El Hueco: la tragedia de la migración que relató Germán Castro Caycedo sigue igual

El Hueco: la tragedia de la migración que relató Germán Castro Caycedo sigue igual

El éxodo de colombianos hacia Estados Unidos, fue una de las temáticas abordadas por Germán Castro Caycedo con profundidad. De ahí, se dedicó un tiempo a investigar las historias de estas personas que migraron hacia el norte atravesando peligrosas rutas en medio de la ilegalidad. Para ellos, su país no les ofreció las oportunidades y se inspiraron en quienes emprendieron este viaje para cambiar la historia a la que estaban condenados junto con sus familias, la imposibilidad de escalar de la pobreza a la vida digna. La promesa de la migración, más allá de mejorar sus ingresos, era una posibilidad de cambio, de forzar el destino a su favor. En 1989 se publicó El Hueco, una serie de crónicas que retratan la tragedia humana que se cuenta en millares de deportaciones y también de muertos durante una difícil travesía.

Los personajes y sus historias fueron localizados en el barrio Queens de Nueva York y en Laredo. Luego en Nuevo Laredo, Reynosa y Matamoros, México. Su extracción social y los motivos que los impulsaron a abandonar su país desde seis ciudades colombianas, reflejan que la migración ilegal es un problema con los mismos cimientos que, a pesar de los años, no encuentran solución en Colombia: la desigualdad, la exclusión, el desempleo y la tragedia de un país que necesita cambios urgentes para que sus hijos no vean a la patria como una mala madre, sino como un lugar seguro donde vale la pena envejecer.

Sergio Gómez Maseri, corresponsal de El Tiempo en Washington, retoma este tema a partir de la muerte de colombianos en medio del desierto intentando llegar a Estados Unidos. La historia se repite y parece que nada hubiera cambiado desde entonces. Los colombianos siguen llegando masivamente y arriesgando sus vidas. Unos logran llamar en algún momento a sus familias para decirles que lo lograron, otros son deportados por las autoridades norteamericanas y un número, no menos importante, simplemente desaparece.

La nota completa de El Tiempo:

El Hueco hacia Estados Unidos: más peligroso que nunca

Hace algunas semanas, Colombia se estremeció con el caso de Juan Carlos Rivera, un joven bogotano que perdió la vida tratando de atravesar ilegalmente la frontera entre Estados Unidos y México.

Desesperado por la precaria situación económica de su familia, que incluye a tres pequeños niños, Juan Carlos tomó un avión rumbo a Cancún y de allá otro hacia Mexicali, una ciudad que colinda con el estado de Arizona y que desde hace a√±os es una de las rutas preferidas de quienes se lanzan a esta peligrosa aventura de coronar el sueño americano.

Nadie sabe exactamente los detalles, pero al parecer Rivera fue abandonado por los traficantes (coyotes) a los que les había pagado 3’000.000 de pesos para ayudarlo en la travesía y murió solo y de noche al caerse de uno de los muros que separan esta zona fronteriza.

Su caso es muy similar al de Claudia Marcela Pineda, otra colombiana que corrió una suerte semejante a finales del a√±o pasado, cuando pereció -junto a su hija- de sed, hambre y calor en el desierto de Sonora, intentando alcanzar el mismo esquivo sueño que se llevó a Rivera.

Historias como las de ellos no son nuevas. Por décadas se ha venido hablando del arriesgado periplo que anualmente toman miles de personas, no solo colombianos, para llegar a EE. UU.

Y muchos, de hecho, recuerdan El Hueco, libro de Germán Castro Caycedo publicado en 1989 en donde el periodista visibilizó por primera vez el caso de decenas de connacionales que se la jugaron toda -a veces con suerte y otras no- para llegar a EE. UU. a través de su frontera sur.

El Hueco, como lo describió Castro Caycedo, es un concepto abstracto que ha adquirido formas diferentes a trav√©s de las décadas. En la época de la publicación de su libro, algunos colombianos atravesaban por el tapón del Darién (Panamá) y de allá por bote o tierra hasta llegar a México. Otros lo hacían desde las Bahamas o Haití.

