VIDEO | MARIHUANA

VIDEO | MARIHUANA

Octubre de 1983

En el año 1983, el programa ‘Enviado Especial’ marcó un hito en el periodismo de investigación con un episodio dedicado a la marihuana, un tema de larga data pero abordado desde una perspectiva novedosa y profunda. Este programa no solo desafió las percepciones convencionales al adentrarse en el corazón de los cultivos extensos de marihuana, sino que también reveló la complejidad de su tráfico y las dinámicas internacionales implicadas.

Las cámaras captaron no solo a los cultivadores y sus comunidades sino también pistas clandestinas utilizadas para el aterrizaje y despegue de aviones norteamericanos. Estas imágenes, más que ofrecer un espectáculo visual, expusieron la intensa demanda estadounidense por la marihuana colombiana, desafiando la narrativa predominante sobre el narcotráfico.

Además, el programa develó información impactante a través de un documento oficial del Departamento de Estado de Estados Unidos, obtenido en Oaxaca, que clasifica a la marihuana como el cuarto cultivo en importancia dentro del territorio estadounidense. Este hallazgo no solo generó un debate sobre las políticas de drogas sino que también puso en cuestión la eficacia y las consecuencias de las estrategias de erradicación.

La revelación más contundente vino al descubrirse la presión de Estados Unidos hacia Colombia para que utilizara el Paracuat, un herbicida devastador, en la erradicación de cultivos de marihuana. El programa evidenció la contradicción entre la voluntad estadounidense de imponer esta estrategia en Colombia mientras rechazaba su uso en su propio suelo. Este documento oficial contradice la narrativa de cooperación en la lucha contra el narcotráfico, revelando una «doble moral» en la política antidrogas.

«Enviado Especial» no se limitó a exponer problemas, sino que también humanizó el tema al interactuar con aquellos directamente involucrados en el cultivo de marihuana, ofreciendo una visión integral que desafió estigmas y abrió el camino para una discusión informada sobre el tema. La inclusión de las pistas clandestinas y el enfoque en la demanda estadounidense de marihuana colombiana subrayaron la complejidad del debate sobre las drogas, enfatizando la necesidad de abordar este problema desde perspectivas más equitativas y menos destructivas.

Este episodio de «Enviado Especial» trasciende su rol informativo, convirtiéndose en un testimonio del compromiso del programa con un periodismo que no solo ilumina las sombras de temas controvertidos sino que también promueve el cambio. Al documentar el cultivo y tráfico de marihuana en una época marcada por políticas antidrogas estrictas y al plantear preguntas críticas sobre estas políticas, «Enviado Especial» desafía a los espectadores a reconsiderar las estrategias en la guerra contra las drogas y sus implicaciones a largo plazo para la sociedad.

Germán Castro Caycedo pide la liberación y el respeto a la vida de Álvaro Gómez Hurtado

Germán Castro Caycedo pide la liberación y el respeto a la vida de Álvaro Gómez Hurtado

15 de junio de 1988

En un episodio emblemático de «Enviado Especial», Germán Castro Caycedo se desvió de su formato tradicional para abordar un asunto de gran relevancia nacional y también íntimo: el secuestro de Álvaro Gómez Hurtado por el M-19 en 1988. Este gesto no solo reflejaba la estrecha amistad y el respeto mutuo, sino también el reconocimiento a un valioso líder, demócrata e incansable defensor de la libertad de expresión en Colombia.

La relación entre ambos personajes se fortaleció en un momento crítico para el periodismo colombiano. Tras ser secuestrado por el M-19, Castro Caycedo se enfrentó a la petición de Jaime Bateman, líder de la guerrilla, de servir como canal de comunicación con el presidente de la República. Sin embargo, este propuso transformar este encargo en un ejercicio periodístico, dando origen a la serie de crónicas «Obligado a Preguntar». Fue Álvaro Gómez Hurtado quien le brindó el espacio en el periódico El Siglo para publicar estas piezas periodísticas, comprometiéndose a respetar la integridad de los textos y demostrando así su profundo compromiso con la libertad de prensa.

Este acto de confianza y la posterior serie de publicaciones no solo permitieron al país obtener una perspectiva más profunda sobre el M-19, hasta entonces desconocido, sino que también subrayaron la figura de Gómez Hurtado como un demócrata genuino. El gesto de dedicar unos minutos en su programa para pedir la liberación del político, intelectual y también colega, evidencia la complejidad del tejido social y político de Colombia, donde figuras políticas, periodistas y la sociedad en general se encuentran en la continua lucha por la democracia, la libertad y la paz.

Enviado Especial trasciende su rol informativo para convertirse en un testimonio del impacto que pueden tener la solidaridad y la defensa de los valores democráticos en la esfera pública. Este episodio no solo enfatiza la influencia y el legado de Álvaro Gómez Hurtado dentro del espectro político colombiano, sino que también refleja el compromiso de Germán Castro Caycedo con esos valores fundamentales, evidenciando que más allá de las divisiones ideológicas, existe un clamor por el mismo país.

HIPPIES

HIPPIES

Medio: El Tiempo

Fecha: 24 de enero, 18 y 19 de junio de 1971

Por: Germán Castro Caycedo / Fotos: Germán Castro Caycedo

En la Colombia de los años 70, Germán Castro Caycedo se adentra en los movimientos contraculturales para escribir tres crónicas vibrantes. Desde la exploración de hongos alucinógenos con hippies en Tolima hasta la euforia y el desorden de un festival de rock en Ancón, Antioquia. En estos textos captura el espíritu de una época marcada por la búsqueda de libertad y nuevas formas de expresión.

Estas historias, publicadas originalmente en el periódico El Tiempo (1971), nos ofrecen una mirada íntima a momentos de cambio, desafío y esperanza. A través de un estilo único, viajamos en el tiempo para revivir la vibración de una juventud que desafiaba el statu quo y buscaba redefinir su lugar en el mundo.

COMUNIDAD DE HIPPIES EN EL TOLIMA “VIAJA” CON HONGOS ALUCINÓGENOS

Fecha: 24 de enero de 1971

Hacía dos horas estábamos acostados sobre los vagones cuando prendieron la primera locomotora y comenzó el ajetreo en la estación. La «chiva» que nos debía transportar en el primer trayecto saldría a las cuatro y media; en ese momento eran las dos. Habíamos llegado al pueblo después de 13 horas de viajar en un bus que debió quedar impregnado por el humo ácido de los cigarrillos de estos once hippies que, antes de partir de Bogotá, habían aceptado llevarnos con ellos al paraíso de los hongos alucinógenos.

Nuestra primera pregunta muy -muy “burguesa»- fue para saber si íbamos a un hotel y sonrieron disimuladamente. Luego escogieron uno de los diez planchones vacíos del tren para esperar la salida de la «chiva», y nos acostamos en ellos.

Entonces teníamos por delante 70 kilómetros para recorrer en un bus de bancas largas -descubiertas por los lados- y siete horas a pie bajo el sol achicharrante del trópico. Después llegaríamos a aquel sitio de los hongos que dan alucinaciones: nacen entre la porquería del ganado y los “peludos” los buscan como la más grande bendición de la naturaleza.

CIELO VERDE

Los tragan con limón o con guayabas verdes que arrancan de los árboles que crecen en la lomas, hasta las cuales suben semidesnudos para comerlos y luego «viajar en busca de la verdad». Saben a tamo reseco y se pegan a la garganta, dejándola pegajosa por el aceite que llevan impregnado. Luego, a la media hora «explotan» y el pasto se vuelve rosado, el cielo verde como una botella de cerveza. Las piedras del río tienen colores fosforescentes y la angustia (enloquecedora), comienza a agudizarse, lentamente, intensamente, hasta hacer retumbar el cerebro del que chorrean gruesas capas de sangre que cubren el color de las piedras y llenan el río y pasan a la otra orilla y comienzan a trepar por los árboles…

MACHISMO

El pito de la locomotora que comenzó a mover vagones nos hizo abandonar la estación. Por eso, fuimos a la cantina de enfrente a tomar una cerveza y a escuchar los insultos de los ‘parroquianos que con esas caras de machistas que ponemos los colombianos cuando estamos, frente a un hippie, creían resaltar su hombría detrás de dos patillas largas, un trago doble de aguardiente y una pianola de oro que brillaba cada vez que abrían la boca para hablar de nuestra mesa.

Recogimos entre nosotros algunos pesos para comprar panela, arroz y café para llevar, pero Paula no consiguió nada porque las tiendas estaban cerradas a esa hora de la madrugada. Luego, cuando empezaban a abrirlas, la ansiedad les hizo olvidar la idea de la comida y solo pensaron en salir corriendo a buscar la «chiva» que nos acercaría al camino de Agua Clara, donde crecen los hongos.

LA PURIFICACIÓN

La mañana era opaca pero cálida. Llovía con fuerza y el agua escurría por los brazos, por las piernas, pegaba la camisa a las espaldas y gargareaba entre los zapatos. Los hippies, abrazados por parejas, caminaban adelante. Se detenían continuamente para mirar el paisaje, o se quedaban largos ratos mirando una flor o árbol. Entonces sentimos que, primero en la estación, cuando cambiamos el hotel por los planchones grasientos del tren, y ahora, bajo esta lluvia, estábamos viviendo intensamente y que para eso no se necesita dinero.

Escampó a las nueve de la mañana. Antes nos habíamos encontrado con dos grupos de hippies que venían de comer hongos. Estaban embarrados, sudorosos…

– ¿Falta mucho?

– Sí. Un resto de camino. Ahora va a salir el sol y nos va a pegar fuerte: pero hay que pagarle a la naturaleza en alguna forma la bendición de los hongos.

Una hora más tarde comenzaron a chirriar las tripas. Se acabó el camino y anduvimos por las vegas del río. Eran ahora las once de la mañana y solo quedábamos los tres gringos, una de las muchachas y nosotros.

– ¿Y los demás? ¿Se perdieron?

– No. Se quedaron purificandose (viendo la naturaleza).

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ROPA AL DIABLO

Hace mucho calor y sentimos que nos aturdimos. Ellos no. Caminan con ansiedad, resoplan duro con cada paso, pero no aflojan el ritmo. Agua Clara está «cerca»: faltan un par de horas.

Llegamos después del mediodía y nos metemos al río. La mayoría de ellos se ha quedado. Arriban dos horas después, tiran parte de la ropa en las puertas de las chozas y se van a bañar. Ni un bocado; sin embargo, nadie habla de comer. Se acaban de desnudar en la orilla del río, sacan un jabón de lavar trapos y se lo pasan de mano en mano. Pensamos un segundo, y luego, nosotros también resolvemos tirar la ropa al diablo. El agua está tibia.

CIVILIZACIÓN SUPERIOR

Comprendimos por primera vez a los hippies cuando los vemos desnudarse completamente. No se miran. Se quitan la ropa con tanta ingenuidad, con tanta espontaneidad, que infunden respeto. Entonces pensamos que desnudarse es algo tan extraordinariamente natural como lo hacen ellos y que los perdidos somos nosotros que vemos malicia en todo.

Una hora de baño y no vemos un beso, ni una caricia. Juegan en el agua como niños pequeños. Nadie «se pierde» en la maleza, nadie dice una grosería. Sonríen con fuerza o se acuestan boca arriba en la orilla, unos muy cerca de los otros, o caminan por parejas, desnudos, agarrados de las manos.

Nosotros no tenemos nada qué decir. Cuando volvemos, la única frase es de Jaime: «No cabe duda. Los hippies son toda una cultura, una civilización más avanzada que la nuestra en ciertas cosas. Por eso es difícil que los podamos comprender».

– ¿Hay algo de comer?

– pregunta por fin uno de ellos.

Sí. Un agua de panela y una arepa para cada uno.

– Es bien. Es bien…

– ¿Vamos a buscar hongos?

AUTÓMATAS

Comenzó a llover y apuraron el paso sonriendo, dando saltos y corriendo loma abajo. Se veían ansiosos, hasta cuando uno de ellos se agachó y se quedó mirando el primer hongo un par de minutos. Lo arrancó y se lo llevó a la boca con delicadeza.

El hongo alucinógeno de estos lugares no debe durar -según ellos- más de dos minutos en la mano, porque se oxida y se convierte en un veneno fulminante. Así que los devoran con cierta rapidez. En adelante, abundaron. A cada paso sobresalían del pasto y ellos se arrodillaban para comerlos con voracidad.

Sobre las cuatro y media, cuando comenzaba el efecto, nos sentamos en el filo de un risco y «cargaron» un cigarrillo que pasaba de mano en mano. El regreso fue lento. Se hablaba poco, caminaban como autómatas, se miraban a veces unos a otros y sonreían como escondiendo una complicidad, El camino estaba húmedo por que había llovido nuevamente y llegamos a las cabañas, un poco después de las seis de la tarde.

