El Palacio sin Máscara: la crónica que reveló la historia oculta de la toma y retoma del Palacio de Justicia

El Palacio sin Máscara: la crónica que reveló la historia oculta de la toma y retoma del Palacio de Justicia

Cómo la investigación de Germán Castro Caycedo sobre la toma del Palacio de Justicia se convirtió en una pieza clave de la memoria histórica colombiana.

El Palacio sin Máscara es un libro que se cuenta desde el testimonio de múltiples miradas sobre la toma y retoma del Palacio de Justicia. Para Héctor Abad Faciolince, es un trabajo periodístico en el que el autor, a propósito, se borra de la narrativa y realiza un riguroso trabajo de transcripción, logrando “un acopio de citas que pueden leerse con el interés de una novela”.

Publicado en 2008, más de veinte años después de los hechos del 6 y 7 de noviembre de 1985, es una de las investigaciones más exhaustivas y valientes sobre el episodio más oscuro de la historia reciente de Colombia. En sus páginas no se repite la tragedia que todos vieron arder por televisión; se desentraña lo que ocurrió detrás de las llamas, en los despachos donde el Estado reescribió su propia versión de los hechos.

No es un libro sobre el M-19, que para el autor fue un responsable determinante al iniciar el holocausto; ni sobre Belisario Betancur quien asumió su su parte como autoridad política. Es, como señaló el propio Germán, una investigación sobre el “poder sin máscara”: una radiografía del aparato que ocultó la verdad bajo toneladas de papel oficial, partes de guerra y sentencias ambiguas. El Palacio de Justicia no solo fue un escenario de horror; fue el punto donde se fracturó la confianza en el Estado. Y él, con la paciencia de un investigador y la lucidez de un cronista, dedicó siete años a documentar cómo esa fractura se institucionalizó.

El método: un periodista que rastrea la verdad entre ruinas

Para muchos lectores, Germán Castro Caycedo escribió esta obra como un forense del papel. Durante siete años revisó más de 11.000 folios de expedientes judiciales de la Fiscalía, el Consejo de Estado y la Procuraduría; comparó autopsias con actas militares, órdenes operativas con testimonios de soldados rasos, declaraciones juradas con informes periciales.

Ese trabajo meticuloso convirtió El Palacio sin Máscara en una especie de laboratorio documental, donde la verdad se revela no por el discurso del periodista, sino por la contradicción entre los documentos. “Mi tarea fue poner a hablar a los papeles”, dijo en una de sus entrevistas. Y lo logró: las páginas de este libro hablan con la voz de un país que fue obligado a callar.

El resultado no es una crónica convencional, sino una investigación monumental: un expediente que se cuenta a sí mismo, un archivo que interpela al lector. Castro Caycedo comprendió que la narrativa de la violencia en Colombia no se escribe en la voz de las víctimas, sino en las firmas y sellos de los decretos que intentan justificarla.

Cuatro hallazgos que desmontaron la versión oficial

  1. La lógica militar desproporcionada

El libro revela que la retoma del Palacio se ejecutó bajo una lógica militar desproporcionada. Los partes castrenses, los testimonios de soldados y los informes forenses confirman que el uso de tanques, artillería y fuego pesado en un recinto con rehenes fue una decisión consciente, no un accidente táctico. El autor muestra que el objetivo de la operación fue recuperar el edificio y restablecer la autoridad del Estado, incluso a costa de las vidas que allí estaban atrapadas.

  1. La ruta de los desaparecidos

Quizá el aporte más estremecedor del libro es el seguimiento detallado de los civiles que salieron vivos del edificio. Cámaras, testigos y documentos oficiales demostraron que varios empleados de la cafetería y visitantes fueron trasladados a instalaciones militares, como la Escuela de Caballería, donde se les vio por última vez. El autor reconstruye esa ruta con precisión: el traslado, los interrogatorios, las ejecuciones, la desaparición. Décadas después, los tribunales y la Comisión de la Verdad confirmarían buena parte de esas evidencias. Lo que fue tratado como una “operación limpia” terminó revelándose como un patrón de desaparición forzada dentro del corazón del Estado.

  1. El incendio como censura

El libro documentó una coincidencia inquietante: el fuego que consumió el Palacio también destruyó expedientes judiciales sensibles, algunos relacionados con casos de corrupción y narcotráfico que involucraban a figuras políticas, militares y judiciales. El incendio devoró archivos físicos que resguardaban información de alta importancia. Años después, el propio Consejo de Estado reconocería la pérdida irreparable de documentos judiciales clave.

