LA MARIHUANA EN LA ÓPTICA DE GERMÁN CASTRO CAYCEDO

LA MARIHUANA EN LA ÓPTICA DE GERMÁN CASTRO CAYCEDO

“El Gobierno de Estados Unidos clasificará a la marihuana como una droga con el mismo nivel de riesgo de medicinas bajo receta como los esteroides anabólicos, según informaron este martes los medios estadounidenses”.

Fuente: El Nuevo Diario

El pasado 30 de abril, el diario The Washington Post y las cadenas de televisión MSN, CNN y NBC difundieron la noticia. No obstante en Colombia poco se ha dicho. “Desde 1971 la marihuana en Estados Unidos ha estado clasificada en la misma categoría que la heroína, las metanfetaminas y el ácido lisérgico LSD”, afirma el Nuevo Diario en su edición del mismo día.

Cuando en Estados Unidos se anuncia la reclasificación inminente del cannabis en la categoría de “droga de bajo riesgo” merece la pena recordar la postura firme de Germán Castro Caycedo quien, a través de su ejercicio del periodismo escrito y televisivo, calificó la guerra contra las drogas, como una “guerra ajena” y advirtió sobre su posible fracaso y las nocivas consecuencias para nuestro país en número de víctimas y daños ambientales.

Desde 1971, Germán trascendió la discusión sobre el consumo de las drogas en Colombia y llegó hasta su origen, sosteniendo la hipótesis de que la expansión de los cultivos de esta planta en Colombia se dio justo después la guerra de Vietnam, y se sostuvo en la adicción de miles de excombatientes estadounidenses.

«Les declararon dos guerras los vietnamitas a los gringos y ganaron dos: una la de guerrillas y la otra, la de la droga. […] El primer parte de derrota de esa guerra es Woodstock; a los cinco años de la invasión, medio millón de gringos arrastrándose por el suelo y diciendo “Viva el amor y no a la guerra”. Afirmó en entrevista para City TV con Darío Restrepo Vélez.

Castro Caycedo difundió de manera reiterada y por diferentes medios (artículos de prensa, programas de televisión, libros y entrevistas) su amplia investigación. Entre las décadas del 70 y 80, se centró en comprender los inicios del fenómeno en la costa Caribe, más precisamente en la Sierra Nevada, donde se establecieron los primeros cultivadores y también la primera casta de narcotraficantes, que después evolucionaron en número para mandar grandes cargas en avionetas pilotadas por exmilitares de la guerra en el sudeste asiático.

«La trajimos en el treinta (1930) como cáñamo para hacer telas y cuerdas desde Asia. Estaba abandonada en el costado noroccidental de la Sierra (Nevada de Santa Marta). […] Hablé con tres narcos que son: Kike Dávila, que está preso; Toño Caballero y Kike Lafaurie, quienes me contaron la historia. […] Los primeros narcotraficantes eran de la clase alta de Santa Marta», aseguró en la citada entrevista con Darío Restrepo Vélez.

En otra entrevista concedida a Francisco Celis para El Tiempo, en el año 2014, a raíz de la publicación de Nuestra guerra ajena, insistió en que las posturas descritas en el libro eran una crítica a “un Estado [colombiano] indigno”. En esta publicación, confirmó su investigación sobre el origen del narcotráfico en Colombia a partir de la marihuana:

[Estamos hablando] de 1964, mediados de los sesenta. Yo hablé toda una noche con tres de esos estudiantes de la época en el Club Santa Marta, dos samarios y un barranquillero, y me contaron la historia. “Sí, empezamos a llevarles marihuana en maletas. Dos, tres, cuatro. Pero luego se vinieron los mismos gringos en sus aviones Douglas DC3 y DC4 y empezaron ellos mismos a transportarla”. Ya no hicieron contacto con la alta clase social de la costa, sino con el tanqueador de sus aviones, los lustrabotas, los porteros de hotel, y así́ entró la clase popular al tráfico de marihuana. Y empezó́ la guerra y la violencia. Colombia es víctima directa de la guerra de Vietnam en ese sentido. Esta terminó y se vinieron con pilotos de Vietnam, con dólares y aviones desde Estados Unidos«.

