OCHO CRÓNICAS DESDE LA SIERRA NEVADA DEL COCUY

OCHO CRÓNICAS DESDE LA SIERRA NEVADA DEL COCUY

Medio: El Tiempo

Fecha: 02 al 16 de enero de 1973

Por: Germán Castro Caycedo / Fotos: Germán Castro Caycedo

En ocho crónicas desde la Sierra Nevada del Cocuy, Germán Castro Caycedo nos sumerge en la majestuosidad y el misterio de los nevados colombianos, narrando la desaparición de dos alpinistas europeos en las entrañas de esta imponente montaña. Publicadas en el periódico El Tiempo, entre el 2 y el 16 de enero de 1973, estas crónicas trascienden la mera búsqueda para convertirse en un profundo análisis de la lucha del hombre contra la naturaleza salvaje y su propia fragilidad. 

Con su pluma aguda y perspicaz, teje una historia de aventura, supervivencia y misterio, llevando al lector a una expedición periodística que desafía los límites del coraje humano y la indómita belleza de la Sierra Nevada del Cocuy, donde cada crónica es un peldaño hacia el descubrimiento de verdades ocultas entre la nieve de las montañas.

1. LOS ALPINISTAS PERDIDOS: ¿SECUESTRO O ATRACO?

Fecha: 02 de enero de 2023

Que las nieves de El Cocuy se hayan devorado a dos alpinistas europeos internados en ellas hace 30 días, parecía ayer solo una conclusión de las investigaciones hechas por miembros de la colonia británica. Es que para ellos, en el caso hay algunos episodios que los hacen inclinarse a pensar en un posible atraco o secuestro.

Esto parece ahora oscurecer las esperanzas fundadas hasta hace una semana respecto de su aparición. Al atardecer de ayer nosotros logramos conocer los nombres exactos y algunos datos que son los mismos que hasta la fecha han servido para barajar las pesquisas iniciales.Se trata de Peter Jennings, un australiano, y de Ian Harverson, un inglés, que habían llegado a Colombia en 1973, y luego de permanecer algunas semanas aquí, se fueron al Perú. Allí estuvieron tres meses, tiempo durante el cual hicieron escaladas en escarpados picos de los Andes, que nadie había logrado antes. Para Colin McLean, un veterano montañista que ocupa el cargo de primer secretario de la Embajada Británica, la zona en la cual se internaron los dos jóvenes es muy peligrosa.

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Se sabe, por ejemplo, que allí ha reinado en estas últimas semanas un tiempo muy malo, con temperaturas glaciales, capas espesas de nieve que se deslizan en forma permanente y ventiscas turbulentas que arrasan con cualquier señal de vida. Además, el nevado, que se localiza en la curva que toma la Cordillera Oriental al acercarse a la frontera venezolana, está formado por rocas muy agresivas. Él estuvo allí hace algunos días y observó que la zona es «castigada», además, por varios ríos que se hallan totalmente congelados y de bastante profundidad, algo que para los montañistas significa «un peligro espantoso».

Jennings y Harverson terminaron su temporada en el Perú cuando iba por su mitad el mes de octubre y regresaron a Colombia para planificar la escalada a El Cocuy, hacia donde salieron a finales del mes de noviembre. Por sus contactos con la Embajada Británica, hoy se calcula que cada uno de ellos tiene una edad aproximada de 25 años. «Son muy fuertes, corpulentos y de una gran experiencia en montañismo», dijo el diplomático McLean. Ellos partieron llevando en sus bolsillos 790 dólares en cheques viajeros expedidos en el First National City Bank de Bogotá, que solamente pueden ser negociados por sus dueños. Las chequeras tenían talonarios de 10 dólares cada uno y están marcadas con la serie 153-307, y van de los números 152 a 320.

SOSPECHA

Peter Kley es otro inglés residenciado en Colombia hace unos diez años que conoció a los montañistas y a la novia de uno de ellos, que vive aquí. Impresionado por la desaparición, estuvo en la zona unos seis días, y al otro lado de El Cocuy en una finca llamada «La Esperanza», se encontró con un grupo de campesinos que le contaron que habían visto a dos gringos en la montaña.

Pero la verdad es que Kley confesó a su regreso que aquellos hombres no le habían inspirado ninguna confianza. «Tenían facha de bandidos», le dijo a un periodista de la BBC de Londres que se halla en Bogotá. Luego de hablar con ellos, el británico supo que había sido a principios de diciembre cuando fueron vistos por el grupo de campesinos, según los cuales, al descender, se embarcaron en el camión de Jesús Gamboa, un hombre del lugar que los llevó en dirección a la frontera con Venezuela.

Esto del camión, sin embargo, le parece «muy extraño» a Kley, porque los dos exploradores debían regresar a Bucaramanga y Bogotá, donde habían establecido sus principales contactos. Por ejemplo, acordaron previamente al viaje regresar a la capital de Santander, donde, una norteamericana amiga de ellos y que pertenece a Cuerpos de Paz les guardaría sus costosos equipos de alpinismo. Ella dijo ayer que no sabía nada y que ya ha pasado mucho tiempo desde la fecha prevista para el regreso. En Güicán, Kley averiguó si algún extranjero había recibido o enviado cartas, y en El Cocuy preguntó por llamadas telefónicas que hubiesen entrado o salido. Los empleados de correos y de Telecom respondieron en forma negativa.

Asimismo, en San Cristóbal (Venezuela) interrogó a las autoridades si había prisioneros gringos y las averiguaciones hechas hasta hoy revelan que no. Esta es una de las bases que podría descartar el cuento del camión.

Antes de partir, el australiano les había dicho a algunos amigos que deseaba quedarse en Colombia más tiempo, y por eso, primero que todo, iría a Cúcuta para renovar su visa de turista. Luego sí iniciaría su aventura en el Nevado. Este es otro indicio para quienes investigan el caso, echaría por tierra la noticia de los campesinos.

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Según el F-2 de Bucaramanga, algún forastero compró comida para unos ocho días en El Cocuy, entre el 3 y el 4 de diciembre. Esto quiere decir que,si los alpinistas están allí, la falta de provisiones los debe haber hostigado, «tanto como para que hayan muerto, porque ya llevan un mes».

