CLARASIERRA, VERGEL DE AMÉRICA

CLARASIERRA, VERGEL DE AMÉRICA

Medio: El Burladero.

Fecha: sin registro.

Por: Germán Castro Caycedo / Fotos: Charles Marden, FITC y «Manuelhache».

Vuelvo hoy, queridos lectores, sobre el tema de nuestras ganaderías colombianas, y para ello he de descender de los 3.500 a los 2.600 metros sobre el nivel del mar. Me alejo de la línea ecuatorial y cómodamente me ubico a 30 kilómetros de la capital, en el corazón mismo de Colombia. A mi alrededor han quedado los agrestes picos de los Andes y, aunque no he logrado salir de sus dominios, hallo un nuevo paisaje, un nuevo clima, una temperatura más benigna. Es el milagro de la cordillera: a cada paso un mundo nuevo, una nueva vida, costumbres y atuendos diferentes, distintas mentalidades, aires con diferente aroma, gentes con un dejo que no habíamos escuchado antes.

Viene ahora a mi mente una anciana: mi maestra. Con ella la historia de mis antepasados, los chibchas, pobladores de estas regiones en pretéritas épocas, llenas de leyendas, mitos, sacrificios y “fucús”.

Clara Sierra vergel

Recuerdo y casi comprendo el fabuloso cuento de Bochica, ese semidiós que salvara con su varita mágica estas tierras, que según la leyenda fueron un inmenso lago que el superhombre por un conjuro “desagüó”, rompiendo en el punto vulnerable las rocas del límite de la meseta. “Se convirtieron entonces las algas en flores y los peces en pájaros cantores…”.

Comprendo esta fábula, pues al dejar la naturaleza que el agua del gran lago se marchara, la rica capa vegetal vino a ser interminable despensa de América. Y hoy lo he visto: tres metros de capa vegetal, aire medianamente húmedo, pradera de “carretón”, “pasto azul”, “trébol”, “kikuyo” y no sé cuántas otras variedades de pastos. Dieciocho grados centígrados de temperatura permanente y un sol tan brillante como esos tunjos de oro que los indios lanzaban al lago en días de ofrendas a los dioses. Los nombres de las fincas del lugar guardan parte de la historia: “Venecia”, “Holanda”, “Canoas” (embarcaciones primitivas). Este último famoso dentro de los aficionados de la región, pues el viento que viene de allí despeja la campiña de los toros bravos para llevar las nubes y colocarlas exactamente sobre la Santamaría. Es un cuento cruel, ¿verdad? ¡Pues es cierto!

Discurro en la leyenda, y con la sonrisa que se me escapa pienso cómo en estas tierras, donde antaño se molía el maíz con los dientes, para luego escupir en una gran olla de barro que se sepultaba, lográndose la fermentada “chichas”, bebemos hoy jeres sobre el lomo del toro de lidia español. O cómo donde antes se vistiera con taparrabos – ahora le dicen monokini – se lleven ahora los zahones, y donde se hablara el idioma de la macana se diga hoy el de la garrocha.

¡Ah, mi buena maestrica! Nunca pudo comprender muchas cosas…

Esta es la tierra colombiana deseada por Bochica, que, según la leyenda, cambió las algas en flores y los peces en pájaros cantarines. Esta es la tierra en que pastan los “clarasierra”, toros de linaje español.

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HISTORIAL DE LA GANADERÍA

Entre los años de 1935, en que se fundó la vacada, y 1938, doña Clara Sierra logró «reagrupar un total de 31 vacas, 12 becerros, 37 becerras y un toro de Santacoloma, todos ellos por el sistema de compra a diferentes personas y entidades, que a su vez las habían obtenido de la Corporación Colombiana de Crédito, quien tomó la mayor parte de los bienes de don Ignacio de Santamaría, propietario y fundador de la primera ganadería de casta que hubo en Colombia, Mondoñedo. Todas estas vacas fueron servidas por el semental, de nombre «Tabuco».

En el mismo año 1938, con motivo del centenario de la fundación de Bogotá, se importaron para ser lidiados varios toros de Santacoloma. Por tener dentro del lote la mejor nota de tienta, adquirió la ganadera los llamados «Casquillejo» y «Calderero», números 9 y 77, respectivamente, de propiedad de don Julio Salcedo, lidiándose en un festejo informal en el año 41 los primeros productos de la nueva cruza, con un éxito más que satisfactorio.

De los hijos de «Casquillejo» y «Calderero» se seleccionaron los sementales «Cebollino» y «Banderillero». En el año 1944 pasa la ganadería a figurar a nombre de los Hermanos Reyes Sierra , para en 1945 comprar a don Antonio Reyes «Nacional» dos sementales de la ganadería mejicana de La Punta, casta Saltillo, además de otro toro de Pastejé, cuyo cruce no ligó, siendo sus crías íntegramente enviadas al matadero. En los años siguientes se procede a realizar tientas rigurosas y a se leccionar con el mayor cuidado las vacas, empleando como sementales a los hijos de «Casquillejo» y «Calderero», nacidos ya en el país.

En 1959 la ganadería compró a Luis Miguel Dominguin un ejemplar con nota de tienta superiorísima y sangre pura de Santacoloma, cuyos productos se han lidiado ya con magnífico éxito.

En vista de la exigencia de público y empresarios, se plensa, aparte de refrescar la sangre, ampliar aún más la producción, y actualmente espera la ganadera licencias de importación para introducir en el país 50 vacas y cuatro sementales de Santacoloma de los ganaderos españoles Alipio Pérez Taber- nero y Joaquín Buendía. Hay también en la vacada una rama de media casta, fundada con una fracción de la misma dehesa en el año de 1947, que lleva el nombre de «Tibitó», y está ubicada a 50 kilómetros de Bogotá, en condicio- nes topográficas y climatológicas pa- recidas a las de «Venecia».

Y prosiguiendo, como cosa simpática he de traer a colación una historia que es del conocimiento de todo aficionado colombiano: hace algunos años, a raíz de la crisis del 30, cuando una tremenda sequía, asociada a mil problemas de orden económico, azotó al país, la bancarrota en la industria y el comercio hizo presa en nuestra economía. Cuentan que al matadero de Bogotá eran enviadas vacas y toros puros de Santacoloma que se vendían en vivo a precios que, haciendo la conversión, equivalían a unas 300 pesetas actuales por cabeza. Es fácil decirlo…

Por simple curiosidad adquirió doña Clara Sierra algunas vacas y becerros bravos, que se «perdieron» en sus pastizales. Así tuvo, paradójicamente, su iniciación la vacada más larga de Sudamérica actualmente, pues con las primeras volteretas causadas en sus haciendas nació en doña Clara el «gusanillo» de la afición, hasta el punto de comenzar en pocos años a correr sus productos en todas las plazas colombianas; de abandonar todo cuanto tenía, para dedicar las veinticuatro horas del día a la crianza del toro de lidia; a estudiar y experimentar con un afán incontenible, a dar luego vueltas y más vueltas al ruedo tras de sus pupilos y a adquirir un renombre internacional como es hoy día el de Clarasierra.

LOS TOROS DE PLOMO

Por la enorme fertilidad de la tierra que produce abundantes pastos y las calizas que se hallan en el subsuelo, además del cuidado y celo de los ganaderos, es el toro de Clarasierra un perfecto tipo del animal bien criado.

