividió en dos etapas. Una columna de infantería que tuvo como misión la seguridad, reconocimiento de terrenos en nuestro país y enlace con los campesinos y colonos de las regiones.

La segunda, decisiva y sin la cual a la expedición no hubiera podido entrar hasta Turbo, era el buque hospital “Teniente Hernando Gutiérrez”, comandado por dos oficiales, dos suboficiales y doce grumetes.

El buque fue utilizado como base de operaciones en la zona colombiana sobre el río Atrato, y en él se embarcaron tres oficiales ingleses para la coordinación por radio. Esta base móvil se desplazó continuamente entre Turbo, Sautatá (una población en el Atrato) y Lomas de Rumie en el río Perancho, que se interna un tanto en el Darién.

Al mando de un capitán de la infantería, la tropa colombiana había habilitado previamente un aeropuerto abandonado en Sautatá, que sirvió durante la operación como sitio para que un pequeño avión británico trajera comida y enseres desde Panamá. El buque tomaba la carga allí y la llevaba a Lomas de Rumie, donde cargadores y mulas se internaban hasta la selva para abastecer a los expedicionarios.

Pero aparte de esto, tal vez las misiones más importantes del buque eran mantener comunicaciones permanentes con Panamá, Medellín y Bogotá, enlazando así a las secciones que avanzaban en la selva.

Por otra parte, efectuó misiones de reconocimiento en el último tramo del recorrido, y estableció el terreno por donde debía entrar a Urabá la expedición. A su vez, la infantería había determinado en la etapa anterior los sitios que serían utilizados en la selva, para así empalmar sin grandes problemas la travesía por Colombia.

¿TIERRA FIRME?

Inicialmente el buque incursionó por las ciénagas de Tumaradó, sobre la margen derecha del Atrato, avanzó hasta la última, de cuatro muy cercanas, y desde allí se inició la exploración de una gigantesca área pantanosa, buscando la mejor ruta para el desplazamiento de los carros.

Para el mayor de la Infantería de Marina, Carlos Duque Salazar (35), el verdadero tapón es este, pues presenta terrenos mucho más difíciles que la misma manigua. Los pantanos, que son más o menos un mar interminable de agua descompuesta y maloliente mezclada con un lodo diluido color pardusco, están cubiertos por vegetación muy baja, y el agua llega hasta los hombros de una persona que se meta allí.

“Están plagados de babillas (caimanes pequeños), peces temblones, rayas y nubes de zancudos anofeles que lo castigan a uno a toda hora. Allí el clima es húmedo y sofocante y recorrimos por él unos 35 kilómetros en bote de motor. Pero vimos que era imposible encontrar tierra más o menos firme. Así que regresamos al barco y buscamos otro camino para la expedición”.

Mientras tanto, en la selva, el mayor Luis Patrón Gómez, al mando de una patrulla de infantería, culminaba 20 días de incesante trabajo en el mismo sentido: hallar sitios de piso consistente por dónde avanzar. Ellos hicieron el reconocimiento de cuatro posibilidades, recorriendo unos 80 kilómetros de la selva “más tupida y sofocante que he visto en mi vida”. Finalmente descartaron tres “caminos”, pues el piso en ellos “era fangoso, pantanoso e imposible para el paso de los vehículos”.

“Otros eran ondulados o rocosos. Finalmente hallamos la ruta que va desde Punto de Letras, en la frontera con Panamá, hasta el río Tule, cayendo luego al Cacarica y siguiendo después a Batatilla por la loma de un filo montañoso”. De Batatilla en adelante el reconocimiento estuvo a cargo del mayor Duque, de la Infantería de Marina, y otros tripulantes del buque de la Armada Colombiana.

POR FIN UNA SOLUCIÓN

Mientras tanto, el mayor Duque y la tripulación del barco parecían haber encontrado la solución final para el ingreso a Urabá. El buque se desplazó por el Atrato hasta la boca del río Tumaradocito. Duque inició el reconocimiento en un bote de motor. Subió por el río unos 80 kilómetros en busca de la tierra. firme… “No importaba que esta fuera un poco pantanosa, pues los carros marchaban bien en capas no muy profundas de barro”.

El desplazamiento por el río fue muy lento. Decenas de árboles derribados eran gran obstáculo y cada media hora o menos debían echar pie a tierra y cargar con el bote a las cestillas. A partir de “La Primavera” iniciaron un penoso recorrido a pie por la selva y hallaron allí el terreno satisfactorio.

“Aunque en una selva oscura a la que no penetra el sol, el piso era firme. Los árboles no eran problema, la sección de ingenieros se las entendería con ellos”. Sin embargo, esta ruta apta representó un desvío de unos 170 kilómetros no previstos para la expedición. Luego de salvar la ruta, halló el río Tumaradocito, completamente limpio.

Los ingenieros que marchaban adelante volaron con dinamita los árboles atravesados, y en la parte selvática hicieron zumbar sus sierras eléctricas en troncos de árboles delgados y muy altos. La comisión, esta mañana, descansaba por último día en Medellín, antes de continuar por América del Sur. Allá llegarán solo 9 hombres. El resto marchará a Inglaterra, donde serán editados varios libros sobre esta expedición científica, la más apasionante que se ha vivido en Colombia.

EN VAUPÉS SE MUEREN LOS CAMINOS DE COLOMBIA

EN VAUPÉS SE MUEREN LOS CAMINOS DE COLOMBIA

Medio: El Tiempo

Fecha: 28 de septiembre de 1975

Por: Germán Castro Caycedo / Fotos: Sin registro

Si usted va, sentirá ganas de llorar. Yavaraté – el punto principal de nuestra frontera con Brasil – en Vaupés, es un barranco con tres ranchos en los cuales se mueren de aburrimiento ocho habitantes, puestos allí para ejercer soberanía nacional. Detrás de ellos hay un potrero inundado de maleza, entre la cual puede verse el letrero más irónico que he leído en mi vida: “Avenida Colombia”.

Para el corregidor del lugar, su mujer y sus dos hijos, el cabo de la policía, su mujer y el par de agentes que lo acompañan, la única diversión es mirar para Yavaraté Brasil, al otro lado del río Vaupés. Allí gritan los 1.300 niños de un colegio estatal, vuelan varias veces al día helicópteros y aviones Búfalo, o se escuchan ovaciones cuando hay partido de fútbol en un pequeño estadio.

El Yavaraté brasileño es toda una ciudadela donde los soldados tienen teatros, comisariatos, hospital, barrios para vivir con sus familias y su comparación con las chozas colombianas es suficiente para comprender nuestra política de fronteras.

La Perimetral Norte, una autopista de doble vía que corta la selva a partir de Manaos, llega actualmente a 70 metros de nuestra frontera. Luego de cubrir en territorio brasileño una distancia similar a la que separa a Bogotá de Leticia.

Mientras tanto. la actual administración del Vaupés lucha por abrir una trocha que se recorre en seis horas a pie y que va de Teresita a Yavarate-Colombia. El proyecto busca establecer un eje para que se asienten a lado y lado, colonos que ocupen nuestra zona verde, ya que los pocos que vivían en ella se fueron para Brasil. Alli pidieron cédulas de ciudadanía. igual que los miles de indígenas que han iniciado un éxodo silencioso, pues el país vecino les da garantías que llegan hasta a pensionarlos a los 50 años de vida. Un ejemplo del tratamiento que reciben al otro lado de la frontera, es el de los caciques o capitanes indígenas. que son dotados con un uniforme de capitanes del ejército brasileño, como simbolo de la nacionalidad de sus pueblos. No obstante, algunos continúan explotando las tierras colombianas -de mejor calidad- pero su residencia, sus hijos y su mentalidad, son brasileños.

MÁS SOBERANIA

En Mitú, la capital del Vaupés hallé, a mediados de septiembre, solo un subteniente y tres policías, que sumados a los de Yavaraté dan un pie de fuerza de seis hombres. De otra parte. en esta región las gentes no conocen un uniforme del ejército. En tanto, en San Felipe y San Gabriel. dos bases cariocas no lejanas de nuestra frontera, hay alrededor de 5.500 soldados-ingenieros…

Viajar por el río Vaupés a Mitú resulta una gran aventura, pues en el trayecto de tres días hay que vencer 70 cachiveras (o raudales violentos). Para esquivarlos es necesario utilizar varadores o caminos paralelos en la selva, a través de los cuales se arrastra el bote. Desde luego, están en territorio brasileño y hay que pagar el paso en cruzeiros

Pero, en medio de todo, los ocho habitantes colombianos tienen, de tarde en tarde, un placer: el aterrizaje de la avioneta norteamericana del Instituto Lingüístico de Verano a única que puede bajar en su gibosa y diminuta pista y cuya visita es motivo de… algo así como una fiesta a nuestra soberanía nacional.

TODO A LA CARTA

El primer dia en Mitú no hubo dónde desayunar y a la hora del almuerzo para explicarnos los problemas de escasez, alguien dijo que allí se comía a la carta: “Toma usted una baraja, la reparte y a los cuatro que les salgan los ases, esos son los que comen”.

Desde luego, el chiste no está lejano de la realidad, porque el Bajo Vaupés tiene una vida tan artificial como Mitú. que tiene que importar hasta el pescado de Bogotá, pues su río fue envenenado con barbasco. Así, aparte de la yuca, todo debe ser transportado por avión, y en pocas cantidades pues la violencia del clima no permite almacenamientos mayores.

“Esto impone un racionamiento a veces drástico, si es que los tres héroes (los pilotos de la selva) no pueden volar con alguna frecuencia”, explica el teniente Luis Chávez, un personaje legendario.

INMORALIDAD

La mayoría de los “blancos” del Bajo Vaupés llegaron como militares o funcionarios oficiales y se quedaron para siempre. Hoy ellos continúan abrigando la esperanza del progreso que no parece llegar nunca porque, además de la pobreza de la tierra para la agricultura, la inmoralidad administrativa ha hecho de esta región una presa indefensa a través de toda su historia.

