Catalina Castro Blanchet, hija de Germán Castro Caycedo, lanza un libro en homenaje a su padre (El Colombiano)

Catalina Castro Blanchet, hija de Germán Castro Caycedo, lanza un libro en homenaje a su padre (El Colombiano)

Entrevista exclusiva en El Colombiano

Catalina Castro Blanchet ha lanzado su libro «Mi padre: Germán Castro Caycedo», en honor a su padre, el renombrado periodista y escritor colombiano, justo tres años después de su fallecimiento. En una entrevista exclusiva con El Colombiano, Catalina comparte detalles íntimos y reflexivos sobre el proceso de creación de este homenaje literario.

Desde su nacimiento, Germán Castro Caycedo y Catalina mantuvieron una relación epistolar que se extendió hasta poco antes de su muerte. Estas cartas fueron fundamentales para este texto, actuando como hilo conductor narrativo. “La primera carta que mi padre me escribió fue una crónica sobre el día de mi nacimiento”, recuerda Catalina, añadiendo que estas fueron una pieza clave para comprender la vastedad de su obra periodística.

“Fue un trabajo de largo aliento porque lo primero fue convencer a mi papá de hacer este libro”, explicó la autora. A lo largo de cinco años, se dedicaron a la revisión de archivos y correspondencia, un proceso que se intensificó hasta 2021. “Cuando ya se fue, todo el proceso de escritura fue completamente en solitario”, añade Catalina, describiendo el esfuerzo titánico que implicó continuar el proyecto sin la presencia de su padre.

El libro no solo es un tributo a Germán Castro Caycedo como padre, sino también una exaltación de su método periodístico único. Catalina destaca: “Uno de los objetivos o el homenaje que en realidad le quiero hacer a mi padre, es que ese método, a través de este libro, llegue a las facultades para poder formar a las nuevas generaciones de periodistas”. Además, parte de las regalías del libro se destinarán a la Fundación para la Libertad de Prensa, reflejando uno de los valores fundamentales de Germán.

La investigación y escritura del libro también fueron un viaje emocional para Catalina. “A todos los hijos que han perdido un padre, también puede ser una historia que de cierta forma los puede acompañar en ese proceso de duelo”, señala Catalina, resaltando el poder catártico de la escritura en ese momento de impacto emocional

El proceso de investigación fue un reto significativo, como Catalina menciona: “La investigación y la revisión de archivo propiamente dicha duró cinco años, volviendo a leer todos sus libros para preparar con mi esposo preguntas muy puntuales”. Este trabajo no solo le permitió entender mejor el legado periodístico de su padre, sino también descubrir nuevas facetas de su vida y obra.

La resistencia inicial de Germán Castro Caycedo a escribir sus memorias se debió a su creencia de que “las memorias se escribían justo antes de morir y que un periodista nunca escribe en primera persona”. Sin embargo, Catalina y su esposo lograron convencerlo, resultando en un proyecto colaborativo que posteriormente Catalina continuó sola.

El libro también destaca el innovador enfoque de Germán en la televisión colombiana, especialmente con su programa «Enviado Especial». Catalina recuerda: “En 1976 decidió sacar las cámaras de televisión de los estudios de grabación… era todo un reto”. Este esfuerzo pionero es solo una de las muchas proezas que el libro explora, mostrando cómo Germán Castro Caycedo revolucionó el periodismo televisivo en Colombia.

Un legado que perdura

Catalina espera que el libro no solo perpetúe la memoria de su padre, sino que también sirva como un recurso educativo para futuras generaciones. “Es un método que se inventó él y que siempre lo aplicó a lo largo de su carrera. Pero me parece importante que la academia lo trabaje, lo investigue y que las nuevas generaciones de periodistas lo conozcan bien”, enfatizó.

‘Mi padre, Germán Castro Caycedo es más que un tributo filial; es un testimonio del impacto duradero de un periodista visionario y una invitación a explorar la relación única entre padre e hija. A través de este libro, Catalina Castro Blanchet no solo honra a su padre, sino que también perpetúa su legado, inspirando a futuros periodistas y lectores a adentrarse en el método y la pasión que definieron la vida de Germán Castro Caycedo.