En años recientes, especialmente a partir del añoo 2020, la ruta preferida para cruzar ilegalmente a EE.UU. es vía aérea hasta Cancún y luego en carro o avión hasta alguna ciudad cerca a la frontera.

Eso, en parte, tiene que ver con la decisión de México de eliminar el requisito de visa para entrar a su país gracias a la firma del acuerdo Alianza Pacífico, firmado en el 2014, y que eliminó el documento entre los países miembros (México, Colombia, Perú y Chile).

Pero hay una constante que sigue siendo la misma sin importar el pasar de los años. Se trata de un viaje lleno de peligros que muchas veces termina en una tumba. De hecho, en los últimos 12 meses la situación se estar√≠a empeorando debido al aumento en el n√∫mero de migrantes que han decido tomar el riesgo y a una serie de decisiones de EE. UU. que dificultan aún más lo que ya de por sí era una travesía temeraria.

El 2021, año más mortífero de la historia para migrantes

De acuerdo con datos oficiales de la Patrulla Fronteriza de EE. UU. complementado por la Organización Internacional para la Migración (OIM), en el 2021 se documentaron más de 650 muertes de personas tratando de ingresar a este país, en su mayoría a través de la frontera sur.

Se trata del n√∫mero más alto que se registra desde que se comenzaron a hacer este tipo de mediciones. Para ponerlo en contexto, el promedio de decesos entre el 2014 y el 2020 fue de 300 personas. Es decir, el año pasado se presentó un incremento del cien por ciento frente a esas estadísticas.

Las autoridades saben, además, que la cifra no representa la totalidad pues muchas personas nunca son encontradas, o sus familiares evitan reportarlos como desaparecidos por el estigma que carga quien muere bajo esas circunstancias.

El aumento va de la mano de un marcado incremento de la migración a EE. UU. en los últimos meses. El año pasado, de hecho, las autoridades arrestaron un número récord de migrantes (1,7 millones), una cifra que habla más del tsunami de inmigrantes camino al país que de la eficiencia de la guardia fronteriza.

En el caso de los colombianos, las cifras son alarmantes. Entre octubre de 2019 y marzo de este año se ha registrado un aumento de más del 20.000 por ciento en el número de personas que ha llegado a la frontera.

Para ellos se trata de una situación de vida o muerte y el hueco termina siendo la única alternativa. Es desgarrador.

Solo el mes pasado llegaron 9.600, el triple que se registraba en enero. Tan dramática es la situación que EE. UU. negoció un acuerdo con Colombia para devolverlos “vía exprés», es decir expulsados sin atravesar por el proceso de deportación regular, que suele incluir una evaluación rigurosa de sus solicitudes de asilo cuando estas son elevadas antes las autoridades.

Según fuentes autorizadas, desde el 1.ro de marzo se ha devuelto por esta vía a más de 2.000 connacionales en por lo menos 12 vuelos de repatriación financiados por el gobierno estadounidense.

La expulsión exprés es posible gracias al Título 42, una política que viene desde la época de Donald Trump y que permite su remoción alegando una emergencia en la situación de salud causada por la epidemia del covid-19.

Una política que según Adam Isacson, experto en seguridad hemisférica de la organización Wola, ha vuelto la migración a través de ‘El hueco’ aún más temeraria de lo que ya de por sí era. «Desde que comenzaron a aplicar el Título 42 y a sabiendas de que si eran arrestados la expulsión era inmediata, muchos migrantes estarían optando por ingresar a EE. UU. través del desierto por vías más peligrosas. Antes llegaban hasta la frontera y se entregaban a la autoridades pidiendo asilo. Ahora saben que eso no es una opción y por eso se arriesgan más», afirma Isacson.

El aumento de la inmigración tiene varias explicaciones. Por una lado las penurias que ha causado el covid-19 en la región está empujando a más personas hacia el norte en busca de oportunidades y una mejor vida.