El índice de su peso es tal, que con frecuencia se puede comprobar que animales que apenas rayan los tres años arrojan en pie pesos promedio de cerca de 430 kilos. Son los toros de plomo de Colombia. Hay quien ha llegado a comentar que su sistema óseo es tan consistente, que un utrero bien podría lidiarse con tres cuartos de tonelada sobre sus lomos sin inmutarse en lo más mínimo.

Y es lógico que teóricamente esto sea así por la alta calcificación de estas tierras, pues hay que agregar que en las haciendas vecinas a «Venecia» se extraen yacimientos de cal que dan pie a grandes industrias colombianas.

LA MÁS LARGA

En cuanto a producción, es ésta una vacada de grandes producciones, que lidia en el año un poco más de cien ejemplares, entre toros y novillos. Como ejemplo tenemos el caso de nuestras temporadas del presente año: únicamente en la capital se han matado 19 corridas de toros, diez de las cuales pertenecen a la divisa de los Herederos de Clara Sierra, lugar de salvación de los empresarios, que cuantas veces acudan al campo hallan durante los doce meses del año todos los animales que deseen. Este es uno de los secretos por los cuales se están celebrando ahora en nuestras plazas más espectáculos que nunca.

NUESTROS TOROS MERECEN UN «HANDICAP»

En el tendido de la placita de tienda, y mientras desfilan una a una las vaquillas que han de pasar por las notas de la ganadera, aprovecho los cortes Intermedios entre una y otra para dialogar brevemente y ver cómo se evaporan como un suspiro varios paquetes de cigarrillos. Las uñas se acortan a cada entrada de los animales al caballo y parece que nuestra ganadera olvidara hasta su nombre cada vez que se abre la puerta y salta, codiciosa, la erala en busca de los petos.

– ¡Vistaaa!

Hay una breve pausa, el ruedo quedó en pan y los toreros aprovechan para dejar el sudor en los capotes.

-¿Y las notas?

-Unas, bien; otras, mal. Como siempre. Las decisiones deben ser exactas y la pelea con el segundero del reloj me vuelve loca.

-¿Fuma?

Gracias; lo estoy haciendo. ¡Puertaaa!

Una breve sonrisa y mi diálogo se frustra por primera vez. Creo que a este paso no terminaré nunca.

Vuelta a lo mismo. Una vaquilla más y al grano:

– ¿Se aparta usted de los sistemas españoles de crianza?

– No. Tanto el herradero como la reseña y la tienta en la plaza siguen la tradición española, la crianza difiere un poco con el sistema del viejo mundo por el factor latitud. Nos hallamos en el trópico y las circunstancias son distintas, ya que estos países no tienen estaciones y el alimento y desarrollo son diferentes…

– ¿Qué sistema alimenticio lleva la vacada?

– Desde el momento del destete, pasto verde durante todo el año; por consiguiente, el ganado no tiene que ser graneado en los meses de invierno, cosa que no sucede al toro español. Se deriva de esto que el peso del toro es inferior en el trópico, ya que esa comida es altamente húmeda, y por ejemplo, al embarcar los toros para la corrida se deshidratan con más facilidad que los que han sido alimentados con grano.

– ¿Por qué no tienta a campo abierto?

– Lo considero un deporte muy bonito, acostumbrado por algunos ganaderos en España, pero no creo que sea necesaria.

– ¿Por qué?

– Porque se ve igual el toro en una tienta en la plaza que a campo abierto. Además se necesitan caballos y jinetes bien adiestrados…

– Cree que se debe refrescar con más frecuencia la sangre de nuestras ganaderías?

– ¡Puertaaa!

– El oficio en estas condiciones es asunto de paciencia. Mientras tanto, veamos la otra arrancarse de largo para meter la cabeza y dejar que “le partan el cuero”.

– ¿Ha marcado su ganadería alguna evolución en los últimos años?

– La sonrisa de satisfacción equivale a un sí.

– ¿Cuál?

– Como primera medida, la selección de raza, purificación de sangre, el estilo de los toros en la lidia y la conformación de cabezas que se han procurado hacer más cómodas para el torero.

– ¿Qué cuida usted más, el estilo o la bravura?

– Un buen ganadero debe preocuparse por ambas cosas, pues son cualidades indispensables en el toro.

– ¿Suprimiría la tienta en los machos?

– No. En estos países aún no estamos preparados para suprimirla, puesto que no tenemos la experiencia adquirida durante 400 años por los españoles.

– ¿Cree que el toro colombiano sea diferente al español?

– Otra vez la puerta, la vaquilla y el caballo. Creo que voy a estallar. Esta ha levantado las patas y destocado “Villano”. No hay nada que hacer, gano tiempo.

– ¿Hablamos?

– Si, Creo que de toros…

– ¡Ah! No es diferente.

– ¿Por qué?

– Porque el toro bravo en España es igual al toro bravo en Colombia. Y el manso en España…

– ¿Partidaria de la importación de toros de lidia?

– No. Considero que en Colombia los ganaderos de reses bravas debemos producir más y mejores nuestros animales. Comprendo que es muy difícil, puesto que no es un negocio lucrativo en este país, pero sí de afición y orgullo de cada ganadero. 

– ¿Trabajamos?

– Usted manda.

Salta por fin la última. Parece que se acabarán la tierra y las notas y podré terminar el diálogo sin atanes.

– ¿Por qué el ganadero colombiano exige la lidia del toro con menos peso que el español?

– La causa del menor peso en el trópico, especialmente en Bogotá, se debe a la altura de los 2.000 metros, en la cual tanto el toro como el torero se ahogan. Creo que podría traer a cuento lo que sucede con los caballos de carreras en Inglaterra y Colombia. Allí recorren distancias que si se hicieran aquí les matarían.

– ¿Se lidia en nuestro país el toro más joven, verdad?

– Si, pues nuestros animales son precoces en su desarrollo si los comparamos con los de los países europeos.

– Bajamos a comer?

– De acuerdo.

Entre plato y plato el tema varía. Se habla de la castas de la ganadera, nieta carnal del general Reyes, ex Presidente de la República, y de don Pepe Sierra, tal vez uno de los hombres más acaudalados que ha tenido el país, Vienen a cuento anécdotas de la vacada y de las ganaderas doña Isabel y doña Cristina, su hermana, menos entusiasta y aficionada, de la enfermedad – filantropía taurina – que atacaba a doña Clara y que al parecer es hereditaria, pues Isabel – dicen sus amigos- anda por esos pasos.

Se tocan, en fin, innumerables temas. Llega la noche, y en la estancia se habla de los toros españoles que se importarán. Al llegar a la aftosa tipo “O” ya estoy dormido… creo que lo dejaré para la semana venidera. – G. C. C.d

EN UN LUGAR DE LOS ANDES: TIENTA Y GUERRILLAS

EN UN LUGAR DE LOS ANDES: TIENTA Y GUERRILLAS

Medio: EL RUEDO, semanario gráfico de los toros.

Fecha: 14 de junio de 1966.

Por: Germán Castro Caycedo / Fotos: Loayza.

La mañana estaba tan fría como la llovizna que habia puesto de blanco las copas de los árboles. Durante cuatro horas atravesamos el Valle del Cauca para internarnos, ahora sí, en los Andes. Tienta de guerrillas. A lo lejos, el cortijo. Más semeja el grupo el paso de un pelotón para la guerra que el viaje alegre de un ganadero con su equipo de tentadores.