  1. El desplazamiento del mando civil

Al analizar las cadenas de mando, el autor demuestra cómo, en las horas críticas, el control político del presidente Belisario Betancur fue desplazado por la cúpula militar, que actuó con autonomía total.El libro describe una ruptura constitucional silenciosa: un Estado dentro del Estado, un poder armado que suspendió la jerarquía civil en nombre del orden. Aquella intervención militar sin control presidencial marcó un antes y un después en la historia republicana.

La herida que sigue abierta

Desde su publicación, El Palacio sin Máscara trascendió su condición de obra periodística. Hoy es material de consulta en procesos judiciales, texto de referencia en universidades y herramienta indispensable para los familiares de las víctimas. Su aporte no fue solo narrar el horror, sino demostrarlo con rigor.

La investigación de Germán Castro Caycedo se anticipó a las conclusiones de la Comisión de la Verdad, al dictamen de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (2014) y a los informes del Centro Nacional de Memoria Histórica. Por eso, el libro no pertenece únicamente al género de la crónica: es un testimonio judicial, una pieza de archivo que interroga al poder.

Castro Caycedo sostuvo que lo que más temen los culpables no es la justicia, sino la persistencia de la memoria. Su obra, en ese sentido, es memoria organizada. Años más tarde, el M-19, en la voz de Antonio Navarro Wolf, reconoció la culpa de la organización en la matanza. Muchos de los testigos aseguraron que sus hombres entraron disparando y así comenzó una tragedia.

La vigencia: entre la verdad y la impunidad

Han pasado casi cuatro décadas desde aquella jornada que partió en dos la historia del país, pero el eco del Palacio sigue retumbando.
En los tribunales aún se debaten responsabilidades, los sobrevivientes aún buscan justicia y los jóvenes aún aprenden los nombres de quienes desaparecieron entre el fuego.

Cada aniversario revela que la impunidad sigue siendo una institución viva. El periodismo de Germán Castro Caycedo, sin embargo, permanece como antídoto contra el olvido. Su método —el del periodista que actúa como historiador civil— se convirtió en ejemplo para una generación que aprendió que investigar no es opinar, sino probar.

En un país donde las versiones oficiales se escriben a golpes de comunicado, El Palacio sin Máscara recuerda que la verdad, cuando se documenta, es indestructible.

Germán Castro Caycedo murió en 2021, pero su obra continúa siendo una voz que incomoda al poder. El Palacio sin Máscara no es un libro cómodo, ni fue concebido para serlo. Por el contrario, una interpelación moral: a los militares que callaron, a los políticos que omitieron, a los que se rindieron en la búsqueda de la verdad.

Y como lo dijo reiteradamente:

“El periodismo, cuando es honesto, también hace justicia”.

El Palacio de Justicia, su último trabajo publicado

Poco antes de su fallecimiento, Germán Castro Caycedo participó en la producción de un especial para Canal Capital dedicado al caso del magistrado Carlos Horacio Urán y a los hechos de la retoma del Palacio de Justicia. Aunque la entrevista original con su hija, Elena Urán Bidegaín, se extravió por un fallo técnico, el canal reconstruyó el segmento a partir de un texto escrito por el propio Germán, que fue convertido en una animación e incluido en el programa. El resultado fue un homenaje a su rigor investigativo y a su empeño por esclarecer los hechos que marcaron una de las tragedias más profundas de la historia nacional.

¿Quién mató a Carlos Horacio Urán? La fiscal delegada ante la Corte Suprema de Justicia ignora la evidencia

¿Quién mató a Carlos Horacio Urán? La fiscal delegada ante la Corte Suprema de Justicia ignora la evidencia

El pasado 31 de julio, en la sección ‘El Reporte Coronell’ de W Radio, se revivió el doloroso episodio de la toma y retoma del Palacio de Justicia y la controversia en torno a la muerte del magistrado Carlos Horacio Urán. Durante el programa, se abordó la nueva postura de la fiscal delegada ante la Corte Suprema de Justicia, Marlene Orjuela, quien sostiene que Urán murió en un cruce de balas dentro del palacio. Esta afirmación contrasta con la evidencia de varios periodistas que indican que Urán salió con vida del edificio y posteriormente fue asesinado por las fuerzas del Estado.