PROTESTA SILENCIOSA

Sin que les pregunten, cuentan su vida uno por uno, sin tristeza, espontáneamente, pero con un duro gesto de reproche.

No había uno solo de ellos que no hubiese sido enviado a manicomios, cárceles o cuarteles por sus padres. Ni alguno que quisiera volver con su familia, acomodada en la mayoría de los casos. Entre estos quince hippies solo había dos, provenientes de hogares con escasos recursos.

– ¿Por qué tienen el pelo largo?

– No les gusta a ustedes, ¿verdad? Cuando la gente «común» nos mira la cabeza hace un gesto de rabia, ¿no es cierto? Por eso lo usamos así: es nuestro grito callado de protesta contra una sociedad de máquinas que producen sonidos.

Los hippies rechazan totalmente a la sociedad capitalista, ven en el trabajo, en los formalismos, en los prejuicios -como la ropa- cosas que alienan al hombre. Y son revolucionarios. Buscan la libertad por todos los medios. Por eso destrozan su salud comiendo hongos y tomando mescalina y LSD. Las muchachas están indistintamente con cualquiera de ellos, un día, medio día, media hora, cuando alguno les gusta. Y aparentemente no sienten celos porque acaso no tienen la noción de propiedad privada del hombre o de la mujer.

LOS ESCAPISMOS

Ninguno de ellos habla de los padres con cariño. Todos vienen de hogares separados o con grandes problemas que han influido directamente en sus vidas. Los hippies son el producto de una sociedad en descomposición, y en buena parte de sus cosas parecen superiores a ella.

Nosotros salimos de una sociedad-suciedad que, como no nos comprende, nos trata como a los peores delincuentes. Nos ven luchar solos para salir de este sistema de m… que lleva siglos hundiendo cada vez más al mundo en un pozo de dinero, y haciéndole perder toda clase de sentimientos bellos.

– Ustedes (agregan), no se dan cuenta de que toda esta rebeldía es por falta de amor, de diálogo, de comprensión, Por eso su respuesta es la cárcel, el manicomio.. Nuestros padres son tan locos que ven en nuestra cordura otra cosa y creen que pagando una clínica de reposo van a remediar nuestro reclamo de paz… los problemas aunque no lo quieran, están siempre en su mente. Aparentemente su adhesión exagerada a las drogas obedece a una inaplazable necesidad de evadirse de la realidad.

La claridad de sus conceptos es, empero, total en la mayoría de los casos:

«Tienen perfiles de una civilización superior»:

– En Woodstock se reúnen 400 mil jóvenes durante tres días y no hay una sola discusión, ni una mala cara… Haga usted una cosa: reúna diez personas durante seis horas y déles trago. Luego nos cuenta qué sucede.

MÚSICA ROCK

En la noche se reúnen a la orilla del río. Uno de los tres gringos toca la guitarra y los demás lo rodean silenciosos, con la mirada perdida. De vez en cuando dicen alguna palabra aparentemente incomprensible.

Aparte del grupo hay dos parejas solitarias, ellas se tienden sobre las piedras y ellos se recuestan a su lado, acercando mucho las caras… se miran fijamente, no hablan nada. Algunas veces se cogen de la mano y algunas veces sonríen.

Sobre las ocho vuelven a las cabañas, colocan en el piso una vela y se reúnen alrededor. Uno de ellos trae un tocadiscos y ponen música rock. Pasan entonces a la mesa donde está el aparato y «clavan» los ojos en el disco…

– ¿Les gusta esa música? (Nos pregunta Homero).

– Sí, suena bien.

– Pero ustedes no la comprenden (replica). Fíjense en las reacciones, por ejemplo cuando suena un determinado instrumento. Los tambores, por ejemplo. ¡Oiga! Tal vez de eso, del sonido, es de lo poco que no hemos podido liberarnos.

EL PEQUEÑO MANSON

Unos minutos antes de empezar la sesión de música que motiva sus «viajes», nos habíamos reunido en silencio. Homero trajo un bloque de dulce de guayaba que tenía un sabor eléctrico y se lo entregó al Tiburón. Este mordió y comenzó a pasarlo de mano en mano. Entonces el pequeño Manson, el Manson subdesarrollado y su compañera, empezaron a hacer una crítica de la sociedad y a rechazarnos con sorna. Dejaban ver con cada actitud, con cada frase, un falso sentimiento de superioridad, un enorme complejo…

– Sería mejor que partieran el dulce con un cuchillo dijo la mujer haciendo una sátira, mientras ellos comían con las manos.

Dejaban transcurrir grandes pausas entre frase y frase. Todo el mundo estaba en silencio, «viajando» por su cuenta. Pero Manson y su compañera, ahora sentada en sus piernas, arremetían sin parar.

– Pensar que en las ciudades hay gente que programa, que sabe qué va a hacer dentro de 15 días. Gente que anda por rieles, que vive esclavizada por un reloj. En la ciudad solo hay bloques de cemento. Máquinas que hablan y que viven con angustia para generar la gran moneda. Sí. La gran moneda. ¡Ja!

SUBCONSCIENTE DE CRISTAL

Por el efecto de las drogas que los tienen minados, destrozados físicamente, llevan una vida mental. Ven su subconsciente con una facilidad pasmosa que asusta la primera vez que uno come hongos porque se encuentra, boca a boca, con sus defectos, analiza con gran claridad la causa de sus traumas psíquicos o sus fijaciones mentales, desmenusa sus conflictos. Por eso se sienten superiores al resto del mundo, del que se burlan con estrépito: nos llaman «bloques de cemento».

Para entender todo esto -que transcurre en una apartada meseta del Tolima- hay necesidad de hablar poco, porque estando muy cerca de ellos se puede percibir con una facilidad extraordinaria la energía mental de cada uno; en la mayoría de los casos se adivinan sus pensamientos, sus deseos.

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SANTANA

Colocan el primer disco: «Vamos a escuchar a Santana», dice el pequeño Manson, pálido como un tuberculoso, frágil, descarnado. Y Jaime, tal vez tratando de romper el hielo, comenta: «¡Ah! ¿Tienen a Santana?».

Manson sonríe: «Cactus, cactus. Aquí hay cactus porque me espiné», dice en tono fuerte. Quiere decirles a los demás que descubrimos el agua tibia. (No hay hippie que no tenga a Santana), Jaime, que no había subido a comer hongos, no comprende el valor de las frases.

Es que a medida que pasan los minutos la mente se va haciendo más clara y permite comprender cualquier movimiento, cualquier palabra que en otras circunstancias parecería estúpida, sin lógica.

VALOR BURGUÉS

Alguien pregunta algo y nosotros respondemos que sí, que regresamos a Bogotá a las cuatro de la mañana para evitar la caminata de siete horas bajo el sol. Entonces la mujer de Manson pregunta con burla -que al parecer tampoco entiende Jaime-: 

– «¿Qué día es mañana?» -Domingo le decimos- y Manson sonríe.

Para ellos no hay días, son también un valor burgués que nos tiene (a los postes de concreto) esclavizados. Luego agrega: «Pensar que en las ciudades hay gente que tiene que asfixiarse trabajando en colmenas y vivir regida por un calendario. ¿Para qué? ¿Para morirse? Y luego, ¿qué?

RITO DE LA LUNA

La angustia tremenda fue cediendo poco a poco con la oscuridad de la cabaña, a medida que iba bajando el volumen de la música que, finalmente, un poco antes de las doce, cesó del todo. A esa hora comenzó a salir la Luna. Victoriano y algunos más se fueron al río a verla: “Es un ritual hay que ver, la salida de la Luna», dijo y se alejó caminando lentamente. (Unos minutos antes se retorcía sobre una banca. «Es que tenía demasiada energia», explica más tarde, cuando, en las últimas horas de la madrugada siguiente, caminábamos hacia la carretera, distante siete horas de Agua Clara).

Terminó el «viaje» colectivo y se apagaron las velas en las cabañas, donde se hablaba muy poco, en voz demasiado baja que permitía escuchar el traquear de la guadua de las barbacoas, sobre las cuales nos acomodábamos lentamente, pero sin poder conciliar el sueño: mañana sería otro día sin pesadillas, sin la angustia que estuvo a punto de enloquecernos porque regresaríamos a la ciudad, a esa ciudad de bloques de cemento donde los hombres viven esclavizados por un reloj y solo piensan en comer, dormir y trabajar.

EL FESTIVAL DE ANCÓN: PURIFICADORA PEREGRINACIÓN

«Aún estamos en el ciclo de géminis, el signo de mercurio; con él todo es rápido… speed». Las palabras de Gonzalo Caro, el organizador, fueron las primeras en escucharse, una media hora antes de iniciarse el festival rock. El ambiente que enmarcó su inauguración era esta mañana, acaso más tenso que durante los días que antecedieron…

La prensa local «saludó» la iniciación del certamen con grandes columnas en las que se daban a conocer un par de comunicados, en los que se condena el festival. Uno está firmado por decenas de habitantes de «La Estrella», el pequeño pueblo en cuya jurisdicción está el parque de Ancón.

«Se trata de una reunión de seres anormales y deshonestos en su máximo», dice el comunicado enviado a las autoridades y los órganos de información. El otro es una resolución de la Asociación de Colegios Privados de Antioquia donde, entre otras cosas, se dice: «Protestamos contra este acto contrario a las tradiciones de nuestro pueblo… se trata de un evento degradante y repulsivo».

El contraste estuvo en un grito largo de los hippies que, sobre la hora de la inauguración, se habían por fin congregado en torno al escenario. Los directores del festival, unos segundos antes habían llamado, uno a uno, todos grupos pertenecientes a los signos del zodiaco. Luego otro grito colectivo: «para ponernos en algo y llamar al sol que no quiere salir».

Con la voz lenta, alargando las palabras, uno de ellos trepó, al tablado y tomó los micrófonos: «Todos somos hermanos -dijo- todos somos iguales en la música, lo único que puede unir al mundo». Las frases comenzaron entonces a sucederse: fue llamada una señora que había perdido un bulto de piña, a través de las 16 torres de altoparlantes regadas por el espacioso came.

También se hizo relación a la droga: «La gente que tiene en el campo tiquetes de viajes cósmicos, mucho cuidado… si alguien se siente mal, si alguien pone mucha carga en sus pasajes, aquí detrás del escenario estamos para ayudarlos».

En tres carpas color naranja la Cruz Roja estableció un puesto de socorro: «Nos hemos cuidado de traer buena cantidad de drogas, especialmente contra la intoxicación, contra alucinógenos y barbitúricos», dice una enfermera voluntaria.

«Siéntense todos. No importa que el piso este mojado, nosotros estamos calientes por dentro y con la música que comenzará ahora nos calentaremos aún más», dijo otra voz por las torres de parlantes. Sobre la una y media de la tarde salió por fin el sol, entonces se escuchó un grito fuerte en todo el campo.

Tras las palabras de apertura del alcalde inaugurando el festival -dos frases breves-, ‘Carolo’, el organizador del festival, respondió: «bien maestro, gracias por habernos permitido esto tan bello». La música ha de sonar todos los días hasta las nueve de la noche, cuando comenzarán las fogatas del amor.

Se pregunta en qué consiste y, con una mirada maliciosa, responden: «Es ver la candela, sentirla cerca de la carne para purificarnos.. los burgueses, ustedes los de corbata siempre que oyen la palabra amor piensan en el sexo. Y amor, amigo, amor es todo, es admirar lo bello. La candela es bella».

PEREGRINACIÓN Y BARRO

El campo de Ancón amaneció hoy empantanado. A la entrada hubo congestión en la mitad de la mañana, luego, sobre las tres de la tarde, se volvió a apreciar el mismo fenómeno, que, a medida que terminaba el día, desaparecía casi todo por completo.

Centenares de curiosos que se vinieron caminando hasta aquí llenaron desde las primeras horas la carretera y el tráfico de automotores se hacía lento. En la noche del jueves un chubasco que doblaba los árboles y unía las cuerdas de electricidad, había dejado algunos sectores de Medellín a oscuras.

Aqui en ‘La Estrella’, la tempestad con continuas descargas eléctricas iluminaba cada segundo el campo, dejando ver las siluetas de unas tres decenas de carpas de colores, instaladas por los hippies. Algunas de ellas fueron arrasadas por el vendaval mezclado de lluvia fuerte. Otras se mecían al compás de los árboles.

Adentro había silencio. Estos jóvenes que en la mañana tocan sus flautas, solitarios, sin importarles la avalancha de curiosos, tenían la misma cara anoche, los mismos ojos perdidos. Hoy los distinguimos con facilidad porque tienen unas ojeras enormes y sus caras están brillantes por el sudor de la noche.