ERASE…

La historia tiene cerca de dos años, pero aún está viva en el recuerdo. Antiperiodísticamente, guardé el tema durante todo este tiempo, pues una promesa de honor me obligaba a dejar que el país se normalizara.

Los secuestros de personalidades del país estaban por entonces en danza. Dos grandes hombres habían desaparecido y el Ejército patrullaba tenazmente por nuestros campos. Como consecuencia de esta ola, la situación económica sufrió serios trastornos: fuga de capitales, aumento en el precio del dólar… Las gentes se marchaban.

¡AL TORO…!

La pesadilla pasó, volvimos a la tranquilidad. Las gentes retornaron. Ya no es necesario “trancar” las puertas de las casas campesinas en la noche.

González Piedrahita estaba por entonces alejado de todo. Hasta que el gusanillo de la afición halló su escape. Y dijo: “¡Al diablo con los tales secuestros! ¡Yo, al toro!”

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Y partimos del tentadero con una escolta de cerca de treinta hombres bien armados. El mayor Osorio se emocionaba con la lidia y al tercer día había asimilado algo… “Eh, Je rónimo; toréala por el blanco izquierdo…” Y cuando los machos arremetían contra el caballo: 

¡Ese va como un blindado! ¿Qué calibre tiene esa vara?

UNA PROEZA

En las noches, pese al cansancio, la conciliación del sueño era prolongada: se escuchaban ruidos que el nerviosismo creaba. Salir al baño consistía una proeza. Había un “toque de queda” y los soldados dispararian a cualquier sombra. ¡Qué

falta hicieron entonces los castoreños…!

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Durante el día, las jornadas nos olvidaban casi de todo. El ganadero, con sus muchachos a lado y lado, recorría la finca, sin permitírsele acercar demasiado su caballo a las matas de montes.

De regreso, nuevamente el polvo del largo camino en construcción. Varias notas agradables en la libreta del ganadero, tras la tienta y herranza de medio centenar de hembras y machos. Las corridas para Cali quedaron apartadas y, sobre los tres años, arrojan buen peso, brillan sus pieles y apaciblemente se acercan al abrevadero.

Saltillo y Santa Coloma en su reino americano recibirían tiempo después varias vueltas al ruedo. El ganadero nuevamente ha vuelto a tentar solo, sin verse influido por el argot del mayor al hacer anotaciones: «B», una bala para el caballo; «R», con retroceso; «A», agatillada; «C», de buen calibre…

Germán Castro Caycedo.

EL  CORDOBÉS, INERTE EN LA ARENA

EL  CORDOBÉS, INERTE EN LA ARENA

Medio: El Tiempo.

Fecha: Febrero de 1970.

Por: Germán Castro Caycedo / Fotos: Sin registro.

En cambio el sábado siguiente, 7 de febrero, el médico Olaya tuvo que refugiarse en la enfermería desde el segundo toro. Allí fue llevado Manuel Benítez con su maxilar inferior derecho abierto y la tráquea al descubierto tras ser herido por un toro de don Benjamín Rocha. El parte médico, que parecía más propio de una riña callejera, salió publicado en los diarios del siguiente día. Fue un milagro que no lo degollara, afirmaban quienes salían de la enfermería.

La imagen del torero inerte en el ruedo mientras el toro de Achury Viejo buscaba de nuevo su humanidad, a la vez que Antonio Suárez, su mozo de espadas, con una muleta plegada en su mano izquierda buscaba auxiliarlo, mientras el ayuda, Antonio Fernández “Pegajoso”, cubría con su humanidad el cuerpo de “El Cordobés”, le contó al mundo uno de los momentos más dramáticos en la historia de la Santamaria y de la fiesta brava en general.

Los segundos antes de la imagen, toda una tragedia griega, los contó Germán Castro Caycedo en la revista El Ruedo. “Entró a matar y salió despedido”. “El Cordobés” había quedado inmóvil en la misma cara del toro. No se podía apreciar desde la barrera el sitio exacto de la cornada, pero parecía en el cuello. En medio segundo el ruedo se llenó de toreros vestidos de luces y de paisano; de mozos de espadas, de monosabios. Mechas, con la mirada perdida en el cielo, hizo un leve movimiento y estiró los brazos, luego quedó rígido como los muertos. Tenía la cara impresionantemente blanca transparente y los ojos muy abiertos. Como los de los búhos. Comenzó el trasteo; con el hombre a cuestas camino de la enfermería, pero llegando a los medios, el toro buscó el tumulto y las asistencias dejaron caer pesadamente al torero herido. A su lado solamente quedaron dos hombres: el mozo de espadas y su ayuda. Cuando el toro estaba sólo a dos metros, el ayuda, “Pegajoso” -así le dicen al salvador- lo fijó bien (de pie), y cuando el toro quiso meter la cabeza para llevárselo, se lanzó a tierra, poniendo su pecho sobre el de “El Cordobés”. El toro pasó por encima de los dos. Este fue el quite generoso que se comentó, posiblemente más que la misma cornada del día sábado.

CINCO MINUTOS DE LOCURA EN LA ENFERMERÍA

Cuando un torero con un boquete en el cuello le pisa a uno los pasos, el callejón que conduce del ruedo a la enfermería parece interminable. Adelante habían entrado los médicos, tan pronto vieron que el “Cordobés” quedó tendido en el ruedo sin moverse. Apenas se comenzaban a quitar la camisa cuando el tropel se echó al fondo, cerca del ruedo. Los gritos se oían huecos, como entre un tarro.

Paco Ruiz

Difícilmente se puede ver una cara con la tragedia tan marcada en cada gesto como la de Paco Ruiz, el apoderado del torero. Penetró delante empujando, abriendo los brazos y diciendo en voz alta: “¡Ay, mi alma, Manolo, Manolito mío… ay, mi alma, no te vas: Manolo, no te vas…!”.

Repetía la frase como un autómata. Tenía la cara blanca como la de una los ojos desorbitados, las mejillas le saltaban en convulsiones nerviosas.

La cabeza de ‘El Cordobés’ se bamboleaba con el mismo ritmo de los pasos de Márquez (Miguel), de Juan Antonio Romero, de Álvaro Domecq y de su mozo de espadas, que hacían chirriar el piso con la arena aún pegada a las suelas de sus zapatos. Detrás venían José Luis Lozano, apoderado de Palomo Linares, Pepe Cáceres, ‘El Vasco’, chofer de Benitez, Antonio Cobos, su banderillero… el pasillo estrecho que hay antes de la sala de operaciones se llenó en un segundo y a ella entraron, fuera de los médicos, unas siete personas que no querían desalojar.

GRITOS DE LOCO

En segundos saltaron la chaquetilla, la camisa y la corbata del torero. En la puerta se plantó Domecq y a su lado Cobos. Ambos gritaban como desesperados, ambos empujaban gente, Cobos parecía un maniático. Daba voces y arremetía contra fotógrafos, banderilleros y apoderados que estiraban al tiempo el cuello para ver a través de los vidrios lo que pasaba adentro. En ese momento, antes de que los médicos “metieran la mano”, la enfermería parecía un manicomio. Sólo se veían caras pálidas; nadie cerraba la boca: gritaban como salvajes, era el nerviosismo.