Allí el 99 por ciento de la fuerza de trabajo vive directa o indirectamente de la comisaría. bien como empleados oficiales o como contratistas que, manejados por los politiqueros, representan una sólida maquinaria al servicio del fraude, del atropello y del peculado.

POCOS EJEMPLOS

Unos días antes de viajar, funcionarios del ministerio de Gobierno en Bogotá se mostraron orgullosos de un Centro de Capacitación Indigenista que, según datos parciales, le costó al Estado dos millones y medio de pesos. La construcción y dotación completa, informaron oficialmente, fue hecha por el gobierno nacional mediante un contrato con la comisaria.

Pero al llegar allí encontramos una realidad bien diferente: el centro carece de la más mínima dotación y está compuesto por ocho casas diminutas y mal hechas, sin puertas, sin ventanas. sin piso y sin luz eléctrica. Una maloca derruida. un acueducto que nunca funcionó porque lo hicieron con tubos podridos y un alcantarillado que nadie se atreve a usar porque devuelve la porquería. Además, dos quioscos de palma totalmente podridos, a pesar de haber sido hechos hace solo tres meses. Al entrar, hay 31 gradas hechas con arena del río que se desmoronan si uno pisa duro. Para construirlas, la administración anterior compró cemento a 400 y 500 pesos el bulto. según facturas.

Veinte pasos al sur del centro hay un aserrío para madera que costó varios millares de pesos, pero que se halla cerrado. Las paredes están atadas con bejucos a algunos estantillos para que no se caigan todavía: el aparato (malacate) para subir las trozas desde el río saqueado y el resto de la maquinaria sufrió daños porque el piso quedó desnivelado o se ha hundido. La construcción es un desastre, por lo cual el aserrío solo funcionó unos pocos meses, trabajando madera de desecho, según decenas de versiones recogidas en el lugar.

La carrera “Mitu-Monfort es una trocha de barro con un kilómetro de extensión, por la cual pagaron un millón de pesos…”.

¿QUIÉN FISCALIZA?

Ante esta situación, la ciudadania ha pedido una investigación con el fin de que se establezcan responsabilidades de parte de los funcionarios comisariales relevados de sus cargos hace tres meses. Sin embargo, en la Contraloría General de la República -en Bogotá- una fuente oficial dijo: “hay grandes presiones a través de la Cámara de Representantes para evitar cualquier investigación en el Vaupés”.

Esta semana, varios estamentos de la ciudadanía enviaron mensajes al Presidente de la República para tratar, por su conducto, de que se realice allí cualquier acto tendiente a esclarecer una situación corrompida que viene de atrás.

NECESIDAD BÁSICA

Actualmente se cree que una base para la redención del Bajo Vaupés es la construcción de algunas vías carreteables (tramos de Villavicencio a San José: San José – Calamar y Calamar – río Vaupés) que empalmen con los ríos. Esto permitirá una sensible baja en los costos de la vida. Asimismo, permitirán la explotación racional de recursos como la madera y lograr cierta independencia de los transportes aéreos.

Finalmente, la actual administración del Vaupés cree que en los sitios fronterizos es urgente la organización de colonizaciones dirigidas que, sin acabar con los recursos naturales, permitan una realidad menos dolorosa que la actual.

Pisba: dos travesías en los andes tras las huellas del ejército libertador

Pisba: dos travesías en los andes tras las huellas del ejército libertador

En dos expediciones únicas, el equipo de Enviado Especial con Germán Castro Caycedo al frente, realiza dos viajes histórico y reveladores a través de la geografía y el tiempo en Colombia. Dos episodios documentales extraordinarios que no solo capturan la esencia del paisaje colombiano, sino también su rica historia y la resistencia de su gente.

‘LA RUTA DEL OLVIDO’

En este capítulo, el equipo periodístico traza el camino del Ejército Libertador, desde los llanos orientales de Colombia hasta Socha, Boyacá, pasando por los municipios de Nunchía, Morcote, Paya, Pisba y Pueblo Viejo. Con imágenes capturadas desde el aire y utilizando la entonces novedosa tecnología de televisión a color, el equipo logra un registro visual sin precedentes de esta histórica ruta.

Este viaje es una exploración profunda de la realidad (encones actual) de los pueblos. Según Castro Caycedo, «Bolívar perdió su tiempo, porque todos esos pueblos que se hayan en la ruta, la ruta del olvido, están peor, más atrasados que en 1819». Este comentario incisivo ofrecía una reflexión crítica sobre el progreso y el olvido en estas regiones históricas de Colombia.

‘LA MONTAÑA DE LOS HOMBRES DE HIERRO’

En este episodio, el equipo de «Enviado Especial» se aventuró al Páramo de Pisba, entrevistando a los habitantes de estas alturas boyacenses. Germán Castro Caycedo describe esta experiencia como «un paso por las barreras del tiempo al encuentro con una época diferente», llevando a los espectadores a comunidades que parecen ancladas en el siglo XIX, enfrentando las mismas carencias.

Este documental no solo destaca las duras condiciones de vida en estas montañas, sino que también rinde homenaje a la fortaleza y la grandeza de los campesinos y campesinas que conservan las historias del ejército libertador, transmitidas a través de generaciones por tradición oral. Es un elogio a la memoria viva y la resistencia de estas comunidades, un recordatorio de la historia que aún palpita en las montañas de Colombia.