«El argumento central sobre el cual se está trabajando es que ellos pudieron ser asaltados. La zona es peligrosa y por ella merodean los hampones utilizados por esmeralderos para sus trabajos. Además, existe el antecedente de que hace algunos años – se está precisando el caso – dos montañistas alemanes fueron secuestrados en la misma zona. La noticia no recibió mayor trascendencia en su oportunidad.

El caso de Jennings y Harverson parece ahora inquietante, porque si en realidad hubiesen salido, en su primer contacto con la civilización habrían llamado a alguno de sus contactos. Las autoridades en Santander dijeron que no debía descartarse la posibilidad de que ellos estén perdidos en el Llano, lo que para los investigadores ingleses «es muy improbable». Empero, el DAS y el F-2 de Bucaramanga han iniciado una gran operación para allegar más pistas que puedan conducir al hallazgo de los dos hombres que hoy, para sus amigos, tienen muy pocas posibilidades de estar con vida.

2. LOS ALPINISTAS PERDIDOS: DESESPERADA BÚSQUEDA EN LA SIERRA DEL COCUY

Fecha: 08 de enero de 1974

Un mes y 21 días después que dos montañistas desaparecieron en la Sierra Nevada del Cocuy, su búsqueda se ha tornado casi desesperada, con resultados hasta ahora negativos. Ian Harverson y Peter Jennings, un inglés y un australiano que abandonaron a Bogotá el 16 de noviembre para venirse hasta aquí, están siendo buscados ahora por dos comisiones. La una salió de San Vicente de Chucurí, en Santander, al otro lado de una inmensa cadena montañosa que nosotros tenemos ahora muy cerca.

La otra entró por aquí, y está encabezada por el segundo secretario de la embajada inglesa, un grupo de baquianos y dos alpinistas voluntarios, un alemán y un francés, que se hallaban de vacaciones en Bogotá cuando se dio la alarma. Sin embargo, luego de siete semanas, parece hoy haber comenzado a asaltar a las comisiones un marcado pesimismo. La Sierra Nevada del Cocuy es una inmensa masa de montañas, castigada por enormes precipicios y pasos falsos, en los cuales solo se descubren profundas fosas en la roca cubierta de nieve, cuando quién no conoce el lugar se va hasta sus profundidades.

Al parecer, el inglés y el australiano no penetraron aquí con personas conocedoras de la zona. Esta primera versión sobre su desaparición, que es precisamente lo que nos mantiene aquí con el grupo de rescate, ha sido confirmada por campesinos y hacendados de Güicán. Pero, aparte de eso, hay una segunda posibilidad que parece tomar cada vez más fuerza. Es la de un atraco para despojarlos de sus valiosos equipos. Nosotros hemos pasado las últimas horas al lado de la prometida del australiano, una inglesa de 24 años, Jan Rawlinson, quien es profesora, hace dos años y medio, en un colegio anglo- colombiano de Bogotá.

Ella ha señalado insistentemente su creencia de que sobre el 4 de enero (fecha prevista para el regreso) su novio la haya llamado telefónicamente desde El Cocuy, Capitanejo o Málaga, para avisarle su regreso. Esto, desde luego, abrigaría el argumento de que los dos hombres sí bajaron de la sierra. Esta mañana, bajo una intensa niebla que cubre al amanecer las faldas de la Sierra, y luego de haber pasado una noche prácticamente en vela, Jan nos dijo: «La sirvienta de mi casa recibió una llamada de larga distancia el día 4 de diciembre. A mí nadie, absolutamente nadie diferente de Peter (Jennings) podía buscarme desde otra ciudad distinta de Bogotá». Por este motivo, nosotros resolvimos bajar a las poblaciones y ciudades que tienen las mejores comunicaciones para buscar archivos.

Con ella hemos escarbado los recibos de Telecom en Capitanejo, El Cocuy y Málaga. En esta última ciudad, con la valiosa colaboración del gerente, Román Correa Segura, y de los empleados, pudimos ver todo lo correspondiente a los meses de noviembre, diciembre y enero. El resultado ha sido adverso. En las poblaciones anteriores, ha sido igual…. más de la mitad de la fecha ha sido empleada en revisar planillas de los pasajeros embarcados en la zona en estos últimos meses. Esta labor, que realizamos mientras las patrullas de rescate regresan a El Cocuy, buscan despejar algunas dudas de la novia de Jennings. Al llegar a las diferentes poblaciones todas las personas interrogadas han dicho que los vieron en los últimos días. Ella cree, sin embargo, que hay en el país decenas de caminantes gringos, y que para el colombiano «común y corriente», resulta difícil distinguir un norteamericano de otro.

El campamento establecido al pie del nevado es silencioso. Timothy Ross, reportero de la BBC de Londres, que nos acompaña, la señorita Rawlinson y un grupo de personas muestran ansiedad por el regreso de la patrulla, previsto para el amanecer de mañana. Solo ellos podrán despejar parte del interrogante, sumido allá arriba entre una sierra agresiva, a la que solo se puede penetrar con equipos especiales. Para los campesinos de la región, la posibilidad de haber caído en alguno de los profundos abismos, o perecido bajo un alud de nieve, es muy fuerte. Mientras tanto, nosotros escuchamos algunas veces rezar a la muchacha que, engarrotada de frío, como todos nosotros, cuenta los minutos y les segundos con desesperación.

3. LOS ALPINISTAS PERDIDOS: HALLAN TODA LA COMIDA ABANDONADA EN LA NIEVE

Fecha: 11 de enero de 1974

PORTADA:

Sigue el drama en la cima del pico Rita Cuba Negro, el primer secretario de la embajada británica, Colin McLean, inspecciona a la distancia. La búsqueda es desesperada. Pero los alpinistas perdidos en El Cocuy son diferentes a los dosque se extraviaron y fueron localizados poco después en la Sierra de Santa Marta. 

INTERNO:

Seis días después de haberse iniciado la angustiosa búsqueda de dos alpinistas a quienes se supone pérdidos en la inmensa Sierra Nevada del Cocuy hace cerca de dos meses, han sido hallados los primeros rastros concretos. Al comenzar la tarde del martes, a unos 40 minutos de marcha lenta hasta abajo de donde termina la sólida capa de hielo que cubre el pico Rita Cuba Negro, fue descubierto un campamento abandonado por ellos. En él estaban acomodados bajo un hule amarillo varios objetos y papeles de identidad del inglés lan Harverson y del australiano Peter Jennings, quienes son buscados en forma infatigable. 

