“El palacio sin máscara”: la historia de una tragedia en Colombia contada por Germán Castro Caycedo (Revista Semana)

“El palacio sin máscara”: la historia de una tragedia en Colombia contada por Germán Castro Caycedo (Revista Semana)

Germán Castro Caycedo, uno de los escritores más reconocidos y queridos del país, falleció este jueves 15 de julio. Autor de numerosos libros, Castro Caycedo fue un excepcional testigo de la historia y una de las plumas más importantes para inmortalizar los momentos más importantes de la convulsionada Colombia. El cronista libraba una dura batalla contra el cáncer.

Una de esas obras es “El palacio sin máscara”, que, aunque no fue la más destacada, deja una huella indeleble para los que tienen la oportunidad de sumergirse en sus páginas.

El país recuerda las imágenes del centro de Bogotá, puntualmente el ahora palacio Alfonso Reyes Echandía, ardiendo en llamas. Esta obra es, en síntesis, lo que nadie le dijo al país durante varias décadas en torno a lo ocurrido durante 2 días: 6 y 7 de noviembre de 1985. Las casi 300 páginas del libro están sustentadas en documentos obtenidos por el autor en seis juzgados penales, en el Tribunal Especial de Instrucción Criminal, en la comisión de la Verdad, en el Consejo de Estado, en la Procuraduría General de la Nación, en Tribunales Contenciosos Administrativos y, especialmente, en la Fiscalía General de la Nación. Allí queda clara la labor de Castro Caycedo en lo que para él sería su más sublime oficio: el periodismo.

El palacio sin máscara es una de las investigaciones periodísticas más completas sobre los hechos ocurridos en la toma y la retoma del Palacio de Justicia, despeja dudas y, aunque aún hay muchas dudas sobre lo que ocurrió en ese episodio oscuro de la historia del país, Castro Caycedo, con base en su reportería alzó a plantear algunas tesis de lo que sucedió.

El columnista Alexánder Cuadros escribió para SEMANA una reseña de este libro: “Queda claro, después de leer este libro, que la intención del Ejército en la retoma fue ‘aniquilar’ y no rescatar; que la vida de los rehenes –entre ellos los magistrados de la Corte Suprema, once de los cuales murieron– fue de mínima prioridad. Queda claro que personas que salieron vivas del Palacio fueron conducidas a guarniciones militares, torturadas y desaparecidas. Queda claro que hubo un intento, por parte de las Fuerzas Armadas, de ocultar los hechos de la masacre y la inaudita retirada de vigilancia del Palacio unos días antes. No queda claro, pero se insinúa, que hubo un golpe de Estado que dejó sin mando al presidente Belisario Betancur”.

Castro Caycedo nació en Zipaquirá (Cundinamarca) en 1940. Se le consideraba uno de los periodistas más completos del país, que luego de una labor destacada en diferentes medios del país, se dedicó a escribir libros con los reconstruyó la historia de la convulsa Colombia.

Hizo en varios medios toda la carrera, desde reportero hasta presentador de televisión. “Diez años cronista de ‘El Tiempo’. Veinte director del programa de televisión ‘Enviado especial’. Veinte libros publicados de narrativa no-ficción”, era la descripción que hacía de sí mismo en su cuenta de Twitter, donde hasta hace unas semanas opinaba de la realidad nacional e internacional. En su página web se describía precisamente que “el periodismo es el único oficio que ha desempeñado en su vida”.

También escribió, años después de ese suceso, un libro sobre la muerte de Pablo Escobar. “En mis planes estuvo siempre escribir una crónica en torno a la organización de los carteles de la droga en Colombia. Con este propósito visité varias veces a Pablo Escobar. Justo cuando empezaba a descifrar el método para entrevistarlo, estalló una guerra interna. No obstante, tiempo después de la caída de Escobar, logré reconstruir la verdadera historia de la cacería que acabó con el hombre más temido y buscado del país”, contó respecto a esa obra aufblasbarer wasserpark.