Lea la entrevista completa haciendo click aquí.

«Apocalipsis Ahora»: minería ilegal y conflictos pendientes

«Apocalipsis Ahora»: minería ilegal y conflictos pendientes

Germán Castro Caycedo dedicó sus últimos tres meses como escritor, a investigar la minería ilegal en Colombia. Un proceso del que salió decepcionado; no por encontrar limitaciones para avanzar en el que sería tal vez su último libro, sino por los hallazgos en la investigación. En resumen, lo que le dijo a su esposa y colega periodista, Gloria Moreno, fue que desistiría de dicho trabajo por una razón especial: un conflicto para él de otro tipo, más desde el plano espiritual, la sensación de decepción tras medio siglo de recorrer cada departamento de Colombia y encontrarse a sus ochenta años un saldo de deuda social desilusionador, un mundo que parecía no cambiar frente al llamado inclemente de una sociedad conflictiva y debilitada en sus bases: Castro Caycedo vio el nacimiento de nuevas mafias, nuevas formas de financiar la guerra y un Estado ausente, ocupado del impacto del mundo exterior mientras en sus cimientos una nueva guerra se avecinaba.

Cuenta Gloria que, ante la pregunta a Germán sobre las razones de su renuncia al que sería su último libro, él solo la miró y, con la ironía que caracterizaba su particular acidez, le dijo: “porque el título sería “Apocalipsis Ahora””.

«Cromos: Si tuviera que hacer un nuevo programa de Enviado Especial, ¿sobre qué lo haría?

Bueno, desde el punto de vista de denuncia, haría uno sobre el apocalipsis en el que estamos en este momento con la minería legal e ilegal de oro y coltán, la destrucción de la selva, del agua. Tengo ahorita unas 60 fotos aéreas con pequeños desiertos de 10 kms, en el cauce y en el nacimiento de los ríos. De eso el país no se ha dado cuenta».

La suma de los males

Las economías ilícitas en Colombia siempre han tenido características particulares: se dan en zonas donde el Estado ha estado ausente; por lo tanto, presentan bajos índices de desarrollo, cifras elevadas de pobreza y la presencia de grupos armados ilegales que crean un caldo de cultivo para la violencia desmedida.

Germán siempre lo decía: presencia del Estado. Esa era la necesidad más apremiante que rescataba cada vez que visitaba territorios históricos y complejos donde Colombia parecía ser otra, distante de los costumbrismos propios de las ciudades de la época, alejadas del clasismo y regidas por el instinto de supervivencia o la necesidad de hombres y mujeres de domar montañas y selvas para abrir paso a colonias humanas depredadoras.

Entre las cifras que encontró el escritor, hay datos actualizados que compartimos con quienes leen este contenido:

En el último informe de la UNODC, de junio de 2022, sobre la Explotación de Oro de Aluvión (EVOA), se evidencia que en el departamento del Chocó es donde más se concentra esta actividad con 38.980 hectáreas de explotación en fuentes hídricas, lo que representa el 40 % del total nacional; es también el territorio donde se concentra la mayor cantidad de hectáreas de explotación ilícita en Zonas Excluíbles de Minería.

El Chocó no está solo en el podio de las grandes cifras; en este también lo acompañan Antioquia y el sur de Bolívar. Entre estos tres territorios concentran el 88 % de la minería de oro en aluvión. En todo el país, el 65 % de las explotaciones son ilícitas y alimentan el conflicto armado y el surgimiento de nuevos grupos armados ilegales que sostienen la guerra a partir del aprovechamiento del oro ilegal; un ejemplo de estos es el temido Clan del Golfo, que justamente controla estos tres departamentos, el Caribe y otras regiones de Colombia como un paraestado con aplastante poder militar y un entramado de corrupción al mismo estilo de las antiguas autodefensas de los hermanos Castaño.

Para abril de 2022 la Policía Nacional había identificado 1.196 explotaciones ilegales y tenía un mapa preocupante de influencia de esta economía en el país, empezando al norte por el sur del departamento de Bolívar, y descendiendo dramáticamente por Antioquia, Chocó, Caldas, Valle, Cauca, Nariño, Caquetá, Putumayo, Amazonas, al occidente del país. En el costado oriental, se visten de rojo en cifras los departamentos de Vichada y Guainía.

En el primer grupo de departamentos, es donde hoy están concentrados los grupos armados ilegales más poderosos, capaces de desafiar al Estado y su fuerza, imponiendo sus reglas y azotando violentamente a comunidades enteras que deben someterse a sus mandatos. Al ver el mapa o con solo escuchar los nombres de estos lugares, encontramos una historia repetida de violencia, de reclamos sin escuchar y del narcotráfico que convive con esta tragedia; como si ahora fuera un placebo para que las autoridades sigan con la infructuosa guerra contra las drogas, mientras debajo de las cargas, indetectables, se mueven kilos de oro.

Metástasis

Así, mientras en 2021 la cifra de explotaciones clandestinas destruidas se acercaba las 4.000, solo en los primeros 4 meses de 2022 ya había mil nuevas áreas detectadas por las autoridades y el número era creciente. La minería ilegal es un mal que crece en la misma proporción que se reproducen la pobreza y el subdesarrollo.

Las comunidades están involucradas, pues encuentran esta economía como una opción de vida, un trabajo para garantizar la supervivencia de sus familias. Alquilan las maquinarias y compran indumentaria a los grupos armados y, cuando llega la Policía a destruir los campamentos, estos los reciben con violencia. Una historia muy parecida a la que sucedió en los territorios cocaleros a finales de los 90, cuando esta desafortunada confrontación terminó fortaleciendo a los grupos armados ilegales entre las comunidades que se distanciaron del Estado.

Desde Medellín y Cali se exporta el oro que se extrae de manera irregular hacia países como Estados Unidos, Turquía, India y Emiratos Árabes, entre otros. El negocio crea millonarios, mafias poderosas y transnacionales, repúblicas independientes del crimen que dejan la impresión de que, a pesar de la ilusión de una paz que entusiasmó a buena parte del país en 2016, allá parece que no ha pasado nada. Siguen los mismos con nuevos nombres, o incluso con los mismos, ni siquiera con algún cambio de enfoque.

Esta economía no solo genera ingresos por la compra y venta del metal, también se sostiene de impuestos que cobran los grupos que mantienen alguna clase de orden en el territorio. Un barequero, o minero ilegal, debe pagar impuestos que oscilan entre los $50.000 y $100.000; el funcionamiento de una explotación minera informal e ilegal, debe pagar entre $100.000 y $1’000.000; y el ingreso de cada máquina amarilla debe hacer una contribución de entre $2’000.000 y $3’000.000.

La ilusión de la paz

El oro, que es uno de los mayores atractivos de la minería ilegal, se extrae usando elementos altamente tóxicos como el mercurio, que, una vez ingresa al ciclo ecológico a través de la explotación, afecta a las especies nativas y termina intoxicando a sus consumidores, que son los seres humanos. Cada gramo de este elemento contamina 500.000 litros de agua y se ha detectado en niveles alarmantes en personas que habitan las zonas de alta explotación minera en Chocó.

La violencia, las mafias, el daño ambiental y las consecuencias sobre la salud humana. Todo parece una historia que se repite, que paso de la coca, la amapola y la marihuana, a los metales. Falla la regulación, fallan las estrategias, falla el Estado que sigue sin hacer presencia y sufren los colombianos más pobres.

En un escenario de Paz Total, lo que Castro Caycedo se estaría preguntando seguramente sería: ¿Y dónde está el Estado? Pues mientras esta súplica no se resuelva, no es posible que la ilusión de paz se vea igual en las ciudades capitales que en el campo, justamente donde la balanza se desequilibra y cae.