Nosotros llegamos hasta allí con un veterano alpinista, el señor Colin McLean, que a la vez ocupa el cargo de Primer Secretario de la embajada británica, y de Timothy Ross, un periodista de «The Observer», el semanario londinense. Minutos antes había comenzado a caer una lluvia densa de diminutos granizos que, al chocar con la cara, producían una especie de punzadas quemantes en la piel. El temporal arreció ligeramente y pronto estuvimos empapados de pies a cabeza. Desde unos diez metros, lo primero que vimos fue un bulto amarillo y un poco más Arriba, al lado de una gran piedra, un par de tanques que contenían buena cantidad de gasolina para las estufas de los dos hombres.

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El hallazgo fue hecho unas horas antes por el campesino José Ussa, quien subió hasta allí para llevarnos caballos, en los cuales descenderíamos la interminable pared rocosa que hay como antesala del nevado. Ussa estaba acostado en el suelo y cuando nos vio aparecer allá arriba, trató de hacernos algunas señales de luz con un espejo, pero no había logrado ningún resultado: a esa hora sería la 1:45 de la tarde la niebla que en esta semana surge después del mediodía, había cubierto el sol y comenzaba a volverse muy espesa y de un color de lejía.

Cuando estuvimos cerca, el hombrecillo salió a nuestro encuentro; tenía la cara alargada por el susto, le temblaban ligeramente las manos y se notaba bastante excitado.»Allí, allí mero en donde termina la roca, entre las piedras, hay rastros de un campamento viejo. Parece un muerto. Yo no lo toqué porque me dio mucho susto.. Ahora hace unos minutos cuando a ustedes los encerró la nube de arriba, yo encontré el bulto ese. Estaba oscuro y el perro se puso a ladrar y se me fue. Estoy asustado…». Terminamos de atravesar las gigantescas lajas pendientes que brillan por el agua que llora el nevado y trepamos hasta la zona de grandes piedras y arena calcinada que hay más abajo. El bulto amarillo estaba inmóvil. Realmente parecía cubrir un cuerpo humano.

Al llegar allí, el señor McLean se acomodó mejor un pequeño sombrero de tela blanca y nos hizo reunir en torno suyo: «No quiero que nadie toque esto hasta que no estemos todos aquí», dijo con preocupación y, desenfundando la mano de su mitón de lana gris, comenzó a destapar. Lo primero que saltó fue un zapato del alpinista. Él lo tomó con frialdad y murmuró: «Tenía el pie pequeño». Luego vimos en el borde del hule una marca: «P. H. Jennings», escrita con gruesas letras de tinta. Debajo había dos costales con moho, un maletín de cuero crudo y un talego del almacén Ley de Bogotá.

En uno de los sacos había buena cantidad de comida, que más tarde el señor McLean inventarió, basándose en la lista de mercado que estaba escrita en la libreta de apuntes del alpinista inglés: faltaba una pequeña ración, como para dos o tres días, la cual ellos – en una emergencia – hubiesen podido hacer durar hasta una semana. La comida estaba en un sitio que hizo pensar a los expertos que Harverson y Jennings -los desaparecidos- partieron desde este campamento provisional hecho por ellos, para hacer algunas exploraciones cercanas, posiblemente con el propósito de regresar esa noche o la siguiente. Ahora nosotros podíamos imaginarnos fácilmente que ellos no volvieron nunca hasta aquí.

Asimismo la buena cantidad de gasolina que estaba al lado, significaba que, después de un par de días de haber partido, ya no tuvieron con qué calentar alimentos o simplemente agua. Además de la comida, hallamos varios libros en inglés, cartas personales, papeles de identificación, un mapa, un par de alpargates sin estrenar y otras chucherías. Esto parece indicar que ellos dejaron en el campamento lo que podía ser estorbo para incursiones no muy lejanas de allí, sobre las faldas de los picos Rita Cuba Negro y Rita Cuba Blanco, que ahora comenzaban a desaparecer encima de nosotros en medio de una nube que, finalmente, no permitía vernos los unos a los otros, a más de diez metros de distancia. Recogimos los objetos del campamento, los encaramamos en una de las bestias y cuando el frío comenzaba a pasar de 9 grados bajo cero, iniciamos un peligroso descenso a través de descomunales precipicios y gargantas de granito macizo que van a desembocar la casa de un campesino, escogida como punto de comunicación entre las dos patrullas que ahora trabajan en esta operación.

Para subir de la casa hasta el borde de la nieve más cercana hay que hacer una jornada de cuatro horas a caballo, agarrados de las piedras que a medida que uno trepa, se van desprendiendo y ruedan por muchos minutos antes de sonar abajo, en el acantilado. Luego la jornada es de unas dos horas de lenta marcha a pie, en la cual el ruido que hace el corazón parece la única compañía.

El aire es seco y hiere los pulmones, no mucho tiempo después de sobrepasar los cuatro mil metros de altura. Es que contiene poco oxígeno, lo que – según los expertos – hace que un hombre trabaje allí como si tuviera solamente un pulmón. El más leve ejercicio resulta agotador. Uno siente la sangre correr a borbotones por las arterias, mientras de la nariz comienza a salir un líquido helado, que causa laceraciones, hasta dejarla llagada.

Nosotros subimos hasta lo más bajo del Rita Cuba Negro con el señor McLean, porque él quiso que lo visitáramos para que nos diéramos cuenta de lo difícil que es la búsqueda. Solo hasta que uno llega a la cima es cuando se da cuenta que la Sierra del Cocuy está formada por cerca de 30 picos de roca y nieve la mayoría, cubiertos por 500 a 1000 metros de colchones de hielo que tienen un espesor que oscila entre 10 y 100 metros. En total, son 34 kilómetros de sur a norte cubiertos de hielo.Para nosotros la experiencia resultó difícil.

A medio camino y cuando abandonamos los 3.700 metros, sentí varias veces ligeros mareos. Arriba los anteojos ahumados oscuros, parecían no proteger mis ojos. Por varios segundos la vista se me oscureció y las pupilas me dolieron como si me hubiesen clavado agujas en el centro. El señor McLean me dijo que cuando se permanece en estas condiciones, por más de siete horas, la persona queda ciega por el reflejo de la nieve, durante unos tres o cuatro días.