Aun sin bañarse, la mayoría de los «hippies de verdad» que han venido a este festival, parecen no interesarse por nada. Son acaso los menos ansiosos por ubicarse alrededor de una caseta alta, cubierta con dos lonas de gruesas franjas verticales, blancas y negras, desde donde los conjuntos harán llegar a ellos la música.

En el parque de Bolívar también anoche, como desde el principio de la semana, durmieron a la intemperie varias decenas de ellos. Hoy sobre las nueve de la mañana comenzaron a trasladarse al campo en «el tren del amor», que hace viajes esporádicos hasta «La Estrella». Este viernes se volcaron al campo de Ancón unas diez mil personas, que buscaban ver el festival.

Su iniciación con lluvia y el marco de resistencia que podría ceder en los días siguientes, fue, hoy también, considerada por el alcalde de la ciudad como «el reconocimiento a una actitud juvenil que no podemos tratar de tapar con las manos».

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LA EMBARRADA GENERAL EN EL FESTIVAL HIPPIE

Veinticuatro horas después de iniciarse, todo parecía indicar esta tarde que el primer festival latinoamericano de rock podría fracasar por contratiempos que se escapan de las manos de los organizadores. Hoy se calcula que unas 20 mil personas se volcaron sobre el Parque de Ancón, mientras el mal tiempo continuaba entorpeciendo el desarrollo del certamen.

Todas las instalaciones amanecieron allí inundadas de barro. El olor en las zonas de acceso era, bajo el sol del mediodía, insoportable por la evaporación. En tanto, centenares de hippies completamente embarrados y descalzos continuaban inmutables oyendo la música y contemplando la naturaleza.

El concierto, suspendido a la noche un poco después de las ocho, se inició esta mañana antes de las doce, con horas de anticipación a la prevista. Anoche los últimos conjuntos en salir al tablado abreviaron el tiempo de actuación ante las condiciones del invierno. Como ayer, hoy tampoco hubo vigilancia en el parque. La afluencia de gente, que dobló en cantidad a la de ayer, obligó a que los organizadores hicieran grandes esfuerzos por tratar de controlar los desmanes que se iniciaron la noche anterior.

Ricardo Echeverry, coordinador general del certamen, dijo después del mediodía que las autoridades habían negado hasta esa hora toda su ayuda. A las cinco de la tarde, en un día gris, la situación continuaba empeorando. Solo ocho policías pudieron ser localizados por los reporteros en las afueras del campo.

Según Gonzalo Caro, el principal organizador, «se ha tratado de bloquear el festival, con el agravante de que además de la falta de vigilancia por parte de la policía, el comportamiento de una buena parte de los visitantes es muy malo». Según sus palabras, los mismos hippies reforzaron desde la madrugada la «guardia cívica de control», pero todo esfuerzo resultó incapaz por la cantidad de visitantes.

Anoche la mayoría de estos jóvenes permaneció en el campo, a pesar del barro, el intenso frío y la lluvia. Unos dos centenares de ellos fueron atropellados por borrachos, hampones y depravados que, según la guardia cívica, «trataron de cometer toda clase de ilícitos». Miembros del mismo grupo dijeron que más de 15 carpas fueron asaltadas mientras los muchachos se reunían en torno al escenario, desapareciendo las pocas piezas de ropa y comida que allí se guardaban.

Caro anotó respecto de lo último: «Todos los borrachos que había en la ciudad se vinieron al campo de Ancón después de las siete de la noche. Insultaron a las mujeres y agredieron de palabra a todos los hippies que había en el lugar». Por otra parte, comunicó a la prensa que ayer domingo se habían pedido refuerzos a la policía y al alcalde, pero que después de tres conferencias con ellos nada se había hecho para solucionar la situación.

A las cinco de la tarde, se habían completado 29 horas desde que inició el festival. A esa hora, las instalaciones de la Cruz Roja amanecieron inundadas: habían atendido 14 casos de intoxicación por abuso de drogas; 36 jóvenes habían sido tratados por infecciones severas en la piel y 14 presentaban heridas de pequeña magnitud por porrazos a causa del mal estado del terreno.

Para los miembros de la Cruz Roja, las intoxicaciones todas catalogadas de leves menos tres que exigieron hospitalización, obedecen en parte a las condiciones físicas de los jóvenes. Desde cuando comenzó el ‘Alfa’, un poco después de la madrugada de ayer, es poco lo que han podido comer porque vinieron sin dinero.

Por otra parte, la mayoría ha completado casi una semana -se suman los días de viaje a pie- prácticamente sin dormir. Los organizadores dijeron que desde el mediodía se hacían gestiones para conseguir comida y ropas, pues las condiciones de los jóvenes «son pésimas».

Isidro Gómez, jefe de rescate de la Cruz Roja en las riberas del caudaloso río Medellín, dijo que anoche fue posible salvar la vida de 12 curiosos que, por entrar sin pagar, fueron arrastrados por la corriente. Asimismo, Orlando Carvajal, de la misma organización, señala: «Los visitantes están abusando de esta gente que es muy pacífica y no molesta para nada. Las autoridades están abocando el festival a un grave problema de orden público si no se pone vigilancia a tiempo».

El médico voluntario -también de la Cruz Roja- Alfonso Sierra (26 años), señaló por su parte que hasta el momento, fuera de tres casos de intoxicación «más o menos delicada», el resto de los problemas tratados eran simples y sin complicación».

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FOGATAS DEL AMOR

Tanto ayer como esta noche las «fogatas del amor» fueron suspendidas por la lluvia y «por el peligro que significa la avalancha de visitantes inescrupulosos». Según media docena de hippies entrevistados, las personas que se acercaron al lugar el viernes por la noche, estaban atraídas «por un morbo tremendo, porque se imaginaron que nosotros íbamos a hacer algo indebido… y cerca de las fogatas solamente queríamos calentarnos y contemplar la candela».

Asimismo, hoy como ayer, unos 400 jóvenes se vinieron a Medellín una vez terminado el concierto, para dormir en las calles y parques, bajo alares y puertas, tratándose de proteger de la lluvia. En las primeras horas de la mañana, embarrados y hambrientos, «asaltaban» a todos los transeúntes para pedirles dinero con qué comprar algo de comer.

Sobre las nueve de la mañana la gran mayoría de ellos inició una larga peregrinación (dos horas) a pie hasta el campo de Ancón, para asistir al segundo concierto de música rock. Anoche, bajo un torrencial aguacero, los hippies durmieron hasta en algunos calabozos de la policía, a donde se acercaron para pedir protección contra el agua.

Todos estos inconvenientes restaron brillantez al festival que se iniciara ayer en un día húmedo pero que hoy ha convertido el campo en un lodazal maloliente, donde abundan los truhanes ávidos de atropellar a esta pacífica juventud.

VIDEO | ENTREVISTA A ÁLVARO FAYAD

VIDEO | ENTREVISTA A ÁLVARO FAYAD

Agosto de 1984

En una contribución periodística significativa, Germán Castro Caycedo presenta una entrevista detallada con Álvaro Fayad, el segundo comandante y cofundador del movimiento guerrillero M-19. La conversación se sumerge en las dinámicas del conflicto colombiano, explorando tanto la historia del M-19 como las perspectivas de Fayad sobre la paz y los desafíos sociales de Colombia.

Álvaro Fayad, una figura prominente en la narrativa del conflicto armado en Colombia, jugó un rol crucial en la fundación y liderazgo del M-19. Este movimiento, surgido en respuesta a lo que sus miembros consideraban fallas democráticas y desigualdades sociales, marcó un capítulo distintivo en la historia de las guerrillas en el país. La entrevista brinda una oportunidad para entender desde una perspectiva interna las motivaciones y justificaciones detrás de la lucha armada emprendida por el M-19.

Durante el diálogo, Fayad habla sobre las conversaciones de paz con el gobierno de Belisario Betancur, reflejando sobre los esfuerzos y obstáculos en el camino hacia la negociación y la reconciliación. Este segmento de la entrevista es particularmente relevante, ya que ofrece insights sobre la complejidad de las negociaciones en un momento crítico de la historia política colombiana.

Además, se abordan las condiciones socioeconómicas de Colombia, argumentando que las carencias profundas y la desigualdad en la sociedad justificaban el llamado a la revolución. Esta perspectiva proporciona un contexto para comprender las raíces ideológicas del M-19 y sus acciones dentro del marco más amplio del conflicto armado en Colombia.

La entrevista, conducida con la maestría de Castro Caycedo, no solo captura un momento histórico, sino que también invita a la audiencia a reflexionar sobre las complejidades del conflicto colombiano, los desafíos de la paz y la consolidación de las desigualdades sociales. A través de la voz de un combatiente, se presenta un análisis crítico y una introspección sobre los movimientos guerrilleros y su papel en la historia reciente de Colombia.

Este documento periodístico es esencial para quienes buscan comprender las dimensiones múltiples del conflicto colombiano y las perspectivas de aquellos que estuvieron en el centro de los esfuerzos por transformar la sociedad. Invita a una reflexión profunda sobre la historia, las heridas, los aprendizajes y los caminos hacia la reconciliación en Colombia.

OCHO CRÓNICAS DESDE LA SIERRA NEVADA DEL COCUY

OCHO CRÓNICAS DESDE LA SIERRA NEVADA DEL COCUY

Medio: El Tiempo

Fecha: 02 al 16 de enero de 1973

Por: Germán Castro Caycedo / Fotos: Germán Castro Caycedo

En ocho crónicas desde la Sierra Nevada del Cocuy, Germán Castro Caycedo nos sumerge en la majestuosidad y el misterio de los nevados colombianos, narrando la desaparición de dos alpinistas europeos en las entrañas de esta imponente montaña. Publicadas en el periódico El Tiempo, entre el 2 y el 16 de enero de 1973, estas crónicas trascienden la mera búsqueda para convertirse en un profundo análisis de la lucha del hombre contra la naturaleza salvaje y su propia fragilidad. 

Con su pluma aguda y perspicaz, teje una historia de aventura, supervivencia y misterio, llevando al lector a una expedición periodística que desafía los límites del coraje humano y la indómita belleza de la Sierra Nevada del Cocuy, donde cada crónica es un peldaño hacia el descubrimiento de verdades ocultas entre la nieve de las montañas.

1. LOS ALPINISTAS PERDIDOS: ¿SECUESTRO O ATRACO?

Fecha: 02 de enero de 2023

Que las nieves de El Cocuy se hayan devorado a dos alpinistas europeos internados en ellas hace 30 días, parecía ayer solo una conclusión de las investigaciones hechas por miembros de la colonia británica. Es que para ellos, en el caso hay algunos episodios que los hacen inclinarse a pensar en un posible atraco o secuestro.

Esto parece ahora oscurecer las esperanzas fundadas hasta hace una semana respecto de su aparición. Al atardecer de ayer nosotros logramos conocer los nombres exactos y algunos datos que son los mismos que hasta la fecha han servido para barajar las pesquisas iniciales.Se trata de Peter Jennings, un australiano, y de Ian Harverson, un inglés, que habían llegado a Colombia en 1973, y luego de permanecer algunas semanas aquí, se fueron al Perú. Allí estuvieron tres meses, tiempo durante el cual hicieron escaladas en escarpados picos de los Andes, que nadie había logrado antes. Para Colin McLean, un veterano montañista que ocupa el cargo de primer secretario de la Embajada Británica, la zona en la cual se internaron los dos jóvenes es muy peligrosa.

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Se sabe, por ejemplo, que allí ha reinado en estas últimas semanas un tiempo muy malo, con temperaturas glaciales, capas espesas de nieve que se deslizan en forma permanente y ventiscas turbulentas que arrasan con cualquier señal de vida. Además, el nevado, que se localiza en la curva que toma la Cordillera Oriental al acercarse a la frontera venezolana, está formado por rocas muy agresivas. Él estuvo allí hace algunos días y observó que la zona es «castigada», además, por varios ríos que se hallan totalmente congelados y de bastante profundidad, algo que para los montañistas significa «un peligro espantoso».

Jennings y Harverson terminaron su temporada en el Perú cuando iba por su mitad el mes de octubre y regresaron a Colombia para planificar la escalada a El Cocuy, hacia donde salieron a finales del mes de noviembre. Por sus contactos con la Embajada Británica, hoy se calcula que cada uno de ellos tiene una edad aproximada de 25 años. «Son muy fuertes, corpulentos y de una gran experiencia en montañismo», dijo el diplomático McLean. Ellos partieron llevando en sus bolsillos 790 dólares en cheques viajeros expedidos en el First National City Bank de Bogotá, que solamente pueden ser negociados por sus dueños. Las chequeras tenían talonarios de 10 dólares cada uno y están marcadas con la serie 153-307, y van de los números 152 a 320.