Estos documentales son una ventana a la Colombia profunda, una exploración de su historia, su gente y los desafíos que enfrenta. Relatos visuales y auditivos que capturan la esencia de un país y su gente.

Video | Más de 1.000 niños de las calles de Bogotá en la selva de Acandí

Video | Más de 1.000 niños de las calles de Bogotá en la selva de Acandí

04 de junio de 1984

Un viaje retrospectivo a uno de los episodios más emblemáticos de ‘Enviado Especial’: ‘Más de 1.000 niños de las calles de Bogotá en la selva de Acandí’. Este documental, que data de hace más de 30 años, no solo narra la historia de una iniciativa humanitaria trascendental, sino que también destaca la figura central de este esfuerzo, el Padre Javier de Nicoló.

En aquel entonces, el Padre Javier de Nicoló, un pionero en la labor social en Colombia, emprendió una misión audaz: transformar las vidas de más de mil niños de la calle de Bogotá, llevándolos a un entorno natural y propicio en Acandí, Chocó. Esta iniciativa no solo buscaba proporcionar refugio y necesidades básicas, sino también enfocarse en la rehabilitación integral, la educación y la enseñanza de oficios, preparando a estos jóvenes para un futuro más promisorio.

El episodio documental captura la esencia del trabajo del Padre De Nicoló, mostrando su enfoque único, su dedicación inquebrantable y su profunda empatía hacia los niños en situación de vulnerabilidad. A través de entrevistas y relatos personales, el programa ofrece una visión íntima del impacto de su obra, tanto en los niños como en la comunidad de Acandí.

Más de tres décadas después, el legado del Padre Javier de Nicoló sigue presente en Colombia. Su visión y compromiso han dejado una huella indeleble en el campo del trabajo social y en las vidas de innumerables jóvenes. Este episodio de «Enviado Especial» no solo es un homenaje a su memoria, sino también un recordatorio del poder de la acción humanitaria.

BUENAVENTURA, TIERRA DE ORO Y MISERIA

BUENAVENTURA, TIERRA DE ORO Y MISERIA

Medio: El Tiempo.

Fecha: 22 de noviembre de 1969.

Por: Germán Castro Caycedo / Fotos: Sin registro.

“Ahí tiene usted a Buenaventura. Como quien dice, el África… Esto de la izquierda es el cementerio. Véngase esta noche hasta las casas que lo rodean y la pasará bien. Por lo menos, no verá espantos…”.

Y comenzaron las casas de maderas envejecidas prematuramente por el sol y la humedad, y los cientos de tejados de latas oscurecidas por el orín. El conjunto da una imagen de pobreza pero es hermoso. Los tejados se trenzan con las curvas del terreno, que parece una montaña rusa. El hotel es elegante, agradable. Una construcción de principios de siglo que guarda la línea clásica de la arquitectura francesa de la época. Al fondo de varias series de arcos está el comedor y, detrás de unos ventanales grandes formados por vidrios pequeños y apeñuscados, el mar, sucio y picado.

Abajo un mirador abandonado. Su piso tiene el color de los tejados y del agua de la piscina, olvidada también. Hotel blanco y aseado por dentro, con brisa suave y temperatura ideal. Llega uno hasta allí y se encuentra con esa primera sorpresa. Y empieza a gustarle Buenaventura, porque a medida que va recorriendo el puerto y viendo la pobreza y los conjuntos de tugurios con algunas antenas de televisión encima y barro putrefacto abajo, ve que tampoco es el infierno que le habían pintado. Comenzando por el clima, cálido y húmedo, pero no sofocante.

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El puerto tiene más marcados los problemas que afronta en líneas generales el país. Pero no es esa África que quiso descubrir el chofer cuando el campero en que nos transportamos desde Cali por la carretera en construcción, comenzó a rodar por las primeras calles.

Por eso piensa uno que el mayor castigo para Buenaventura es la imagen que se ha creado en el país: “Es el África…”Pero llega usted y la ve en otra forma. Entonces la predisposición que llevaba, comienza a desaparecer y a medida que uno va recorriéndola le va encontrando su originalidad y valor humano.

PROBLEMA INFANTIL

La gente es noble pero aletargada. Da la impresión de que poco a poco se está ahogando en el conformismo y la quietud. Al lado de los obreros, decenas de niños pasan el día viendo trabajar. Por cada persona que mueve una pala o un martillo, fácilmente se pueden contar de tres a cinco pequeños espectadores.

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En los barrios de invasión se sientan en los escalones de las puertas de las casas y se quedan horas enteras rascándose la barriga y chupando caña de azúcar. Por dondequiera que se camine, las nubes de muchachas que se botan al paso, son exageradas… Pequeños y tripones, con ombligos prominentes y ojos brillantes, corre detrás de uno tropezándose entre las piedras. La población infantil, desmedidamente grande, es uno de los mayores problemas del puerto, porque carece de escuelas suficientes, de aculturación, de disciplina familiar, de la más mínima noción de responsabilidad.