Así mismo, y pese a que bajo el presidente Joe Biden se han expulsado a más personas que en cualquier otro momento de la historia reciente, la percepción ha sido que la llegada del líder demócrata a la Casa Blanca facilitaría el ingreso a EE. UU. tras los años de «cerrojo» que se vivieron bajo Trump.

Y a eso se ha añadido un factor adicional. A diferencia de Trump, Biden suspendió la deportación inmediata y/o arresto de personas que llegan a la frontera con niños. Lo cual, en la práctica, ha fomentado la inmigración de núcleos familiares, elevando los riesgos de muerte pues los menores son más vulnerables a los rigores de este peligroso viaje.

Si bien todavía no hay cifras consolidadas, el 2022 está luciendo muy similar al 2021: más migración, más expulsiones y más muertes tratando de cruzar ‘El Hueco’.

Hace pocos días, la administración Biden anunció que dejará de aplicar el Título 42 a partir de este 23 de mayo, pues ya no existe la emergencia sanitaria que permitió suspender los derechos de los solicitantes de asilo.

Aunque era algo que venían pidiendo a gritos miembros de su propio partido, que la veian como una excusa para deportar con impunidad, según la mayoría de los analistas eso se traduciría en un nuevo éxodo migratorio hacia Estados Unidos a través de esta complicada ruta.

Cruce de alto riesgo para llegar a Estados Unidos

Los riesgos que corren los inmigrantes son muy similares a los que siempre han existido.

El primero, sin lugar a dudas, son los mismos «coyotes», que por lo general hacen parte de inescrupulosas bandas criminales que muchas veces engañan a sus «clientes» o los abandonan a su suerte, como le sucedió a Juan Carlos Rivera.

«Les cobran la plata y luego los abandonan en un desierto que no conocen y no saben cómo navegar», le dice a este diario un agente de la patrulla fronteriza (CBP por su sigla en inglés). En el proceso, además, muchas mujeres son abusadas sexualmente por los mismos «coyotes».

Según un informe de Amnistía Internacional, al menos un 60 por ciento de ellas (y esto incluye niñas), dijeron haber sufrido algún tipo de asalto de ataque sexual durante la travesía.

Según el reporte, se trata de una práctica que se asume como «el precio» que algunas tienen que pagar si quieren coronar el sueño americano.

Yo fui uno de los que lo logró. Pero conozco a muchos que no pasaron, incluyendo un par que arrancaron conmigo. Y acá la vida en EE. UU. tampoco es fácil. No vale la pena. El riesgo es muy alto.

Al mismo tiempo están los rigores del desierto, que en algunas épocas del año suelen ser brutales. En el desierto de Arizona, una de las rutas más usadas por colombianos en los últimos meses, las temperaturas durante el día pueden alcanzar los 46 grados celsius mientras en las noches baja a menos 5 grados o más.

A eso se suma la vastedad del terreno. El caso del desierto de Sonora (el nombre mexicano para esta misma área en Arizona) son 260.000 kilómetros cuadrados donde una persona se puede perder con facilidad si es abandonada por el «coyote».

Muchas personas como Pedro Cruz, un colombiano que atravesó ‘El Hueco’ hace 12 meses y que conversó con este diario, dicen que jamás volverían a repetir ese periplo si tuviera la oportunidad.

«Yo fui uno de los que lo logró Pero conozco a muchos que no pasaron, incluyendo un par que arrancaron conmigo. Y acá la vida en EE. UU. tampoco es fácil. No vale la pena. El riesgo es muy alto», dice Cruz.

Pero de acuerdo con Katy Murdza, de la organización Consejo para la Migración Americana, otros tampoco ven otra opción.

«No son pocos los que me han dicho que prefieren morir en el desierto o atravesando un río que quedarse en sus países de origen donde no tienen oportunidad y sus vidas están en riesgo permanente. Para ellos se trata de una situación de vida o muerte y el hueco termina siendo la única alternativa. Es desgarrador», afirma Murdza.

 

SERGIO GÓMEZ MASERI

Corresponsal de EL TIEMPO

Washington

En Twitter: @sergom68