SOSPECHA

Peter Kley es otro inglés residenciado en Colombia hace unos diez años que conoció a los montañistas y a la novia de uno de ellos, que vive aquí. Impresionado por la desaparición, estuvo en la zona unos seis días, y al otro lado de El Cocuy en una finca llamada «La Esperanza», se encontró con un grupo de campesinos que le contaron que habían visto a dos gringos en la montaña.

Pero la verdad es que Kley confesó a su regreso que aquellos hombres no le habían inspirado ninguna confianza. «Tenían facha de bandidos», le dijo a un periodista de la BBC de Londres que se halla en Bogotá. Luego de hablar con ellos, el británico supo que había sido a principios de diciembre cuando fueron vistos por el grupo de campesinos, según los cuales, al descender, se embarcaron en el camión de Jesús Gamboa, un hombre del lugar que los llevó en dirección a la frontera con Venezuela.

Esto del camión, sin embargo, le parece «muy extraño» a Kley, porque los dos exploradores debían regresar a Bucaramanga y Bogotá, donde habían establecido sus principales contactos. Por ejemplo, acordaron previamente al viaje regresar a la capital de Santander, donde, una norteamericana amiga de ellos y que pertenece a Cuerpos de Paz les guardaría sus costosos equipos de alpinismo. Ella dijo ayer que no sabía nada y que ya ha pasado mucho tiempo desde la fecha prevista para el regreso. En Güicán, Kley averiguó si algún extranjero había recibido o enviado cartas, y en El Cocuy preguntó por llamadas telefónicas que hubiesen entrado o salido. Los empleados de correos y de Telecom respondieron en forma negativa.

Asimismo, en San Cristóbal (Venezuela) interrogó a las autoridades si había prisioneros gringos y las averiguaciones hechas hasta hoy revelan que no. Esta es una de las bases que podría descartar el cuento del camión.

Antes de partir, el australiano les había dicho a algunos amigos que deseaba quedarse en Colombia más tiempo, y por eso, primero que todo, iría a Cúcuta para renovar su visa de turista. Luego sí iniciaría su aventura en el Nevado. Este es otro indicio para quienes investigan el caso, echaría por tierra la noticia de los campesinos.

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Según el F-2 de Bucaramanga, algún forastero compró comida para unos ocho días en El Cocuy, entre el 3 y el 4 de diciembre. Esto quiere decir que,si los alpinistas están allí, la falta de provisiones los debe haber hostigado, «tanto como para que hayan muerto, porque ya llevan un mes».

«El argumento central sobre el cual se está trabajando es que ellos pudieron ser asaltados. La zona es peligrosa y por ella merodean los hampones utilizados por esmeralderos para sus trabajos. Además, existe el antecedente de que hace algunos años – se está precisando el caso – dos montañistas alemanes fueron secuestrados en la misma zona. La noticia no recibió mayor trascendencia en su oportunidad.

El caso de Jennings y Harverson parece ahora inquietante, porque si en realidad hubiesen salido, en su primer contacto con la civilización habrían llamado a alguno de sus contactos. Las autoridades en Santander dijeron que no debía descartarse la posibilidad de que ellos estén perdidos en el Llano, lo que para los investigadores ingleses «es muy improbable». Empero, el DAS y el F-2 de Bucaramanga han iniciado una gran operación para allegar más pistas que puedan conducir al hallazgo de los dos hombres que hoy, para sus amigos, tienen muy pocas posibilidades de estar con vida.

2. LOS ALPINISTAS PERDIDOS: DESESPERADA BÚSQUEDA EN LA SIERRA DEL COCUY

Fecha: 08 de enero de 1974

Un mes y 21 días después que dos montañistas desaparecieron en la Sierra Nevada del Cocuy, su búsqueda se ha tornado casi desesperada, con resultados hasta ahora negativos. Ian Harverson y Peter Jennings, un inglés y un australiano que abandonaron a Bogotá el 16 de noviembre para venirse hasta aquí, están siendo buscados ahora por dos comisiones. La una salió de San Vicente de Chucurí, en Santander, al otro lado de una inmensa cadena montañosa que nosotros tenemos ahora muy cerca.

La otra entró por aquí, y está encabezada por el segundo secretario de la embajada inglesa, un grupo de baquianos y dos alpinistas voluntarios, un alemán y un francés, que se hallaban de vacaciones en Bogotá cuando se dio la alarma. Sin embargo, luego de siete semanas, parece hoy haber comenzado a asaltar a las comisiones un marcado pesimismo. La Sierra Nevada del Cocuy es una inmensa masa de montañas, castigada por enormes precipicios y pasos falsos, en los cuales solo se descubren profundas fosas en la roca cubierta de nieve, cuando quién no conoce el lugar se va hasta sus profundidades.

Al parecer, el inglés y el australiano no penetraron aquí con personas conocedoras de la zona. Esta primera versión sobre su desaparición, que es precisamente lo que nos mantiene aquí con el grupo de rescate, ha sido confirmada por campesinos y hacendados de Güicán. Pero, aparte de eso, hay una segunda posibilidad que parece tomar cada vez más fuerza. Es la de un atraco para despojarlos de sus valiosos equipos. Nosotros hemos pasado las últimas horas al lado de la prometida del australiano, una inglesa de 24 años, Jan Rawlinson, quien es profesora, hace dos años y medio, en un colegio anglo- colombiano de Bogotá.

Ella ha señalado insistentemente su creencia de que sobre el 4 de enero (fecha prevista para el regreso) su novio la haya llamado telefónicamente desde El Cocuy, Capitanejo o Málaga, para avisarle su regreso. Esto, desde luego, abrigaría el argumento de que los dos hombres sí bajaron de la sierra. Esta mañana, bajo una intensa niebla que cubre al amanecer las faldas de la Sierra, y luego de haber pasado una noche prácticamente en vela, Jan nos dijo: «La sirvienta de mi casa recibió una llamada de larga distancia el día 4 de diciembre. A mí nadie, absolutamente nadie diferente de Peter (Jennings) podía buscarme desde otra ciudad distinta de Bogotá». Por este motivo, nosotros resolvimos bajar a las poblaciones y ciudades que tienen las mejores comunicaciones para buscar archivos.

Con ella hemos escarbado los recibos de Telecom en Capitanejo, El Cocuy y Málaga. En esta última ciudad, con la valiosa colaboración del gerente, Román Correa Segura, y de los empleados, pudimos ver todo lo correspondiente a los meses de noviembre, diciembre y enero. El resultado ha sido adverso. En las poblaciones anteriores, ha sido igual…. más de la mitad de la fecha ha sido empleada en revisar planillas de los pasajeros embarcados en la zona en estos últimos meses. Esta labor, que realizamos mientras las patrullas de rescate regresan a El Cocuy, buscan despejar algunas dudas de la novia de Jennings. Al llegar a las diferentes poblaciones todas las personas interrogadas han dicho que los vieron en los últimos días. Ella cree, sin embargo, que hay en el país decenas de caminantes gringos, y que para el colombiano «común y corriente», resulta difícil distinguir un norteamericano de otro.

El campamento establecido al pie del nevado es silencioso. Timothy Ross, reportero de la BBC de Londres, que nos acompaña, la señorita Rawlinson y un grupo de personas muestran ansiedad por el regreso de la patrulla, previsto para el amanecer de mañana. Solo ellos podrán despejar parte del interrogante, sumido allá arriba entre una sierra agresiva, a la que solo se puede penetrar con equipos especiales. Para los campesinos de la región, la posibilidad de haber caído en alguno de los profundos abismos, o perecido bajo un alud de nieve, es muy fuerte. Mientras tanto, nosotros escuchamos algunas veces rezar a la muchacha que, engarrotada de frío, como todos nosotros, cuenta los minutos y les segundos con desesperación.

3. LOS ALPINISTAS PERDIDOS: HALLAN TODA LA COMIDA ABANDONADA EN LA NIEVE

Fecha: 11 de enero de 1974

PORTADA:

Sigue el drama en la cima del pico Rita Cuba Negro, el primer secretario de la embajada británica, Colin McLean, inspecciona a la distancia. La búsqueda es desesperada. Pero los alpinistas perdidos en El Cocuy son diferentes a los dosque se extraviaron y fueron localizados poco después en la Sierra de Santa Marta. 

INTERNO:

Seis días después de haberse iniciado la angustiosa búsqueda de dos alpinistas a quienes se supone pérdidos en la inmensa Sierra Nevada del Cocuy hace cerca de dos meses, han sido hallados los primeros rastros concretos. Al comenzar la tarde del martes, a unos 40 minutos de marcha lenta hasta abajo de donde termina la sólida capa de hielo que cubre el pico Rita Cuba Negro, fue descubierto un campamento abandonado por ellos. En él estaban acomodados bajo un hule amarillo varios objetos y papeles de identidad del inglés lan Harverson y del australiano Peter Jennings, quienes son buscados en forma infatigable. 

Nosotros llegamos hasta allí con un veterano alpinista, el señor Colin McLean, que a la vez ocupa el cargo de Primer Secretario de la embajada británica, y de Timothy Ross, un periodista de «The Observer», el semanario londinense. Minutos antes había comenzado a caer una lluvia densa de diminutos granizos que, al chocar con la cara, producían una especie de punzadas quemantes en la piel. El temporal arreció ligeramente y pronto estuvimos empapados de pies a cabeza. Desde unos diez metros, lo primero que vimos fue un bulto amarillo y un poco más Arriba, al lado de una gran piedra, un par de tanques que contenían buena cantidad de gasolina para las estufas de los dos hombres.

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El hallazgo fue hecho unas horas antes por el campesino José Ussa, quien subió hasta allí para llevarnos caballos, en los cuales descenderíamos la interminable pared rocosa que hay como antesala del nevado. Ussa estaba acostado en el suelo y cuando nos vio aparecer allá arriba, trató de hacernos algunas señales de luz con un espejo, pero no había logrado ningún resultado: a esa hora sería la 1:45 de la tarde la niebla que en esta semana surge después del mediodía, había cubierto el sol y comenzaba a volverse muy espesa y de un color de lejía.

Cuando estuvimos cerca, el hombrecillo salió a nuestro encuentro; tenía la cara alargada por el susto, le temblaban ligeramente las manos y se notaba bastante excitado.»Allí, allí mero en donde termina la roca, entre las piedras, hay rastros de un campamento viejo. Parece un muerto. Yo no lo toqué porque me dio mucho susto.. Ahora hace unos minutos cuando a ustedes los encerró la nube de arriba, yo encontré el bulto ese. Estaba oscuro y el perro se puso a ladrar y se me fue. Estoy asustado…». Terminamos de atravesar las gigantescas lajas pendientes que brillan por el agua que llora el nevado y trepamos hasta la zona de grandes piedras y arena calcinada que hay más abajo. El bulto amarillo estaba inmóvil. Realmente parecía cubrir un cuerpo humano.

Al llegar allí, el señor McLean se acomodó mejor un pequeño sombrero de tela blanca y nos hizo reunir en torno suyo: «No quiero que nadie toque esto hasta que no estemos todos aquí», dijo con preocupación y, desenfundando la mano de su mitón de lana gris, comenzó a destapar. Lo primero que saltó fue un zapato del alpinista. Él lo tomó con frialdad y murmuró: «Tenía el pie pequeño». Luego vimos en el borde del hule una marca: «P. H. Jennings», escrita con gruesas letras de tinta. Debajo había dos costales con moho, un maletín de cuero crudo y un talego del almacén Ley de Bogotá.

En uno de los sacos había buena cantidad de comida, que más tarde el señor McLean inventarió, basándose en la lista de mercado que estaba escrita en la libreta de apuntes del alpinista inglés: faltaba una pequeña ración, como para dos o tres días, la cual ellos – en una emergencia – hubiesen podido hacer durar hasta una semana. La comida estaba en un sitio que hizo pensar a los expertos que Harverson y Jennings -los desaparecidos- partieron desde este campamento provisional hecho por ellos, para hacer algunas exploraciones cercanas, posiblemente con el propósito de regresar esa noche o la siguiente. Ahora nosotros podíamos imaginarnos fácilmente que ellos no volvieron nunca hasta aquí.