Sin embargo, su lucha y sed por conocer los orígenes de este fenómeno, se remontan años antes de la publicación del libro. Desde 1971, dedicó mucho tiempo a tratar de descifrar cuáles entes controlaban el tráfico en Colombia, y luego sus investigaciones se vieron expuestas en varios episodios de Enviado Especial (1983, 1986 y 1987). Fue por esta vía que llegó a un tema crucial en su discusión y postura crítica frente a la política de lucha contra las drogas: la erradicación química y aérea, que tuvo consecuencias devastadoras sobre el medio ambiente y la salud humana. Este ataque certero e irracional sobre cultivadores y los ecosistemas circundantes, se contraponía a una próspera y emergente economía estadounidense en torno a la marihuana; la apertura a legalizar su cultivo y consumo, y el aprovechamiento de la planta en diversidad de productos.

En la emisión de 1983, en efecto, advirtió sobre el uso del Paraquat, utilizado en Colombia para la erradicación de cultivos. Se trata de un plaguicida altamente toxico que los Estados Unidos le estaban vendiendo a Colombia para alentar la fumigación masiva, pero que, según el documento presentado en el programa, no estaban dispuestos a utilizar en su propio país. A pesar de que algunos organismos oficiales, así́ como la población estadounidense, rechazaban su uso, la Administración de Control de Drogas (DEA por su sigla en inglés) había adelantado una campaña para promover su venta, que llevó a una demanda por parte de los mismos estadounidenses en contra del Estado. Esta terminó en la prohibición de su uso en los Estados Unidos. Sin embargo, en nuestro país, el plaguicida se distribuía sin contratiempos. “Entonces preguntamos, ¿por qué sí quieren obligarnos a que lo hagamos en Colombia?”, cuestionó al aire.

Para el segundo programa, en 1986, Estados Unidos ya producía el 60% de la marihuana que se consumía en su país. El desarrollo del cultivo había sustituido las importaciones de cannabis, entre ellas las de Colombia, evitando que millones de dólares salieran de su territorio:

Una industria que progresa año tras año en forma vertiginosa. Por ejemplo, en 1966 se calcula que la cosecha de marihuana costó allí unos 25.000 millones de dólares. Esto es mucho más de lo que costó la del maíz, y los Estados Unidos son los primeros productores de maíz del mundo. En el año 67 se calcula que pasará de los treinta o treinta y dos mil millones de dólares. Esto se ha debido a que este gran pueblo norteamericano, que progresa en todo, se ha volcado con tecnología, con fomento hacia este cultivo. Ellos toman este progreso como una cosa patriótica, porque creen que, cuanto más siembren, menos dinero saldrá de los Estados Unidos para comprar marihuana en otros países..

Para el año 2021, la explotación del cannabis representaba para Estados Unidos 85.600 millones de dólares.

En 1987, año de la tercera emisión entrevistó al científico Ed Rosenthal, autor libros sobre el tema, a Dale Gieringer y Jon Gettman, director y segundo vocero, respectivamente, de la Organización Nacional para la Reforma de las Leyes de Marihuana (NORML, por su sigla en inglés), y a Steve Hager, presidente de la revista especializada High Times. Ante las cámaras, Rosenthal aseguró que “Es insano que el Gobierno colombiano permita ser fumigado con herbicidas, eso es destruir la tierra […]. La marihuana colombiana está en el último lugar de las listas de precios en comparación con la marihuana doméstica de los Estados Unidos (500 dólares la libra, contra 3000 dólares)”.

Por su parte, Gettman, dijo que en Estados Unidos no se utilizaba ningún herbicida y que se avergonzaba del comportamiento del Gobierno estadounidense frente a algunos países latinoamericanos, como Colombia y Guatemala. Hager, confesó que el Gobierno estadounidense obtenía la mayor parte de información sobre las drogas de su revista, a la que estaban suscritos las estaciones de policía y cada agente de la DEA.

Las ventas de la industria química parecían empañar el respeto a los derechos humanos. Un ciclo interminable que, tras años de denuncias persistentes del periodista, sigue presente en otras dimensiones. Véase, por ejemplo, el dominio de China en la FAO, donde también permite el uso de químicos altamente dañinos en la agricultura de los países más pobres, compuestos producidos en su territorio con altos rendimientos.

O todos en la cama, o todos en el suelo. […] Los Estados Unidos quieren que en América Latina se utilice Paraquat mientras ellos no lo están utilizando, no lo han utilizado ni lo van a utilizar”. Y agregaba: “el mismo fabricante no lo aconseja para ser usado masiva e indiscriminadamente. En Colombia se está usando en algunos cultivos. Pero no es lo mismo echarlo a unos lotes de algodón controlados que hacerlo masivamente. Es decir, cubrir las sierras, las montañas, los ríos, cubrir la fauna, cubrirlo todo, en una carrera loca por acabar con la marihuana que al fin y al cabo, y la experiencia lo demuestra, que se fumiga aquí y se erradica aquí, y aparece en otro lugar.

Germán Castro Caycedo en Enviado Especial.

A través de muchos datos, Castro Caycedo concluía que lo que le preocupaba al Gobierno estadounidense realidad, era que la marihuana producida ilegalmente desde Colombia llegara envenenada con Paraquat a sus consumidores en Norteamérica. De alguna manera, los resultados positivos de una guerra solo deben sentirse en territorio de la gran potencia. Para este caso en particular, las enfermedades, la toxicidad y la muerte, debían permanecer en el cono sur.

Ante la nueva posición de Estados Unidos, se confirman todas las advertencias que Castro Caycedo hizo en sus programas y en sus crónicas escritas: la guerra contra las drogas parece haber sido una de las más grandes equivocaciones del mundo, precisamente por su alto costo en vidas humanas, sus efectos desastrosos sobre el medio ambiente y por poner en evidencia que una gran potencia es capaz de obviar las razones más contundentes y los argumentos científicos a la hora de rociar con químicos que tiene prohibidos en su propio territorio. Potencia que de, igual manera, bajo la excusa de “combatir el narcotráfico” en Colombia, es la misma que autoriza los cultivos desde hace décadas y en varios de sus estados, bajo invernaderos e hidropónicos, y a los cuales les han sacado provecho desde hace más de medio siglo.

Hoy, cuando se anticipa que Estados Unidos a través de las mismas entidades que suponían combatir el narcotráfico en Colombia (DEA, Departamento de Salud y Servicios Humanos) clasificará a la marihuana como “una droga con el mismo nivel de riesgo de medicinas bajo receta como los esteroides anabólicos, según informaron este martes los medios estadounidenses”, la insistencia de Germán Castro Caycedo en advertir los intereses que motivaban la guerra contra las drogas cobra más fuerza que nunca. Desde 1971, hasta el último día de su vida, alertó a la opinión pública y a los organismos del Estado Colombiano sobre los perjuicios sociales y ecológicos, en los cuales solo los colombianos llevaban las de perder. Muchas veces criticado y puesto en la mira, pero la historia le da una vez más razón. Desde donde esté, seguramente estará preguntándose, ¿para qué sirvieron 5 décadas de sangre y masacres ambientales, si el discurso de la potencia mundial hoy cambia de rumbo, nuevamente para favorecer a sus propios intereses?

Un gran paso impulsado por Colombia

En marzo de 2023, el liderazgo de Colombia en la reforma del enfoque global sobre las drogas obtuvo un respaldo significativo en la Comisión de Estupefacientes de las Naciones Unidas. Durante el evento, que tuvo lugar en Viena, Colombia y Bolivia dirigieron un debate sobre los derechos humanos en las políticas de drogas, destacando la necesidad urgente de revisar las estrategias actuales. Desde luego, los altos costos en vidas y la exaltación de la violencia como consecuencias del enfoque actual, fueron las razones expuestas por los dos países para sensibilizar a la comunidad internacional sobre este problema.

Los delegados y altos representantes de 61 países respaldaron la propuesta colombiana que consistía en poner los derechos humanos en el centro de la discusión, al tiempo que destacaron los beneficios de la hoja de coca para otros fines de aprovechamiento y explotación, y su trascendencia cultural para las comunidades originarias de América Latina. Como resultado, se impuso al enfoque centrado en la salud pública. Este respaldo internacional que se da por primera vez en la historia y dio origen a una resolución posicionó a Colombia como el principal promotor de un cambio de orientación en las políticas de drogas a nivel global, promoviendo soluciones que priorizan los derechos humanos y la salud.

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