Los alpinistas utilizan hasta dos pares de espejuelos muy densos, especiales para estas zonas.El hallazgo del campamento de los exploradores perdidos, que por suerte encontramos en una exploración informativa ha dado un vuelco a todas las especulaciones hechas hasta ahora. Esto permitirá establecer una zona exacta, donde acaso tuvieron algún percance. Para quienes dirigen la operación, ellos no deben estar lejos de la zona en que nosotros merodeamos.

Mañana al amanecer un campesino subirá hasta el campamento donde un alpinista colombiano, un francés y un alemán regresan en las noches, luego de explorar el pico Pan de Azúcar y en el Púlpito del Diablo. Allí será suspendida la búsqueda y se concentrará en los Rita Cubas posiblemente dentro de un día y medio. En esta nueva zona hay grandes paredes de hielo y profundísimas grietas abiertas, que nosotros hemos visto hoy cerca de las narices con unos poderosos binóculos.

4. LOS ALPINISTAS PERDIDOS: LOCALIZAN MÁS HUELLAS

Fecha: 12 de enero de 1974

“Los alpinistas franceses, mi querido amigo, tenemos una muy vieja tradición que no va más allá de esto: si un compañero tuyo cae, es necesario buscar su cuerpo y tratar de darle sepultura. ¿Por qué lo hacemos? No es asunto de intereses. Nuestro problema es más, mucho más de aquel “hoy por ti, mañana por mí”, no es asunto de hermandad… Mire una cosa: hay que subir allá, saber lo que se experimenta en esas soledades y entonces sí se comprenderá que vivimos atados por un sentimiento. Llámelo, si usted quiere, hermandad de la nieve”.

Este es Jean Antolín, uno de los hombres que han buscado casi hasta agotar sus energías a dos montañistas que él no conoce pero que se cree están perdidos en la Sierra Nevada del Cocuy, en Boyacá, cerca de la frontera con Venezuela.. Antolín bajó ayer tarde para hacer descansar sus pulmones y dejó arriba al alemán Hubert Frank y al colombiano José Curcio.

El plan era que aquellos dos repasaran el Pan de Azúcar y El Púlpito del Diablo. Anteriormente fueron halladas allí unas huellas y no deseaban abandonar la búsqueda en esa zona abrigando alguna duda. Pero al llegar abajo, a la casa de un campesino establecida como punto de enlace, él se encontró con la noticia de que el señor McLean -de la embajada británica- halló abandonada casi toda la comida de los hombres perdidos en una zona que aún no ha sido explorada. Esto los llevó a determinar que es necesario retirarse de los puntos anteriores y entrar lo más pronto posible al área donde estaba el campamento. Por este motivo mandaron a llamar al alemán y al colombiano, que bajaron este mediodía para atacar el nuevo frente, con la ilusión de poder salvar esas dos vidas.

Los cuatro hombres que componen los equipos de búsqueda se habían reunido a principios de este mes, a raíz de la alarma sobre la desaparición de dos jóvenes, un inglés y un australiano y lo primero que supieron era que se trataba de dos montañistas muy expertos. El inglés, especialista en escaladas sobre nieve. El australiano, en trepar rocas, porque en su país no hay glaciares.

Estos les planteaba que irían a buscar un equipo mixto, por lo cual determinaron que inicialmente explorarían cuatro puntos de a Sierra, donde hay picos con roca y nieve a la vez:  el Rita Cuba Blanco, el Rita Cuba Negro, Pan de Azúcar y El Púlpito del Diablo: estos dos fueron los primeros en ser recorridos. Las veintipico cimas restantes importaban menos.

Hoy, ocho días después de haberse iniciado la labor de búsqueda de los hombres desaparecidos, en todos los cuatro se han hallado rastros. Inicialmente, en el Púlpito del Diablo, Antolin y sus compañeros encontraron huellas, que «si no son de ellos son de un fantasma», porque nadie más ha subido por allí últimamente. Eran rastros en la tierra: de piquetas de zapatos que iban al oeste, hacia el Pan.

Fueron hasta allá y comenzaron a ver en la nieve pisadas que rodeaban el Púlpito del Diablo, como si hubiesen estado chequeando el sitio por dónde subirlo… «El Púlpito del Diablo es como un cilindro de roca que surge en pleno glaciar. Hacerlo es lograr un ascenso muy bello y difícil… para gente muy veterana. Ellos lo eran».

«Seguimos al Pan de Azúcar y vimos huellas de subida y de bajada, completas, que se dirigían a la Laguna de La Sierra. Eran de dos personas con estupendos equipos».

Durante todos estos días, por la Sierra se escuchan los silbidos agudos y casi que desesperados que hacen los pitos de los montañistas que buscan a sus compañeros. Son pequeñas flautas, utilizadas en este tipo de emergencias, que se oyen a gran distancia y que, al escucharlas, producen algo que sobrecoge. Sin embargo, nadie ha respondido a los llamados.

Estas tardes toda la Sierra ha quedado abierta, hacia las cinco, por un manto de niebla espesa que se levanta después de las siete de la noche. Entonces brilla una luna inmensa que lo ilumina todo. Aprovechando esa luz, los exploradores han olvidado el gran peligro de caminar de noche sobre la nieve y han aprovechado algunas horas más para buscar a sus compañeros perdidos.

Cerca del Pan de Azúcar, ellos encontraron un paquete vacío de uvas pasas y en el glaciar suroccidental, rastros de un «Un campamento tal vez estúpidamente escogido porque estaba bajo el glaciar, y allí hay aludes continuos. Cualquier explorador experto lo sabe. Se veían huellas de la carpa, de pisadas alrededor como explorando. Eran de ellos. Yo me aterré de ver el punto que escogieron esos locos; no sé cómo no los tapó un alud en la noche», dice Antolín.

Pero como él y el señor Colin McLean no llegaron bien hasta allí, los otros dos alpinistas -el alemán y el colombiano- se quedaron arriba para hacer comprobaciones más extensas.

Hoy, al regresar dijeron, con la cara larga: «Vimos el sitio del campamento de Pan de Azúcar. Las huellas ya no estaban completas. Aludes habían caído un poco antes y las taparon». 