Asimismo la buena cantidad de gasolina que estaba al lado, significaba que, después de un par de días de haber partido, ya no tuvieron con qué calentar alimentos o simplemente agua. Además de la comida, hallamos varios libros en inglés, cartas personales, papeles de identificación, un mapa, un par de alpargates sin estrenar y otras chucherías. Esto parece indicar que ellos dejaron en el campamento lo que podía ser estorbo para incursiones no muy lejanas de allí, sobre las faldas de los picos Rita Cuba Negro y Rita Cuba Blanco, que ahora comenzaban a desaparecer encima de nosotros en medio de una nube que, finalmente, no permitía vernos los unos a los otros, a más de diez metros de distancia. Recogimos los objetos del campamento, los encaramamos en una de las bestias y cuando el frío comenzaba a pasar de 9 grados bajo cero, iniciamos un peligroso descenso a través de descomunales precipicios y gargantas de granito macizo que van a desembocar la casa de un campesino, escogida como punto de comunicación entre las dos patrullas que ahora trabajan en esta operación.

Para subir de la casa hasta el borde de la nieve más cercana hay que hacer una jornada de cuatro horas a caballo, agarrados de las piedras que a medida que uno trepa, se van desprendiendo y ruedan por muchos minutos antes de sonar abajo, en el acantilado. Luego la jornada es de unas dos horas de lenta marcha a pie, en la cual el ruido que hace el corazón parece la única compañía.

El aire es seco y hiere los pulmones, no mucho tiempo después de sobrepasar los cuatro mil metros de altura. Es que contiene poco oxígeno, lo que – según los expertos – hace que un hombre trabaje allí como si tuviera solamente un pulmón. El más leve ejercicio resulta agotador. Uno siente la sangre correr a borbotones por las arterias, mientras de la nariz comienza a salir un líquido helado, que causa laceraciones, hasta dejarla llagada.

Nosotros subimos hasta lo más bajo del Rita Cuba Negro con el señor McLean, porque él quiso que lo visitáramos para que nos diéramos cuenta de lo difícil que es la búsqueda. Solo hasta que uno llega a la cima es cuando se da cuenta que la Sierra del Cocuy está formada por cerca de 30 picos de roca y nieve la mayoría, cubiertos por 500 a 1000 metros de colchones de hielo que tienen un espesor que oscila entre 10 y 100 metros. En total, son 34 kilómetros de sur a norte cubiertos de hielo.Para nosotros la experiencia resultó difícil.

A medio camino y cuando abandonamos los 3.700 metros, sentí varias veces ligeros mareos. Arriba los anteojos ahumados oscuros, parecían no proteger mis ojos. Por varios segundos la vista se me oscureció y las pupilas me dolieron como si me hubiesen clavado agujas en el centro. El señor McLean me dijo que cuando se permanece en estas condiciones, por más de siete horas, la persona queda ciega por el reflejo de la nieve, durante unos tres o cuatro días.

Los alpinistas utilizan hasta dos pares de espejuelos muy densos, especiales para estas zonas.El hallazgo del campamento de los exploradores perdidos, que por suerte encontramos en una exploración informativa ha dado un vuelco a todas las especulaciones hechas hasta ahora. Esto permitirá establecer una zona exacta, donde acaso tuvieron algún percance. Para quienes dirigen la operación, ellos no deben estar lejos de la zona en que nosotros merodeamos.

Mañana al amanecer un campesino subirá hasta el campamento donde un alpinista colombiano, un francés y un alemán regresan en las noches, luego de explorar el pico Pan de Azúcar y en el Púlpito del Diablo. Allí será suspendida la búsqueda y se concentrará en los Rita Cubas posiblemente dentro de un día y medio. En esta nueva zona hay grandes paredes de hielo y profundísimas grietas abiertas, que nosotros hemos visto hoy cerca de las narices con unos poderosos binóculos.

4. LOS ALPINISTAS PERDIDOS: LOCALIZAN MÁS HUELLAS

Fecha: 12 de enero de 1974

“Los alpinistas franceses, mi querido amigo, tenemos una muy vieja tradición que no va más allá de esto: si un compañero tuyo cae, es necesario buscar su cuerpo y tratar de darle sepultura. ¿Por qué lo hacemos? No es asunto de intereses. Nuestro problema es más, mucho más de aquel “hoy por ti, mañana por mí”, no es asunto de hermandad… Mire una cosa: hay que subir allá, saber lo que se experimenta en esas soledades y entonces sí se comprenderá que vivimos atados por un sentimiento. Llámelo, si usted quiere, hermandad de la nieve”.

Este es Jean Antolín, uno de los hombres que han buscado casi hasta agotar sus energías a dos montañistas que él no conoce pero que se cree están perdidos en la Sierra Nevada del Cocuy, en Boyacá, cerca de la frontera con Venezuela.. Antolín bajó ayer tarde para hacer descansar sus pulmones y dejó arriba al alemán Hubert Frank y al colombiano José Curcio.

El plan era que aquellos dos repasaran el Pan de Azúcar y El Púlpito del Diablo. Anteriormente fueron halladas allí unas huellas y no deseaban abandonar la búsqueda en esa zona abrigando alguna duda. Pero al llegar abajo, a la casa de un campesino establecida como punto de enlace, él se encontró con la noticia de que el señor McLean -de la embajada británica- halló abandonada casi toda la comida de los hombres perdidos en una zona que aún no ha sido explorada. Esto los llevó a determinar que es necesario retirarse de los puntos anteriores y entrar lo más pronto posible al área donde estaba el campamento. Por este motivo mandaron a llamar al alemán y al colombiano, que bajaron este mediodía para atacar el nuevo frente, con la ilusión de poder salvar esas dos vidas.

Los cuatro hombres que componen los equipos de búsqueda se habían reunido a principios de este mes, a raíz de la alarma sobre la desaparición de dos jóvenes, un inglés y un australiano y lo primero que supieron era que se trataba de dos montañistas muy expertos. El inglés, especialista en escaladas sobre nieve. El australiano, en trepar rocas, porque en su país no hay glaciares.

Estos les planteaba que irían a buscar un equipo mixto, por lo cual determinaron que inicialmente explorarían cuatro puntos de a Sierra, donde hay picos con roca y nieve a la vez:  el Rita Cuba Blanco, el Rita Cuba Negro, Pan de Azúcar y El Púlpito del Diablo: estos dos fueron los primeros en ser recorridos. Las veintipico cimas restantes importaban menos.

Hoy, ocho días después de haberse iniciado la labor de búsqueda de los hombres desaparecidos, en todos los cuatro se han hallado rastros. Inicialmente, en el Púlpito del Diablo, Antolin y sus compañeros encontraron huellas, que «si no son de ellos son de un fantasma», porque nadie más ha subido por allí últimamente. Eran rastros en la tierra: de piquetas de zapatos que iban al oeste, hacia el Pan.

Fueron hasta allá y comenzaron a ver en la nieve pisadas que rodeaban el Púlpito del Diablo, como si hubiesen estado chequeando el sitio por dónde subirlo… «El Púlpito del Diablo es como un cilindro de roca que surge en pleno glaciar. Hacerlo es lograr un ascenso muy bello y difícil… para gente muy veterana. Ellos lo eran».

«Seguimos al Pan de Azúcar y vimos huellas de subida y de bajada, completas, que se dirigían a la Laguna de La Sierra. Eran de dos personas con estupendos equipos».

Durante todos estos días, por la Sierra se escuchan los silbidos agudos y casi que desesperados que hacen los pitos de los montañistas que buscan a sus compañeros. Son pequeñas flautas, utilizadas en este tipo de emergencias, que se oyen a gran distancia y que, al escucharlas, producen algo que sobrecoge. Sin embargo, nadie ha respondido a los llamados.

Estas tardes toda la Sierra ha quedado abierta, hacia las cinco, por un manto de niebla espesa que se levanta después de las siete de la noche. Entonces brilla una luna inmensa que lo ilumina todo. Aprovechando esa luz, los exploradores han olvidado el gran peligro de caminar de noche sobre la nieve y han aprovechado algunas horas más para buscar a sus compañeros perdidos.

Cerca del Pan de Azúcar, ellos encontraron un paquete vacío de uvas pasas y en el glaciar suroccidental, rastros de un «Un campamento tal vez estúpidamente escogido porque estaba bajo el glaciar, y allí hay aludes continuos. Cualquier explorador experto lo sabe. Se veían huellas de la carpa, de pisadas alrededor como explorando. Eran de ellos. Yo me aterré de ver el punto que escogieron esos locos; no sé cómo no los tapó un alud en la noche», dice Antolín.

Pero como él y el señor Colin McLean no llegaron bien hasta allí, los otros dos alpinistas -el alemán y el colombiano- se quedaron arriba para hacer comprobaciones más extensas.

Hoy, al regresar dijeron, con la cara larga: «Vimos el sitio del campamento de Pan de Azúcar. Las huellas ya no estaban completas. Aludes habían caído un poco antes y las taparon». 

LAS GRIETAS

Hay una palabra que arriba de la Sierra parece estremecer a todo el mundo: la grieta. Son tremendas rasgaduras en el hielo que alcanzan profundidades hasta de 70 metros, angostas y endiabladamente frías. Algunas se ven, pero la gran mayoría quedan tapadas por delgadísimas capas de hielo, de manera que cuando se camina por allí no es posible advertirlas.»Comienza uno a subir y encuentra grietas por todo lado. Las hay cada 10 o cada 20 metros. Para esta labor se necesita gente con gran experiencia, con piquetas, con cuerdas, con buen equipo… a cada paso hay el riesgo de irse a esas profundidades», dice Colin McLean.

Esto explica por qué solo en esta búsqueda hay cuatro hombres. Aquí en la nieve no se necesitan baquianos, porque ellos sabrían menos que cualquier alpinista. Ellos -en su mayoría extranjeros- llegan a una casa, alquilan mulas que los dejen arriba, cerca de la nieve y luego se internan solos. «Uno no sabe ni qué harán después», dice José Ussa, el muchacho de las mulas.

Dentro de las grietas, cuenta Antolín, en Europa hay amigos míos que han logrado sobrevivir hasta 20 días. El organismo, preparado, aguanta mucho… Es inevitable caer en ellas. Generalmente cuando esto sucede, uno se rompe un pie, o un brazo… Y sin la ayuda de alguien no es posible salir de allí». «¿Sabe usted qué se debe hacer al caer en una grieta?», pregunta el francés, y luego se responde: «Tirar para afuera algo un zapato, alguna prenda visible. Así, cae la leve capa de nieve, tapa el hueco, pero al lado queda la señal». 

«Se utilizan también unas pistolas, de manera que uno dispara una luz con un paracaídas y al descender sobre el hielo, deja una gran mancha de color que puede servir de aviso… Hay también pequeños aparatos que lanzan ondas que son captadas por receptores en los refugios. Entonces lo van a buscar a uno… Pero aquí no hay de eso. Es que son contados los que practican el montañismo, muy contados. ¿Cómo va a haber entonces todo aquello?». Los alpinistas conforman equipos de dos hombres generalmente. Es un buen número. Van amarrados uno al otro por cuerdas que tienen habitualmente 20 y 40 metros, según el peligro de la zona.

«Si uno cae, el otro lo sostiene. Invariablemente lo sostiene: el tirón lo podrá arrastrar a uno unos metros, pero entonces se sienta y clava la piqueta, logrando frenar», explica Antolín.

El señor McLean dice :»Cuando el compañero cae, se deja allí y hay que salir a buscar ayuda. Esto es muy peligroso; queda uno solo en medio de todo el peligro».

Yo les pregunté qué pasa cuando ambos caen. Ellos alargaron la cara porque esto es muy posible. Al parecer, los alpinistas algunas veces se confían y se acercan demasiado… Esto es algo que todos han pensado cuando se acuerdan de los dos hombres que ahora son buscados con angustia.

5. LOS ALPINISTAS PERDIDOS: SURGE LA ÚLTIMA ESPERANZA

Fecha: 14 de enero de 1974

Las esperanzas de hallar a los alpinistas perdidos renacieron un tanto ayer al mediodía, cuando sobre una lejana pared de hielo fueron localizados tres puntos diminutos.

Estos parecían inmóviles y estaban más o menos en la mitad del sólido muro, como si realmente correspondieran (dos de ellos) a cuerpos de personas que trataron de escalarlo mediante cuerdas, sin lograr llegar a la cima. El tercero simulaba, a la distancia, la forma de un morral.

Si este último indicio no corresponde a los cálculos de los expertos montañistas que angustiosamente trabajan aquí, la búsqueda será suspendida, declarándose «desaparecidos» a dos jóvenes de 25 años. Ellos se internaron en la Sierra Nevada del Cocuy el 18 de noviembre pasado, con el fin de permanecer en ella unas tres semanas.

Ayer, cuando estaba por terminar una larga jornada de 10 horas, durante las cuales no sentimos el menor asomo de hambre, porque a estas alturas se trastorna hasta la digestión, y después de esperar a que se levantara una gran cortina de niebla, el señor Colin McLean divisó los puntos.

