Germán Castro Caycedo: periodismo con un género literario

Germán Castro Caycedo: periodismo con un género literario

Un perfil profundo, publicado en 1990 por el Boletín Cultural y Bibliográfico del Banco de la República, recorre la vida, las obsesiones narrativas y la técnica de un cronista que hizo de la reportería un arte mayor.

No es una entrevista cualquiera. Es una clase maestra de método y pensamiento. Durante varias páginas, Germán Castro Caycedo se entrega a una conversación sin concesiones. Habla con el rigor de quien ha aprendido en el camino, pero también con la libertad del que ya no necesita probar nada. Cada respuesta es una escena, un recuerdo de campo, una declaración de principios. Leerlo es entrar en el corazón mismo de su oficio.

—No voy a escribir ficción —dice—. Lo que hago es superior a la ficción.

Publicado por el Banco de la República en 1990, el texto cobra nueva vida gracias a la digitalización de la Biblioteca Luis Ángel Arango. Su lectura es imprescindible para entender no solo cómo escribía Germán, sino desde dónde. Desde qué lugar del mundo, del lenguaje y de la ética.

Una metodología que empieza en el suelo

La entrevista comienza con una pregunta sencilla: ¿cómo escribe Germán Castro Caycedo? Su respuesta no es técnica ni literaria. Es casi antropología aplicada. Lo suyo no es imaginar, sino caminar. Investigar no desde los libros, sino desde la olla, el zarzo, la quebrada. La escritura, dice, empieza en el cuerpo de quien cuenta. Y en el paisaje donde ocurrió la historia.

Para escribir El Cachalandrán amarillo, por ejemplo, regresó al sur del Huila para investigar cómo hacían el mote los colonos. Descubrió que la sopa tardaba seis horas, que se le cambiaba el agua varias veces y que era considerada “la sopa de los hombres”. Ese detalle era clave, porque determinaba el tiempo narrativo: la aparición de la Madre Monte coincidía con la cocción. Nada podía quedar al azar.

Ese tipo de trabajo de campo, meticuloso y paciente, lo repitió una y otra vez. No era un gesto romántico, era un principio. —Si lo hago desde el escritorio, me invento que es choza. Pero si voy al lugar, descubro que allá le dicen tambo. ¡Y no es lo mismo!

Volvía a los sitios. Leía registros parroquiales para verificar nombres. Observaba los amaneceres. Escuchaba los ruidos del mar en la noche. Grababa todo, menos cuando estaba con comunidades indígenas, porque sabía que con ellos la grabadora era una barrera. Con ellos, había que escribir a mano. Y aprender a leer entre silencios.

Una memoria hecha de voces

Germán no se formó en talleres de crónica, sino leyendo a Camilo López, a Germán Pinzón, a Marco Tulio Rodríguez. Aprendió de ellos el manejo del tiempo, el respeto por el habla popular, el valor de la escena. Pero también se nutrió de los cronistas de Indias y de los relatos orales de pescadores, campesinos y arrieros.

En la entrevista recuerda una tarde de lluvia en Bogotá. Tenía diecinueve años. Leyó un reportaje de Camilo López en una esquina, parado frente a una droguería. Era la historia de un avión accidentado en el Cañón de las Ánimas. El testimonio de un sobreviviente, Atala Tapiche, lo dejó paralizado. Lo leyó tres veces. Y fue entonces cuando entendió el poder del monólogo: López había eliminado todas sus preguntas. El sobreviviente hablaba solo, sin interferencias. A partir de ese día, supo lo que quería hacer.

También leyó a Quevedo, a Cervantes, a Defoe. Pero sin solemnidad. Los usaba para enriquecer el castellano cuando el narrador lo permitía. Moisés Perea, por ejemplo, hablaba como un juglar. Entonces Germán se permitió salpicar el texto con arcaísmos, con giros barrocos. Era una forma de dignificar el idioma. Una forma de decir: nuestro castellano es vasto, no tenemos por qué empobrecerlo.