En el año 2015, el premio Simón Bolívar, una de las mayores distinciones que otorga el periodismo colombiano le dio el reconocimiento Vida y Obra. En ese discurso, uno de los apartes más importantes, es el siguiente:

“La realización de un certamen de tanta importancia como este significa hoy un reconocimiento a la evolución de la crónica periodística en Colombia a través cinco siglos. Es que a partir del año mil quinientos empezaron a llegar a esta América hispana los primeros cronistas de Indias. Como resultado, América nació ante el mundo gracias a la crónica, que desde entonces es el género mayor de nuestro periodismo. Según registros, durante los dos primeros siglos pisaron estos suelos alrededor de medio centenar de cronistas españoles. Nuestro oficio viene de allá”, señaló.

‘Fumigación: tres décadas destruyendo a Colombia’: Germán Castro Caycedo sobre el Glifosato para El Tiempo

‘Fumigación: tres décadas destruyendo a Colombia’: Germán Castro Caycedo sobre el Glifosato para El Tiempo

Los medios de prensa han vuelto a registrar en sus titulares, ‘Washington preocupado por aumento de los cultivos de coca’.

No obstante, en el año 2001, Thomas McLarthy, asesor del presidente Bill Clinton, aseguró en la Asamblea General de la Organización de Estados Americanos (OEA) en Lima: “Los Estados Unidos, con menos del cinco por ciento de la población mundial, consumen el cincuenta por ciento de la droga que produce el mundo”.

A pesar de esto, hoy para Washington la causa de que los cultivos se hayan duplicado entre los años 2014 y 2015 es la suspensión de las fumigaciones aéreas con glifosato, prohibido en los mismos Estados Unidos para ser aplicado mediante el sistema que ellos implantaron en Colombia.

Analizando los millones de dólares invertidos en la guerra contra las drogas en este país, los herbicidas de la firma estadounidense Monsanto son los únicos ganadores de una destrucción de treinta años.

Hoy, a pesar de que el Presidente de la República ha reiterado que el comienzo de la sustitución de cultivos ilícitos por otros medios está siendo exitoso, la insistencia de funcionarios menores ajenos al problema continúa siendo la devastación con herbicidas de sistemas vitales para la humanidad como la Amazonia, uno de los medios generadores de vida más importantes de la Tierra.

Sin embargo, a la vez que aquellas voces de segundo plano insisten en que Colombia debe regresar a las fumigaciones aéreas, omiten que Ecuador condenó a Colombia a suspenderlas a lo largo de su frontera.

En marzo del año 2008, Quito nos demandó ante la Corte Internacional de Justicia en La Haya “por los graves daños genéticos causados a la población fronteriza expuesta por Colombia a los potentes herbicidas Paraquat y Glifosato”.

La base de la denuncia fueron estudios académicos realizados por cuatro universidades ecuatorianas, según los cuales “por la incidencia de herbicidas, un diez por ciento de la población afectada está en riesgo de daños genitales que pueden ser irreversibles (riesgo de contraer cáncer y procrear hijos con malformaciones congénitas)… Además de destruir el ambiente, el suelo, las plantas y los animales”.

Luego, en el año 2013, tras aceptar su culpabilidad, Colombia fue condenada a pagar una indemnización de quince millones de dólares y se le ordenó en forma perentoria “abstenerse de fumigar a menos de diez kilómetros de la línea fronteriza”.

Historia acallada

Para trabajar en este tema investigué en Vietnam –Hanoi, My Lai-4, Ciudad Ho–, posteriormente en Washington, Nueva York y Buenos Aires, donde el Centro de Militantes para la Democracia Argentina (Cemida) posee valiosa información sobre el agua dulce en Suramérica, la más abundante de la Tierra.

¿Por qué en Vietnam? Porque nosotros somos una víctima directa de la invasión a ese país.

Allí conté con la ayuda de estudiosos que hablan un español perfecto porque, siendo muy jóvenes, fueron traídos a Cuba.

La historia es que Vietnam respondió a la invasión estadounidense con dos estrategias de defensa: la guerra de guerrillas y el suministro de toneladas, inicialmente de marihuana, a los soldados estadounidenses –como dicen aquellos–, para enviciarlos “y minar el futuro del imperio”.

Y Vietnam significó matanzas impulsadas por una mezcla de racismo, miedo a las guerrillas y nubes de marihuana.