Nos habíamos detenido para descansar unos minutos en una pequeña roca que parece una isla solitaria en medio de la gran capa blanca de hielo, y él aprovechó para inspeccionar, en la lejanía con sus lentes binoculares.

A unos cuatro mil metros de nosotros, en línea recta, y cuando el cielo se despejó casi totalmente, él observó por varios minutos y luego nos alcanzó los lentes al periodista Timothy Ross y a mí.

«¿A qué se les hace parecido el punto de la izquierda?», preguntó con cierta ansiedad. Ross le dijo que a un morral de alpinista: diminuto y rectangular. Yo observé y tuve la misma impresión. El señor McLean asintió con la cabeza: «es lo que yo estoy pensando», dijo luego.

Entre nosotros y el objetivo había una interminable hondonada de varios kilómetros, y sin experiencia ni equipos especiales era imposible intentar subir hasta allá. La gran pared de hielo. brillaba con los rayos de un sol débil y amarillento y realmente parecía inalcanzable.

Por este motivo, el aviso fue dado en forma rápida al francés Jean Antolín, quien salió con esa dirección con sus compañeros, el alemán Hubert Frank y el colombiano José Curcio.

Para llegar hasta allí, calcularon una jornada no menor a 14 horas. Hoy a las 3 de la mañana cuatro bestias los condujeron hasta las inmediaciones del pico Rita Cuba Negro, zona que se explora con gran esfuerzo.

¿PESIMISMO?

Esta, que parece la última esperanza será acometida con todo riesgo, Antolín y sus compañeros acomodaron en sus equipos un tanque de oxígeno, estimulantes cardíacos, suero y morfina. Sin embargo, antes de partir, el aspecto de sus rostros parecía delatar un cierto pesimismo. Es que en los últimos dos días, ellos han hecho jornadas de búsqueda hasta de 11 horas, con resultados negativos.

Inicialmente colocaron su campamento en el mismo sitio donde nosotros hallamos el martes la comida y algunos enseres abandonados. Desde allí han hecho exploraciones tratando de adivinar la ruta que ellos siguieron. Se trabaja de las 7 de la mañana a las 7 de la noche, en condiciones de alto riesgo por las ventiscas que han azotado la zona en los últimos dos días. cuando el cansancio pulmonar por el largo tiempo de permanecía a esta altura, parece hacer mella en los tres alpinistas sobre cuyos hombros quedó la labor. Asimismo, su desenvolvimiento en la nieve ha sido más lento por tratarse de tres personas, atadas una a otra, sistema que resta agilidad en la marcha cuando se atraviesan zonas como esta, plagada de grietas.

Esta noche, el señor McLean, quien ha permanecido aquí por más de una semana, decidió regresar a Bogotá, igual que nosotros. Él bajó finalmente para preparar su vuelta, encontrándose una vez más con la novia de uno de los dos hombres perdidos, la señorita Jan Rawlinson, una inglesa radicada en Bogotá, que se había comprometido en matrimonio con el australiano Peter Jennings, antes de que partiera para esta aventura. Ella ha permanecido aquí a la espera de noticias, pero cada tarde los datos que llegan de arriba parecen más concretos: no hay la menor señal de vida.

Tal vez el momento menos agradable para todos fue cuando el señor McLean anunció que había hallado prácticamente toda la comida que los jóvenes trajeron para sobrevivir y que las esperanzas eran mínimas. Minutos más tarde él abrió los sacos que hallamos y la señorita Rawlinson miró algunos papeles que había también en ellos y no tuvo otra alternativa que aceptar la realidad, sin el menor escándalo, como tal vez hubiese sucedido con una mujer latina.

Silenciosa, sin demostrar que se hallaba destrozada, sus facciones se alargaron. En la noche, cuando Antolín preparaba su última salida hasta donde fueron vistos los puntos, ella se acercó y le dijo en voz baja:

«Si ustedes hallan los cuerpos… y si sus familiares no dicen otra cosa, por favor, déjenlos. Yo se que a ellos les hubiera gustado que los sepultaran allí».

Unos minutos antes, él le había preguntado, casi preocupado al señor McLean: «y… si encuentro algo. ¿qué hago con los cuerpos? No sé en estos casos…» McLean respondió: «Déme aviso a Bogotá».

Esta madrugada antes de salir, Antolín nos confesó: «Es muy seguro que si están en la montaña, no tengan vida. Si los encontramos, los sepultaremos entre la nieve para que no se descompongan, mientras la embajada británica arregla lo demás».

6. DIARIO DE LOS ALPINISTAS: LOS ALPINISTAS PRESENTÍAN LA MUERTE

Fecha: 15 de enero de 1974

Enfermos, desanimados y acaso presintiendo la muerte, pasaron la última noche de su vida los dos alpinistas perdidos en la Sierra Nevada del Cocuy.

Las líneas finales de un diario escrito por el inglés en una carpa que ayer se halló sepultada un metro bajo el hielo parece resumir toda la tragedia de los dos jóvenes antes del 22 de noviembre, día en que sufrieron un accidente que les quitó la vida.

Los diarios pudieron ser fotografiados por nosotros gracias a un descuido del francés Jean Antolín, del alemán Hubert Frank y del colombiano José Curcio, quienes inicialmente se habían negado cerradamente a dejarlos conocer. Los tres exploradores bajaron hoy con todos los equipos de los alpinistas muertos, luego de una odisea para rescatarlos.

La noche del 21 de noviembre, el inglés Ian Harverson escribió sus palabras finales que extractamos de las fotocopias del diario:

«Si mañana hacemos el ascenso será la primera vez que logremos este tipo de escalada juntos. Esperamos subir la pared noroeste del Rita Cuba Negro. Estamos acampados directamente debajo de la pared de hielo. Peter quiere subir directamente, tanto como se pueda. Parece ser muy pendiente hacia la cima.

«La otra posibilidad es en la mitad del ascenso cruzar hacia la derecha para alcanzar la cresta oeste. «Peter se siente verdaderamente desanimado. Estoy seguro de que verdaderamente no quiere estar aquí. Yo me siento bien. Bogotá me harta, hasta cuándo por la noche puedo revelar mis fotos, ir a fiestas, ver a Sally, etc.

«Sin embargo, actualmente no me siento como muy animado para cualquier cosa de mucho riesgo. Me siento más bien con ganas de descanso…. Tendré que pensar seriamente si sí o no vamos a escalar en Perú la próxima temporada.

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La siguiente es la parte del diario que habla de Colombia:

«SÁBADO 17 DE NOVIEMBRE EL COCUY.

Nuestro viaje al Cocuy se está desarrollando como una epopeya y sin embargo todavía no estamos allá. Hemos estado averiguando en las compañías de buses en Bogotá hasta encontrar finalmente la que nos lleva directamente allá. Pero salen tarde y no hay forma de tomar el de las 6:15 esta tarde. Entonces nos madrugaremos para coger el de las 4:15 por la mañana.

Desgraciadamente no pudimos conseguir taxi para ir a la estación de buses. Entonces salimos anoche a las 6:15. Pero, antes de salir de Bogotá, Peter se dio cuenta de que había olvidado sus botas y tuvo que regresar. Espera estar aquí por la tarde.

Ayer por la tarde intenté conseguir mapas de esta zona, pero no se pudo. En general los colombianos y Colombia me tienen jodido. Por ejemplo el tipo con quien estuve hablando para que nos llevara mañana a la hacienda «La Esperanza», con miradas de hostilidad me dijo que costaría 200 pesos el caballo. Carajo, prefiero caminar.

El tiempo en Bogotá y por aquí también ha estado como una mierda. Lluvia continua durante una semana. Uno se siente miserable. De hecho me he aburrido durante días esperando las noches para salir a fiestas o salir con Sally. El martes pasé toda la noche en el cuarto oscuro revelando fotos y me divertí mientras Peter y Jan salieron a celebrar con una comida su decisión de casarse algún día en los próximos años. Peter le escribió una carta al viejo de Jan ayer. El miércoles fuimos todos a una comida a donde Sally, con Duncan, Chrissa, Keith y Maggie. Estuve cortejando a Sally hasta tarde. Las llevé a una pizzería el jueves por la noche que era increíblemente cara.

Nos metimos una fumadera con una pipa, con hachís, hojas de coca, petermint y hongos alucinógenos. Me sentía flotando y cansado porque no tengo mucha experiencia de eso.

El tiempo malo por aquí hará los ascensos difíciles. Las carreteras ya están muy llenas de barro y casi borradas. La gente de los pueblos por aquí, como Capitanejo, parece como hostil a la vida en general.

Hay sorprendente cantidad de lisiados e idiotas en este pueblo. Otros miran al pasar, pero no me siguen ni me gritan tanto como los peruanos. En alguna forma los peruanos son mejores porque parecen ser más alegres. Aquí la vida pesa sobre las gentes, según parece.

Todavía en Güicán esperando la llegada del bus de Peter esta noche con media docena de muchachos, todos muy atentos. Otro llegó y me informó que Peter había llegado y le habían dicho que yo estaba en Güicán y había salido para aquí para encontrarse conmigo. Se averiguó cierto que se trataba de Peter, según su descripción: una persona muy alta con pantalones azules que llevaba dos picas y que no hablaba mucho español. Entonces empecé a pensar que no se burlaban de mí. Y con la ayuda de un muchachito llamamos por teléfono a Güicán y arreglamos que él vendría aquí si conseguía transporte. «Otros muchachitos me compraron cerveza»

DOMINGO 18 DE NOVIEMBRE – GÜICÁN.

Un paseo a través de este pueblo sucio da la impresión de un show de degenerados sociales, retrasados mentales, lisiados y posibles ladrones. Muchos con ruanas, miradas hipócritas paseando en grupos en la plaza de tierra.

Por la mañana hay una vista preciosa hacia el valle, hacia abajo; no he podido conseguir hasta ahora transporte hasta la hacienda Rita Cuba, pero parece ser que el camión de la leche sube temprano hacia allá mañana por la mañana.

Pasó otro idiota esta tarde mirando a su alrededor, con un osito de felpa en sus brazos. Aquí parece haber una concentración de desgraciados».

LUNES 19 DE NOVIEMBRE. S. N. COCUY.

Salimos hacia las montañas esta mañana a las ocho en el camión de la leche. Iba lleno de gente, de cantinas de leche, de bultos de maíz, etc. Llegamos a la hacienda Rita Cuba a las 9:30. Alcanzamos a alquilar un caballo y a estar en camino al cabo de una hora. Esta gente y la que iba en el camión de la leche es muy amistosa. Cosa muy diferente a lo que hemos visto en Colombia hasta ahora.

En la hacienda Rita Cuba nos dieron tazas de chicha endulzada con panela, mientras cargaban el caballo con todo nuestro equipo. Luego nos encaminamos lentamente hacia arriba por las laderas de las colinas y, finalmente, a través de bosques de frailejones (Describe la flor del frailejón). Resolvimos acampar entre esas plantas a las 2:30 p.m. y nos despedimos de Julio, nuestro baquiano que se sentía enfermo, con dolor de cabeza.

Mientras armábamos la carpa nos hicieron señas desde lejos dos jóvenes héroes colombianos que regresaban de la nieve, donde habían estado paseando un poco. No tenían cuerdas ni picas, ni botas. Solo un par de crampones hechos por ellos mismos.

No vimos mucha vida animal, solamente una pequeña especie de conejillos de indias.

MARTES 20 DE NOVIEMBRE. S. N. COCUY.

Día de reconocimiento (exploración). Nos despertamos más o menos a las seis, después de haber pasado ambos una noche sin dormir y encontramos un día bastante claro. En la distancia hacia la izquierda vimos un bonit opico en la dirección del sur y también una linda vista del valle hacia abajo. Pero los valles permanecían más o menos nublados. Todo el día permaneció intermitentemente claro y nublado..

Empacamos la mitad del equipo para subirlo al pie de la nieve. Seguimos subiendo por la cresta hacia la lengua del glaciar que parece ser la ruta normal hacia el Rita Cuba Negro, según unas huellas antiguas que vimos en la tierra. Después de una penosa subida a través de rocas y de campos de nieve, nos recompensó una magnífica vista de las resplandecientes paredes de hielo, más allá del campo de nieve.

Creemos que se puede ver el Rita Cuba Negro hacia la derecha, con sus paredes de hielo y la vertiente que conduce hacia la cima, muy pendiente, más el Pan de Azúcar a su izquierda, con una amplia pared de roca enfrente de nosotros. Es decir, hacia el oeste y un campo de nieve en al parte izquierda superior, y una cresta rocosa que conduce hacia el Rita Cuba Negro. Difícil de alcanzar la cima del Pan de Azúcar a causa de una cantidad de rizos de hielo en la parte superior de la vertiente.