El 46 por ciento de los habitantes de Buenaventura son menores de 15 años que crecen en un ambiente de promiscuidad, causada por el hacinamiento de viviendas e inestabilidad familiar, demarcada por la unión libre. Estos factores determinan el gran lastre que debe soportar la familia porteña.

HOGAR SIN AUTORIDAD

Los pequeños, que desde cuando aprenden a caminar se “independizan” del hogar, tienen la imagen de sus padres, irresponsables en la mayoría de los casos. La madre es elemento medianamente estable, que sostiene el peso de la familia. La dependencia del joven para con esa familia es mínima. Su educación es más emocional que moral. Ven en el hogar algo que les proporciona los medios para vegetar, pero no tienen con él otro vínculo, ni conocen alguna autoridad.

Según los estudios adelantados en la zona en los últimos años, el 71 por ciento de la población es dependiente. Esto indica que cada persona, además de sostenerse, debe velar por tres más. El grado de nacimientos ilegítimos de la población del puerto es el más alto de Colombia. Mientras en todo el país se estima en 22 por ciento, allí alcanza la proporción de 65.

LAS LLAMAS: OBSESIÓN

En el habitante de Buenaventura se encuentra una obsesión por el incendio y la enfermedad. El puerto es el mejor alimento a las llamas a causa de los materiales de las viviendas, construidas en cerca de 60 por ciento con maderas resecas, sin ninguna seguridad.

En ella solamente cinco de cada cien niños son sanos. El 95 y medio de los adultos y el 93 por ciento de los niños están parasitados. Las enfermedades venéreas constituyen un grave problema de salud pública. El 25 por ciento de los adultos “tiene serología positiva para el Reiter”.

POBLACIÓN ANFIBIA

La ciudad está formada por una silla y una zona en tierra firme. “La nueva ciudad”, levantada en el continente, ha sido construida con planes de institutos descentralizados del gobierno, que desde hace cuatro años dirigen toda su acción para mejorar las tremendas condiciones en que vive la gente.

Sin embargo, hay resistencia a marcharse al continente alejándose del mar, puesto que los tugurios viven de él. Estudiando los últimos planes en este campo, sociólogos vallecaucanos han encontrado esta falla: la población “anfibia” no quiere retirarse de las costas, sobre las cuales constituyen barrios grandes de casas cuyo piso se levanta a unos dos metros del suelo.

Debajo hay una capa de barro de unos 40 centímetros que en las mañanas, cuando la marea está baja (cada 24 horas), despide un olor penetrante a salobre marino, a desperdicios, a excrementos, al ritmo que avanza la evaporación. Las gentes “no conocen” la leche. Su desayuno es un pedazo de caña de azúcar que durante el día no abandonará la boca. Las condiciones de salubridad son aterradoras. Hay 24 horas para lanzar al barro todos los residuos humanos. Luego vendrá el mar y se los llevará.

LA TRAMPA

En las noches los barrios de invasión parecen pesebres, con cientos de velas titilantes que se encienden sobre las seis de la tarde, con miedo porque una chispa puede hacer que las llamas aparezcan. Hay temor para cocinar y velar a los muertos: el incendio permanece agazapado detrás de cada puerta.

Por razón del tipo de construcciones, el piso de las calles está hecho de tablas viejas, mal colocadas, que corren a la altura de los pisos de las casas. Es decir, a unos dos metros sobre el suelo del barro maloliente. Allí los accidentes suceden con bastante frecuencia porque los viejos y niños, especialmente, caen al hueco y se muelen los huesos cada día.

No es difícil ver un alto porcentaje de pequeños con las caras cicatrizadas o viejos echados en camas pobres con las extremidades vendadas.

“Ya vino a retratarnos, blanco… Váyase de aquí, no se burle de la pobreza. Este barrio no es suyo, jediondo…”, dicen los ancianos en aquellos laberintos de palos grises y “calles” por las cuales hay que tener equilibrio de maromero para caminar.

BLASFEMIA

El drama de la miseria, del miedo a las llamas y del castigo que representa la llegada de un día más para alimentar a ocho, diez, trece bocas, se nota en esos cientos de tugurios donde, en las mañanas, las mujeres vociferantes apalean a los hijos y blasfeman con ira incontenible.

“Ah, qué lindo. Ya vino este carajo a retratarnos para mostrar a los negros de Buenaventura como salvajes… Vete de aquí, so hijo…”. Son hogares descompuestos por esa miseria que no da tiempo para sonreír.

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En general, en la ciudad viven en promedio ocho personas por casa. En aquellos tugurios anfibios que moran sobre las aguas sucias y convulsionadas de esta Venecia de hambre, el problema es, desde luego, mayor. En una pieza duerme, cocina, vive toda una familia. Desde el incesto hasta el flagelo de los pequeños hijos, cuando piden comida, tienen lugar detrás de esas paredes astilladas por el sol.

EDUCACIÓN “CORTA”

Buenaventura tiene la tasa de mortalidad más alta de Colombia. El parasitismo intestinal, la desnutrición y la tuberculosis son las causas principales. Hablar de desnutrición en este puerto de grandes recursos pesqueros, donde la alimentación tiene el costo de meter un anzuelo al agua, resulta insólito.