La más conocida en América fue la de My Lai-4, aldea de cultivadores de arroz en el poblado Song May. Allí los soldados estadounidenses asesinaron a 504 bebés, niños, mujeres embarazadas y ancianos. Desde luego, en My Lai-4 no quedó vivo un solo testigo.

Sin embargo, posteriormente Paul Meadlo, uno de los soldados, luego de enviar una confesión escrita a funcionarios del gobierno en Washington, a miembros claves en el Congreso y a diferentes medios de prensa, finalmente logró ser acogido por Walter Cronkite en su influyente programa de televisión de la CBS ‘Costa a costa’, ante lo cual el ejército ordenó una investigación exhaustiva –como las de Colombia– sobre lo que ya sabían.

El Comando de Investigación Criminal del Ejército llamó a declarar a los miembros de la Compañía Charlie, quienes confesaron sus crímenes, cometidos entre otros factores por el estímulo de la marihuana, cuyo humo aflora en cada testimonio.

Pero allí declararon soldados y suboficiales, y solamente un teniente y un capitán. Los oficiales de alta graduación no fueron siquiera mencionados.

La televisión emitió solo un par de las impresionantes gráficas de aquella matanza de marzo de 1968, tomadas por el fotógrafo militar Ronald L. Haeberle. Desde luego, fueron omitidas aquellas que, por ejemplo, muestran a un soldado con un bebé atravesado por la bayoneta de su fusil mientras aspira el porro de marihuana que sostiene en sus labios. Tras las confesiones, nadie fue sancionado.

Santa Marta Golden

Bien: la invasión empezaba y desde el regreso del primer contingente de relevo a los Estados Unidos, los excombatientes comenzaron a buscar marihuana y la encontraron “en un país llamado Columbia”.

Efectivamente, en la década de los años treinta fue importada para obtener cáñamo, pero aquello no prosperó y ahora existían algunas cantidades en la Sierra Nevada de Santa Marta, que pocos consumían.

Enterados de aquello, los viciosos en las universidades de los Estados Unidos lograron contactos con estudiantes del Caribe y les pidieron que la llevaran.

(Además: ONU abre la puerta a discusión de nuevo modelo antidrogas)

Para los estadounidenses, la calidad resultó tan buena que la bautizaron Santa Marta Golden.

Para este trabajo hablé con tres de aquellos en el Club Santa Marta. Gente de clase económica alta muy conocida en esa región… Sí, el negocio era magnífico. Comenzaron por llevar dos maletas con yerba, cubierta con camisetas. Cero problemas en la aduana. Luego tres maletas. Más tarde cuatro…

Pronto los estadounidenses empezaron a comprar aviones Douglas DC-4 y DC-3, naves magníficas que comenzaban a ser retiradas de las aerolíneas comerciales, y se vinieron con sus aviones, sus pilotos y sus dólares.

Por cualquier falla, estos aviones –matrícula N, Estados Unidos– eran abandonados y la marihuana, rescatada y embarcada en otros similares clearance blow up water slides.

Recuerdo haber visto dos en el aeropuerto de Valledupar, dos en el de Santa Marta, uno en el de Riohacha y otro despanzurrado en el desierto de La Guajira luego de un aterrizaje forzado.

Fueron los estadounidenses quienes estimularon el crecimiento de los cultivos y por su iniciativa surgieron el nacimiento, la organización y el florecimiento del tráfico de narcóticos en nuestro país.

Su contacto con trabajadores en aeropuertos y hoteles produjo el ingreso de esta clase social al narcotráfico: a partir de allí, los de arriba y los de abajo bailaron al son de los dólares que llegaban en grandes cantidades. ‘Remember’: Lucho Barranquilla, El Gavilán Mayor…

Luego, el primer parte de esta fase de la derrota en Vietnam fue declarado en 1969, a través de un festival de música rock en Woodstock.

Allí, el mundo presenció cómo alrededor de medio millón de jóvenes estadounidenses se retorcían bajo el toque de la marihuana mientras balbuceaban, “haga el amor y no la guerra”.