Bajamos más o menos a las 10:30 o 10:45 y llevamos carga a nuestro campamento actual, al pie de la cresta. Luego volvimos a la carpa para tomar el almuerzo. De nuevo estuvimos envueltos en la niebla. Instalamos la carpa más o menos a las 3:45. Nos quedamos sentados fuera mientras lo permitía el frío. Luego nos metimos en la carpa para preparar la comida de la noche, que se componía de pescado seco, pastas, arroz y sopa… Huele a feo. Ojalá sea mejor el sabor.

Como siempre, pasamos gran parte del día preguntándonos por qué hacíamos todo esto y luego planeando futuros viajes a los Himalayas y al Antártico. También pensamos cosas más agradables como hembras, playas y vacaciones.

MIÉRCOLES 21 DE NOVIEMBRE. – S. N. DE EL COCUY.

Volvimos de nuevo a la nieve hoy después de un mes. Regreso no muy agradable. Ambos sufríamos probablemente de insolación. El sol estaba muy fuerte esta tarde. Casi todo el día estuvo con sol, aunque la niebla se mantuvo colgada de las cimas de vez en cuando. Hoy fue un día particularmente pesado para nosotros subiendo esa cresta de nieve nuevametne, con morrales muy pesados, con todo nuestro equipo de alpinismo, más la comida para cuatro días. El sol estaba verdaderamente muy fuerte y Peter estaba sufriendo.

Anoche, antes de meternos entre la carpa, vimos la Estrella del Sur y otras estrellas. Esta noche estamos acampando en la nieve por primera vez desde que salimos de Pumastillo (Perú)».

7. EL SEGUNDO DIARIO: JENNINGS CON PESADILLAS LA NOCHE ANTES DE MORIR

En nuestra edición de ayer publicamos el diario de Ian Harverson, un inglés de 25 años, fallecido en la cima de esta sierra. En él, Harverson escribe las últimas líneas de su vida la víspera del accidente. Hoy damos a conocer el del australiano Peter Jennings, que es muy breve y en su mayoría tiene lugares comunes con el anterior.

Los diarios y los equipos -mas no los cadáveres- fueron traídos aquí por los alpinistas que los buscaron. Estaban húmedos y la tinta era borrosa ya. Con ellos fueron hallados una carpa isotérmica para 2 o 3 personas. Dos talegos de dormir australianos de pluma de ganso. Una botella con poca gasolina blanca (solo lograron cocinar una o dos veces antes de morir); una pequeña estufa de alpinismo.

Además, un teleobjetivo para cámara fotográfica de 200 milímetros, 60 dólares en cheques viajeros del First National City Bank de Bogotá. Porciones pequeñas de arroz, pastas, galletas de soda, dulces, azúcar y sopas en cajas (todo crudo).

Un despertador, cuya aguja para timbrar marcaba las 4 de la mañana. Estaba congelado como todos los efectos personales que nosotros pudimos observar detenidamente, fotografiar los retratos de sus pasaportes y aspirar el olor a moho del conjunto.

EL DIARIO

En el breve diario de Jennings hemos omitido nombres femeninos, por razones obvias, los cuales marcamos aquí con una «X». Este es su texto:

«Viaje al Cocuy. Martes 20-XI-73.

«Intentamos salir de Bogotá el jueves por la noche, a las 6:15 p.m., pero Harvo (el inglés) estaba demasiado embotado por el hachís de X. Desde la mañana nos decidimos por el bus de las 4:15 a.m., pero no pudimos conseguir taxi. Pasé parte de la tarde escribiendo al padre de Jan. No terminé hasta las 5.

Fuimos al bus, a la calle 61, cuando pronto me di cuenta que había olvidado mis botas. Mierda, ¡carajo!

Regresé y pasé la noche con X (una forma muy agradable de perder un bus). Cogí la flota de las 4:15 el sábado y llegué al Cocuy a las 5 p.m. Harvo no estaba como lo convinimos. Unos muchachos me dijeron que se había ido a Güicán. Me fui a Güicán y Harvo no estaba. Los muchachos me dijeron que se había subido a la hacienda Rita Cuba. Entré a un bar y tomé té. Harvo me llamó del Cocuy: bonito esfuerzo, pues solo hay un teléfono en cada uno de los pueblos. Le habían indicado mal la hora del bus del Cocuy.

Intenté conseguir transporte hacia la hacienda Rita Cuba el domingo, pero sin éxito. Escribí a Marion y a Jan, leí, etc. Tiempo feo.

El lunes en la mañana salí a la hacienda. Le dije al chofer que éramos estudiantes pobres y no le dimos sino 5 pesos. Arriba conseguimos 80 pesos de rebaja sobre los 200 que pedían por un caballo. Nos dieron una chicha en la hacienda. Salimos con el caballo y todo el equipo y llegamos una hora después (no anota dónde).

«Subimos durante unas cuantas horas, incluyendo media para sujetar la carga, demasiada aparentemente para un solo caballo. Llegamos a un sitio razonable para instalar un campamento; a una hora de la nieve. Havo maldecía como un arriero. Yo me sentía bien, pero más tarde me sentí un poco cansado cuando llegamos al campamento más elevado.

Estamos más o menos a unos 15 mil pies. Tiempo feo. Harvo preparó té y los morrales temprano. Yo tuve pesadillas durante la noche como es usual a gran altura. Soñé con Jan. No estuvo mal en realidad».

8. DIARIO DE LOS ALPINISTAS II: CAYERON DE UNA PARED DE HIELO

Fecha: 16 de enero de 1974

Ian Harverson y Peter Jennings están muertos en la Sierra Nevada del Cocuy, pero sus cadáveres no han podido ser rescatados.

Según se dedujo de sus diarios, perecieron al desplomarse de una pared de hielo que estaban escalando el pasado 22 de noviembre. Hasta las cumbres cubiertas de hielo de la Sierra solo han subido cuatro hombres a buscarlos y su labor comenzó el 4 de enero de este año.

Ellos son Colin McLean de la embajada británica quien abandonó la labor la semana pasada, el francés Jean Antolín, el colombiano José Curcio y el alemán Hubert Frank. Todos ellos son veteranos alpinistas y han subido sin baquianos, porque en los nevados no existen tales personajes. El campesino no pisa el hielo de las cumbres por sus peligros y porque no posee equipos para sobrevivir.

De otra parte, los alpinistas de gran experiencia, como los que hallaron el campamento de los accidentados cubierto por el hielo, conocen tanto su trabajo que no necesitan «guías». Los equipos, diarios, parte de alimentos, documentos y algunas ropas lo único rescatado hasta la fecha fueron bajados hasta aquí y trasladados a Bogotá por los tres montañistas.

La búsqueda quedó suspendida y los cadáveres se hallan en un sitio bien determinado por quienes -sin ningún apoyo- los ubicaron sepultados más o menos un metro bajo la superficie. Aún no se ha dicho si ellos regresarán para desenterrarlos.

LA ODISEA

Al llegar aquí, Jean Antolín hizo un relato pormenorizado de la odisea que para él y sus compañeros significó esta aventura además mostró las causas de la muerte de los dos hombres, dando el lugar de su ubicación.

Estos son algunos apartes de su historia:

«Salimos el 10 de diciembre hacia las cumbres del nevado. Madrugamos a la una y media de la mañana y partimos a las dos. Sobre las ocho ya estábamos al borde de la nieve, estableciendo nuestro campamento. Lo localizamos en la ribera de La Quebrada de Las Playas, unos 400 metros más allá de donde el señor McLean, un periodista inglés y uno de EL TIEMPO habían hallado la comida de Harverson y Jennings.

Unas dos horas después de andar por la nieve hacia el pico Rita Cuba Negro, venciendo grietas y obstáculos, divisé dos puntos. No podían ser rocas. Estaban a unos 4 kilómetros de nosotros. Eran puntos color anaranjado, color de carpa. Sentimos ansiedad, mucha ansiedad, y apretamos el paso. «Sobre las doce del día estábamos allá y, al tenerlos cerca, nos dimos cuenta que era una sola carpa cubierta de hielo en el centro; sobresalían solo las puntas de sus mástiles.

A esa hora empezamos a picar, José, Hubert y yo. Nadie más estaba con nosotros. Fue un trabajo de romanos porque debimos cavar dos metros por cada lado y uno hacia el fondo. La nieve estaba como una roca, se nos rompió hasta la piqueta.

Trabajamos sin descanso hasta las cuatro de la tarde; el primer momento emocionante fue cuando logré desprender la parte delantera de la carpa, de su cremallera… la pude descorrer. Olía muy feo y lo primero que pensamos era que los cuerpos estaban allá. Pero más tarde descubrimos que se trataba de una poquita comida que se había descompuesto… Era una carpa isotérmica, de dos lonas, separadas una de otra. Desprendí la segunda cremallera y abrí. Impresionante: adentro estaba todo regado, pero cubierto por el hielo transparente, como un cristal.

A pesar del agotamiento, cavábamos entonces con más desesperación. Desprendimos los bordes y, ¡atención!: A los extremos descubrimos dos cosas largas, como cuerpos humanos. Los tocamos, eran blandos (las plumas de los talegos de dormir) y adentro había algo duro, como cadáveres congelados. Resultó que era nieve dentro. La emoción fue muy grande.

TORMENTA

Estábamos en esa labor y comenzó una tormenta de nieve muy fuerte que lo iba tapando todo. El viento helado silbaba, nos cortaba la cara. Entonces el trabajo fue doble: sacar hielo y echar afuera la copiosa nieve que caía al hueco. Serían como las 4 de la tarde de ese jueves 10 cuando terminamos de rescatarlo todo. Hicimos una especie de trineo, lo amarramos, nos atamos unos a otros y comenzamos a descender hasta nuestro campamento, en medio de la ventisca y la nieve que seguía cayendo.

El trineo pesaba mucho, unos 100 kilos, porque los equipos de ellos estaban empapados. Yo halé un poco pero las cuerdas me cortaban los hombros. Entonces Hubert pasó adelante, a unos 20 metros y José y yo, hombro a hombro, seguimos halando. Hubert exploraba las grietas y los peligros….

El trineo pesaba tanto que dejaba zanjas de 20 centímetros en la nieve. Llegamos a las 11 de la noche al campamento extenuados: 21 horas de trabajo, de tristeza y de emoción continuas….

El paso de las grietas era muy peligroso. La delgada capa de hielo que las cubre, a veces aguanta el peso de un hombre. José y yo pesábamos por cuatro, a causa del trineo…. Salimos adelante pero la marcha era muy lenta.

Después del rápido atardecer caminamos en la oscuridad por sobre decenas de grietas. A pesar del plenilunio, la Luna estaba tapada por nubarrones muy negros. Tampoco teníamos linternas. A la que nos quedaba se le había agotado la pila…

Al terminar el campo de hielo, la caminata fue por entre las piedras, a ciegas. Rodábamos con frecuencia. Caíamos a cada paso. Nos maltratamos mucho…. a las once llegamos borrachos de cansancio. No sentíamos el cuerpo.

El viernes 11 de enero descansamos todo el día. Estudiamos los diarios de ellos, desmenuzamos sus datos para saber por qué lado de la pared se habían orientado. Ellos tenían la intención de hacer el ascenso por la pared noroeste. del Rita Cuba Negro. Es un muro de hielo muy difícil….

Los diarios de ellos terminan el 21 de noviembre. El jueves 22 comenzaron el ascenso y se accidentaron…. Hay varias posibilidades que le analizaré adelante, pero todas conducen a una cosa: accidente.

El sábado 12 subimos por los cuerpos. Chequeamos una pared de roca y no se veía nada. No había huellas. Entonces nos movimos hasta la pared de hielo, pero nada vimos. Sin embargo, logramos establecer, por nuestra experiencia, por nuestro ojo de alpinistas y por alguna orientaciones que nos dieron sus diarios, el sitio aproximado donde están…. Ahora le puedo afirmar con aproximación de unos 50 metros en qué parte cayeron. Es que uno conoce, llega allí y sabe por donde un alpinista experimentado como ellos intenta una escalada…

«Ahora, lo cierto es que los cuerpos están bajo la nieve, no por aludes sino porque ha transcurrido más o menos mes y medio desde que se accidentaron. Nosotros no intentamos excavar porque no teníamos herramientas suficientes y porque la nieve allí, a esas alturas es como roca. Durísima.

Antolín, con los diarios de los alpinistas en la mano, los cuales no nos dejó ver (luego nosotros podríamos fotocopiarlos y publicarlos en nuestra edición de ayer), hizo un detenido análisis de las causas del accidente. Sus argumentos son interesantes:

«Jueves 22 de noviembre. Se despiertan a las cuatro de la mañana aquí está su reloj despertador, -congelado y mostrando esa hora-, salen de la carpa, se preparan algo caliente y arrancan a las cinco…. tal vez a las seis. Porque son un poco demorados según nos enteramos por sus diarios…. empezaron algunos ascensos a las ocho solamente. Eso es un error porque hay que comenzar antes de que el hielo se caliente y las rocas comiencen a desprenderse.

