Y TUVIMOS TELEVISIÓN A PESAR DE LAS MONTAÑAS

Y TUVIMOS TELEVISIÓN A PESAR DE LAS MONTAÑAS

Cuando aún no se pensaba en satélites, a sus 22 años, Fernando Gómez Agudelo creó el único sistema para superar la mole de Los Andes. 

Por: Germán Castro Caycedo

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Sí. Sesenta años de la televisión colombiana. En páginas y páginas de la prensa escrita, en la radio, en espacios del mismo medio se ha hecho una evocación. 

Los historiadores han salido de detrás de las puertas y regresado con  imágenes de actores de telenovelas de ayer, de actrices maduras y menos maduras, de cantantes, de algunas orquestas. 

Sí. Sesenta años. Pero han olvidado o realmente ignoran lo fundamental de aquella historia: el nacimiento de la   televisión en un país condenado a no tenerla, por lo menos más allá de algunas calles bogotanas, sencillamente porque la mole de Los Andes lo impedía. Así de fácil. 

Es que entonces —por lo menos en nuestro medio—, nadie imaginaba siquiera que algún día existirían los satélites, y para sustituírlos hubo la necesidad de inventar, sí, inventar un sistema diferente a lo que se conocía hasta entonces.

Era 1953. Corrían los primeros meses de la dictadura de Rojas Pinilla y la Radiodifusora Nacional de Colombia era un medio fundamental por su gran sintonía y porque, entre otras cosas, portaba la voz oficial de los gobiernos.

Allí, Fernando Gómez Agudelo, un joven abogado recién graduado —22 años— melómano y, ante todo un visionario, realizaba su programa de una hora con música clásica los días domingos, pero ya en el nuevo gobierno y por su cultura sólida especialmente en lo musical, fue nombrado director de aquella institución, entonces muy a la zaga especialmente en el campo técnico.

Teresa Morales de Gómez, su esposa, recuerda hoy cómo en ese momento “Él sabía que se habían experimentado cambios asombrosos en materia de comunicaciones, gracias al impulso que les había dado la Segunda Guerra Mundial y los adelantos estaban entonces al alcance de todo el mundo”.

“Al llegar allí, por ejemplo, él ordenó importar desde modernos y poderosos transmisores, hasta cambios de grabadoras, cintas y micrófonos, renovó la discoteca y llevó a figuras de la talla de Otto y León de Greiff. 

Bernardo Romero Lozano dirigía el Radio Teatro. Darío Achury Valenzuela editaba el lujoso boletín de programas que era una obra de arte. Hjalmar de Greiff y Helena Londoño, dos jóvenes musicólogos, tan entusiasmados como Fernando en sacar la Radio adelante fueron responsables de la programación”.  

Más tarde Gómez Agudelo fue citado al palacio presidencial, pero ante todo, allí habló de televisión. Faltaban meses para que Rojas Pinilla cumpliera un año en el poder, y quien dio un veredicto fue Gómez Agudelo: 

— A usted —se le decía Su Excelencia— el país tiene que  escucharlo, pero ante todo ver-lo, fa-mi-lia-ri-zar-se con su imagen a partir del próximo 13 de junio—, le dijo el joven.

Rojas ya había visto la televisión en un viaje a Alemania. Gómez Agudelo no la había visto nunca, pero al escucharlo, parecía como si a Rojas Pinilla se le levantaran los pelos en forma de rayos, los ojos se le transformaran en cruces y su dentadura luciera resquebrajada. Y cuando pareció volver a respirar,  

— Sss… ¡Sí! 

Sí, pero Gómez Agudelo tenía poco menos de siete meses para montar un desafío de tanta magnitud: era noviembre de 1953.

Desde luego, para armar tamaña empresa, comenzaría por Estados Unidos donde se encontraba su hermano Ricardo, físico y matemático que años más tarde se incorporaría a la NASA.

“Su primera reacción fue llamar a Ricardo para contarle lo que estaba ocurriendo. Ricardo, adivinando las reacciones de todo tipo que semejante empresa iba a desencadenar, le pidió que no hablara con nadie.

“— Trae un mapa de Colombia lo más detallado que sea posible y vente para el MIT, (Instituto Tecnológico de Massachusetts). Yo reúno aquí a los mejores físicos especialistas en radiación y ellos te podrán ayudar”, le dijo.

Desde luego, su plan allí no tenía para él grandes secretos: se trataba de documentarse hasta en un mínimo detalle del mundo técnico, luego escoger marcas, fábricas, adquirir cámaras de estudio, otras para utilizar en  transmisiones a control remoto, desde luego equipos, plantas, antenas y cuantas máquinas e instrumentos auxiliares para darle forma al punto de partida de la emisión de señales, para manejar sonidos, para conformar sistemas de iluminación. En dos palabras, responder a las complejas y hasta ahora desconocidas entrañas de un mundo al que acababa de asomarse.

Pero aparte de esta locura, lo esperaba, más que un  enigma, un problema aparentemente insalvable en aquel momento y desde los Estados Unidos,  como era la emisión de las señales producidas en los estudios a través de la geografía de un país con una soberbia cadena de montañas, de picos nevados en forma permanente a pesar de encontrarse en el corazón del Trópico, de páramos arropados por borrascas y más allá, valles en diferentes altitudes. Se trataba de obtener una señal nítida de imagen y sonido que cubriera todo el territorio colombiano.

La labor de vertebrar esta primera fase implicó primero una gran investigación sobre el mundo de los elementos que debían ser importados en forma inmediata, para lo cual era necesario escudriñar en la industria estadounidense.

Pero en torno a la segunda fase, la de la emisión, no parecía haber ni una solución aceptable en aquella época. Con su hermano Ricardo, apoyados en el concepto de técnicos y expertos en diferentes áreas, analizaron lo que planteaba la geografía de Colombia y finalmente, emergió la figura de Alemania.

¿Cómo?

A través de un sistema para lograr que la señal volara de cúspide en cúspide sobre las montañas, digamos, guiada y reproducida por equipos cuyos núcleos en términos generales, podrían llamarse módulos.

Si los módulos permitían realizar aquella quimera, si se lograba este milagro, Gómez Agudelo estaría creando todo un sistema de emisión de televisión, diferente en aquel momento a lo que existía en el resto del mundo.

Teresa Morales de Gómez, su esposa, recuerda hoy:

“En Boston, Fernando y sus consejeros llegaron a la conclusión de que Colombia por su topografía necesitaba cierto tipo de antenas y de transmisores que irradiaran hacia un área determinada —unidireccionales, recuerdo, y no omnidireccionales— y le recomendaron las fabricadas en Alemania por la Siemens & Halske de Munich. 

“Esas se adecúan perfectamente a las necesidades colombianas, le dijeron. Él aceptó el consejo”.

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ALEMANIA

Era necesario partir hacia Alemania sin perder un solo día. 1953 se cercaba a su final y la inauguración de la televisión colombiana debía ser el 13 de junio de 1954. Ni la víspera, ni el día siguiente. El día 13 se conmemoraría el primer año de la subida al poder de Su Excelencia el Señor Teniente General Jefe Supremo, Gustavo Rojas Pinilla

Las referencias y contactos de Gómez Agudelo en Alemania empezaron a girar en torno a la Siemens y desde sus primeros contactos comprobó que  aquellos módulos o conjuntos de equipos a partir de antenas especiales, al parecer era lo que realmente necesitaba para superar la mole de montañas de Colombia, y que en relativamente poco tiempo podría importarlos, 

Entonces sí viajó a través de París, compró un abrigo de invierno con la esperanza de verse un poco mayor y se lanzó a Alemania solo, a enfrentar a la nube de ingenieros que lo estaban esperando para que tomara decisiones.

Más tarde, se acercó en forma especial al ingeniero Wilhelm Puth, a quien finalmente se trajo a Colombia en compañía de un equipo conformado por aquel.

Desde entonces, el doctor Puth, se convirtió en la mano derecha de Gómez Agudelo en el complejo campo de la emisión de la señal.

“Puth había trabajado en la radio de Hamburgo y después pasó a Berlín a trabajar con la principal emisora alemana.

“Cuando estalló la Segunda Guerra mundial fue coronel de comunicaciones en Berlín. Pasada la guerra viajó a los Estados Unidos para vincularse al Departamento de Estado, estaciones de onda corta que originaban sus señales buscando a la Unión Soviética, y en Washington recibió la oferta de Fernando para que viniera a trabajar aquí”. 

“Desde luego, él era un hombre de radio y venía inicialmente para montar los equipos Telefunken que había adquirido la Radio Nacional y tuvo que adaptarse al montaje de los Siemens adquiridos para la red de televisión, y a manejar el relevo de unos técnicos cubanos por un equipo de colombianos.  

ADELANTE

A su regreso de Alemania, diciembre de 1953, Gómez Agudelo le había dicho a Rojas Pinilla: 

— Tengo sólo seis meses para comprar, buscar, decidir… 

Rojas le contestó:

— Usted puede. Claro que puede… Pero si empieza ya.

Aquí mismo, “él sometió su proyecto al dictamen de un experto belga, Jacques Jumiaux, quien concluyó que en el campo técnico no había nada que  desear, y destacó el uso de las antenas unidireccionales escogidas, con las cuales se podría cubrir al país con muy pocas estaciones repetidoras.

“La instalación de estas antenas despertaba entonces escepticismo. Sin embargo, Fernando sabía que  su ganancia era muchísimo mayor que la de las utilizadas hasta entonces. Por este motivo se le exigió al fabricante una altísima garantía de funcionamiento:

“Como en él se excluían aquello de la fuerza mayor y el caso fortuito en las condiciones del contrato fue necesario que enviaran un segundo equipo por barco, previendo que pudiera caerse el avión en el cual venían los elementos principales”.

Resumiendo una historia basada en descripciones eminentemente técnicas, en problemas y soluciones que algunas veces parecen mágicas para quien no es un experto, los módulos fueron embarcados en Alemania a finales del mes de diciembre de l.953.

Pero, oh gloria inmarcesible: equipos y personal técnico que venía a apoyar su montaje fueron embarcados en un avión de KLM, Compañía Real Holandesa, y cuando se produjeron los primeros contactos con el avión, el director de la Aeronáutica Civil echó mano de todo su poder y dijo que esa nave no podía tocar tierra colombiana: 

— No tenemos ningún convenio con Holanda ¡Fuera ese avión!

Gómez Agudelo se comunicó con Rojas Pinilla, y… 

— ¡Fuera el tipo de la Aeronáutica! En su remplazo queda nombrado Fernando Gómez Agudelo.     

En la construcción de la red de emisión creada por Gómez Agudelo, apenas semanas antes de la inauguración de la televisión, “el ingeniero Wilhelm Puth fue decisivo, por ejemplo, en el montaje de un punto muy difícil localizado en el cerro Gualí, en El Ruiz, a 36 kilómetros de Manizales y a 4.850 metros de altitud sobre el nivel del mar. 

Este era el centro de la cadena y allí se instalaron las antenas unidireccionales para enlazar con los otros módulos o repetidoras.

Luego Puth intervino en la instalación de aquellas que cubrían a Boyacá, la costa Caribe, el Cauca y los Santanderes”.

¿Y los estudios?

Pues, fuera también a una pequeña calle cerrada que cruzaba paralela a la Biblioteca Nacional en pleno centro de Bogotá. Allí levantaron con la celeridad que imponía aquello, muros, techos, accesos, cuanto se requería para darle forma a unos estudios, además de espacios adecuados para cuantos equipos llegarían de Alemania y los que se importarían de los Estados Unidos destinados a la producción de programas, etcétera, etcétera.

En cuanto al manejo de los estudios y todo el complejo que los rodea, también cualquier experiencia anterior era, cero. Así: c-e-r-o, pero como ya el corto recorrido de Gómez Agudelo era intenso, dijo para sus adentros: ¡Cuba!

Comenzaba 1954 y a través de contactos en Estados Unidos se había enterado que en la isla había personal suficiente que podría venir en un principio, tanto para producir la señal con la imagen y la voz de Su Excelencia, el Señor Teniente General Jefe Supremo de la República de Colombia, el siguiente 13 de junio a las tres y treinta de la tarde, como también para entrenar luego en el campo técnico a operarios colombianos.

Se fue para Cuba:

— Yo, televisión, Colombia, canal, expertos…

— Sí, televisión, Colombia, pero a usted no lo recibimos porque usted venir de una dictadura militar, le respondieron. 

(Vaya una ironía ¡Allí mandaba el dictador Fulgencio Batista!).

Lo cierto es que Goar Maestre, entonces zar de la televisión cubana, dueño de CMQ, es decir, Canal 11, no lo recibiría.

¡Fuera!

Sí, pero es que más allá, un grupo importante de técnicos de estudio y de sonido y de imagen y de cuantas áreas exige el funcionamiento de un canal de TV estaban siendo lanzados a la calle porque el Canal 4 se hallaba en plena liquidación.

Aquel era un equipo ya conformado que no necesitaba ningún entrenamiento.

¿Fuera? 

“Fernando los localizó, les contó lo que estaba haciendo en Colombia y les dijo que los necesitaba con urgencia.

“Él recordaba:

“Hablé con cada uno de ellos y les dije, caminen, con sus mujeres, sus niños, sus perros y sus gatos. Con todo. Se van todos conmigo en el avión… Eran una maravilla de operadores. Llegaron el 26 de mayo y tenían que comenzar su trabajo dos días después”.

Entonces ya le habían dado los últimos toques a la construcción de la primera sede de nuestra televisión, en aquella callecita cerrada a un costado del Museo Nacional. 

En aquel momento, él llamaba a Inravisión La Torre de Babel porque allí había logrado seleccionar y reunir técnicos y expertos de Alemania, Estados Unidos, Cuba y Brasil.

EL PRIMER PASO

Finalmente llegó el día de Su Excelencia el Teniente General Jefe Supremo. Se trataba de realizar un “control remoto” desde el palacio de gobierno, algo muy, muy complicado en aquel momento, pero Gómez Agudelo con la ayuda de Wilhelm Puth y su gente lo lograron.

A esa hora estaban encendidos en los cuatro puntos cardinales de Colombia algunos cientos de televisores, importados por un comisariato de las Fuerzas Armadas que se vendían en las capitales por unos pocos pesos.

     Y a esa hora, bajo un torrencial aguacero que azotaba a Bogotá, salió al aire la figura de Rojas Pinilla con una banda tricolor y el marco del himno nacional:

Nacía la televisión en Colombia.