LAS GRIETAS

Hay una palabra que arriba de la Sierra parece estremecer a todo el mundo: la grieta. Son tremendas rasgaduras en el hielo que alcanzan profundidades hasta de 70 metros, angostas y endiabladamente frías. Algunas se ven, pero la gran mayoría quedan tapadas por delgadísimas capas de hielo, de manera que cuando se camina por allí no es posible advertirlas.»Comienza uno a subir y encuentra grietas por todo lado. Las hay cada 10 o cada 20 metros. Para esta labor se necesita gente con gran experiencia, con piquetas, con cuerdas, con buen equipo… a cada paso hay el riesgo de irse a esas profundidades», dice Colin McLean.

Esto explica por qué solo en esta búsqueda hay cuatro hombres. Aquí en la nieve no se necesitan baquianos, porque ellos sabrían menos que cualquier alpinista. Ellos -en su mayoría extranjeros- llegan a una casa, alquilan mulas que los dejen arriba, cerca de la nieve y luego se internan solos. «Uno no sabe ni qué harán después», dice José Ussa, el muchacho de las mulas.

Dentro de las grietas, cuenta Antolín, en Europa hay amigos míos que han logrado sobrevivir hasta 20 días. El organismo, preparado, aguanta mucho… Es inevitable caer en ellas. Generalmente cuando esto sucede, uno se rompe un pie, o un brazo… Y sin la ayuda de alguien no es posible salir de allí». «¿Sabe usted qué se debe hacer al caer en una grieta?», pregunta el francés, y luego se responde: «Tirar para afuera algo un zapato, alguna prenda visible. Así, cae la leve capa de nieve, tapa el hueco, pero al lado queda la señal». 

«Se utilizan también unas pistolas, de manera que uno dispara una luz con un paracaídas y al descender sobre el hielo, deja una gran mancha de color que puede servir de aviso… Hay también pequeños aparatos que lanzan ondas que son captadas por receptores en los refugios. Entonces lo van a buscar a uno… Pero aquí no hay de eso. Es que son contados los que practican el montañismo, muy contados. ¿Cómo va a haber entonces todo aquello?». Los alpinistas conforman equipos de dos hombres generalmente. Es un buen número. Van amarrados uno al otro por cuerdas que tienen habitualmente 20 y 40 metros, según el peligro de la zona.

«Si uno cae, el otro lo sostiene. Invariablemente lo sostiene: el tirón lo podrá arrastrar a uno unos metros, pero entonces se sienta y clava la piqueta, logrando frenar», explica Antolín.

El señor McLean dice :»Cuando el compañero cae, se deja allí y hay que salir a buscar ayuda. Esto es muy peligroso; queda uno solo en medio de todo el peligro».

Yo les pregunté qué pasa cuando ambos caen. Ellos alargaron la cara porque esto es muy posible. Al parecer, los alpinistas algunas veces se confían y se acercan demasiado… Esto es algo que todos han pensado cuando se acuerdan de los dos hombres que ahora son buscados con angustia.

5. LOS ALPINISTAS PERDIDOS: SURGE LA ÚLTIMA ESPERANZA

Fecha: 14 de enero de 1974

Las esperanzas de hallar a los alpinistas perdidos renacieron un tanto ayer al mediodía, cuando sobre una lejana pared de hielo fueron localizados tres puntos diminutos.

Estos parecían inmóviles y estaban más o menos en la mitad del sólido muro, como si realmente correspondieran (dos de ellos) a cuerpos de personas que trataron de escalarlo mediante cuerdas, sin lograr llegar a la cima. El tercero simulaba, a la distancia, la forma de un morral.

Si este último indicio no corresponde a los cálculos de los expertos montañistas que angustiosamente trabajan aquí, la búsqueda será suspendida, declarándose «desaparecidos» a dos jóvenes de 25 años. Ellos se internaron en la Sierra Nevada del Cocuy el 18 de noviembre pasado, con el fin de permanecer en ella unas tres semanas.

Ayer, cuando estaba por terminar una larga jornada de 10 horas, durante las cuales no sentimos el menor asomo de hambre, porque a estas alturas se trastorna hasta la digestión, y después de esperar a que se levantara una gran cortina de niebla, el señor Colin McLean divisó los puntos.

Nos habíamos detenido para descansar unos minutos en una pequeña roca que parece una isla solitaria en medio de la gran capa blanca de hielo, y él aprovechó para inspeccionar, en la lejanía con sus lentes binoculares.

A unos cuatro mil metros de nosotros, en línea recta, y cuando el cielo se despejó casi totalmente, él observó por varios minutos y luego nos alcanzó los lentes al periodista Timothy Ross y a mí.

«¿A qué se les hace parecido el punto de la izquierda?», preguntó con cierta ansiedad. Ross le dijo que a un morral de alpinista: diminuto y rectangular. Yo observé y tuve la misma impresión. El señor McLean asintió con la cabeza: «es lo que yo estoy pensando», dijo luego.

Entre nosotros y el objetivo había una interminable hondonada de varios kilómetros, y sin experiencia ni equipos especiales era imposible intentar subir hasta allá. La gran pared de hielo. brillaba con los rayos de un sol débil y amarillento y realmente parecía inalcanzable.

Por este motivo, el aviso fue dado en forma rápida al francés Jean Antolín, quien salió con esa dirección con sus compañeros, el alemán Hubert Frank y el colombiano José Curcio.

Para llegar hasta allí, calcularon una jornada no menor a 14 horas. Hoy a las 3 de la mañana cuatro bestias los condujeron hasta las inmediaciones del pico Rita Cuba Negro, zona que se explora con gran esfuerzo.

¿PESIMISMO?

Esta, que parece la última esperanza será acometida con todo riesgo, Antolín y sus compañeros acomodaron en sus equipos un tanque de oxígeno, estimulantes cardíacos, suero y morfina. Sin embargo, antes de partir, el aspecto de sus rostros parecía delatar un cierto pesimismo. Es que en los últimos dos días, ellos han hecho jornadas de búsqueda hasta de 11 horas, con resultados negativos.

