Escribir como acto de rebeldía: Laura Restrepo y Germán Castro Caycedo

Escribir como acto de rebeldía: Laura Restrepo y Germán Castro Caycedo

Germán Castro Caycedo y su esposa, la periodista Gloria Moreno, sostuvieron una gran amistad con Laura Restrepo, la escritora premio Alfaguara en el año 2004 con la novela Delirio.

Restrepo se conoció con la pareja en la década del 80, cuando incursionaba en la literatura con su ópera prima La isla de la pasión, la cual compartió con Castro Caycedo, quien se convirtió en uno de sus más grandes promotores, al llevarla a su casa editorial Planeta, que hizo posible la publicación de su primer libro.

Laura Restrepo compartía con Germán Castro Caycedo una pasión especial por el periodismo; para ella, la entrevista es uno de sus más destacados recursos, pues le concede la libertad de preguntar y construir la historia desde la voz de las personas. Desde su experiencia, cada persona es una novela. Algo muy parecido a lo que Germán destacaba de este recurso: «cada individuo lleva consigo una historia».

Para estos dos escritores, el periodismo se convirtió en la fuente creativa de sus grandes obras: Restrepo lo capitalizó en maravillosos relatos de ficción; Castro Caycedo, en  historias que parecen trascender el plano de la realidad.

Germán Castro Caycedo dedicaba las horas más importantes de su proceso de escritura reproduciendo las entrevistas que lograba en su trabajo de campo, contemplaba algunas fuentes antes de llegar al territorio y también ajustaba el cronograma para los personajes que seguramente encontraría en sus travesías por pueblos, caminos y selvas.

Él fue un periodista rebelde, encontraba nuevas causas en cada jornada y procuraba dejar alguna respuesta oportuna para resolver los problemas que evidenciaba en la cámara. Conoció el racismo y el clasismo que enfrentaron los indígenas, el abandono del Estado a las comunidades asentadas en las montañas, en el estero de la orinoquía, la amazonía y el tapón del Darién. Sus viajes siempre fueron un desafío a los esquemas, llevando el periodismo al campo donde acontecen las hechos y poniéndoles a estos rostros con historias, con pasado y con anhelos de futuro. Sus libros se convirtieron en importantes referencias, en fuentes de consulta para quien quisiera conocer el país. La memoria que dejó su gran trabajo periodístico es una importante consulta para las generaciones de hoy y un insumo clave para exigir los cambios necesarios en la sociedad colombiana.

Hoy los activistas acuden a ‘El palacio sin máscara’ para reclamar el esclarecimiento de la verdad sobre la toma y retoma del Palacio de Justicia, los defensores de derechos humanos e historiadores rememoran la «Colombia Amarga» para exigir que las injusticias cesen y no se extiendan en el tiempo como una tragedia interminable. Así, las historias de un periodismo dedicado se han transferido a la memoria colectiva.

Laura Restrepo es una rebelde que sobrevive a los cambios de los tiempos, cuando llamarse a sí mismo marxista implica un cuestionamiento casi que inmediato. Su vida estuvo marcada por el activismo en los grupos políticos de la izquierda latinoamericana, participó en grandes momentos de la historia de Colombia, como la negociación con el M-19 a finales de los ochenta, siempre firme a su convicción política, pero también sirviendo a la democracia y la paz. Delegada por el propio presidente Belisario Betancourt, terminó en el exilio a raíz de amenazas contra su vida.

Gloria Moreno, en su cumpleaños, junto a Laura Restrepo.

En México, una cuna de la cultura latinoamericana, continuó escribiendo y su pasión y dedicación le han dejado grandes reconocimientos. La literatura es una orilla desde la que se permite reflejar las aspiraciones de una mujer comprometida con la justicia y también el ideal del empoderamiento femenino que a veces queda oculto en los libros.

El encuentro del talento y de las causas en la amistad es lo que define la relación entre Laura, Germán y Gloria, esta última fundadora de Medios para la Paz, una iniciativa que transformó el periodismo en Colombia acudiendo a una narrativa más próxima a la realidad de las personas y de los territorios.

Finalmente, para hacer periodismo y para escribir es necesario rebelarse y trascender los límites que impone un país de grandes extensiones, montañas en apariencia impenetrables, senderos atiborrados de maleza cortante y pantanos que sepultan las piernas de los más avezados aventureros.