Este primer parte de la derrota fue registrado en el famoso documental ‘Tres días de paz & música’ que vio parte del mundo, tras el cual la crítica norteamericana conceptuó que gracias a la descomunal traba con marihuana que duró tres días y el amanecer del cuarto —15, 16, 17 y 18 de agosto—, “Woodstock ha sido uno de los mejores festivales de música y arte de la historia de los Estados Unidos”.

Luego en aquella Asamblea General de la OEA en Lima, en el año 2001, vino el parte definitivo de los vencidos.

La máscara

Transcurrió el tiempo. Los Estados Unidos diseñaron la Ofensiva al Sur o Estrategia Andina que nos vendieron con el nombre folclórico de ‘Plan Colombia’: el pretexto, la lucha antinarcóticos para establecer una cabeza de playa en nuestro país, mirando hacia el agua de Suramérica. Hoy quien controle el agua dulce controla la vida y controla el mundo.

Ofensiva al Sur: dieciséis compañías de mercenarios actuando en Colombia, sin visas, sin el control del Estado. Cinco potentes radares en la costa de la selva amazónica vigilando a Suramérica, pagados con dinero de los colombianos y operados por estadounidenses que les entregan solo algunas informaciones de segunda mano a las autoridades locales… Fumigaciones con veneno como están prohibidas en los Estados Unidos y destrucción de una parte de la reserva biológica más rica de la Tierra. Ochenta y cinco por ciento de los millones de dólares aportados por Colombia.

Hoy, nuevamente es necesario preguntar: ¿por qué quien insiste en la destrucción del país con fumigaciones aéreas oculta que, en el año 2013, la Corte Internacional de Justicia de La Haya nos condenó a alejarnos de las fronteras con Ecuador y a pagarle tres millones de dólares de indemnización, como culpables de que –según estudios científicos– la población ecuatoriana sometida a la agresión del Estado colombiano estuviera sufriendo “daños genéticos que pueden ser irreversibles (riesgo de contraer cáncer e hijos con malformaciones congénitas) en un diez por ciento de la población sometida a las fumigaciones con herbicidas… Además de la destrucción de los suelos, las plantas, las aguas y los animales, en el territorio fronterizo?”.

GERMÁN CASTRO CAYCEDO
Especial para EL TIEMPO

Gloria Moreno de Castro cuenta detalles de las aventuras de Germán Castro Caycedo*

Gloria Moreno de Castro cuenta detalles de las aventuras de Germán Castro Caycedo*

Entrevista a Gloria Moreno de Castro en la Revista Semana:

Gloria Moreno se gozó todo lo que vivió con Germán Castro Caycedo. A pesar de su partida repentina, la mujer que compartió gran parte de su vida con el periodista y escritor colombiano le manifestó a SEMANA que se disfrutó todo lo que hicieron juntos y el trabajo que él realizó.

“Me gocé la vida con Germán, me gocé todas sus vivencias. Alguien me preguntaba en estos días si antes de que existiera el computador, el celular, si yo quedaba preocupada con todas las aventuras de Germán y, realmente, algunas veces quedaba con un contacto a quien yo podía llamar. Otras veces me quedaba sin ningún contacto, como fue por ejemplo una ida a Casa Verde a hablar con ‘Tirofijo’, y Germán simplemente se quedaba con la mitad de un billete y en el aeropuerto El Dorado lo contactaba otra persona con la otra mitad del billete”.

Gloria habla despacio y cuenta con voz serena que el periodista nacido en Zipaquirá tuvo una enfermedad que se manifestó de manera repentina lo que no permitió muchas cosas. “Fue muy rápido, muy sorpresivo. Entonces no nos dio tiempo de nada, ocho días después del diagnóstico y ya”.

Y murió tranquilo, hasta a los mismos médicos les decía que estaba tranquilo. “Los médicos le preguntaban qué siente, alguna pregunta, y nada, nada. Yo le preguntaba: mi amor, ¿qué sientes? Amor por ti, me decía”, recuerda Gloria, y agrega que una vez un doctor entró y le preguntó que si le preocupaba algo, y le respondió: “No, a mí no me preocupa nada, yo siento que he hecho las cosas bien”.