Inicialmente colocaron su campamento en el mismo sitio donde nosotros hallamos el martes la comida y algunos enseres abandonados. Desde allí han hecho exploraciones tratando de adivinar la ruta que ellos siguieron. Se trabaja de las 7 de la mañana a las 7 de la noche, en condiciones de alto riesgo por las ventiscas que han azotado la zona en los últimos dos días. cuando el cansancio pulmonar por el largo tiempo de permanecía a esta altura, parece hacer mella en los tres alpinistas sobre cuyos hombros quedó la labor. Asimismo, su desenvolvimiento en la nieve ha sido más lento por tratarse de tres personas, atadas una a otra, sistema que resta agilidad en la marcha cuando se atraviesan zonas como esta, plagada de grietas.

Esta noche, el señor McLean, quien ha permanecido aquí por más de una semana, decidió regresar a Bogotá, igual que nosotros. Él bajó finalmente para preparar su vuelta, encontrándose una vez más con la novia de uno de los dos hombres perdidos, la señorita Jan Rawlinson, una inglesa radicada en Bogotá, que se había comprometido en matrimonio con el australiano Peter Jennings, antes de que partiera para esta aventura. Ella ha permanecido aquí a la espera de noticias, pero cada tarde los datos que llegan de arriba parecen más concretos: no hay la menor señal de vida.

Tal vez el momento menos agradable para todos fue cuando el señor McLean anunció que había hallado prácticamente toda la comida que los jóvenes trajeron para sobrevivir y que las esperanzas eran mínimas. Minutos más tarde él abrió los sacos que hallamos y la señorita Rawlinson miró algunos papeles que había también en ellos y no tuvo otra alternativa que aceptar la realidad, sin el menor escándalo, como tal vez hubiese sucedido con una mujer latina.

Silenciosa, sin demostrar que se hallaba destrozada, sus facciones se alargaron. En la noche, cuando Antolín preparaba su última salida hasta donde fueron vistos los puntos, ella se acercó y le dijo en voz baja:

«Si ustedes hallan los cuerpos… y si sus familiares no dicen otra cosa, por favor, déjenlos. Yo se que a ellos les hubiera gustado que los sepultaran allí».

Unos minutos antes, él le había preguntado, casi preocupado al señor McLean: «y… si encuentro algo. ¿qué hago con los cuerpos? No sé en estos casos…» McLean respondió: «Déme aviso a Bogotá».

Esta madrugada antes de salir, Antolín nos confesó: «Es muy seguro que si están en la montaña, no tengan vida. Si los encontramos, los sepultaremos entre la nieve para que no se descompongan, mientras la embajada británica arregla lo demás».

6. DIARIO DE LOS ALPINISTAS: LOS ALPINISTAS PRESENTÍAN LA MUERTE

Fecha: 15 de enero de 1974

Enfermos, desanimados y acaso presintiendo la muerte, pasaron la última noche de su vida los dos alpinistas perdidos en la Sierra Nevada del Cocuy.

Las líneas finales de un diario escrito por el inglés en una carpa que ayer se halló sepultada un metro bajo el hielo parece resumir toda la tragedia de los dos jóvenes antes del 22 de noviembre, día en que sufrieron un accidente que les quitó la vida.

Los diarios pudieron ser fotografiados por nosotros gracias a un descuido del francés Jean Antolín, del alemán Hubert Frank y del colombiano José Curcio, quienes inicialmente se habían negado cerradamente a dejarlos conocer. Los tres exploradores bajaron hoy con todos los equipos de los alpinistas muertos, luego de una odisea para rescatarlos.

La noche del 21 de noviembre, el inglés Ian Harverson escribió sus palabras finales que extractamos de las fotocopias del diario:

«Si mañana hacemos el ascenso será la primera vez que logremos este tipo de escalada juntos. Esperamos subir la pared noroeste del Rita Cuba Negro. Estamos acampados directamente debajo de la pared de hielo. Peter quiere subir directamente, tanto como se pueda. Parece ser muy pendiente hacia la cima.

«La otra posibilidad es en la mitad del ascenso cruzar hacia la derecha para alcanzar la cresta oeste. «Peter se siente verdaderamente desanimado. Estoy seguro de que verdaderamente no quiere estar aquí. Yo me siento bien. Bogotá me harta, hasta cuándo por la noche puedo revelar mis fotos, ir a fiestas, ver a Sally, etc.

«Sin embargo, actualmente no me siento como muy animado para cualquier cosa de mucho riesgo. Me siento más bien con ganas de descanso…. Tendré que pensar seriamente si sí o no vamos a escalar en Perú la próxima temporada.

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La siguiente es la parte del diario que habla de Colombia:

«SÁBADO 17 DE NOVIEMBRE EL COCUY.

Nuestro viaje al Cocuy se está desarrollando como una epopeya y sin embargo todavía no estamos allá. Hemos estado averiguando en las compañías de buses en Bogotá hasta encontrar finalmente la que nos lleva directamente allá. Pero salen tarde y no hay forma de tomar el de las 6:15 esta tarde. Entonces nos madrugaremos para coger el de las 4:15 por la mañana.

Desgraciadamente no pudimos conseguir taxi para ir a la estación de buses. Entonces salimos anoche a las 6:15. Pero, antes de salir de Bogotá, Peter se dio cuenta de que había olvidado sus botas y tuvo que regresar. Espera estar aquí por la tarde.

Ayer por la tarde intenté conseguir mapas de esta zona, pero no se pudo. En general los colombianos y Colombia me tienen jodido. Por ejemplo el tipo con quien estuve hablando para que nos llevara mañana a la hacienda «La Esperanza», con miradas de hostilidad me dijo que costaría 200 pesos el caballo. Carajo, prefiero caminar.

El tiempo en Bogotá y por aquí también ha estado como una mierda. Lluvia continua durante una semana. Uno se siente miserable. De hecho me he aburrido durante días esperando las noches para salir a fiestas o salir con Sally. El martes pasé toda la noche en el cuarto oscuro revelando fotos y me divertí mientras Peter y Jan salieron a celebrar con una comida su decisión de casarse algún día en los próximos años. Peter le escribió una carta al viejo de Jan ayer. El miércoles fuimos todos a una comida a donde Sally, con Duncan, Chrissa, Keith y Maggie. Estuve cortejando a Sally hasta tarde. Las llevé a una pizzería el jueves por la noche que era increíblemente cara.