El detalle como ética

Para Germán, la precisión no era un asunto de estilo. Era una forma de respeto. Una forma de decirle al lector: esto ocurrió. No lo estoy inventando. Por eso le pedía a sus entrevistados que describieran el color de las nubes, la textura de los árboles, el olor de un fusilamiento.

—Todo tiene que ser real. Hasta el color de un botón.

En la entrevista confiesa que no tiene las condiciones sensoriales de un artista. Pero sí tiene algo que valora más: la reportería. La capacidad de registrar, de preguntar, de volver. Y esa honestidad atraviesa toda su obra.

Por eso nunca escribió ficción. No porque la despreciara, sino porque creía que su trabajo, hecho con rigor, podía ser más poderoso. —Yo no me invento. Yo reconstruyo. Y a veces la realidad es más brutal que la imaginación.

Un legado que respira

La entrevista de 1990 es, en efecto, una pieza de archivo. Pero también es un manifiesto vivo. Cada párrafo habla de un oficio que hoy está en riesgo: el del periodista que se toma el tiempo de ir, de escuchar, de escribir con el cuerpo entero.

Castro Caycedo no escribía desde la distancia. Escribía desde la espesura, desde el barro, desde la sopa, desde la palabra que alguien dijo de verdad. Y en ese barro dejó sembrada una ética. Una que aún florece.

Entrevista completa:

ELN: una guerrilla de pugnas y divisiones que registró Germán Castro Caycedo

ELN: una guerrilla de pugnas y divisiones que registró Germán Castro Caycedo

Por: John C. Arias Calvo.*

El Ejército de Liberación Nacional (ELN) ha sido una de las guerrillas más inestables y fragmentadas del conflicto colombiano. Desde su creación en 1964, la organización ha enfrentado tensiones internas que han debilitado su unidad de mando. En los inicios de la década de 1970, justamente cuando esta organización daría un giro radical en su comandancia, Germán Castro Caycedo reportó hechos clave que reflejaron lo que sería una debilidad reiterada en esta guerrilla: la incapacidad de organizarse en una sola vocería y la clara división entre frentes de guerra que han hecho prácticamente imposible una negociación con el Estado.

El Ejército de Liberación Nacional (ELN) se fundó el 4 de julio de 1964 en San Vicente de Chucurí, Santander, por un grupo de 17 hombres, entre ellos Fabio Vásquez Castaño, sus hermanos Manuel y Antonio Vásquez Castaño, Ricardo Lara Parada y Pedro Cañas Serrano. Provenientes de sectores campesinos y estudiantiles, fueron influenciados por la Revolución Cubana. Buscaban replicar en Colombia una revolución socialista que abordara las profundas desigualdades sociales y económicas del país. Sus motivaciones incluían la implementación de una reforma agraria, el rechazo a la influencia extranjera en la economía y la creación de un Estado más equitativo y justo. Pronto expandieron su presencia a otras regiones de Norte de Santander, Arauca y Bolívar, buscando apoyo en comunidades rurales desatendidas por el Estado.

Orígenes y primeras divisiones

Una de las primeras y más emblemáticas fracturas ocurrió entre Fabio Vásquez Castaño y Ricardo Lara Parada, lo que marcó un patrón de confrontación recurrente entre la dirigencia. Este episodio quedó registrado en la crónica de El Tiempo titulada ‘Fusilado por el ELN un sacerdote español’, escrita por Germán Castro Caycedo, que abordó el rumor que crecía aquel año sobre el fusilamiento de Vásquez Castaño ordenado supuestamente por Lara Parada y motivado por el asesinato del sacerdote José Antonio Jiménez Comín y el estudiante Iván Forero González, quienes fueron ejecutados por protestar contra los privilegios excesivos de los comandantes sobre los demás combatientes.

