Germán Castro Caycedo, «el cronista que sacó las cámaras de los estudios»: El País (España)

Germán Castro Caycedo, «el cronista que sacó las cámaras de los estudios»: El País (España)

Nota del periodista Santiago Torrado en El País (España):

Germán Castro Caycedo, reportero infatigable y escritor de referencia para varias generaciones de periodistas colombianos, maestro del oficio y autor de una veintena de libros de investigación traducidos a varios idiomasha fallecido este jueves según ha confirmado su familia. En los años 70 revolucionó la televisión nacional con su programa Enviado Especial. Su dilatada carrera lo convirtió en uno de los cronistas más leídos de su país, con títulos emblemáticos como Mi alma se la dejo al diablo, una historia que transcurre en su anhelada selva amazónica; El Karina, sobre un buque que transportaba armas para la guerrilla del M-19; o El Hueco, que aborda el éxodo de los colombianos que migran a Nueva York.

Fue “el cronista de trayectoria más extensa, profunda y coherente que tal vez ha tenido el país”, le despedía el periódico El Tiempo, donde trabajó durante una década en la que recorrió distintas regiones. En esas páginas su firma comenzó a ser reconocida a finales de los sesenta, un privilegio que lo puso a salvo del trajín cotidiano de las noticias. “Sus historias investigadas, con testimonios de primera mano recogidos en el lugar de los hechos –con frecuencia municipios olvidados o recónditos–, marcaron la diferencia con un periodismo que solía hacerse desde los escritorios”, de acuerdo con el perfil de Castro Caycedo en el libro Hechos para contar, que reúne conversaciones a profundidad con diez reconocidos periodistas colombianos.

La televisión, donde aplicó esa misma fórmula, acrecentó su reconocimiento. A partir de 1976 dirigió durante cerca de 20 años el programa semanal Enviado Especial, una suerte de especial periodístico del que se produjeron más de mil capítulos que le representaron diversos reconocimientos nacionales e internacionales.

Castro Caycedo nació en 1940 en la pequeña ciudad de Zipaquirá, a una hora de carretera de Bogotá, en el centro del país, y estudió Antropología en la Universidad Nacional de Colombia, pero no llegó a graduarse. “Me llamaban mucho la atención las historias de selva y los relatos policiales”, le dijo a la revista Bocas en una extensa entrevista en 2012. A esas obsesiones recurrentes en sus libros se sumaban los barcos. Allí contaba que sobrevivió a dos accidentes de avión durante sus correrías por la Colombia profunda y que hace más de 20 años se golpeó la cabeza en Rusia, mientras investigaba para uno de sus extensos reportajes, lo que lo dejó sin el gusto y sin el olfato.

“Ese fue el primer programa que sacó la cámara de los estudios”, apuntó en esa entrevista sobre Enviado Especial, muy recordado por llegar hasta los parajes más remotos de la geografía colombiana. “Empecé haciendo crónica televisiva, viajando por todo el país. Las barreras de esa época eran las comunicaciones. Teníamos menos medios, menos vías. Los primeros programas fueron en la selva, en el Vaupés y norte del Amazonas. Muchas horas de viaje. Llevábamos las cámaras en mula, en avión, en bote, éramos cinco personas”, rememoró. Hasta entonces, muchos colombianos nunca habían visto la selva en la televisión nacional.

Detrás de cada una de sus historias, siempre había al menos un viaje. “La falta de tiempo es la desgracia del periodismo de hoy. Si el periodista se va a la selva, pues no puede volver en media hora. Y si se va a la selva entonces tiene que vivir la selva. Ir y ver amanecer y anochecer allá. Es que ese es y ha sido el periodismo en el mundo”, decía a manera de declaración de principios en Hechos para contar. “No se puede hacer un reportaje o una crónica si no se va al sitio donde ocurrieron las cosas”.