DESCANSO

Cuando saltó el corbatín fue rasgada la camisa, los médicos lavaron la herida por primera vez. Hubo un descanso, la cornada no era en el cuello sino en el piso de la boca… aparte no había hemorragia, pero era profunda. El anestesista se volcó sobre la boca con la mascarilla de oxígeno y ahogó los quejidos que lanzaba ‘El Cordobés’ en voz muy baja. Luego, poco a poco se fue saliendo la gente detrás de vidrios quedó ‘El Cordobés’ cubierto por una sábana blanca. Abajo asomaban los pies con las medias rosadas puestas.

PERROS CELOSOS

Ala enfermería llegaba por ciertos momentos un rumor leve de la plaza que se colaba por una ventana que da a la calle. Pero generalmente no había un solo ruido. Quedaban Domecq y Miguel Márquez pegados a la puerta del quirófano, como perros celosos. Estuvieron alli hasta que se llevaron al mechudo. No dejaban acercar a nadie.

Apoderados, banderilleros y mozos de espada estaban en silencio. Se pegaban a las vidrieras y las empañaban, así que tenían que limpiarlas con la mano a cada segundo…

Cuando el doctor Carvajal Peralta inició la exploración de la herida, metió todo d dedo meñique entre el boquete y ‘El Cordobés’, bajo anestesia local, levantó la mano pidiendo más calmante. Se estaba dando cuenta de la intervención. La herida era grande y por ella cabían dos dedos hasta la raíz.

GRACIAS A DIOS

Afuera se impedía la entrada; sin embargo, el pasillo estaba lleno de gentes que fumaban. No se podía respirar bien. Adentro los únicos que estaban cerca de los médicos eran Paco Ruiz y el mozo de espadas, ambos con blusas blancas. Afuera el secretario de salud, Álvaro Martínez Cruz, quien realizó la construcción de la fabulosa enfermería, agradecía a Dios los servicios puestos en funcionamiento. Siete personas más atendían al torero herido: los cirujanos Camilo Cabrera, Guillermo Jiménez Olaya y Alfonso Carvajal Peralta; el anestesista doctor Hernández, la enfermera Nelly Garzón y la instrumentadora Jimena Vaca. Todo un equipo que puede atender los casos más graves con éxito.

Cuando la gente comenzó a salir gritando de la plaza, aún los médicos daban las últimas puntadas en la cara de Benítez, esta vez quieto como un muerto. Lo habían cubierto totalmente con sábanas verdes y sólo asomaba la herida por un pequeño hueco de unos diez centímetros. Domecq y Márquez continuaban plantados contra la puerta del quirófano…

Ya había caras rosadas. La palidez de todo el mundo había pasado… la herida no había sido en el cuello como se pensó en un principio, cuando Juan Antonio Romero gritó con desesperación: “¡Doctor, ¿le ha calado la yugular?!”; Esa era la incógnita. Pero la cornada había pasado lejos de la yugular.

60 SEGUNDOS

Cuando la ambulancia dejó la plaza con el torero adentro, había quedado un silencio que contrastaba con los minutos durante los cuales fue puesto sobre la mesa y despojado del traje de luces. Habían sido sesenta segundos en los cuales se vio lo que significa ‘El Cordobés’ para la fiesta brava. Había que mirar esas caras erizadas, esos gestos de locos de quienes lo acompañaban, esos ojos saltados. Parecía que se hubiera acabado todo en ese momento.

El lunes siguiente, ya en su habitación del hotel Continental, ‘El Cordobés’ le pidió a Victor Rodríguez que lo anunciara para el próximo fin de semana, como inicialmente estaba dispuesto. Como pólvora corrió la noticia: Benitez volvería al ruedo donde había caído, y al lado de Pepe Cáceres y Palomo Linares. El martes salió el cartel en los diarios y las filas para hacerse con una boleta no se hicieron esperar en la calle 19 con carrera quinta. Un cartel hecho a la medida del gusto de la afición capitalina, que sólo le pedía a San Pedro que cerrara el grifo y dejara de llover. Lo que no sabían los aficionados, mientras se hacían con la entrada, era que a pocas cuadras, en el hotel Continental, el taxi de ‘El Vasco’, el conductor de ‘El Cordobés’, se llenaba con las maletas que acomodaba sigilosamente ‘Pegajoso’, el ayuda del mozo de espadas que dos días antes había arriesgado su vida por “Westinjáus”, como él llamaba a su torero. “Westinjaus se marcha esta tarde para España”. Así, sin guardar prudencia, “Pegajoso” le soltó la novedad a Víctor Rodríguez, que se acercaba al hotel en ese justo momento. No llovía, pero Rodríguez, como quince días antes, sintió que el agua le llegaba nuevamente al cuello, mientras se llevaba a la boca un Marlboro, que esta vez sabía a desesperación.

Aquella temporada de 1970, marcada por las lluvias y la cornada de “El Cordobés”, el ganador de todos los trofeos fue Miguel Márquez.

TENGO MIEDO A LA FAMA

TENGO MIEDO A LA FAMA

Medio: Deporte Gráfico.

Fecha: 15 de marzo de 1967.

Por: Germán Castro Caycedo / Fotos: Humberto González.

Todo comenzó con una gripe después de la carrera de San Silvestre, luego una lesión en la columna vertebral y finalmente el traumatismo de la pierna izquierda que mandó al cesto una gira por los Estados Unidos y varias presentaciones en Europa.

Alvaro Mejía se encuentra como un conejo, metido en la jaula de su mayor crisis sicológica en los varios años de atleta. Este ha sido para él un año fatal, en el cual las enfermedades han trastornado sus rutinas de entrenamiento. Los planes iniciales, que descartaban esta clase de contratiempos, medían los meses que lo separan de la olimpiada del 68 y contaban con varias carreras en su preparación.

Total, que para tratar de reponer el tiempo perdido vino un sobreentrenamiento, posiblemente no planificado, y con él la enfermedad muscular que, dos semanas después de su retorno de Nueva York, lo ha llevado nuevamente al hule del kinesiólogo. Quien ordena, como mínimo, quince días de reposo total.

Pero Mejía lucha contra la propia naturaleza y queriéndose anticipar al tiempo, pide al técnico sólo diez días de descanso. En términos generales, esa es la explicación escueta que el deportista da a los contratiempos sufridos. Pero en el fondo existe algo más poderoso que son el amor propio y el nombre de estrella mundial, cuyo peso se escapa de sus posibilidades actualmente.

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CRISIS PSICOLÓGICA

Mejía vive un momento de crisis psíquica, precipitado por unos laureles que la prensa ha enmarcado con tono exagerado. Las gentes solamente esperan que triunfe y él, ante el tremendo compromiso, quiere convertirse en el superhombre que concibe la opinión.

Posiblemente eso explica a las claras el porqué de ese viaje a los Estados Unidos en momentos en que la actual lesión ya se manifestaba levemente.

”Creí que fuera sólo un cansancio muscular-dice- mas sin embargo al culminar la primera vuelta a la pista del Madison comenzó a dolerme la pierna. Faltando 200 metros para abandonar la sentía dormida… parecía que caminara sobre púas … Pero tenía que estar allá a como diera lugar, pues necesitaba medir mis capacidades y, ante todo, “calibrar” las de los rivales.