Nos metimos una fumadera con una pipa, con hachís, hojas de coca, petermint y hongos alucinógenos. Me sentía flotando y cansado porque no tengo mucha experiencia de eso.

El tiempo malo por aquí hará los ascensos difíciles. Las carreteras ya están muy llenas de barro y casi borradas. La gente de los pueblos por aquí, como Capitanejo, parece como hostil a la vida en general.

Hay sorprendente cantidad de lisiados e idiotas en este pueblo. Otros miran al pasar, pero no me siguen ni me gritan tanto como los peruanos. En alguna forma los peruanos son mejores porque parecen ser más alegres. Aquí la vida pesa sobre las gentes, según parece.

Todavía en Güicán esperando la llegada del bus de Peter esta noche con media docena de muchachos, todos muy atentos. Otro llegó y me informó que Peter había llegado y le habían dicho que yo estaba en Güicán y había salido para aquí para encontrarse conmigo. Se averiguó cierto que se trataba de Peter, según su descripción: una persona muy alta con pantalones azules que llevaba dos picas y que no hablaba mucho español. Entonces empecé a pensar que no se burlaban de mí. Y con la ayuda de un muchachito llamamos por teléfono a Güicán y arreglamos que él vendría aquí si conseguía transporte. «Otros muchachitos me compraron cerveza»

DOMINGO 18 DE NOVIEMBRE – GÜICÁN.

Un paseo a través de este pueblo sucio da la impresión de un show de degenerados sociales, retrasados mentales, lisiados y posibles ladrones. Muchos con ruanas, miradas hipócritas paseando en grupos en la plaza de tierra.

Por la mañana hay una vista preciosa hacia el valle, hacia abajo; no he podido conseguir hasta ahora transporte hasta la hacienda Rita Cuba, pero parece ser que el camión de la leche sube temprano hacia allá mañana por la mañana.

Pasó otro idiota esta tarde mirando a su alrededor, con un osito de felpa en sus brazos. Aquí parece haber una concentración de desgraciados».

LUNES 19 DE NOVIEMBRE. S. N. COCUY.

Salimos hacia las montañas esta mañana a las ocho en el camión de la leche. Iba lleno de gente, de cantinas de leche, de bultos de maíz, etc. Llegamos a la hacienda Rita Cuba a las 9:30. Alcanzamos a alquilar un caballo y a estar en camino al cabo de una hora. Esta gente y la que iba en el camión de la leche es muy amistosa. Cosa muy diferente a lo que hemos visto en Colombia hasta ahora.

En la hacienda Rita Cuba nos dieron tazas de chicha endulzada con panela, mientras cargaban el caballo con todo nuestro equipo. Luego nos encaminamos lentamente hacia arriba por las laderas de las colinas y, finalmente, a través de bosques de frailejones (Describe la flor del frailejón). Resolvimos acampar entre esas plantas a las 2:30 p.m. y nos despedimos de Julio, nuestro baquiano que se sentía enfermo, con dolor de cabeza.

Mientras armábamos la carpa nos hicieron señas desde lejos dos jóvenes héroes colombianos que regresaban de la nieve, donde habían estado paseando un poco. No tenían cuerdas ni picas, ni botas. Solo un par de crampones hechos por ellos mismos.

No vimos mucha vida animal, solamente una pequeña especie de conejillos de indias.

MARTES 20 DE NOVIEMBRE. S. N. COCUY.

Día de reconocimiento (exploración). Nos despertamos más o menos a las seis, después de haber pasado ambos una noche sin dormir y encontramos un día bastante claro. En la distancia hacia la izquierda vimos un bonit opico en la dirección del sur y también una linda vista del valle hacia abajo. Pero los valles permanecían más o menos nublados. Todo el día permaneció intermitentemente claro y nublado..

Empacamos la mitad del equipo para subirlo al pie de la nieve. Seguimos subiendo por la cresta hacia la lengua del glaciar que parece ser la ruta normal hacia el Rita Cuba Negro, según unas huellas antiguas que vimos en la tierra. Después de una penosa subida a través de rocas y de campos de nieve, nos recompensó una magnífica vista de las resplandecientes paredes de hielo, más allá del campo de nieve.

Creemos que se puede ver el Rita Cuba Negro hacia la derecha, con sus paredes de hielo y la vertiente que conduce hacia la cima, muy pendiente, más el Pan de Azúcar a su izquierda, con una amplia pared de roca enfrente de nosotros. Es decir, hacia el oeste y un campo de nieve en al parte izquierda superior, y una cresta rocosa que conduce hacia el Rita Cuba Negro. Difícil de alcanzar la cima del Pan de Azúcar a causa de una cantidad de rizos de hielo en la parte superior de la vertiente.

Bajamos más o menos a las 10:30 o 10:45 y llevamos carga a nuestro campamento actual, al pie de la cresta. Luego volvimos a la carpa para tomar el almuerzo. De nuevo estuvimos envueltos en la niebla. Instalamos la carpa más o menos a las 3:45. Nos quedamos sentados fuera mientras lo permitía el frío. Luego nos metimos en la carpa para preparar la comida de la noche, que se componía de pescado seco, pastas, arroz y sopa… Huele a feo. Ojalá sea mejor el sabor.

Como siempre, pasamos gran parte del día preguntándonos por qué hacíamos todo esto y luego planeando futuros viajes a los Himalayas y al Antártico. También pensamos cosas más agradables como hembras, playas y vacaciones.

MIÉRCOLES 21 DE NOVIEMBRE. – S. N. DE EL COCUY.

Volvimos de nuevo a la nieve hoy después de un mes. Regreso no muy agradable. Ambos sufríamos probablemente de insolación. El sol estaba muy fuerte esta tarde. Casi todo el día estuvo con sol, aunque la niebla se mantuvo colgada de las cimas de vez en cuando. Hoy fue un día particularmente pesado para nosotros subiendo esa cresta de nieve nuevametne, con morrales muy pesados, con todo nuestro equipo de alpinismo, más la comida para cuatro días. El sol estaba verdaderamente muy fuerte y Peter estaba sufriendo.

Anoche, antes de meternos entre la carpa, vimos la Estrella del Sur y otras estrellas. Esta noche estamos acampando en la nieve por primera vez desde que salimos de Pumastillo (Perú)».