Pero por la “corta” educación, la gente no sabe usarlos. Esta falta de cultura se aprecia también en un aspecto de la salubridad: sólo 13 por ciento de la población consulta a los médicos, con el agravante de que el servicio gratuito no es deficiente.

Con este marco crece Buenaventura a un ritmo desmedido. La ciudad presenta también el índice de crecimiento más grande del país. Su población se duplica cada 10 niños, dejando visiblemente atrás los servicios, aumentando la desocupación, la delincuencia juvenil, la prostitución que generan los barrios paupérrimos.

MIL MILLONES

Buenaventura producirá a la nación este año por concepto de impuestos aduaneros 1.000 millones de pesos. Sin embargo, aún en los barrios de miseria la gente afronta otro drama: el del agua potable. Las casas que no tienen tanques para recoger aguas lluvias se ven abocadas al dilema de acarrear el líquido en peroles, varios kilómetros de distancia.

El control al pequeño contrabando es violento en la ciudad, donde no se consigue un paquete de cigarrillos americanos. En contraste, el tráfico voluminoso e ilícito adquiere grandes proporciones, como en todos los puntos fronterizos del país. El aspecto del contrabando, cuya lucha se justifica decomisando una caja de galletas al desharrapado que necesita vivir de ella, mientras cientos de toneladas anuales salen del terminal marítimo clandestinamente, no es nuevo. Se trata de la vieja historia que no vale la pena destacar porque todo el país la conoce, pero que prevalece al amparo de las poderosas mafias que ocultan su actividad tras grandes fajos de billetes y balas de ametralladora.

VÍA TRASANDINA

Teniendo en cuenta estos aspectos y los grandes problemas socio-demográficos que afectan a la población, el gobierno ha entrado de lleno en los últimos cuatro años a buscar soluciones de fondo que por lo menos mitiguen las múltiples necesidades. Se están adelantando en la zona obras de gran magnitud, como la carretera que une al puerto con Cali, considerada la vía trasandina más importante de la América del Sur. Los trabajos han alcanzado proporciones extraordinarias. De una parte, se lucha contra las grandes montañas de roca maciza y se construyen, simultáneamente, siete túneles de gran longitud.

ROBO AL MAR

En la isla, la empresa Puertos de Colombia, que ha logrado grandes desarrollos en bien de la población, emprendió hace tres años una obra gigantesca que hoy cobra realidad. Trabajando sin descanso, a través de una tubería gigantesca que atraviesa la isla, se bombearon seis millones de metros cúbicos de tierra y agua, gracias a los cuales se le ha robado hoy al mar 80 hectáreas de terreno más firme que la tierra firme. Las instalaciones del terminal son las más modernas del país, con amplias bodegas, silos y obras petroleras que reemplazaron a las anteriores, derruidas e insuficientes.

ELECTRIFICACIÓN

Así mismo, se han electrificado 41 barrios populares. Para adelantar un programa de remodelación urbana, la nación cedió a principios de este año 10 millones de pesos. Este plan comprende alcantarillado, luz y servicios, inicialmente en un vasto sector de la población.

Hoy se han arreglado 25 kilómetros de calles, mientras la primera etapa de este desarrollo ha alcanzado la suma de cuatro millones de pesos. Sin embargo, el hombre común no cree en nada. Hay un gran escepticismo dentro de la población, reacia a aceptar esta realidad contundente.

18.000 KILÓMETROS DE DESOLACIÓN: UN DEPARTAMENTO EN DONDE LA ÚNICA LEY ES EL SILENCIO

18.000 KILÓMETROS DE DESOLACIÓN: UN DEPARTAMENTO EN DONDE LA ÚNICA LEY ES EL SILENCIO

Medio: El Tiempo

Fecha: 13 de septiembre de 1968

Por: Germán Castro Caycedo / Fotos: Sin registro

Cuando el primero de julio de 1965 la Guajira pasó de Comisaría Especial a Departamento, cambió únicamente su “rango” administrativo. La fecha marcó el aumento de la voracidad política local, su ascenso a los puestos de comando y la defensa de sus intereses personales.

Hoy el panorama general de este departamento, en el cual se ve como en ningún otro sitio de la Nación un atraso impresionante y una serie de anomalías escandalosas, es desolador. Las gentes viven en forma miserable, mientras los presupuestos que debían ser empleados en obras públicas y de asistencia, en una región en donde la naturaleza exige mucho más que en cualquier otra latitud colombiana, son dilapidados para campañas politicas y pago de una frondosa burocracia que crece con cada debate, de acuerdo con los “compromisos” de los candidatos.

PROGRAMAS

El caciquismo está en su apogeo. Los funcionarios públicos son removidos con gran facilidad bajo las presiones de grupos que solamente hasta hoy han buscado su propio beneficio. Se nombran maestros para escuelas que no existen, se destituyen las autoridades al ritmo en que van entrando en desacuerdo con los “programas” de los dirigentes.