La frase abrió un interrogante que a través de la conversación fue hallando respuesta:

Su mayor anhelo es la olimpiada de México, que para él se avecina a pasos agigantados en medio de un temor que lo aterra: el pasado. La Olimpiada de Tokio, donde por otra lesión, clasificó en el último lugar. ¿Se repetirá la historia? Mejía entonces ha redoblado sus esfuerzos para vencer el complejo que ha sido constante tortura mental.

Al culminar el año 66 la olimpiada próxima se asomaba en medio de un panorama más satisfactorio ante la campaña lograda en los doce meses anteriores: Había logrado sobreponerse al pesimismo. Pero todo cayó nuevamente en un bache dos meses después, y Mejía desesperadamente quiere parar los calendarios.

La inserción de los músculos gemelos tomará un tiempo considerable en mejorar, entonces la quietud es su peor enemigo. Yo tengo muy buena voluntad, pero hay momentos en que el cuerpo trata de vencerme. No puedo aguantar las mañanas sin el entrenamiento diario… no sé qué hacer.

MIEDO A LA FAMA

En la conversación sólo una cosa ha confesado abiertamente Mejía: tengo miedo a la fama. Y con varias frases demostró el temor de salir a las pistas en medio de las miradas, de la crítica, del público, de los rivales. Todos los ojos se concentran en él. Luego, durante la competencia, todos “van por él”. Es el hombre clave al cual hay que derrotar… “Y eso pesa mucho”.

“No es lo mismo competir en mis condiciones actuales, que en la forma en que lo hacía en México antes de ganar. Hasta entonces era casi un incógnito. Hoy todos estan pendientes de mí”. La justificación a lo anterior quedó sentada por el mismo corredor unos segundos después: es una víctima de su propio nombre.

“Aquí… en esta parte sentí un dolor agudo. Faltando 200 metros para abandonar sentía la pierna dormida. Parecía que caminara sobre púas”. Pero Mejía compitió porque tenía que estar.

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LO DE ESTADOS UNIDOS

“La gira por los Estados Unidos sí me causó un golpe. Ante los planes que llevaba no puedo negar que sufrí una frustración, pero… ¿Qué puedo hacer? Yo sé que mi lesión se curará, eso no me preocupa. Lo que me aterra es no poder entrenar. Tengo que correr y ya el año se esfuma”.

“Yo se que mi lesión se curará, eso no me preocupa. Lo que me aterra es no poder entrenar. Tengo que correr y ya el año se esfuma”.

“No creo que pueda ir a los Juegos Panamericanos, ni a Europa donde me hubiera podido presentar en Francia, Alemania y España. ¿Sabe usted lo que eso significa?”.

“Ya el año entrante no podré hacerlo, pues tengo que abstenerme de correr en todo lo que programen, pues la olimpiada espera… Será un año de mayor método… De entrenamiento más tecnificado”.

La charla desde luego tuvo marco que ya ustedes han adivinado: el temor. Pero hubo un momento en que volvimos a lo de los Estados Unidos. Mejía no supo contestar si en otras condiciones físicas hubiera podido ganar la primera competencia:

“Lo que puedo decir es que, desde la salida, todos estaban temerosos de mí. Ninguno quiso llevar la ofensiva en las cuatro vueltas que logré dar. Se quedaban atrás, andaban lentamente y dejaban que yo pusiera la iniciativa”.

“No sé si hubiera triunfado, pues era la primera vez que competía bajo techo, donde la calefacción, el ruido, el humo de miles de espectadores que fumaban y la pista de madera, trataron de descontrolarme inicialmente. Yo estoy acostumbrado a correr al aire libre”.

– ¿Y la clase de los rivales?

– Eran buenos, pero no superiores a los que tuve en México.

UNA INTERROGACIÓN

La enfermedad salió de la boca del campeón y apareció una pregunta, que acaso sea otro factor del suspenso que antecede a la olimpiada: las marcas.

– ¿Qué piensa de sus marcas?

– Que hay que mejorarla, indudablemente. Dios quiera que esto se arregle y para fin de año pueda bajar los tiempos que actualmente tengo.

– ¿Los considera buenos?

– Pues, este… Sí. Han sido buenos ante las condiciones de altitud, clima y otros factores en que los he logra.

Mejía se refería a sus últimas victorias internacionales. Luego agregó: “Al paso que voy, sólo hasta agosto o septiembre podré volver a competir. Dentro de diez días iniciaré nuevamente entrenamientos en forma suave, de manera que para estar en forma necesitaré unos tres meses”.

¿QUEMADO?

La pregunta no encontró vacilación en el atleta: “Yo no estoy quemado, respondió. Sólo necesito tiempo para reponerme. Desde luego no le tengo miedo a la derrota. He pensado desde hace muchos años que a lo mejor nunca vuelva a ganar… siempre he salido a medir mis capacidades”.

Hablando de Tokio, Mejia aceptó que, “claro, eso me ha quitado confianza, pues no es lo mismo regresar a una olimpiada con un último lugar que con una buena colocación… Quien sabe si veinte días antes vuelva a lesionarme. Por eso nada puedo adelantar. No se que haré durante este tiempo que resta, ya que ante todo debo estar en buenas condiciones físicas. Después, sabré con certeza que debo hacer”.

Fin del diálogo. Allá en su fábrica de Bogotá, quedó Mejía, sólo con la incertidumbre, con el peso de su nombre, con una lesión que lo tortura y con el complejo de la máxima justa mundial. Lo demás lo dirá el tiempo.

CAUDILLO DE AMÉRICA, PERO…

CAUDILLO DE AMÉRICA, PERO…

Medio: Deporte Gráfico.

Fecha: agosto 30 de 1967.

Por: Germán Castro Caycedo / Fotos: Humberto González.

“Yo ya no espero nada del país, no seguiré insistiendo. Estoy decidido a marcharme a México; mañana voy a escribir a ver qué pasa”.

Después de todo la dialéctica de Mejía nos es airada. Las frases reproducen con tono de sencillez y con fondo de verdad… y es que “su” verdad y “su” problema están superando las barreras de la apariencia, porque dentro hay una cosa que se había reprimido con la medida que aumentaba, hasta que creció tanto que estalló. El Mejía que regresó de Europa Oriental tiene patillas largas y menos silencio. La comparación ha aumentado la agitación emocional; entonces dice las cosas como salen de adentro, con personalidad suficiente y con voz de frustración que comienza a tomar fuerza.

“En Colombia se habla mucho, se habla mucho; por eso yo ya no sigo insistiendo, “Es una bobada continuar en el mismo plan. Por eso es que voy a escribir a México mañana para ver si me voy para allá del todo, al menos mientras la Olimpiada. ¿Sabe una cosa? Carlos Ávila me llamó de Cali para decirme que de México me volvieron a buscar, Hablaron con él extrañados porque no sabían de mi, de nosotros; pues le contaron que ya con los miembros del Comité Olímpico Colombiano habían arreglado lo de mi viaje y no me han dicho absolutamente nada. Si Ávila no me llama, estaba yo a oscuras. Por eso voy a escribir”.

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EL RENCO

“Ser líder de las juventudes deportivas de América Latina es un alto honor, sí.

Pero eso no me puede comprometer. A estas altura es imposible seguir complicándome la vida”.