«El fusilamiento del sacerdote y del estudiante de la Universidad ocurrió a raíz de la toma del pequeño pueblo del Carare, donde los guerrilleros arengaron a la población y tomaron buenas cantidades de enlatados. jugos y otros artículos de una cooperativa de los Ferrocarriles Nacionales. Los guerrilleros transportaron durante varias semanas «la carga» y comprobaron más tarde que los alimentos estaban siendo consumidos solamente por los jefes.

El levita español e lván Forero protestaron por esa situación discriminatoria y Fabio Vásquez consideró que con esas críticas se estaba tratando de minar su autoridad y de fomentar la división en el seno de la guerrilla. Por tal motivo, fueron juzgados en consejo de guerra y fusilados inmediatamente».

Jaime Arenas
Jaime Arenas en su estancia en Bogotá tras entregarse al Ejército.

Con este y otros hechos más tarde relatados por excombatientes, se confirmó que Vásquez Castaño era un comandante autoritario y radical al que le atribuían un desprecio al sector “intelectual” de la guerrilla, llegando a señalarle como el responsable de la muerte del sacerdote Camilo Torres en 1966, por haberle enviado a combatir sin el entrenamiento apropiado, batalla en la que encontró su muerte.

Jaime Arenas, exmiembro del ELN asesinado en 1971 al escapar de un fusilamiento ordenado por Vásquez Castaño, expresó en un reportaje de tres entregas publicado en El Tiempo a Germán Castro Caycedo y titulado ‘Jaime Arenas y la revolución’, el cual también aparece en su libro ‘En Secreto’:

«En la guerrilla (Camilo Torres) fue siempre un soldado. Nunca tuvo una posición de dirigente militar. Presentó fallas con el arma en la mano. Carecía de buena capacidad de orientación en el monte. Sin embargo, hacía esfuerzos por lograr la composición de lugar. No estaba acostumbrado a la vida del monte porque duró escasos cuatro meses allá… Como soldado nunca resaltó, aunque su voluntad era de hierro.

El principal error en la muerte de Camilo fue haberlo llevado al combate. El deber de los dirigentes de la guerrilla era comprender todo su valor político… desde el punto de vista táctico no era un soldado que se pudiera considerar decisivo. En cambio, desde el punto de vista político, fue lo más importante con que contó la revolución colombiana».

Por aquella época – reportó Castro Caycedo – Vásquez optó por impedir que una disidencia que surgió como respuesta a su conocida tiranía, bajo la comandancia de Juan de Dios Aguilera, forjara una alianza con Lara Parada que pudiera representar una amenaza para su liderazgo dentro de la guerrilla, por lo cual, en un acto desesperado, terminó nombrando a este último el segundo hombre al mando; después de haber aniquilado mas de 10 dirigentes que rechazaron su postura ortodoxa y radical.

«Para evitar cualquier recelo por parte de Lara Parada. Fabio lo designó como segundo jefe del ELN en reemplazo de Medina Morón. Cargo nominal porque en la práctica el segundo es Manuel y el tercero Antonio Vásquez Castaño’.

En esta, como en muchas actitudes más. Fabio Vásquez demostró reconocer la fuerza que tenía Lara dentro de la guerrilla, especialmente en el poderoso sector campesino», resaltó Castro Caycedo.

El dilema de Fabio Vásquez, ¿campesinos o estudiantes como base revolucionaria’

En la extensa entrevista concedida por Jaime Arenas a Castro Caycedo, reveló una fractura ideológica dentro de la subversión. Describió una disputa latente entre dos sectores que componían las redes de apoyo: por un lado, los estudiantes y el activismo universitario, y por el otro, los líderes campesinos que representaban una realidad distinta, más arraigada en las problemáticas rurales del país.

Fabio Vásquez Castaño, afirmaba Arenas, tendía a priorizar las demandas y luchas campesinas, relegando a un segundo plano a los líderes estudiantiles que, desde las universidades, impulsaban agendas alineadas con los discursos comunistas predominantes en los círculos intelectuales urbanos. A pesar de que compartían una afiliación ideológica con el socialismo soviético, las tensiones entre ambos sectores fueron en aumento. Mientras los campesinos buscaban reivindicaciones concretas sobre la tierra y las condiciones de vida en el campo, los estudiantes promovían debates políticos que, desde la perspectiva de Vásquez Castaño, resultaban ajenos a la realidad guerrillera.

Fabio Vasquez Castano
Fabio Vásquez Castaño, primer comandante y miembro fundador del ELN.

Esta división no solo se tradujo en un choque de visiones, sino en un desenlace violento dentro del ELN. Vásquez Castaño, en su afán por consolidar un mando unificado y eliminar posibles disidencias ideológicas, ordenó la ejecución de varios miembros del sector estudiantil que militaban en la guerrilla. Entre los fusilados estuvieron Víctor Medina Morón, Eliodoro Ochoa y Julio César Cortés, todos ellos amigos y compañeros de lucha de Jaime Arenas. Este último, al percatarse de que su destino sería el mismo, logró desertar y escapar de la guerrilla, convirtiéndose en testigo de la purga interna que debilitó la estructura del ELN. En entrevista con Castro Caycedo, afirmaba:

«“En el ELN hay profundo desprecio por los intelectuales y solamente se mira con buenos ojos a aquellos que están dispuestos a tomar el fusil e irse al monte. No se tiene en cuenta que hay mucha gente valiosa en la revolución que no está en condiciones de hacer eso”.

Discrepaba de la poca atención que en la guerrilla se prestaba a la educación política de los militantes… “el campesino guerrillero es de insignificante cultura y no manifiesta un especial interés por aprender”.

Luego dice: “cuando yo insistía en la necesidad del estudio, generalmente me contestaban con burla. Me decían, por ejemplo, que para hacer una emboscada no se necesitaba conocer a Marx. Esas respuestas eran respaldadas por los mismos dirigentes del ELN”».

Tras su huida, Arenas ofreció su testimonio y escribió el libro ‘La guerrilla por dentro’, donde documentó con detalle la eliminación sistemática de los líderes estudiantiles y las contradicciones al interior de las filas. En su análisis, señaló que esta persecución terminó por afectar la capacidad militar y política de la guerrilla, ya que, con la desaparición de los cuadros intelectuales, la organización perdió parte de su capacidad estratégica y de articulación con otros sectores revolucionarios del país.

El paro del Sarare y la realidad campesina de la insurgencia

El Sarare, región estratégica que reúne municipios de Arauca, Boyacá y Norte de Santander, es tierra colonizada a fuerza de hacha y machete por comunidades desplazadas por la violencia en el centro del país. Los campesinos llegaron allá, se establecieron en pequeñas comunidades, irrumpieron en la selva y construyeron sus propios pueblos, sobreviviendo gracias a cultivos de pancoger y desarrollando una agricultura de gran potencial. Esta región ha sido estratégica para los intereses del ELN y parte fundamental de su historia, que nos cuenta el porqué de la influencia del movimiento campesino en esta guerrilla.

Germán Castro Caycedo documentó en su crónica ‘El Sarare protesta’, en 1972, la situación de abandono a partir de un paro cívico convocado por diversas organizaciones campesinas y comunitarias, un hito que demuestra la conexión entre dichas desigualdades y la progresiva consolidación del ELN como autoridad territorial.

El llamado a la protesto no solo contó con la participación de organizaciones campesinas de Arauca, sino también de otras regiones del país, convirtiéndose en una manifestación simbólica de la precariedad y el abandono estatal. La ironía de la situación no pasó desapercibida para los campesinos, quienes asumían su realidad como una paradoja del país:

«Toda la ineptitud de la burocracia estatal bien podría resumirse a la entrada de la región, donde cualquier transeúnte desprevenido encuentra tres puentes sin ríos y un río sin puente que tiene aislado al Sarare del resto del país.

Sin embargo, los campesinos están optimistas “porque en la próxima campaña política, seguramente candidatos de todas las tendencias ofrecerán los tres ríos que faltan para aquellos puentes”», escribió Castro Caycedo.

Rio sin puente en el Sarare
Registro de un río sin puente en el Sarare.

El paro del Sarare marcó un punto de inflexión en la relación entre las luchas campesinas y la insurgencia del ELN. Muchos de los líderes de la protesta, como Efraín Pabón Pabón, Raimundo Cruz y William Ospina, terminaron integrándose a la guerrilla, consolidando un vínculo que se prolongaría por décadas.

Arauca y Norte de Santander se convirtieron en bastiones militares del ELN, amparados por la frontera con Venezuela y la ineficiencia del Estado incapaz de controlar el territorio ni miltar, ni políticamente. Al día de hoy, suelen decir en Arauca que si las trabajadoras sexuales crearan un sindicato, este estaría permeado por la guerrilla.

El Sarare y el Catatumbo se encuentran bajo el dominio absoluto de los dos frentes de guerra más poderosos de esta guerrilla y viviendo la misma situación del pasado en cuanto a la división interna: el Frente Nororiental en el Catatumbo, cercano al Comando Centro o COCE,, máximo organismo de la dirigencia de la guerrilla, y el Frente Oriental dominando Arauca, Boyacá y Casanare bajo el mando de ‘Pablito’, un jefe militar que no duda en levantar la voz contra la comandancia política y más tradicional.

El giro religioso del ELN: los sacerdotes en la dirigencia

Entre el 7 de agosto y el 18 de octubre de 1973 en el municipio de Anorí, Antioquia, el Ejército llevó a cabo la ‘Operación Anorí’ que resultó en la muerte de 33 guerrilleros, incluyendo a los hermanos Manuel y Antonio Vásquez Castaño, y la captura de 30 más. Este golpe militar debilitó significativamente a la organización.

La insurgencia sufrió un quiebre en su estructura de mando. Las facciones tradicionales lideradas por los hermanos Vásquez Castaño quedaron debilitadas y, ante la inminente derrota, Fabio Vásquez huyó hacia Cuba, dejando atrás una guerrilla atomizada, con escasa fuerza militar y sin una dirección política clara. Este vacío de poder permitió el ascenso de nuevos liderazgos, entre ellos los sacerdotes Manuel Pérez y Domingo Laín, quienes aportaron una perspectiva ideológica influenciada por la teología de la liberación y una visión más social y comunitaria, centrada en las poblaciones marginadas.

El ELN hoy: una guerrilla atrapada en su propio pasado

El presente del ELN sigue siendo un enigma, incluso para los expertos que han estudiado sus dinámicas, contradicciones e historia durante años. En 1994, la Corriente de Renovación Socialista (CRS) marcó una de las fracturas más profundas en su historia, cuando un grupo de sus dirigentes decidió dejar las armas y reincorporarse a la vida civil tras una negociación con el gobierno colombiano. Entre sus miembros más destacados estaban José Aristizábal, Francisco Galán, Felipe Torres, León Valencia y Carlos Velandia, quienes optaron por una vía política y social distinta a la insurgencia.

Esta decisión generó un fuerte rechazo dentro de la guerrilla, que los señaló como traidores, y desató tensiones que derivaron en amenazas y hostigamientos contra los excombatientes. A pesar de ello, la CRS logró consolidarse como un actor en el debate público, impulsando iniciativas de paz y proyectos como la Fundación Arcoíris, aunque siempre bajo la sombra de su ruptura con la estructura central del ELN.

Colombia es hoy testigo de cómo las regiones que Germán Castro Caycedo retrató en sus crónicas continúan siendo caldo de cultivo para la insurgencia. En Arauca, el ELN se ha consolidado como una de las estructuras guerrilleras más poderosas del país, superando la fuerza del Estado y el orden constitucional. Desde allí, ‘Pablito’, desplegó tropas hacia el Catumbo en Norte de Santander, donde el Frente de Guerra Nororiental mantiene una disputa por el control territorial con el Frente 33 de las disidencias de las FARC.