La ley del temor es una constante a todo lo largo y ancho de estas tierras calcinadas por el sol, donde la prioridad para hablar la tiene el arma de fuego. Cuando usted llegue a Riohacha, Maicao y Uribia, encontrará calor y pobreza. Las personas solamente le hablarán de problemas y arbitrariedades. Pero lo harán en tono “confidencial” porque tienen miedo de que, lo que ven a diario, trascienda. 

IMPUNIDAD

Las viviendas no llenan el más mínimo requisito sanitario. No hay agua potable… En sitios como Maicao, la luz eléctrica es obtenida en Venezuela, lo mismo que el agua dulce. En Uribia hay una red de acueducto hecha con una inversión gigantesca. Pero quienes la llevaron a cabo olvidaron una cosa un tanto importante: que no había agua para transportar por los tubos y como el dinero se acabó (entre otras cosas, porque está siendo invertido en la campaña política para cuerpos colegiados), hay que vivir allí como los animales.

Estas gentes de la Guajira, que no conocen la protesta porque aman mucho más la vida, le hablarán de muertos en calles, carreteras y veredas, y más tarde le presentaron a los criminales. Allí no existe ni un pequeño asomo de autoridad.

Los agentes del orden se mueven dentro de ese mundo de silencio e intimidación y terminan por trabajar, “en completa armonía”, con quienes violan a cada minuto, a cada hora, cientos de veces al día, las leyes. En Maicao, por ejemplo, la cámara fotográfica de El Tiempo captó el momento en que media docena de delincuentes, asesorados por dos agentes del orden, atropellaban a un bracero colombiano que regresaba de trabajar en Venezuela con algunos bolívares.

PASADO JUDICIAL

Si usted desea viajar a ese país debe obtener un permiso del DAS, que luego será autorizado por el consulado venezolano. Aunque no figura en ninguna reglamentación, cuando se acerque a la baranda un empleado le dirá que si su “pasado judicial” no fue obtenido en Maicao. no le servirá para nada, y que, si desea obtenerlo, el trámite demorará un mes.

Pero si usted no pertenece a esa clase de gentes sin recursos que hacen cola a su lado, entonces saldrá a la esquina y hablará con cualquier chofer de servicio público, el cual tras “quitarle” 200 pesos, le entregará el flamante permiso en menos de ocho horas.

Si usted es un caso “especial” porque no puede acercarse al DAS, entonces hable con los mismos choferes o váyase al terminal de buses y busque unos hombres que portan bajo el brazo carteras negras de ejecutivos. Ellos le resuelven su problema y podrá dejar el país mediante el pago de 150 bolívares, o su equivalente en pesos colombianos.

El viaje, desde luego, es bastante incómodo. Saldrá en un camión totalmente cerrado, al lado de trabajadores honrados e indocumentados, prostitutas y maleantes, hasta el último pueblo cercano a la línea divisoria: Santa Cruz.

UN HOMBRE LISTO

Allá no hay molestia alguna. Es muy cómodo, porque nadie le pregunta quién es ni de dónde viene, porque no hay un policía, ni un funcionario público. ¡Nada! La frontera está a mil metros. En adelante encontrará el “Camino Verde”.

Cuando usted lo pise, se sentirá libre. Sus 150 bolívares le estarán dando derecho a “protección”, porque su guía es un hombre listo: tiene las conexiones hechas en ambos países y la vía será libre.

Luego váyase a Maracaibo, Machiques, Villa del Rosario. A cualquier pueblo o ciudad venezolana y ármese de valor para escuchar lo que le respondan cuando diga que es colombiano. Mientras la lucha sin cuartel por la hegemonía política palpita en sus narices arrasando todo lo que se ponga de por medio, usted ve en la Guajira cómo la sequía, las epidemias, la repartición voraz de los dineros públicos, el abuso y el atropello le están dando el escenario más insólito que se pueda observar en la nación entera.

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NEGATIVISMO

Al tomar la máquina para iniciar esta crónica, los datos allegados, las fotografías obtenidas, las conclusiones sacadas, eran todas negativas. Fue necesario escarbar durante cierto tiempo en busca de algo positivo, porque lo que había al frente era malo… Los detalles favorables no aparecían y era una pena que las notas, ajustadas a la realidad, pudieran asfixiar algo bueno que estuviese, de golpe, “escondido” en la memoria.

Pero es que aquel territorio convulsionado, cálido, reseco, donde la arena también suda, está en manos de unos pocos, mientras cientos, miles, viven en el olvido… Y esa era la parte positiva: la gente “de abajo”, el indígena, el trabajador, el empleado y el pequeño comerciante, que son la mayoría, pero que no cuentan. En la Guajira el habitante “común” aún desconoce que existen unos pre-requisitos mínimos del hombre hacia su libertad: techo, educación, asistencia…

EL MISMO FINAL

“La corrupción de la Guajira comenzó desde el mismo día en que ésta fue erigida en Departamento. Su organización administrativa fue calcada de la de Cundinamarca, pero con la diferencia de que algunos sistemas se acomodaron para que los administradores pudieran tener cierta libertad y…”. Esta frase dicha por varios observadores, que sin embargo permanecen callados, parece un buen principio para reproducir el diálogo que por espacio de diez días entabló El Tiempo con gentes de todos los sectores de la vida guajira… Desde luego, por dónde se comience no importa. Todos los puntos conducen a la misma parte.