Con cada paso vino una frase, árida como el yeso de la pierna que oprime y lo obliga a caminar renco, ladeándose y extendiendo los brazos para ayudar al equilibrio. En tres cuadras los vecinos lo saludan y preguntan por la pierna, él contesta y sigue caminando con fuerza, con dificultad que tal vez no lo preocupa. Parece haberse acostumbrado casi del todo a las cosas difíciles.

“En Europa estuve con algunos campeones, me interesaba hablar con ellos, enterarme de sus planes de trabajo pero. sólo pude encontrar a unos pocos. Es que todos están entrenando muy fuerte en las alturas, lo de México se acerca… allá no es como aquí, donde cada uno tiene que hacer lo que pueda sin que nadie se interese. Oiga, a los deportistas de Winnipeg los han criticado. Yo creo que no debían meterse con ellos tanto. Si hubo fallas fueron de organización. es que uno al tiempo que va a competir, también tiene derecho a conocer, ¿no? Yo no sé por qué se ensañan con el deportista, le exigen, lo tachan, y si no gana, pues… es que exigen mucho sin dar nada”.

¡ESPERA, SOLAMENTE ESO!

Sí, lo de la pierna es solamente espera. Mejía está “frenado”; por la lesión que aún lo reduce. Pero al preguntarle parece no dar importancia al asunto. O tal vez en el fondo tiene miedo de pensar en ella, entonces aparentemente le resta importancia y hace lo posible por salirse del tema. Con dos palabras habla del yeso y dice que es asunto de esperar; antes no puede decir nada porque los planes están suspendidos, inicialmente por un mes, mientras se quita el vendaje y prueba cómo va la cosa.

“No, no me ha causado ningún complejo. Lo que necesito es paciencia… ya he perdido casi seis meses. Se me han ido oportunidades divinas en este tiempo. Antes el problema era que me invitaran a alguna parte y ahora que me llaman de todos lados no puedo ir… claro que en esta parte del año yo he entrenado. En Rusia, por ejemplo, lo hice, pero me cansaba. Entonces me vio el médico y me dijo que tenía que enyesarme. Yo esperé llegar a Colombia para hacerlo porque no podía dañar mi viaje”.

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UN HONOR

– Mejía, ¿usted qué piensa al ser líder de las juventudes latinoamericanas para la próxima Olimpíada?

– Es un gran honor. Sí. Pero eso no me puede comprometer. A estas alturas es imposible seguir complicándome la vida. Es que, mire, uno no puede complicarse las cosas a todo momento. Yo ya con lo que tengo estoy listo… Ahora, que el estar bien y ser ejemplo, pues ¿quién no quiere eso? Me gustaría ir a las Olimpíadas y correr, aunque llegue de último. ¿Qué le hace?, que llegue de último pero teniendo la convicción de que uno está bien preparado, que ha trabajado duro, que ha puesto lo que está al alcance. Ya, si lo vencen, pues es solamente porque los otros son mejores. Ante eso sí no hay nada qué hacer”.

¿PARA QUÉ?

La tónica de la conversación, el énfasis de cada frase tiene algo por dentro. Una cosa que se sale por entre las sílabas, que toma un acento especial. Mejía no es un amargado, no dice las cosas con el dejo de un resentido pero tampoco está contento. Ante todo hay rudeza en cada palabra, pero dicha en forma suave. De una manera que se puede aguantar sin tener que cortar el tema. Bastaría meterse entre la camiseta de Mejía y acompañarlo a Rusia, luego a la fábrica de Bogotá. Estar detrás de las revistas que lee diariamente y hacer con él los cómputos que lo han alterado. Comparar sus tiempos con los de media centena de campeones que han sido vencidos por él, para comprender del todo “qué es lo que pasa con Mejía”. Pero, después de todo, lo único que resalta es la incomprensión por la que ha atravesado.

Al verlo con patillas largas se recuerda aquella época en que tenía barba. Luego se trata uno de “meter” en su mundo y percibe la necesidad de afecto que lo agobia. Por eso dice cosas contundentes. Parece que quiere llamar la atención y tal vez reniega porque no lo comprenden. Desde su ángulo de vista no puede aceptar que la gente no entienda lo que sucede: las marcas de los rivales bajan… él está enfermo, impotente…

“En Rusia fui a los juegos nacionales de ellos; se llaman las “Espartakiadas”; y vi la carrera de los cinco mil. Qué barbaridad, fue impresionante. Creo que es la carrera más fuerte, más espectacular que he visto. La marca fue muy buena, y ese tipo que ganó, en México el año pasado no había estado bien, hizo una carrera regular. Y yo…”.

NO MÁS

Álvaro Mejía no quiere más publicidad. Recibe al periodista por decencia, pero ya no quiere más. “La publicidad nunca me ha gustado, yo no quiero más cosas, eso no sirve para nada. O sí, para que a uno la gente lo moleste. Yo recibo a los periodistas porque me da pena decirles que no. Pero de ahora en adelante no más. Ni una entrevista más. Me voy a esconder porque la publicidad no es buena. ¡Eso para qué… Fíjese! Cuando llegué de Europa, estuve detenido en el aeropuerto una hora, Los detectives me esculcaron todo. Yo no sé qué buscaban, bombas o propaganda subversiva… si yo fui a aprender, a conocer entrenadores, a hablar con atletas, yo no fui a otra cosa. A propósito, en Checoeslovaquia hablaba con algunos deportistas, pero me decían poco. Ellos lo que querían era saber de mí, de cómo entrenaba. Cuando les conté que yo tenía que trabajar me dijeron que eso era mentira. Les parecía imposible que un atleta hiciera otra cosa diferente al entrenamiento”.

Entre la escayola, el andar balanceándose, haciendo fuerza, y las marcas de los colosos del atletismo, al parecer continúa debatiéndose Álvaro Mejía. El último viaje, da la impresión de que le ha hecho ver cosas que lo inquietan, aunque no lo diga. 

Aunque trate de ocultarlo. El momento crítico de la vida emocional del deportista continúa, pese a lo que se esperaba para su retorno del Viejo Mundo. Entonces solamente se ve una alternativa: esa que inicialmente lo inhibió pero que hoy ante las circunstancias se le presenta como única salida: irse a México. Definitivamente no está, por ahora en capacidad de pensar más.

EN COLOMBIA HAY UN GRAN HUÉRFANO: EL ARTE

EN COLOMBIA HAY UN GRAN HUÉRFANO: EL ARTE

Colorido y folclor en el Balet Grancolombiano de Hernando Monroy.

Medio: La República.

Fecha: 13 de marzo de 1966.

Por: Germán Castro Caycedo / Fotos: Sin registro.

Hernando Monroy relata su gira por Europa. No sentíamos hambre, pero estábamos solos. – La patria se alejaba cada día, como el apoyo que nunca recibimos. El artista colombiano y su poder de asimilación. En Europa hay mucho que aprender y mucho que dar a conocer. – Por Germán Castro Caycedo, de LA REPÚBLICA.

España, Francia, Irlanda, Hungría, Bélgica, Holanda, Austria, Suiza y Checoslovaquia quedaron atrás. Todas ellas supieron del Mapalé y la Cumbia. La cadencia del ritmo vibraba entonces con más fuerza. El lamento de las notas adquiría actualidad. Rayaba en sinfonía exótica. Aplausos. Triunfos morales, más que materiales.