El magistrado Urán se comunicó ese fatídico 6 de noviembre de 1985 con su esposa, Ana María Bidegaín, para decirle que un grupo armado se había tomado el Palacio de Justicia, y desde ese momento empezó un calvario que se ha extendido por casi 4 décadas, con una familia en busca de justicia y un sistema que tarda y retrocede a pesar de los esfuerzos desde la prensa y los diferentes sectores para esclarecer la verdad de los sucedido.

En el programa radial fue entrevistada Ana María Bidegaín, viuda del magistrado, quien narró el impacto que estos hechos tuvieron en su familia. Señaló que la evidencia muestra claramente que su esposo fue ejecutado extrajudicialmente, a pesar de las recientes declaraciones de la fiscal delegada. Y esta afirmación se sustenta en los hallazgos de tres figuras claves del periodismo: Germán Castro Caycedo, amigo del magistrado, quien recibió una llamada desde el Palacio de Justicia, en la que Urán le pedía interceder para evitar la retoma porque, según aseguraba el periodista, le preocupaba que “mataran civiles que todavía estaban allá”.

Cuando Castro Caycedo intentó buscar ayuda, se acercó al periodista Yamid Amat. Su respuesta fue contundente: “hay censura”. El Gobierno había limitado la prensa para realizar la operación militar que terminó en una masacre que marcó la historia de Colombia.

Escucha el segmento del programa:

Reportero en búsqueda de la verdad

Germán Castro Caycedo jugó un rol crucial en descubrir la verdad sobre la desaparición y muerte de su amigo, el magistrado Urán. Durante muchos años, con el apoyo de varios periodistas y medios de comunicación, lograron hallar evidencia contundente: primero, junto al periodista investigador Ignacio Gómez en El Espectador, encontraron contenido audiovisual que demostraba que Urán había salido del Palacio de Justicia vivo y cojeando. Este testimonio fue corroborado en su momento por una periodista: Julia Navarrete, de Caracol Radio, quien le avisó a la profesora Bidegaín que su esposo estaba con vida. Ella había llevado un video del Noticiero 24 horas con la prueba al General Nelson Mejía, procurador delegado de las fuerzas militares;  el cual finalmente despareció. Posteriormente, en Noticias Uno, Daniel Coronell recibió dicho video de una fuente oculta y se encontró nuevo material que permitió refutar la versión oficial de los hechos​​​​.

Ángela María Buitrago y la investigación que llegó a la Corte Interamericana de Derechos Humanos

La fiscal Ángela María Buitrago, quien hoy es ministra de Justicia, llevó a cabo una investigación exhaustiva que reveló que el magistrado Carlos Urán fue asesinado por las fuerzas del Estado. Buitrago encontró pruebas contundentes, como audios y videos, que mostraban que las fuerzas del Estado ejecutaron a Urán y a otros civiles, presentándolos falsamente como guerrilleros abatidos en combate. También descubrió objetos personales de Urán, como su billetera, en instalaciones militares, lo que corroboraba la ejecución extrajudicial​​​​.

El acervo probatorio presentado por la entonces Fiscal Buitrago no dejaba lugar a dudas: el magistrado fue asesinado y señalado por el Gobierno como un combatiente del M-19. Había material audiovisual, pruebas recopiladas por la fiscalía, un video desparecido a propósito por los militares… la pregunta que queda es: ¿por qué ahora se descarta este lamentable hecho?

Este fue el dictamen de la Corte Interamericana de Derechos Humanos:

Sobre la presunta desaparición y ejecución extrajudicial de Carlos Horacio Urán

Sobre la presunta desaparición y ejecución extrajudicial de Carlos Horacio Urán

359. (…) la Corte considera que el señor Urán Rojas pudo haber sido considerado como sospechoso por parte de los agentes estatales. Por tanto, es posible que este haya sido tratado como tal, separado del resto de los rehenes, que no haya sido registrada su salida del Palacio de Justicia, ni si fue trasladado a algún otro lugar. En este sentido, la Corte resalta que en el 2007 fueron encontradas pertenencias de Carlos Horacio en una caja de seguridad en la Brigada XIII, sin que el Estado haya presentado ninguna explicación al respecto

364. De forma similar, la Corte considera que al tomar en cuenta todos los indicios señalados, se puede concluir que Carlos Horacio Urán Rojas fue herido en la pierna izquierda dentro del Palacio de Justicia, pero salió con vida del mismo en custodia de agentes estatales (…) Posteriormente, cuando se encontraba en un estado de indefensión causado por las demás lesiones, fue ejecutado.

B.2.e) Violaciones alegadas de los artículos 7, 5.1, 5.2, 4.1 y 3 de la Convención Americana, en virtud de la desaparición forzada y posterior ejecución de Carlos Horacio Urán Rojas

367. En el caso particular de Carlos Horacio Urán Rojas, la Corte resalta que: (i) la salida con vida y posterior detención del señor Urán Rojas no fue registrada por el Estado (…) (ii) la esposa del señor Urán Rojas se dirigió al Hospital Militar el 7 de noviembre y al preguntar por su paradero “[la] deja[ron] en un cuarto aparte durante un rato más o menos como una hora y media” (iii) el entonces Viceministro de Salud “investigó en todas las clínicas y hospitales de la ciudad y no pudo encontrarlo”; (iv) posteriormente la esposa del señor Urán Rojas se dirigió al Palacio de Justicia, pero “allá enc[ontró] amigos que [le dijeron] que ya no ha[bía] nada”; (v) el 8 de noviembre de 1985 fue a preguntar por él ante un General, a quien le mostró un video donde habían reconocido a su esposo, y éste no le devolvió el video ni tampoco consta en el expediente que haya investigado sobre el paradero de Carlos Horacio Urán Rojas, y (vi) el cadáver de Carlos Horacio Urán fue despojado de su ropa y lavado, probablemente para ocultar lo que realmente había ocurrido. Este Tribunal considera que todo lo anterior evidencia que lo sucedido a Carlos Horacio Urán Rojas cumple también con el elemento relativo a la negativa de información, característico de la desaparición forzada.

369. Adicionalmente, este Tribunal estableció que Carlos Horacio Urán Rojas fue ejecutado mientras se encontraba en custodia de agentes estatales, lo cual constituyó una ejecución extrajudicial. Por tanto, (…) el Estado violó los derechos reconocidos en los artículos 7, 5.1, 5.2, 4.1, y 3 de la Convención Americana, en relación con el artículo 1.1 de la misma, en perjuicio de Carlos Horacio Urán Rojas.

Un relato de persecución por buscar justicia

Elena Urán Bidegaín, hija del magistrado Carlos Horacio Urán, escribió el libro ‘Mi Vida y el Palacio’, contando con el apoyo y consejo de Germán Castro Caycedo durante el proceso. Este no fue solo profesional, sino también fruto de una amistad profunda y duradera entre las dos familias. Germán ofreció su orientación y sus ideas, ayudando a Elena a estructurar su relato sobre la tragedia que vivió su familia​​.

Este texto clama justicia y cuenta cómo miles de familias en Colombia han tenido que huir de su país por buscar la verdad. En la diáspora, Helena creció con un profundo dolor y la imposibilidad de esclarecer la verdad. Tras años de exilio, regreso valientemente para exigir justicia y verdad y ha confrontado al establecimiento y a exmiembros del M-19, incluyendo al presidente de la república Gustavo Petro, por igual. Exigiendo responsabilidad y respeto por las víctimas.

Especial en Canal Capital

Antes de su fallecimiento, Germán Castro Caycedo grabó un programa especial para Canal Capital sobre el caso del magistrado Carlos Urán y la retoma del Palacio de Justicia. Aunque la entrevista original con Elena Urán Bidegaín se perdió por una dificultad técnica, Canal Capital creó una animación basada en un texto escrito por Germán, la cual se incluyó en el programa. Este especial reflejó los esfuerzos de Castro Caycedo por esclarecer los hechos y es legado de su dedicación para contar la realidad​​.

Puedes ver el programa de Canal Capital aquí:

Canal Capital.

Lo que cuenta Catalina Castro Blanchet en su libro ‘Mi padre, Germán Castro Caycedo’

Catalina Castro Blanchet, hija de Germán Castro Caycedo, también ha rescatado la historia de su padre y su búsqueda de justicia en su libro ‘Mi padre, Germán Castro Caycedo’. En este, Catalina destaca cómo su padre trabajó incansablemente para revelar la verdad detrás de la desaparición y muerte del magistrado Carlos Urán, mostrando su compromiso con la justicia y la verdad. También, cómo su familia acompañó a la esposa e hijas del magistrado asesinado durante los días del “holocausto”, como el mismo Germán definía este acontecimiento de la historia.

Fernando y mi padre recorrieron a pie la calle 19 hasta las oficinas de Caracol. Allí buscaron a Yamid Amat, entonces director informativo de aquella cadena radial, pero, para su sorpresa, él les contestó tajante que no podía desmentir lo dicho, pues por orden del Gobierno estaba prohibido transmitir lo que sucedía dentro del Palacio de Justicia. En cambio, lo que se difundía era un partido de fútbol. Tras varios minutos de insistencia y la inflexibilidad del colega, salieron de allí derrotados.

—En ese momento, Noemí Sanín era ministra de Comunicaciones y claramente había censura —recordó mi papá—. Yo se lo dije a Yamid de frente: “¿Censurar cuando hay más de cien vidas de por medio?” No hizo nada. Desde esa llamada, no volvería a saber más de Carlos.

Al final de la tarde, el fuego y los ataques ya habían tomado una violencia desproporcionada. Carlos se comunicó nuevamente con Ana, le habló de miedo, le transmitió su posición exacta y las personas con quienes se encontraba; sentía el calor del fuego y la asfixia del humo. Entre tanto, como recuerda su hija Helena Urán Bidegain en su libro Mi vida y el Palacio, Gloria “había asumido las tareas domésticas en nuestra casa desde esa tarde del 6 de noviembre. ‘Ana María, no te preocupes, que yo me encargo de todo aquí […]. Llevó una lasaña desde su casa para la cena, compró alimentos y pañales. Pensaba especialmente en la menor de mis hermanas porque sabía que, aunque aún era una bebé que no hablaba bien, absorbía todo el clima de angustia en la casa”.

Yo también estaba allí. Cenamos y las acompañamos durante buena parte de la noche. A primera hora de la mañana siguiente, mis padres regresaron a casa de los Urán Bidegain. Mientras Germán buscaba contactos, Gloria atendía a los amigos que desfilaban por allí, les preparaba café e intentaba aligerarle la vida a su amiga, por lo menos desde ese ámbito.

Hacia las dos de la tarde de ese segundo día, hubo una enorme explosión dentro del Palacio. Los periodistas Julia Navarrete, de Caracol Radio, y Rodrigo Barrera estaban desde el día anterior cubriendo la noticia, ubicados en un punto con buena visibilidad hacia la entrada del edificio. Fueron ellos los primeros en reconocer a Carlos entre un grupo de rehenes que salía del edificio. Navarrete le dijo a Ana que su esposo estaba herido en una pierna, pero le aseguró que lo había visto salir con vida de la batalla. Fue entonces cuando Fernando, Teresa, y mis padres decidieron irse a la Plaza de Bolívar y comenzar su búsqueda. La zona estaba militarizada. En medio del frío bogotano y frente a aquel terrible espectáculo bélico, se quedaron abrazados en una esquina mientras mi papá intentaba penetrar el edificio en ruinas. Se identificó como periodista e informó que buscaba a Carlos Horacio Urán; finalmente pudo entrar, pero no lo encontró. El recuerdo del olor a carne chamuscada lo acompañaría por el resto de su vida.

— A los cadáveres los estaban trasladando de sitio —me relató con la voz entrecortada en julio de 2020—. Eso es un delito. Salí de allí y algún militar abrió la carpa de un camión donde estaban los cadáveres de varios guerrilleros. Me subí sin vacilar, inspeccioné uno a uno esa montaña de cuerpos, pero no lo encontré. Al bajar, el militar me dijo: “Ahí están todos sus amigos”.

La angustia y el clamor de justicia de la familia Urán Bidegaín se mantiene por casi 40 años. La justicia en Colombia sigue sin esclarecer o proferir condena alguna ante la evidencia. El Palacio de Justicia fue restaurado, pero no la dignidad de las familias que sufrieron la desaparición de sus seres queridos.

Germán Castro Caycedo fue un defensor de la paz, un hombre que encontraba simpatía en todos los sectores políticos porque tenía una auténtica preocupación por la justicia social y por demostrar la realidad que enfrentan a diario millones de colombianos en todo el territorio, especialmente en las regiones más recónditas.

Sin embargo, siempre marcó una distancia clara con quienes para la época reclamaban presencia del Estado y atención los más vulnerables del país por la vía de la violencia. Su accionar fue a a favor de la paz, tal vez por una fe inconmensurable en la capacidad humana de convivir y construir colectivamente, como lo hacían los colonos en la orilla de la selva que visitó tantas veces.

Más allá, jamás en ninguno de sus libros Germán hizo una alabanza a la guerra, sino todo lo contrario. Así que, sin hacer parte de nuestra organización, lejos de ello, él era un militante de paz y de la causa social, y tenía un profundo sentido de amor por este país.

Otty Patiño, alto comisionado para la paz y exmiembro del M-19 (‘Mi padre: Germán Castro Caycedo’, Catalina Castro Blanchet, 2024).