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«En adelante, vemos varias posibilidades:

Primera, en camino de la carpa hacia el glaciar caen en una grieta. La descarto, porque tenían mucha experiencia y ya habían hecho reconocimientos como para no sufrir ese accidente entre la carpa y los 20 minutos que los separaban de la pared. Segunda: empiezan el ascenso y se caen. Se matan en ese momento o quedan ahí, sobre la nieve heridos unos cuatro días; tal vez tres. Tercera: Logran el ascenso y en el camino de bajada por una cresta problemática pueden caer a cualquiera de los lados. Cuarta: En el camino de bajada caen de la pared pero por otro lado y, quinta: Ya al atardecer se meten en una grieta, camino de la carpa. De todas, la más posible es la primera».

– ¿Por qué?

«Porque nosotros hallamos en sus diarios la lista del equipo que llevaban: Era escaso, insuficiente, defectuoso, eso se lo puedo afirmar yo categóricamente. Era poco para semejante escalada en hielo Por ejemplo, hacen falta unos pitones especiales para clavar en el hielo, de los cuales solo tenían siete: cinco tubulares y dos de rosca, como sacacorchos…. En la lista no veo que aparezcan escalerillas que hacen falta para trepar paredes de estas.

Pero, me impresiona más que estaban en mal estado físico y tenían malas condiciones psicológicas. Hay que leer el diario de Harverson. Llevaban más de un mes sin hacer ascensos, sin pisar siquiera la nieve. Luego, según sus propios apuntes no se estaban entendiendo muy bien y se hallaban un poco enfermos. Habían soportado mucho sol desde la subida y tenían los pies en muy malas condiciones. Sufrían.

«Otra cosa: por más experiencia que tuvieran, no había ningún acoplamiento de equipo para este tipo de escaladas. Ellos lo anotan: Será la primera vez que intentemos hacer una escalada de estas… Yo creo que todo es claro, las causas, la fechas. El accidente tuvo que ser el 22 de noviembre pasado».

– ¿Volverán por los cuerpos?

– Quién sabe. Tal vez no. Hay que cavar mucho esa roca de hielo, necesitamos herramientas. Eso lo sabremos después.

VIDEO | CERREJÓN REPORTAJES SOBRE LA CORRUPCIÓN EN LA GUAJIRA

VIDEO | CERREJÓN REPORTAJES SOBRE LA CORRUPCIÓN EN LA GUAJIRA

Septiembre y octubre de 1982.

El 27 de septiembre, en el horario nocturno de la televisión colombiana, ‘Enviado Especial’ presentó uno de sus episodios más emblemáticos y reveladores: «Cerrejón». Bajo la dirección de Germán Castro Caycedo, quien por primera vez apareció con corbata azul ante las cámaras, el programa prometió y entregó una hora llena de revelaciones impactantes sobre el contrato de explotación de las minas de carbón de El Cerrejón en La Guajira, entre Exxon, operando bajo Intercor en Colombia, y Carbocol, una empresa estatal.

PARTE 1:

Con su estilo característico, Castro Caycedo desenmascaró, con documentos y testimonios en mano, irregularidades y cuestionamientos profundos sobre las operaciones en El Cerrejón. Entre las acusaciones se encontraban la presencia de personal norteamericano trabajando ilegalmente o sin cumplir con los requisitos necesarios, pero percibiendo salarios exorbitantes; la exclusión de mano de obra colombiana; y cuestiones sobre la elección de equipos y la participación de flotas para el transporte del carbón, resaltando conflictos de interés evidentes con Exxon.

PARTE 2:

La serie «Cerrejón» no solo captó la atención de millones de espectadores por las noches, sino que también desencadenó una cobertura mediática nacional sin precedentes, con once periódicos publicando las denuncias al día siguiente.

PARTE 3:

«Cerrejón» se convirtió en un hito del periodismo de investigación en Colombia, demostrando el poder de los medios para sacar a la luz acuerdos cuestionables y prácticas controvertidas en sectores clave para la economía y el medio ambiente del país. Este episodio, junto con otros trabajos de Castro Caycedo, subrayan la relevancia del periodismo comprometido con la verdad y la justicia social, marcando a «Cerrejón» como una pieza histórica invaluable en el legado del periodismo colombiano.

VIDEO | GUERRA QUÍMICA

VIDEO | GUERRA QUÍMICA

Agosto y septiembre de 1981.

«Guerra Química», una destacada serie de episodios de «Enviado Especial» dirigida por Germán Castro Caycedo. Con estos, se adentró en la alarmante problemática de los plaguicidas organoclorados en la agricultura colombiana. Esta investigación pionera, realizada en un contexto de creciente preocupación por la salud pública y el medio ambiente, expuso el uso continuado del herbicida 2,4-D, a pesar de su prohibición en su país de origen, Estados Unidos, debido a sus efectos nocivos sobre la salud.

A través de entrevistas con expertos en toxicología, salud pública y agricultura sostenible, «Guerra Química» construyó un caso convincente sobre la urgencia de prohibir en Colombia el uso de plaguicidas que contienen 2,4-D. Este compuesto, implicado en una variedad de problemas de salud, desde trastornos endocrinos y cáncer hasta efectos perjudiciales en el desarrollo fetal, se presentó como una amenaza seria tanto para los ciudadanos como para el entorno natural.

La serie también cuestionó la eficacia de las instituciones reguladoras nacionales, como el INVIMA y el Ministerio de Salud, por permitir la entrada y aplicación de estos productos químicos peligrosos, a pesar de las restricciones internacionales. Al destacar la disonancia entre las políticas de salud pública y las prácticas agrícolas, «Guerra Química» reveló una preocupante laguna en la protección de la población colombiana ante riesgos químicos.

Con su enfoque investigativo, «Guerra Química» no solo denunció los peligros asociados con el uso de herbicidas organoclorados, sino que también promovió la reflexión sobre la necesidad de transitar hacia métodos de cultivo más seguros y ecológicos. Este trabajo de Germán Castro Caycedo marcó un hito en el periodismo de investigación, motivando un cambio hacia políticas más seguras en el manejo de plaguicidas en Colombia.

Como pieza importante del periodismo de investigación, «Guerra Química» se ha mantenido como un testimonio poderoso del papel del periodismo en la iluminación de problemas críticos y en la movilización de la sociedad hacia soluciones sostenibles y respetuosas con la salud humana y el ambiente.

VIDEO | PLAGUICIDAS

VIDEO | PLAGUICIDAS

29 de abril de 1976.

«Plaguicidas», un episodio destacado de «Enviado Especial», presenta una investigación profunda sobre el uso peligroso de químicos en la agricultura colombiana, realizada por el renombrado periodista Germán Castro Caycedo. Este trabajo periodístico expone cómo la aplicación excesiva de pesticidas ha causado una serie de intoxicaciones, afectando seriamente la salud de las comunidades rurales, incluyendo hombres, mujeres y niños.

Una de las revelaciones más contundentes del programa es el uso del 2,4,5-T, un componente del ‘Agente Naranja’ usado en Vietnam, en territorio colombiano. Este compuesto ha sido vinculado con graves efectos en la salud, incluyendo alteraciones en el desarrollo fetal y la posible inducción de cáncer. A través de su investigación, Castro Caycedo no solo destaca los peligros asociados con estos agentes químicos, sino que también promueve alternativas sostenibles como el control biológico. Este método propone una solución menos nociva, enfocándose en el equilibrio ecológico y la salud pública.

Además, el episodio reflexiona sobre la urgencia de preservar los ecosistemas y proteger el medio ambiente frente a prácticas agrícolas depredadoras. Castro Caycedo argumenta a favor de un cambio hacia métodos agrícolas más responsables, subrayando la importancia de una conciencia ambiental en la producción de alimentos.

Este capítulo de «Enviado Especial» se erige como una pieza periodística histórica de gran valor, no solo por su rigurosa investigación y la relevancia de su temática, sino también por su capacidad para generar conciencia y promover un cambio positivo en las prácticas agrícolas de Colombia. «Plaguicidas» es un testimonio del poder del periodismo para iluminar problemas críticos y movilizar a la sociedad hacia soluciones sostenibles y respetuosas con el medio ambiente.

VIDEO | LA AGONÍA DE LAS AGUAS

VIDEO | LA AGONÍA DE LAS AGUAS

02 de diciembre de 1976

La Agonía de las Aguas» es un episodio crucial de «Enviado Especial» que se adentra en la grave problemática ambiental y de salud pública enfrentada por la comunidad de Cartagena, Colombia, debido a la contaminación por mercurio. A través de una investigación meticulosa, Germán Castro Caycedo revela cómo la empresa estatal Alcalis, dedicada a la producción de cloro, ha sido responsable de vertimientos masivos de mercurio metálico en la bahía, poniendo en riesgo la salud de más de 100,000 habitantes de la región y del ecosistema marino.

Tomando como punto de partida el devastador caso de Minamata en Japón, donde la contaminación por mercurio causó una tragedia humana y ambiental sin precedentes, Castro Caycedo traza paralelos alarmantes con la situación en Cartagena. Las investigaciones llevadas a cabo por el Comité de Protección Ambiental de Cartagena y el equipo de «Enviado Especial» exponen cómo, en solo 15 minutos, se lograron recolectar hasta 9 kilogramos de mercurio metálico en áreas cercanas a los desechos de Alcalis, lo cual subraya la magnitud del problema.

El periodista no solo detalla el proceso por el cual el mercurio metálico se transforma en metilmercurio, una forma orgánica altamente tóxica para los seres humanos debido a la acción de microorganismos, sino que también explica el fenómeno de biomagnificación. Este proceso aumenta la concentración de la sustancia tóxica a través de la cadena alimentaria, desde los organismos marinos más pequeños hasta llegar a los peces consumidos por humanos, representando un grave peligro para la salud pública.

La denuncia de Castro Caycedo no se limita a la contaminación por mercurio. El periodista también aborda otros temas ambientales críticos en Colombia, como el impacto de los plaguicidas y el glifosato, mostrando su compromiso con la defensa del medio ambiente y la salud de las comunidades. Su trabajo en «La Agonía de las Aguas» y otras investigaciones resalta la importancia de un periodismo riguroso y valiente en la lucha contra la degradación ambiental y sus efectos en la población.

Este episodio de «Enviado Especial» es un testimonio poderoso del papel del periodismo en la denuncia de injusticias ambientales y en la promoción de acciones para proteger la naturaleza y la salud humana. «La Agonía de las Aguas» sigue siendo un recordatorio urgente de los peligros que enfrentamos al ignorar el impacto ambiental de la industria y de la necesidad de actuar para prevenir futuras tragedias.

VIDEO | DE UNA PROTESTA CONTRA EL BAZUCO AL DESCUBRIMIENTO DE UN NARCOTRAFICANTE

VIDEO | DE UNA PROTESTA CONTRA EL BAZUCO AL DESCUBRIMIENTO DE UN NARCOTRAFICANTE

En 1983, el programa «Enviado Especial» presentó «Bazuco», un episodio que sumerge al espectador en el corazón de una de las problemáticas sociales más desafiantes de Colombia durante ese periodo. En el municipio de Pacho, Cundinamarca, se desata una protesta comunitaria contra la creciente crisis del bazuco, un subproducto de la cocaína que estaba devastando a la sociedad colombiana. La comunidad señala directamente a un «comerciante» local, que no era otro que Gonzalo Rodríguez Gacha, uno de los narcotraficantes más temidos y poderosos de la historia del país.

Este capítulo ofrece una mirada inédita a la complejidad del narcotráfico en Colombia a través de una entrevista reveladora con Rodríguez Gacha. Conocido por su brutalidad y por ser uno de los pilares del Cartel de Medellín, junto a su socio Pablo Escobar Gaviria, Gacha defiende sus actividades argumentando que está «haciendo patria» mediante sus negocios. Esta aparición en pantalla brinda una perspectiva única sobre la mentalidad y las justificaciones de aquellos involucrados en el narcotráfico, mostrando cómo se entrelazan con las percepciones de legitimidad y beneficio nacional.

«Bazuco» no es solo un retrato de la lucha de una comunidad contra los estragos de la droga, sino también una ventana a la compleja red de narcotráfico que ha marcado profundamente a Colombia. El episodio resalta la valentía de los habitantes de Pacho, quienes se levantan en protesta para salvaguardar el tejido social de su municipio frente a la amenaza que representa el bazuco y aquellos que lo distribuyen.