La esposa cuenta que se fue como vivió, sin dramas y sin dolores. Aunque en el fondo sí estaba muy pendiente del país, de esa Colombia profunda que reflejó en los libros que publicó y en los programas que emitió, donde no temió esconderse en la manigua o sentarse frente a los distintos líderes a hacerles preguntas que en ocasiones pudieron incomodarlos.

La mujer que lo acompañó durante años cuenta que podría quedarse horas enteras contando anécdotas, vivencias, del conocimiento que tenía del país y de la facilidad con la que se comunicaba con la gente de cualquier nivel, de cualquier profesión, de cualquier cultura de este país. “Con la facilidad con la que asimilaba al ser humano, con la facilidad con la que concluía sus programas, así fuera el más dramático, siempre los cerraba con una esperanza, una alternativa, una solución, una respuesta o una exaltación al ser humano. Eso era muy importante”, relata.

Un hecho emotivo en la familia se presentó pocos días antes de su fallecimiento, cuando su yerno, Renaud Blanchet, le compartió que había publicado su primera novela y se la enseñó. “Germán sacó las manos y aplaudió, se le salieron dos lágrimas y fue como el momento de su última charla, hace dos días… es que esto no nos dio tiempo de nada, de nada”, dice Gloria.

Sobre el oficio periodístico

Uno de los asuntos en los que no conjugó la profesión periodística fue con las nuevas tecnologías. Para él, era necesario estar en el lugar de los hechos. “Los médicos le decían, existen las redes, Zoom, como formas de comunicarse, y él respondía: no, ¡qué me voy a conectar por Zoom! Yo tengo que atardecer y amanecer en el sitio donde se producen los hechos o donde vive la persona con la que me voy a comunicar. Yo desde el escritorio de mi casa, imposible. De ahí no sale ni el análisis, de ahí no salen ni las preguntas, lo que queda pendiente. De ahí no sale nada”, comparte la esposa.

Y destaca que en todo momento estuvo inquieto buscando sobre qué investigar. Justamente, el tema que le quedó pendiente fue sobre el glifosato. “En cuanto a temas para libros que había empezado a abordar, y aquí lo tengo encima de su escritorio, estaba el del glifosato y de la fumigación con glifosato”, cuenta Gloria.

Añade que “siempre fue una constante, una preocupación constante del daño en la salud, en el ecosistema. Decía que, si hay tantas soluciones por hacer, ¿por qué hacemos lo contrario?, ¿por qué obviamos los que se tiene que hacer?, ¿por qué todo es tan errático? El glifosato fue un tema de su preocupación, como lo fue el tema de la minería ilegal”.

SEMANA: ¿No estaba agotado de seguir desnudando esa Colombia donde solo se ven tristezas?

“Yo creo que sí, ya estaba desilusionado de por qué las cosas seguían con más y más problemas. Como sin solución. El tema de la polarización política también le preocupaba mucho, la falta de un pensamiento crítico, la capacidad de argumentar, el tema de reenviar y reenviar mensajes, que las personas simplemente actuaran reenviando y no pasara por un análisis. Eso lo preocupaba muchísimo”, asegura Moreno.

Algo que la esposa no quiso dejar pasar y en lo que insistió fue en la sencillez de su lenguaje y la facilidad de conectar con la gente. Esa fue una de las cualidades que le permitió llegar a todos los rincones del país a esculcar en multiplicidad de historias giant water slide.

La entrañable entrevista de Germán Castro Caycedo con Gabriel García Márquez

“Tenía una facilidad de conectarse, de escribir con mucha sencillez para poder llegar, no a los eruditos, sino a muchos lectores y así crear como mayor conciencia sobre los diferentes temas que trataba. Detestaba las palabras difíciles, las rebuscadas o complicadas por considerarlas impenetrables para muchos, que por no ser eruditos no están carentes de cerebro, decía él”.

Y resalta que se “burlaba mucho cuando veía extranjerismos o una palabra demasiado rebuscada o intelectual; entonces empezaba con mucho sarcasmo, porque hacían las cosas tan difíciles y yo creo que eso fue una herramienta que le permitió llegar a mucha gente y que mucha gente lo leyera, lo comprendiera y disfrutara sus libros”.

*Tomado de Revista Semana.