CAUDILLO DE AMÉRICA, PERO…

CAUDILLO DE AMÉRICA, PERO…

Medio: Deporte Gráfico.

Fecha: agosto 30 de 1967.

Por: Germán Castro Caycedo / Fotos: Humberto González.

“Yo ya no espero nada del país, no seguiré insistiendo. Estoy decidido a marcharme a México; mañana voy a escribir a ver qué pasa”.

Después de todo la dialéctica de Mejía nos es airada. Las frases reproducen con tono de sencillez y con fondo de verdad… y es que “su” verdad y “su” problema están superando las barreras de la apariencia, porque dentro hay una cosa que se había reprimido con la medida que aumentaba, hasta que creció tanto que estalló. El Mejía que regresó de Europa Oriental tiene patillas largas y menos silencio. La comparación ha aumentado la agitación emocional; entonces dice las cosas como salen de adentro, con personalidad suficiente y con voz de frustración que comienza a tomar fuerza.

“En Colombia se habla mucho, se habla mucho; por eso yo ya no sigo insistiendo, “Es una bobada continuar en el mismo plan. Por eso es que voy a escribir a México mañana para ver si me voy para allá del todo, al menos mientras la Olimpiada. ¿Sabe una cosa? Carlos Ávila me llamó de Cali para decirme que de México me volvieron a buscar, Hablaron con él extrañados porque no sabían de mi, de nosotros; pues le contaron que ya con los miembros del Comité Olímpico Colombiano habían arreglado lo de mi viaje y no me han dicho absolutamente nada. Si Ávila no me llama, estaba yo a oscuras. Por eso voy a escribir”.

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EL RENCO

“Ser líder de las juventudes deportivas de América Latina es un alto honor, sí.

Pero eso no me puede comprometer. A estas altura es imposible seguir complicándome la vida”.

Con cada paso vino una frase, árida como el yeso de la pierna que oprime y lo obliga a caminar renco, ladeándose y extendiendo los brazos para ayudar al equilibrio. En tres cuadras los vecinos lo saludan y preguntan por la pierna, él contesta y sigue caminando con fuerza, con dificultad que tal vez no lo preocupa. Parece haberse acostumbrado casi del todo a las cosas difíciles.

“En Europa estuve con algunos campeones, me interesaba hablar con ellos, enterarme de sus planes de trabajo pero. sólo pude encontrar a unos pocos. Es que todos están entrenando muy fuerte en las alturas, lo de México se acerca… allá no es como aquí, donde cada uno tiene que hacer lo que pueda sin que nadie se interese. Oiga, a los deportistas de Winnipeg los han criticado. Yo creo que no debían meterse con ellos tanto. Si hubo fallas fueron de organización. es que uno al tiempo que va a competir, también tiene derecho a conocer, ¿no? Yo no sé por qué se ensañan con el deportista, le exigen, lo tachan, y si no gana, pues… es que exigen mucho sin dar nada”.

¡ESPERA, SOLAMENTE ESO!

Sí, lo de la pierna es solamente espera. Mejía está “frenado”; por la lesión que aún lo reduce. Pero al preguntarle parece no dar importancia al asunto. O tal vez en el fondo tiene miedo de pensar en ella, entonces aparentemente le resta importancia y hace lo posible por salirse del tema. Con dos palabras habla del yeso y dice que es asunto de esperar; antes no puede decir nada porque los planes están suspendidos, inicialmente por un mes, mientras se quita el vendaje y prueba cómo va la cosa.

“No, no me ha causado ningún complejo. Lo que necesito es paciencia… ya he perdido casi seis meses. Se me han ido oportunidades divinas en este tiempo. Antes el problema era que me invitaran a alguna parte y ahora que me llaman de todos lados no puedo ir… claro que en esta parte del año yo he entrenado. En Rusia, por ejemplo, lo hice, pero me cansaba. Entonces me vio el médico y me dijo que tenía que enyesarme. Yo esperé llegar a Colombia para hacerlo porque no podía dañar mi viaje”.

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UN HONOR

– Mejía, ¿usted qué piensa al ser líder de las juventudes latinoamericanas para la próxima Olimpíada?

– Es un gran honor. Sí. Pero eso no me puede comprometer. A estas alturas es imposible seguir complicándome la vida. Es que, mire, uno no puede complicarse las cosas a todo momento. Yo ya con lo que tengo estoy listo… Ahora, que el estar bien y ser ejemplo, pues ¿quién no quiere eso? Me gustaría ir a las Olimpíadas y correr, aunque llegue de último. ¿Qué le hace?, que llegue de último pero teniendo la convicción de que uno está bien preparado, que ha trabajado duro, que ha puesto lo que está al alcance. Ya, si lo vencen, pues es solamente porque los otros son mejores. Ante eso sí no hay nada qué hacer”.

¿PARA QUÉ?

La tónica de la conversación, el énfasis de cada frase tiene algo por dentro. Una cosa que se sale por entre las sílabas, que toma un acento especial. Mejía no es un amargado, no dice las cosas con el dejo de un resentido pero tampoco está contento. Ante todo hay rudeza en cada palabra, pero dicha en forma suave. De una manera que se puede aguantar sin tener que cortar el tema. Bastaría meterse entre la camiseta de Mejía y acompañarlo a Rusia, luego a la fábrica de Bogotá. Estar detrás de las revistas que lee diariamente y hacer con él los cómputos que lo han alterado. Comparar sus tiempos con los de media centena de campeones que han sido vencidos por él, para comprender del todo “qué es lo que pasa con Mejía”. Pero, después de todo, lo único que resalta es la incomprensión por la que ha atravesado.

Al verlo con patillas largas se recuerda aquella época en que tenía barba. Luego se trata uno de “meter” en su mundo y percibe la necesidad de afecto que lo agobia. Por eso dice cosas contundentes. Parece que quiere llamar la atención y tal vez reniega porque no lo comprenden. Desde su ángulo de vista no puede aceptar que la gente no entienda lo que sucede: las marcas de los rivales bajan… él está enfermo, impotente…

“En Rusia fui a los juegos nacionales de ellos; se llaman las “Espartakiadas”; y vi la carrera de los cinco mil. Qué barbaridad, fue impresionante. Creo que es la carrera más fuerte, más espectacular que he visto. La marca fue muy buena, y ese tipo que ganó, en México el año pasado no había estado bien, hizo una carrera regular. Y yo…”.

NO MÁS

Álvaro Mejía no quiere más publicidad. Recibe al periodista por decencia, pero ya no quiere más. “La publicidad nunca me ha gustado, yo no quiero más cosas, eso no sirve para nada. O sí, para que a uno la gente lo moleste. Yo recibo a los periodistas porque me da pena decirles que no. Pero de ahora en adelante no más. Ni una entrevista más. Me voy a esconder porque la publicidad no es buena. ¡Eso para qué… Fíjese! Cuando llegué de Europa, estuve detenido en el aeropuerto una hora, Los detectives me esculcaron todo. Yo no sé qué buscaban, bombas o propaganda subversiva… si yo fui a aprender, a conocer entrenadores, a hablar con atletas, yo no fui a otra cosa. A propósito, en Checoeslovaquia hablaba con algunos deportistas, pero me decían poco. Ellos lo que querían era saber de mí, de cómo entrenaba. Cuando les conté que yo tenía que trabajar me dijeron que eso era mentira. Les parecía imposible que un atleta hiciera otra cosa diferente al entrenamiento”.

Entre la escayola, el andar balanceándose, haciendo fuerza, y las marcas de los colosos del atletismo, al parecer continúa debatiéndose Álvaro Mejía. El último viaje, da la impresión de que le ha hecho ver cosas que lo inquietan, aunque no lo diga. 

Aunque trate de ocultarlo. El momento crítico de la vida emocional del deportista continúa, pese a lo que se esperaba para su retorno del Viejo Mundo. Entonces solamente se ve una alternativa: esa que inicialmente lo inhibió pero que hoy ante las circunstancias se le presenta como única salida: irse a México. Definitivamente no está, por ahora en capacidad de pensar más.