UN DÍA DE “TRABAJO” EN LA DIMAYOR

UN DÍA DE “TRABAJO” EN LA DIMAYOR

Medio: Deporte Gráfico.

Fecha: 02 de abril de 1968.

Por: Germán Castro Caycedo / Fotos: Humberto González.

Cuando el gerente de la Dimayor, León Londoño, entró en su oficina, eran las 11 y cinco minutos de la mañana. La secretaria había abierto las puertas a las nueve El escritorio tenía una leve capa de polvo y algunos pocos papeles estaban revueltos sobre el vidrio.

Desde la hora en que la Dimayor comenzó a funcionar, hasta la llegada de León Londoño, el teléfono sonó 32 veces para preguntar. 8 eran llamadas de larga distancia. La secretaria se trasladaba lentamente desde su escritorio hasta la mesa donde el timbre repicaba con insistencia:

– ¿Bueno? Sí. Sí, claro, don León aún no ha llegado. ¿Cómo? No. No sé, déjele usted la razón.

A las diez y diez minutos llamó el gerente. La respuesta de doña Leonor, en su dejo samario, cambió en adelante

– Sí, don León acabó de llamar, que llegará en media hora, está con don Teófilo Salinas. – Presidente de la Confederación Suramericana de Fútbol – en el Hotel Continental. Llámelo a esa hora.

El teléfono de la Dimayor no para de sonar un solo segundo. Desde el momento en que el reloj da las nueve de la mañana, hora en que deben llegar el contabilista, “Pacho” Guerra, secretario ejecutivo, y el auxiliar del contabilista. Total, cuatro personas. Sin embargo, Guerra arribó sólo hasta las nueve y 22 minutos, dejó su sombrero verde, su cartera y se marchó nueve minutos después.. “Salgo para Avianca, voy a arreglar algunos pasajes. Si me llaman…”. El regreso fue una hora y media después.

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VISITA DE BARONA

A las 10 y 26 minutos entró sonriente el entrenador de la selección colombiana al Preolímpico. Un saludo, un cigarrillo… Espera. “El gerente está por llegar, no se impaciente”, dice la secretaria. Sin embargo la antesala de Barona fue más prolongada que lo que calculaba la señorita, pues Londoño llegó a la oficina a las 11 y cinco minutos. El teléfono sonaba. Siempre sonaba sin parar. Y comenzó el bombardeo. Su trabajo se limitó a hablar con Barranquilla, con Medellín. con Cali, con el Santa Fe, con Santa Marta. Más de doce veces repitió el mismo saludo.

«Colombia le ganó al Perú muy bien… el equipo tiene fuerza…¿Cómo? Si, viejo querido. claro. Un “entradón” bárbaro, sí, se nos colaron unas cinco mil personas. La cosa va bien. Con dos partidos más cubriremos el costo del certamen. Nos quedarán de utilidades las taquillas de toda la final.

¿Cali? Desastroso, 17 mil de taquilla. Así no se puede. ¿Las utilidades? Pagaremos deudas y repartiremos el resto entre las ligas departamentales aficionadas. No. No, imposible. No sé cuánto les tocará a ustedes. Si, claro, esa boletería ya fue despachada Sí, sí, que le entreguen el pasaje al delegado del Perú, ya lo voy a ordenar».

Barona esperaba también un pasaje. Media hora después de pedirlo se lo trajeron. Hacía cerca de una hora aguardaba para hablar con Londoño. Este continuaba al teléfono coordinaba, daba instrucciones, fumaba un puro habano, repetía las mismas frases. Barona estaba desesperado… Llegaron Mario Canessa y el “Chato” Velásquez. Aguardaron, escucharon la conversación de Londoño. Luego negaron haber dado unas declaraciones; se disculparon…. “Ninguno de nosotros dijo nada. Eso es mentira ¿Cómo vamos a ir en contra de usted don León?”.

Faltaba media hora para la una de la tarde. hora de cerrar. Llegó Enrique Lara, coordinador del campeonato Preolímpico. Comentó el partido anterior. Londoño repitió por décima cuarta vez su concepto. Fumaron, hablaron de la organización. El diálogo se cortaba a cada segundo por el teléfono “Sí, mi viejo, ya lo ordené, esa boletería está ya en el avión, que abran las taquillas”.

El reloj se acercaba a la una. Faltaban diez minutos. Londoño se apartó del teléfoпо…

“Señor Barona usted me necesitaba?”.

“Sí, don León, claro. Quería decirle, pero sonó el teléfono”.

“Señor Barona, hablemos luego. Me llama el delegado de Uruguay”.

A la una menos dos minutos. “Pacho” Guerra se despidió, luego de haber cambiado impresiones detenidamente con Canessa y Velásquez, con Barona… Durante la mañana bebió tres vasos de agua con hielo sacado del congelador que hay en una oficina contigua a la del gerente.

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TARDE DE PAZ

Tres de la tarde y dos minutos después llegaron la secretaria y el contabilista. A las tres y doce el auxiliar, a las tres y 19 minutos “Pacho” Guerra. Las oficinas de la Dimayor durante la primera hora y media de esta tarde eran “un remanso de paz”. Sólo se movían las moscas y la máquina de la secretaria, que durante todo el día “picó” un stencil con los reglamentos de esa entidad.

A las cuatro llegó Enrique Lara, hizo una llamada de larga distancia, dio instrucciones a Barranquilla sobre una boletería y se fue. A las cuatro y 19 una llamada de Bucaramanga. “No, don León aún no ha llegado pero está don Pacho”. Se lo paso.

Cuatro y media. Hora cúspide. Londoño hizo su entrada a la oficina. Estaba sonriente… Comenzó la sinfonía del teléfono…

“Qué hay, viejo querido Sí, la entrada de Bogotá muy buena. Nos rompieron dos puertas, se colaron unas cinco mil personas.. Cali?, Desastroso 17 mil pesos de taquilla. ¿Cómo? no, no les puedo autorizar eso. Ponganse de acuerdo con América y Santa Fe”.

Londoño colgó:

“¡Señorita! Llámeme a Mario Pumarejo, llámeme al Medellín, pida una conferencia con el Tolima, comuníquese con el Comité de los Preolímpicos…”.

Abrió la única carta que había llegado en la tarde.

– Archívela, señorita.

– Pero, ¿qué está haciendo?

– Los reglamentos de la Dimayor en stencil…

– Caray, caray, señorita. La felicito. Por fin…

Nuevamente el teléfono. Entró el mensajero del comité con algunas cuentas… “¿De qué son?”.

– ¡Don León! Pasajes, pago de lavado y planchado de 80 docenas de ropa de la selección, dos mil pesos de drogas…

Las estudió, las firmó. “¡Joven! Llévese rápido esto. No quiero verlas porque me vuelvo loco. Lléveselas lejos. Nos vamos a arruinar”.

Luego entraron las llamadas de larga distancia. Continuaron las instrucciones a los clubes. Se habló de negocios, de transferencias, de partidos. Se negó a la Selección Antioquia hacer un preliminar a la Selección Colombia… “Piden 5 mil pesos. ¡No viejos, no! La sola Selección Colombia nos llena los estadios”.

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ESTÍMULO

Entró Barona. Pidió estímulo a los jugadores. Pidió gallardetes para repartir a sus rivales…

Mientras Perú les había regalado “souvenirs” ellos no tuvieron nada. “Ni un pañuelo viejo para corresponder. No es posible”… A los doce minutos se ordenaron los gallardetes.

“Pacho” Guerra abrió la nevera unas tres veces más. Bebió agua con hielo. Hizo seis llamadas. Averiguó algunos datos. A las seis y treinta minutos tomó su cartera, el sombrerito verde y se despidió…

Barona y Londoño volvieron a hablar… “Don León. Es necesario estimular a estos muchachos. Hay que darles un vestidito”. El tono de voz bajó. No se oyó nada más. Al fi nal dijo el gerente: “Pero ellos, ¿saben lo del premio?”. Nueva ráfaga de llamadas.

“Qué hay, viejo querido… Sí. La entrada de Bogotá muy buena. Nos rompieron dos puertas, se colaron unas cinco mil personas. ¿Cali? Desastroso…. 17 mil pesos de taquilla ¿Cómo? ¿Jugar un doblete con el Junior? Bueno… bueno. Podría ser. Mire, póngame atención. Hagamos esto…”.

Faltan quince minutos para las siete. Calma la tempestad. Londoño se marcha. Tiene los oídos calientes. El teléfono le ha dejado la cabeza al revés. Se va pensando en números, en dobletes, en partidos preliminares. Durante todo el tiempo ha repartido mil instrucciones.

Ha coordinado el campeonato. La secretaria hace el último stencil. Apaga la luz y se marcha. Detrás van el contabilista y el auxiliar. Londoño toma el ascensor. Le parece que la campanilla es su teléfono y trata de devolverse, pero se calma… “Qué hay, viejo querido. Si, la entrada de Bogotá muy buena. Nos rompieron…”.