Es la historia de treinta y ocho “aventureros” colombianos que un día decidieron desafiar el “mito” del Viejo Mundo. De ellos, hoy solo quedan nueve. Se habían lanzado para triunfar, y lo lograron.

También quedó atrás la orfandad que hoy se traduce en un legajo de saldos rojos. En Colombia olvidamos lo nuestro y es necesario buscar entonces nuevas fronteras.

Hernando Monroy vuelve a su patria lleno de euforia y afición. En la legaja, la esperanzas y el sabor del éxito cubren la tinta roja. Nada podrá detenernos – dice mientras repasa recuerdos y arruma un centenar de recortes que hablan del Balet Grancolombiano en muchas lenguas -. No hemos tenido el apoyo que precisábamos… tampoco hemos sentido hambre. No es cierto que estuviéramos allí arruinados. So- lo que la lucha se hacía cada día más dura. Pero por eso triunfábamos. Asunto de orgullo.

Monroy es joven. Raya en los veintiocho. Cabello revuelto, ademanes finos y clara manera de expresarse. Conocimiento de causa. Yo diría que ha logrado esa cultura que deja en el hombre inteligente el roce con la vetusta Europa.

Traje estrecho, suéter negro hasta el cuello, zapatos de gamuza y una sonrisa muy grande. Optimismo. No es el aprendiz de coreógrafo que zarpó hace dos años de nuestras costas. Está avezado y vuelve en busca de “material”. Música nueva, elementos jóvenes, vestuario que marque la época nueva de su conjunto.

La compañía se mermó durante el primer año, pues al llegar allí el elemento colombiano se soltó el pelo… así no se puede trabajar. Licencié a más de la mitad buscando la disciplina y rehice el grupo con artistas españoles y latinoamericanos. Hoy busco lograr una idea nueva: el balet continental… pero necesito dinero. Creo que ahora sí logro el apoyo que merezco en mi tierra. He hecho miles de kilómetros haciendo conocer nuestro folclor. Creo que merez-ca recompensa.

– ¿El balance artístico de la gira?

– Un centenar de contratos suscritos que aquí traigo. Mírelos.

– La preocupación es el apoyo ¿Qué ha gestionado?

– Algo con la Federación de Cafeteros. Pero necesito más. -¿Cree hallarlo?

– Dios quiera.

– ¿Y, si no?

– A cruzar el mar.

– ¿Conformista?

– ¡Nunca! El conformismo acaba con el hombre.

– ¿Qué costos tendrá el nuevo grupo?

– Muchos. Más que el anterior.

– ¿Cuáles eran entonces sus gastos?

– Sin costos accesorios, seis mil dólares semanales. Únicamente para nóminas.

– ¿Los consiguió puntualmente?

– Sí. Le he dicho que no hemos pasado hambre. Es asunto de administrar bien lo que se gana y yo me siento buen economista.

– ¿Joven?

– Hombre… hombre.

Monroy hace el recuento de la larga gira. Los pasos del itinerario no registran fracasos artísticos. Viene al tema el nivel cultural del colombiano. Hay una pausa. Luego, un cigarrillo. Silencio.

Gira la charla hasta tocar algo concreto: “el sentido del arte es grande en el artista colombiano. La experiencia no. Pero es curioso ver cómo en muy corto tiempo desarrollamos un poder extraordinario de asimilación. Nos hacemos muy fácil al medio. Al llegar al exterior captamos el nivel cultural con facilidad… y terminamos por igualar las técnicas modernas del arte”.

Monroy intenta entonces un parangón entre el arte colombia- no y el europeo, para concluir diciendo: “Colombia me hala, cuando estoy lejos la siento entre los huesos… pero volveré a viajar.. Hay más campo de acción allí. Hay mucho que aprender… y mucho que dar a conocer.

– ¿Qué vendrá entonces?

– Portugal, La Riviera italiana, La Costa Azul, España, Rusia, Sudáfrica, Nueva Zelandia y Australia.

TOROS BRAVOS DONDE MORAN LAS ÁGUILAS

TOROS BRAVOS DONDE MORAN LAS ÁGUILAS

Medio: EL RUEDO, semanario gráfico de los toros.

Fecha: 23 de junio de 1964.

Autor: Germán Castro Caycedo / Fotos: Sin registro.

En el corazón de los Andes, a 3.500 metros de altura sobre el nivel del mar, frescos herbazales, floridos como en eterna primavera.  — La tribu indígena de los «Guambianos», que adora al sol y representa un núcleo social que se gobierna mediante normas consuetudinarias propias, principales espectadores del tentadero. — Valor relativo de la tienta. —Toros que no se caen. La tradición española sobre la cría del toro bravo tiene plena vigencia en el cortijo. — Extraordinario poder enrasador del toro de Santa Coloma. — El Dr. Ernesto González Piedrahita fanático hispanista e «impenitente aficionado a la Gaya Fiesta». 

A la izquierda, dos fotos: En el grandioso panorama de los Andes — pastos de eterna primavera en la línea ecuatorial — se encuentra el nuevo reino del toro de lidia español. Estos son los pastos de «Las Mercedes», hacienda del doctor González Piedrahita, donde cria su ganadería en la más pura sangre de Vistahermosa. — Dicen que los toros de González Piedrahita no se caen. ¿Cómo van a hacerlo si desde las becerras a los utreros pueden galopar a sus anchas por la sierra de repechos impresionantes y de aire vivificador?

(Texto: German Castro Caycedo. Fotos: Loaiza)

Arriba: Caminar a caballo por las trochas y vericuetos de aquellos montes, cuyas cumbres tocan el cielo, es placer que practica el ganadero. Aquí vemos al doctor Gonzáles Piedrahita ex ministro de Relaciones Exteriores, gobernador del Valle y delegado de la Cámara de Representantes, con el ex matador Jerónimo Pimentel.

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Colombia, país privilegiado en América por su posición geográfica es cruzado de sur a norte por la cordillera de los Andes; cuya accidentada topografía le permite a nuestro suelo tener todo tipo de climas, desde los ardientes valles de los ríos hasta las glaciales cumbres de los nevados.

Allí, en un rincón de la cordillera al sur del país, y a un palmo de terreno de la línea ecuatorial, está situado el departamento del Cauca, en cuyo corazón pasta la que tal vez es la primera vacada de Colombia actualmente: Las Mercedes de González Piedrahita.

La temperatura oscila entre los cuatro y trece grados centígrados durante todo el año y, como en el resto del mundo, no se conocen las estaciones. Solo se diferencian dos fenómenos climatológicos que solemos llamar invierno y verano, aunque ellos no tengan duración o épocas definidas para acaecer. Durante el invierno no nieva y por eso los vegetales mantienen su frescura durante los doce meses del año. Amanece a las seis de la mañana cayendo el sol a las seis de la tarde. Por eso las noches son iguales a los días: de doce horas cada uno.

Las Mercedes ocupa una extensión mayor a las 1.000 hectáreas todas sobre terreno quebrado y cubiertas por «pasto azul», «trébol» y algunas leguminosas gramíneas de la región, gracias a la fertilidad de la tierra. Como consecuencias de la topografía hay agua – que nace de la misma finca – en abundancia superior. El clima es altamente seco y el aire, helado, quema la piel y «transmite mayor vitalidad tanto a plantas como a animales».

La estancia de «Las Mercedes» es una antigua casona con aire y pátina coloniales, acentuados por motivos taurinos, carteles toreros, cabezas disecadas de animales de bandera. Y a estos elementos, cabezas de la Fiesta y evocación de España, les comunican su prestancia algunos cuadros de Andrés Martínez de León.

El contorno lo decora un jardín que permanece siempre cuajado de flores «que ennoblece, perfuma y alegra tanto al hogar campestre del propietario como al austero albergue del equipo que comparte con aquel desde la fundación de la vacada los sucesos y los triunfos anexos a ese género de actividades».

Después de la agotadora faena del día, y en torno a la mesa que congregaba a quienes habíamos tomado parte activa en el tentadero para comentar los resultados de éste, el propietario responde una una nuestras preguntas:

LA ESTIRPE BRAVA

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En 1946 — dice el doctor González Piedrahita —  traje de Méjico sesenta vacas y seis sementales, comprados a los hermanos Antonio y Julián Llaguno, propietarios de los famosos cortijos de San Mateo y Torrecilla. Como es sabido, fueron los señores Llaguno entusiastas aficionados y los más competentes ganaderos que registran los anales de la Fiesta en el país azteca.

A principios del presente siglo, y por consejo de sus parientes los matadores Ricardo y Emilio Torres, los señores Llaguno fletaron un barco e introdujeron en Méjico un buen número de vacas y varios sementales adquiridos a los sucesores de don Antonio Rueda y Quintanilla, sexto marqués de Saltillo.

Provenía la ganadería de Saltillo en línea directa del tronco de Vistahermosa y figuraba por esas calendas entre las más cotizadas, al lado de Veragua, Murube, Martínez, Aleas y Miura. Los ases de entonces, especialmente Rafael Guerra, los Bombas, Luis Mazantini y Machaco, no ocultaban su predilección por los saltillos, dados su gran espíritu de combate en todos los tercios y su idoneidad para el lucimiento, dentro de las nuevas realidades que por entonces se iniciaron y que hubieron de culminar con la revolución belmontina.

En 1918 la ganadería fue adquirida por don Félix Moreno Ardanuy, y hoy se lidia a nombre de don Javier Moreno de la Cova con éxito extraordinario.

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TRES RAMAS DISTINTAS

Dentro de la organización de «Las Mercedes» la rama de Saltillo se conserva y dirige separadamente de las otras, y de ella proceden los nombres de los toros que hicieron posibles las grandes faenas realizadas en las últimas ferias de Cali por El Viti, Camino y Clavel. Faenas consagratorias que difícilmente olvidará la afición de nuestra comarca.

Más tarde — continúa el ganadero — fueron incorporadas a la finca diez vacas y dos sementales de la ganadería sevillana de don Tulio y don Isaías Vázquez, corriente de sangre que se selecciona y cuida por separado como una reserva de solera fuerte, sangre fresca y buena raza.

Hace un poco más de tres años adquirió la ganadería tres sementales de Santa Coloma, que están padreando con sendos grupos de vacas de Saltillo. Estas dos corrientes de sangre tienen un origen común, porque el conde de Santa Coloma adquirió en 1904 parto de la ganadería de don Eduardo Ibarra, y posteriormente amplió la torada con reses del marqués de Saltillo.

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TRANSMISIÓN DE BRAVURA

Es una observación muy comprobada la de que el toro de Santa Coloma, por razón quizás de su limpio abolengo a través de una centuria, tiene una singular capacidad para transmitir a la progenie sus caracteres de casta y estilo. Y la tienta de hoy — usted lo ha presenciado — ha puesto de relieve que no nos hemos equivocado en la cruza con la línea de Saltillo.

Es evidente que los españoles, al estructurar el toro de lidia, han efectuado un insuperable aporte a la zootecnia. Por eso he considerado un desacierto separarse de las tradiciones españolas sobre la administración de la ganadería brava en América. En este cortijo no hemos pretendido nunca enmendar la plana a los maestros, y sólo nos apartamos de sus experiencias en cuanto a que por dificultades de orden topográfico no podemos hacer el tentadero de machos en campo abierto, sino en la plaza donde se tientan las vacas. Allí reciben los erales uno o dos picotazos sólo para apreciar su estilo de embestir y juzgar acerca de la casta por la manera de ir al caballo y salir de él.

Además, en mi falible opinión, la tienta es una prueba de valor muy relativo, porque el concepto de la bravura es eminentemente subjetivo y porque ésta no es constante en cada individuo: varía, crece o decrece en el curso del desarrollo del animal.

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EL TORO QUE NO CAE

La afición colombiana no recuerda haber visto nunca caer un toro de «Las Mercedes» durante la lidia. ¿Cómo ha logrado el ganadero corregir esta deplorable deficiencia de energía, tan frecuente en la actualidad?

-En mi concepto, esa falta de dureza y estabilidad de los toros obedece principalmente a un fenómeno de consanguinidad demasiado prolongada. La experiencia enseña que los cruces entre elementos disímiles, que por vía de estudio se hacen en las ganaderías, dan productos de gran fortaleza que nunca se caen durante la lidia. Guardando las distancias, puede hablarse del «vigor híbrido que trae aparejado el choque de sangres y que se observa en todas las razas, sin excluir la humana.

Es posible también que el suministro exagerado de pienso a los utreros para colocarlos antes de la edad requerida dentro del peso exigido por las autoridades determine la inestabilidad y la torpeza de los remos de las reses de lidia. Alguien ha dicho gráficamente que sobrealimentar en exceso a un toro precoz es como ponerle a un niño el sobretodo de invierno de su padre.

— Considero — responde el doctor González — que tanto el torero como el toro actuales han de ser producto del momento social y reflejar el gusto de públicos. El arquetipo del toro no puede ser el idóneo simplemente para las faenas de trámite con que el torero sale del compromiso sin pena ni gloria. Aparte de la casta, es indispensable que el toro tenga ritmo y temple en este momento en que las faenas, por exigencias del público, deben tener mayor desarrollo y trabazón, más perfecta arquitectura y fijeza.

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LOS «GUAMBIANOS» SON TÍMIDOS

El agradable frío de la mañana nos pilla en la placita de tienta. Una docena de maletillas ocupa el tendido en espera de que el matador pida un torero.

Con movimientos felinos, y durante el desarrollo de la faena, los indios «Guambianos» asoman tímidamente sus caras por la parte superior de las paredes. Silenciosamente siguen todos los movimientos y se evaporan al menor gesto del fotógrafo. No hay dudas: ¡estos son tímidos de verdad! Han echado a perder algo bueno para mi información gráfica. No hablan español, adoran al Sol y constituyen uno de los pocos y ya menguados núcleos indígenas que aún existen en Colombia.

Me alejo un poco del tema, pero el recuerdo de la nueva cruza de Santa Coloma, alguno de cuyos productos, luego de haber tomado el castigo y abandonado la plaza, regresó a ella tumbando la puerta y arremetiendo furiosamente contra «el villano» — así diría un aficionado bogotano para referirse al picadorm —, me hace regresar.

El resultado de los machos fue excelente. El noventa por ciento burló el escrúpulo del ganadero y dejó en su libreta las palabras «bueno» y «superior».

Por ahora me limito a emplazar a ustedes para recibir la noticia, dentro de dos años, de las vueltas al ruedo que veremos en nuestras ferias.

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