Entre 1953 y 1965 la población de Minamata, una comunidad pesquera al sur de Japón, empezó a ver enfermar a decenas de sus habitantes con síntomas neurológicos severos, uno de estos la ataxia, que se manifiesta como la imposibilidad de coordinar los movimientos del cuerpo. Con las investigaciones posteriores y gracias a un ensayo fotográfico de la Revista Life, en manos del fotógrafo William Eugene Smith, que fue publicado en 1975, el mundo conoció la Enfermedad de Minamata, un síndrome producto de la alta exposición al mercurio en el medio ambiente, refugiado en los peces y otras especies acuáticas que son parte del consumo humano.
Este episodio de la historia está representado en la película ‘El fotógrafo de Minamata’, cuyo personaje principal, el legendario fotógrafo estadounidense, es interpretado por el actor Johnny Deep en magistrales escenas que identifican el momento de la vida de este talentoso fotorreportero que emprende un viaje a la isla del extremo oriente del planeta y hace un importante aporte para la historia, llamando la atención sobre el impacto de las corporaciones de la industria química sobre el medio ambiente y la salud humana.
Minamata, fue una voz de alerta para el mundo y para el periodismo una gran lección sobre la importancia y el poder del oficio. Así lo interpretó Germán Castro Caycedo, que para entonces era una de las figuras más destacadas del periodismo nacional, entregando rigurosas investigaciones en la prensa escrita y en Enviado Especial, el programa en el que logró emitir 1.000 capítulos.
Castro Caycedo conoció los estudios adelantados por el Comité de Protección Ambiental de Cartagena alrededor de 1975 y llevó las cámaras de Enviado Especial hasta la concurrida ciudad turística, revelando en su investigación que la empresa Alcalis, dedicada a la industria química y de propiedad del Estado colombiano, que en este lugar producía cloro para limpiar los sistemas de acueducto, estaba envenenando la bahía paulatinamente al desechar cantidades alarmantes de mercurio metálico.
El Ministerio de Salud, el Instituto Nacional de Salud y los Servicios de Salud de Bolívar habían realizado, para el año 1975, algunos estudios a partir de muestras recolectadas, hallando grandes concentraciones de este metal en lodos y aguas cercanas a los vertimentos de Alcalis. En 15 minutos, se llegaron a recolectar 9 kilogramos de mercurio metálico en la zona, según advirtió el equipo de Enviado Especial.
El mismo Castro Caycedo argumentó en el programa, a partir de estudios científicos recientes, que solo 250 gramos de mercurio podrían contaminar 10 millones de libras de pescado. Por cada, tonelada de cloro producida en la plata, citaba el periodista, “resulta media libra de mercurio en el ambiente”. Así cuestionaba que no se podría saber el alcance de este impacto en la bahía y muy especialmente, como siempre lo guiaba su interés, para las 100.000 personas que habitaban en esta zona costera.
Si bien, el mercurio metálico emitido por la industria no es directamente el que afecta la salud humana, sí lo es el metilmercurio, una transformación que sufre este componente por la influencia organismos microscópicos que lo transforman en las aguas y lo hacen orgánico; algo que, paradójicamente, es perjudicial para los seres humanos.
Germán fue enfático y preciso en cada apunte que hizo durante su investigación, señalando la ruta que lleva el mercurio metálico a convertirse en metilmercurio; y también resaltando que la gran concentración de petróleo en las aguas, facilitaba y aceleraba este proceso. Este nuevo componente, surgido de la interacción con los microorganismos marinos, experimenta un proceso de biomagnificación por cadena alimentaria, extendiéndose de manera alarmante entre los peces que se alimentan entre sí de acuerdo con la cadena trófica hasta llegar al ser humano que consume las especies más grandes y que concentran una mayor cantidad de la sustancia tóxica.
El consumo continuado de especies contaminadas con mercurio, según advertía Castro Caycedo, podría llevar a tragedias como la registrada en Minamata y que llegó a evidenciarse en los nacimientos de criaturas con graves problemas en su movilidad y en el funcionamiento de todo su sistema neurológico.
Esta denuncia, como muchas otras del gran reportero de Colombia, llevó a que las autoridades ambientales y de salud decretaran el cierre de Alcalis en el año 1977, una victoria para el periodismo, las organizaciones ambientales y la ciudadanía que se salvó de vivir una tragedia atroz por causa de la industria contaminante.
Las preocupaciones de Castro Caycedo
A Germán Castro Caycedo, un comprometido ambientalista, siempre le preocupó el impacto de la industria química sobre las personas. Así lo registró en el municipio de El Guamo, en el departamento del Tolima, en una crónica titulada “La crónica del agente naranja”, contenida en el libro Colombia Amarga.
En este texto, Germán Castro y Alberto Donadio realizan una investigación sobre el impacto de plaguicidas y otros agentes químicos asperjados sobre los cultivos, mayoritariamente de sorgo y arroz, en esta zona aledaña a Bogotá. El impacto de esta tragedia provocada por el uso desmedido y sin vigilancia sanitaria, se vio reflejado en abortos espontáneos y malformaciones en recién nacidos, así como algunas posibles muertes asociadas al envenenamiento. De aquí se concluyó que los herbicidas 2,4-D Y 2,4,5 T, comunes en el agente naranja, usado en Vietnam para defoliar la vegetación en la guerra, estaban presentes en estos territorios, los cuales ya habían sido prohibidos en Estados Unidos.
Otro tema que abordó con gran dedicación fue el uso de Glifosato en la fumigación de cultivos de uso ilícito, cuyo impacto ambiental ha sido motivo de controversia en la comunidad científica. Para Germán, este método para combatir el narcotráfico termina costando más en términos ambientales, pues ha sido sinónimo de destrucción y también de enfermedad en las comunidades, que han denunciado casos de malformaciones congénitas, hidrocefalia, entre otras patologías que aún se investigan.
Antes de morir, el escritor y periodista estuvo indagando sobre la situación ambiental del país, desde el fracking hasta la deforestación y contaminación de las aguas por causa de la minería ilegal. No tuvo el tiempo suficiente y se fue de este mundo habiendo advertido hace casi 50 años que la violencia del país había escalado a la naturaleza:
“La violencia contra la naturaleza parece una prolongación de aquella que padecen los hombres. En Colombia estamos fabricando un desierto, no siempre por iniciativa propia, como en el caso de los plaguicidas que destruyen al hombre o a los suelos, o el de los bosques, cuyo rozamiento fue legalizado e instituido desde finales del siglo pasado por compañías extranjeras amparadas por el Estado”.
Los daños fueron advertidos por él, hizo lo que un gran periodista debe estar obligado a hacer: adelantarse a su tiempo. El medio ambiente es hoy un tema prioritario en la agenda política y no sabemos si ya es muy tarde. El apocalipsis 2, como solía decirlo entre sus chistes y en las conversaciones en la sala de su casa, podría haberse anunciado en la década del 70 y ahí estuvo el eterno reportero dando aviso con su estilo.
“Las consecuencias avanzan como un cáncer. Impresionantes inundaciones que lo arrasan todo en épocas de lluvias, agotamiento paulatino de los recursos, sequías que carcomen los suelos en épocas de verano”.
Vea aquí el episodio de Enviado Especial ‘La agonía de las aguas’: