15 lecciones de Germán Castro Caycedo para un periodismo en crisis

15 lecciones de Germán Castro Caycedo para un periodismo en crisis

“La crónica es el género mayor del periodismo”, decía Germán Castro Caycedo. Una afirmación que, en tiempos donde la inmediatez devora el rigor y la profundidad, resuena más que nunca.

El blog Cura de reposo, escrito por Alexander Velásquez en El Espectador, ha recuperado recientemente las enseñanzas de este maestro de la reportería a propósito de la publicación del libro Mi padre, Germán Castro Caycedo, escrito por Catalina Castro Blanchet. A lo largo de sus 52 capítulos, la autora no solo reconstruye la vida de su padre, sino que deja al descubierto su método, sus obsesiones y su visión de un oficio que hoy parece más frágil que nunca.

Desde la importancia del equilibrio y la precisión hasta la necesidad de contar historias con respeto y profundidad, el legado de Germán se traduce en lecciones esenciales para los periodistas de hoy.

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Tal como recoge Velásquez en su texto, Castro Caycedo entendía que “lo único urgente es descubrir la vocación verdadera. De lo contrario, el trabajo se te volverá mañana una desgracia”. La crisis del periodismo actual no solo es tecnológica o económica, sino también de identidad. ¿Qué significa hoy ser periodista? Para él, la respuesta era clara: alguien que tiene algo que contar. “El periodista que no tiene nada que contar no está en nada”, afirmaba.

No creía en la objetividad como un valor absoluto, pero sí en el rigor: “Recuerda, la objetividad no existe”, decía, convencido de que la clave estaba en el equilibrio y la precisión.

Era un reportero que caminaba el país, que hablaba con la gente, que no daba nada por cierto sin antes haberlo verificado con sus propios ojos. “Ese era mi trabajo, descubrir un país. Me pagaban por hacerlo y la gente me leía”. Su estilo se basaba en la observación directa: “haber ido siempre hasta el lugar de los hechos para sentir sus olores, entender las luces y las sombras, los colores, las tradiciones y las costumbres”.

Para Germán, las palabras eran herramientas de precisión. No soportaba los adornos innecesarios ni las licencias poéticas dentro del periodismo: “El periodismo colombiano está lleno de poetas mientras que la gente simplemente quiere información”.

Su ética profesional era inquebrantable. “Nunca recibió una solicitud de rectificación”, lo que demuestra el nivel de rigurosidad con el que abordaba cada historia. La confianza en su criterio era tal que “todo el mundo le caminaba porque confiaban en su visión periodística, en su criterio y credibilidad”.

Más allá de sus investigaciones, de su legado televisivo con Enviado Especial y de sus libros, Germán Castro Caycedo fue un periodista que se dedicó a formar y motivar a nuevas generaciones. “Le entusiasmaba dar conferencias y hablar con los nuevos estudiantes de Periodismo (…) Los jóvenes de colegios y universidades siempre tuvieron prioridad en su agenda, por encima de los medios que lo llamaban para entrevistarlo”.

Hoy, en tiempos de posverdad, noticias falsas y modelos de negocio que premian el clic fácil en lugar de la información de calidad, sus enseñanzas son un faro para quienes aún creen en el periodismo como un oficio esencial para la democracia.

Como concluye Alexander Velásquez en su artículo: “No dejemos que la crónica muera. Ese es el único homenaje posible para honrarlo en este presente”.

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