Este enfrentamiento ha desatado una ola de violencia sin precedentes con cifras alarmantes provenientes de ONG, Defensoría del Pueblo y el Ministerio del Defensa: 53.444 personas desplazadas, 55 asesinadas y el confinamiento de 23.600 en medio del fuego cruzado. Los firmantes del Acuerdo de Paz y líderes sociales han sido blanco de los violentos: las fuerzas armadas han rescatado y evacuado a 638 personas heridas y amenazadas, dentro de las cuales se encuentran 32 firmantes del Acuerdo de Paz y 17 líderes sociales. Entre los firmantes las cifras son lamentables: 6 asesinados, 7 desaparecidos, 2 liberados tras secuestro y 102 desplazados.

Hay una cruenta pugna entre ELN y disidencias por el dominio de estas tierras estratégicas, donde la economía de la coca y el narcotráfico juegan un papel determinante. A esta tragedia social y humanitaria se suma la migración masiva desde Venezuela, que ha agravado aún más la crisis en la región.

La historia parece repetirse, Ni los intentos de negociación ni las estrategias militares han logrado detener el poderío militar del ELN, y el Estado sigue ausente en la región. Las crónicas de Germán Castro Caycedo representan una observación profunda de la complejidad de estos territorios que sirvieron para el surgimiento de este grupo armado, de sus dinámicas internas de confrontación y de su incidencia en las comunidades donde opera.

Decía Germán, en medio de largas conversaciones que sostenía en la sala de su casa: “Si tuviera que escribir una segunda parte de ‘Colombia amarga’ se llamaría «Colombia más amarga». Pues eso es justamente lo que están viviendo las familias del Catatumbo.

*Comunicador Social – Periodista.

Gabriel García Márquez y Pablo Escobar: las mejores entrevistas de Germán Castro Caycedo

Gabriel García Márquez y Pablo Escobar: las mejores entrevistas de Germán Castro Caycedo

Catalina Castro Blanchet, hija del fallecido escritor y periodista Germán Castro Caycedo, presenta un homenaje a su padre con un libro que recorre su legado y sus más grandes entrevistas.

El pasado 28 de junio, la Revista Cambio publicó un artículo sobre el lanzamiento del libro Mi padre, Germán Castro Caycedo, escrito por Catalina Castro Blanchet, una obra que recopila memorias y experiencias significativas del legendario cronista colombiano. Este libro, publicado por Editorial Planeta, ofrece a los lectores una mirada profunda y personal a la vida y obra de uno de los periodistas más influyentes de Colombia.

Catalina ha logrado plasmar en este libro las conversaciones íntimas que sostuvo con su padre, reflejando su pasión por el periodismo y su dedicación a contar las historias más auténticas y complejas del país. Las páginas de Mi padre, Germán Castro Caycedo no solo recorren los más de 20 libros que escribió, sino que también destacan su incansable labor por retratar la realidad colombiana desde una perspectiva crítica y humanista.

En la entrevista con Julio Sánchez Cristo, Catalina compartió detalles sobre algunas de las entrevistas más memorables que realizó su padre, incluyendo las que sostuvo con figuras icónicas como Gabriel García Márquez y Pablo Escobar. Estas entrevistas, ahora accesibles gracias al esfuerzo de Catalina por preservar y difundir el legado de su padre, son piezas clave para entender la historia reciente de Colombia.

Julio Sánchez Cristo subrayó la importancia de este libro como una fuente invaluable para aquellos que desean conocer más sobre Germán Castro Caycedo y su impacto en el periodismo colombiano. Mi padre, Germán Castro Caycedo no es solo un homenaje al hombre detrás del cronista, sino también una obra fundamental para quienes buscan comprender mejor la historia y la cultura de Colombia.

Lee la nota completa en la Revista Cambio.

Escucha la entrevista completa a continuación: