EN LA LÍNEA DE FUEGO

EN LA LÍNEA DE FUEGO

Medio: Revista Cromos

Fecha: 14 de agosto de 2006

Por: Germán Castro Caycedo / Fotos: Fredy Gómez

Veinticuatro horas antes de que una mina sembrada por las Farc matara a seis erradicadores, Germán Castro Caycedo se adentro en el epicentro de la guerra contra la coca en este Parque Natural. Vivencias junto al grupo Jungla de la Policía.

Los hules negros y las carpas de camuflaje colgadas de las ramas de los arbustos, a la altura de la vegetación baja, las caras cetrinas y el armamento de un tono similar al del barro que se veía más allá de la costa de la selva, eran la imagen real y concreta de la guerra que hay en torno a la lucha contra la coca.

– Esto es un Vietnam.

El mayor de la Policía, Lagos-Miltor -William Lagos Diaz-, tenía la cabeza enfundada en un pañuelo anudado sobre la nuca. Había trepado desde una hondonada abriéndose paso a través de la marada y, aún con el aliento forzado, anunció:

– Van a escuchar detonaciones. No se asusten. Estamos volando minas cerca de un campamento que abandonó la guerrilla.

Un día después, la detonación no fue provocada. Un campesino erradicador arrancó una mata de coca y del fondo se levantó un hongo de tierra que hizo temblar el bosque: seis muertos, Las últimas víctimas de veintiocho soldados, policías y campesinos que erradicaban a mano las plantas en La Macarena Pocas horas después se dio la orden de suspender la la labor manual y continuar fumigando desde aviones aquel Parque Nacional Natural.

Más allá, en el claro, al frente de una cortina de arbustos de yarumo altos y rectos que se perfilan como un muro cortado a plomo, se divisaban aquella mañana un par de morteros emplazados en puntos que ellos estimaban estratégicos. La policía colombiana es la más versátil del mundo. La antinarcóticos, un cuerpo élite. Luego de meses en la manigua moviéndose día y noche sobre aquel piso castigado por grandes raíces de árboles, por sobre troncos angostos y resbalosos que cruzan los arroyos, amasando aquel barro que se pega a las suelas de las botas como plastilina húmeda, el concierto del mayor sonaba sin detenerse.

«Cuando se me cruza por la piel un gusano de esos, prendo el encendedor y me quemo para evitar la enfermedad».

-Aqui cerca está la Trans Jojoy, una vía que atraviesa la selva. Aquí nunca había entrado el Estado.

Mañana gris. En el fondo los lamentos de una manada de monos aulladores. Y el concierto:

– Mucha lluvia y muchos gusanos. Aquellos que tienen pelos queman la piel y producen en las ingles y en las axilas lo que se llama seca porque crean ganglios y dan fiebres y escalofríos. Las púas están llenas de microorganismos.

¿Usted sabe qué hago cuando me cruza la piel un gusano de aquellos? Prendo el encendedor y me quemo inmediatamente la piel para evitar la enfermedad… Y hay

mucho nuche. Los nuches se alojan en el cuero cabelludo y el médico tiene que operarlos aquí mismo: trabajo de casi todos los días.

-Por aquí se mueven Cachirre y Franco. Cachirre maneja el dinero de la columna… Mire otra cosa: fuerzas especiales de la guerrilla camufladas con barro en la oscuridad de la noche, han tratado de metérsenos dentro de nuestras líneas degollando a los centinelas.

-Les hemos capturado campamentos con toneladas de víveres, ropa de marca, medicinas, utensilios de aseo. Hace dos semanas les agarramos una caleta con dos toneladas de sardinas. Oiga: la Trans Jojoy es mejor que muchos caminos..

-¿Vidas? Claro que desgraciadamente las hemos puesto desde el comienzo. La primera fase de la erradicación manual de coca, aquí en el parque de La Macarena, comenzó el 18 de enero. Entonces entramos a conocer el terreno y en esa conocencia, como dicen, en la primera grilla, murieron seis policías. En la segunda cayeron otros seis.

El helicóptero que nos depositó en medio del claro -esta es una selva con inmensas troneras hechas por los cultivadores de coca- se elevó muy pronto mientras el que hacía de escolta con dos ametralladoras Minigun emplazadas a los costados trazaba giros allá arriba, tratando de descubrir el peligro. La minigun también es un arma de élite. Escupe tres mil cartuchos por minuto.

– La guerrilla conoce bien esta zona, ahora nosotros también. Los guerrilleros caminan de noche como cuando se tienen los ojos vendados. Y además tienen indígenas como guías. Nadie se mueve en una selva mejor que el indígena.

– Cachirre es del Frente 44: veintisiete hombres, cinco explosivistas -Claudia y cuatro mujeres más-, al parecer muy activas. Ayer encontramos una camándula de minas cerca de una escuela donde iban a ser detonadas…

-Tienen un fusil PKM con mira de francotirador. Lo opera Yesid. Este hombre mató a un oficial en Puerto Rico. Desde allá venimos bajando: enfrentamientos, algunos muertos, enfermedades… ¿Sabe? Hemos decomisado muchas cabezas de ganado y no sabemos qué hacer con ellas.

Ahora hablábamos en medio de una nube de mosquitos lameojos y un poco más tarde comenzaron a caer goteras del primero de los aguaceros de todos los días, pero el concierto no se detenía. Son centenares de vivencias, recuerdos latentes que necesitaban ser evocados más allá de la soledad del monte.

– La guerrilla limpia los cultivos de coca con matamalezas como el tiodan, más tóxicos que el glifosato. Ayer encontramos varios recipientes escondidos dentro de un arroyo.

Los policías sabían que más abajo del sitio en que se hallaban aquella mañana se encontraba el 70 Frente de las Farc, doscientos hombres en un solo flanco, bien armados. Esperaban chocar con ellos.

– Tienen ametralladoras punto 50. Hace poco les cambiaron todo el armamento por uno nuevo, ahora ellos le reportan a John 40.

Conocen perfectamente a su enemigo, conocen sus pasos, sus sobrenombres, sus actividades, su logística. Dos semanas atrás decomisaron una planta de energía que pesaba dos toneladas, y con ella una imprenta, telas de camuflaje, equipos para coser dentro de la selva. La guerrilla había empleado una semana trayendo la planta por un río. Depositan las plantas en fosas de dos metros de profundidad para que las aeronaves no detectan el calor.

Esta selva son miles de sendas bajo los árboles -les dicen trillos-, pero la policía no camina por ellas, de manera que hay áreas en las cuales avanzan lentamente. La semana anterior a la entrevista habían adelantado sólo 500 metros caminando de seis de la mañana a cuatro de la tarde cuando comienza a oscurecer.

– Se trata de zonas minadas y aseguradas con morteros de 80 milímetros.

Además del Ejército, en La Macarena había 1.200 policías cuidando a las cuadrillas de erradicadores que con machetes extirpaban las matas de coca. Esta es la única policía del mundo que emplea expertos en desactivar minas ya la vez cuerpos contraguerrilla.

Como es habitual en esta guerra, aquel día se movían los Emcar (Escuadrones Móviles de Carabineros) entrenados en técnicas de contraguerrilla. También Comandos de Operaciones Especiales, entrenados en choques cuerpo a cuerpo, y comandos Jungla que son grupos de operaciones rápidas.

Cuando ellos entran en una zona, ya lo han hecho el Ejército y los grupos antiexplosivos compuestos por detectoristas y perros especiales, y finalmente zapadores que desactivan o destruyen cargas. Una vez asegurado el terreno ingresaban los erradicadores manuales. El Ejército avanzaba unos dos kilómetros  delante de ellos formando el primero de tres anillos.

LOS JUNGLA

La guerra contra la coca en La Macarena es a mano y también esparciendo defoliantes desde unos aviones de doble cola llamados OV-10, que vuelan escoltados por cuatro helicópteros artillados: las Águilas y los Cuervos. Arriba de ellos se mueve otro, el Sar, especialista en búsqueda y rescate.

En los escoltas vuelan 16 comandos jungla, una unidad élite dentro de la élite, preparada para operaciones es- peciales contra el narcotráfico y la sub- versión que ellos, como Bush, llaman terrorismo. Los Jungla están armados con fusiles modernos y llevan sobre los hombros un chaleco que pesa como el plomo. Saben de operaciones fluviales, de montaña, en helicópteros, de operaciones nocturnas con visores, de enfermería de combate y son incluidos en estos vuelos para actuar en caso de impacto, pues también están entrenados en seguridad y rescate. Unidad moderna que no tiene ninguna policía del mundo, porque en el mundo no hay guerrillas, selvas y montañas como las nuestras.

Los Jungla son gente joven: todos bachilleres, la mayoría solteros «porque estamos preparados para vivir lejos. Lejos es, por ejemplo, esta selva: tres meses sin salir, pero, hombre, felices porque nos gusta lo nuestro», dice el patrullero Jair Parody, y el agente Apolinar Diago complementa: «Esta es una profesión vocacional. Aquí no hay nadie obligado. Nada que hacer».

Un recuerdo al aire. «¡Ah! pues lo de Curillo guerrilla hizo impacto en uno de los helicópteros de los gringos de la DynCorp. Nosotros bajamos, saltamos a tierra y rodearon la máquina, mientras el resto de los helicópteros iban a tanquear. Unos minutos después llegó la guerrilla y, claro, la enfrentamos: balance, cinco comandos muertos y cinco heridos, combatimos todo el día, desde las diez de la mañana hasta las cuatro de la tarde, pero nos quedamos allí sosteniendo el terreno toda la noche.

Los comandos Jungla de la Policía tienen capacidad para combinarse con otras fuerzas. Por ejemplo, en La Macarena con el Ejército en operaciones militares, como les han enseñado en Estados Unidos a donde van a especializarse.

– Y, ¿dentro de la cabeza? ¿Qué tienen dentro de la cabeza?

– Un interés humanitario marcado. Nos identificamos con esos principios -dice el capitán Jaime Andrés Hermosa-. Y, además, aquí todos tienen una especialización y su función específica dentro de la patrulla: zapador para demoliciones con explosivos, comunicaciones, enfermería de combate, manejo de armas de apoyo; ametralladoras, lanzagranadas… Va también un francotirador, exploradores terrestres… bueno, en eso todos somos especialistas.

En La Macarena generalmente llueve de noche, entonces, como los demás, ellos utilizan uno de los dos uniformes uno para la lluvia y otro para dormir. «Es muy tenaz sentir que amanece y hay que quitarse el uniforme seco con que se durmió y ponerse el mojado para seguir patrullando”.

Los hombres Jungla son orgullosos de lo suyo. «Cualquiera no entra aquí. Hacen primero una preselección en la que tienen en cuenta condición física, psicológica, médica. A nuestro curso se presentaron 160 y fuimos recibidos 60».

Cuatro días antes de encontrarlos, habían perdido a tres hombres en combate, uno de la Policía y dos del Ejército, saliendo de un terreno minado, pera pese a todo, ambos cuerpos han facilitado con sus vidas la destrucción de un mar de coca, pero de un verdadero mar; tres mil hectáreas en una zona selvática, es decir, malsana para el hombre que no es de allí.

Luego vino esta última tragedia y erradicadores, Ejército y Policía salieron de este mar de coca. Detrás de ellos aparecieron los aviones rellenos de veneno para secar las plantas y para matar lo que queda de selva.