MERCADEO

Las elecciones políticas en la península nunca las ha ganado quien presente mejores programas, ni quien acabe su voz en la plaza pública. Las curules se han logrado hasta hoy comprando cédulas y mercando indios.

El sistema es, en principio, sencillo. Se trata de negociar con intermediarios el mayor número posible de cédulas, de manera que cuando llegue la hora de votar, los candidatos tengan en sus casas dos, tres o cuatro mil de ellas. Los intermediarios, utilizando generalmente, los carros oficiales, recorren las rancherías y las compran a los jefes de tribu.

La víspera de las elecciones, los indios son llevados a los centros de votación y encerrados en patios y corrales; luego despachados por grupos hasta las urnas, con una papeleta que él no sabe qué significa, pues es analfabeta. Además, le importan mucho los cinco o diez pesos que gana.

En otras ocasiones, los comités electorales realizan la víspera de los comicios una fiesta especial para los indios (Chicha Maya), en la cual comen carne de res (caviar para ellos) y beben hasta caer por tierra. Los candidatos solo tienen que hacer un esfuerzo: despertarlos para que vayan a botar… En la Guajira cualquiera le cuenta a usted que la “Chicha Maya” es más brillante en vísperas de elecciones, porque los anfitriones son más dadivosos en esa época.

CUATRO MILLONES

En Uribia este año se dilapidó en tres meses todo el presupuesto del municipio en la actual campaña política. La administración ha adquirido hasta vehículos oficiales (en los cuales se recorrerá el Departamento para cedular y “hacer el debate”. Mientras tanto, no existe un centro de salud porque en el local que lleva ese nombre no hay ni un paquete de gasa.

UNA VENTA

Días después de comenzar a funcionar como Departamento fue vendida por su gobernador la Lotería de la Guajira, “porque no podíamos con una cosa tan compleja”. La venta se hizo a una firma comercial por 40 mil pesos y en el contrato suscrito se incluyeron cláusulas que ahora tienen a la Beneficencia encerrada en un marco de mendicidad.

Por ejemplo, se acordó en él que la firma diera al Departamento la cantidad de 50 mil pesos fijos durante cada mes. “La suma es ridícula ante las necesidades y frente a lo que podríamos percibir por ese concepto”, anota un funcionario público, visiblemente asustado por la pluma que recoge los datos.

Por otra parte, los impuestos del 17 por ciento que le corresponden a la Beneficencia pasan directamente a la firma CODILOL, compradora de la Lotería, igual que el dos por ciento de sordos y mudos. “Haciendo cálculos a vuelo de pájaro, anualmente perdemos por este concepto un millón de pesos que podrían estar siendo destinados a centros asistenciales… Si hay quién averigüe podrá saber a qué manos están pasando”, agrega un segundo vocero oficial.

Otra cláusula que asegura e! negocio en contra de la Be- neficencia guajira establece que la vigencia del contrato de venta será de cuatro años a partir del día en que se verifique el primer sorteo ordinario, agregando que si el contratista ha cumplido a satisfacción sus obligaciones, tendrá opción para continuar durante otros cuatro años con la Lotería, con las mismas condiciones estipuladas. Bastará para esto que 60 días antes de la fecha de vencimiento, le haga saber esto al gobierno guajiro… “Es decir -anotó el funcionario- que este contrato se arregló para que la firma comercial se quedara toda la vida con la Lotería”.

LOS ‘CHIRRINCHEROS’

En el aspecto de Beneficencia y asistencia pública, se afronta un exagerado “escape” de participaciones: por consumo de licores nacionales y extranjeros no hay ingresos. Los pocos que debían llegar hasta las arcas se quedan en el bolsillo de los “chirrincheros” conocidos guardas que cobran “al ojo” los impuestos, para reforzar sus sueldos mensuales.

Las loterías de los departamentos colombianos que allí se venden tampoco pagan tributos. Según una ley nacional, el impuesto de anotación y registro es destinado en todo Colombia para Beneficencia. En la Guajira, no, “porque a los funcionarios públicos les parece mejor destinarlo a ‘fondos comunes’. Esos fondos pueden ser la pavimentación de la calle de la casa del dirigente político que los sostiene, o la compra de repuestos para vehículos o máquinas que no existen”.

DOSCIENTOS MAESTROS

En el aspecto de educación, el panorama es igualmente desolador. Un solo detalle da la magnitud del “trabajo” hecho en este campo: en los dos últimos debates políticos fueron nombrados más de 200 maestros a cambio de votos. Los comités pro-candidaturas mediante visitas a las familias armados de decretos en blanco, en los cuales se daban puestos y se otorgaban becas con solo colocar los nombres de los agraciados, lograron “conseguir” un buen caudal de votantes.

Como la nueva erogación (pago de nóminas) de parte del gobierno departamental no estaba contemplada en la partida presupuestal, fue necesario abrir un crédito suplementario al presupuesto para pagar a esos maestros. La medida fue tomada tras varios debates en la asamblea departamental.