7. EL SEGUNDO DIARIO: JENNINGS CON PESADILLAS LA NOCHE ANTES DE MORIR

En nuestra edición de ayer publicamos el diario de Ian Harverson, un inglés de 25 años, fallecido en la cima de esta sierra. En él, Harverson escribe las últimas líneas de su vida la víspera del accidente. Hoy damos a conocer el del australiano Peter Jennings, que es muy breve y en su mayoría tiene lugares comunes con el anterior.

Los diarios y los equipos -mas no los cadáveres- fueron traídos aquí por los alpinistas que los buscaron. Estaban húmedos y la tinta era borrosa ya. Con ellos fueron hallados una carpa isotérmica para 2 o 3 personas. Dos talegos de dormir australianos de pluma de ganso. Una botella con poca gasolina blanca (solo lograron cocinar una o dos veces antes de morir); una pequeña estufa de alpinismo.

Además, un teleobjetivo para cámara fotográfica de 200 milímetros, 60 dólares en cheques viajeros del First National City Bank de Bogotá. Porciones pequeñas de arroz, pastas, galletas de soda, dulces, azúcar y sopas en cajas (todo crudo).

Un despertador, cuya aguja para timbrar marcaba las 4 de la mañana. Estaba congelado como todos los efectos personales que nosotros pudimos observar detenidamente, fotografiar los retratos de sus pasaportes y aspirar el olor a moho del conjunto.

EL DIARIO

En el breve diario de Jennings hemos omitido nombres femeninos, por razones obvias, los cuales marcamos aquí con una «X». Este es su texto:

«Viaje al Cocuy. Martes 20-XI-73.

«Intentamos salir de Bogotá el jueves por la noche, a las 6:15 p.m., pero Harvo (el inglés) estaba demasiado embotado por el hachís de X. Desde la mañana nos decidimos por el bus de las 4:15 a.m., pero no pudimos conseguir taxi. Pasé parte de la tarde escribiendo al padre de Jan. No terminé hasta las 5.

Fuimos al bus, a la calle 61, cuando pronto me di cuenta que había olvidado mis botas. Mierda, ¡carajo!

Regresé y pasé la noche con X (una forma muy agradable de perder un bus). Cogí la flota de las 4:15 el sábado y llegué al Cocuy a las 5 p.m. Harvo no estaba como lo convinimos. Unos muchachos me dijeron que se había ido a Güicán. Me fui a Güicán y Harvo no estaba. Los muchachos me dijeron que se había subido a la hacienda Rita Cuba. Entré a un bar y tomé té. Harvo me llamó del Cocuy: bonito esfuerzo, pues solo hay un teléfono en cada uno de los pueblos. Le habían indicado mal la hora del bus del Cocuy.

Intenté conseguir transporte hacia la hacienda Rita Cuba el domingo, pero sin éxito. Escribí a Marion y a Jan, leí, etc. Tiempo feo.

El lunes en la mañana salí a la hacienda. Le dije al chofer que éramos estudiantes pobres y no le dimos sino 5 pesos. Arriba conseguimos 80 pesos de rebaja sobre los 200 que pedían por un caballo. Nos dieron una chicha en la hacienda. Salimos con el caballo y todo el equipo y llegamos una hora después (no anota dónde).

«Subimos durante unas cuantas horas, incluyendo media para sujetar la carga, demasiada aparentemente para un solo caballo. Llegamos a un sitio razonable para instalar un campamento; a una hora de la nieve. Havo maldecía como un arriero. Yo me sentía bien, pero más tarde me sentí un poco cansado cuando llegamos al campamento más elevado.

Estamos más o menos a unos 15 mil pies. Tiempo feo. Harvo preparó té y los morrales temprano. Yo tuve pesadillas durante la noche como es usual a gran altura. Soñé con Jan. No estuvo mal en realidad».

8. DIARIO DE LOS ALPINISTAS II: CAYERON DE UNA PARED DE HIELO

Fecha: 16 de enero de 1974

Ian Harverson y Peter Jennings están muertos en la Sierra Nevada del Cocuy, pero sus cadáveres no han podido ser rescatados.

Según se dedujo de sus diarios, perecieron al desplomarse de una pared de hielo que estaban escalando el pasado 22 de noviembre. Hasta las cumbres cubiertas de hielo de la Sierra solo han subido cuatro hombres a buscarlos y su labor comenzó el 4 de enero de este año.

Ellos son Colin McLean de la embajada británica quien abandonó la labor la semana pasada, el francés Jean Antolín, el colombiano José Curcio y el alemán Hubert Frank. Todos ellos son veteranos alpinistas y han subido sin baquianos, porque en los nevados no existen tales personajes. El campesino no pisa el hielo de las cumbres por sus peligros y porque no posee equipos para sobrevivir.

De otra parte, los alpinistas de gran experiencia, como los que hallaron el campamento de los accidentados cubierto por el hielo, conocen tanto su trabajo que no necesitan «guías». Los equipos, diarios, parte de alimentos, documentos y algunas ropas lo único rescatado hasta la fecha fueron bajados hasta aquí y trasladados a Bogotá por los tres montañistas.

La búsqueda quedó suspendida y los cadáveres se hallan en un sitio bien determinado por quienes -sin ningún apoyo- los ubicaron sepultados más o menos un metro bajo la superficie. Aún no se ha dicho si ellos regresarán para desenterrarlos.

LA ODISEA

Al llegar aquí, Jean Antolín hizo un relato pormenorizado de la odisea que para él y sus compañeros significó esta aventura además mostró las causas de la muerte de los dos hombres, dando el lugar de su ubicación.

Estos son algunos apartes de su historia:

«Salimos el 10 de diciembre hacia las cumbres del nevado. Madrugamos a la una y media de la mañana y partimos a las dos. Sobre las ocho ya estábamos al borde de la nieve, estableciendo nuestro campamento. Lo localizamos en la ribera de La Quebrada de Las Playas, unos 400 metros más allá de donde el señor McLean, un periodista inglés y uno de EL TIEMPO habían hallado la comida de Harverson y Jennings.

Unas dos horas después de andar por la nieve hacia el pico Rita Cuba Negro, venciendo grietas y obstáculos, divisé dos puntos. No podían ser rocas. Estaban a unos 4 kilómetros de nosotros. Eran puntos color anaranjado, color de carpa. Sentimos ansiedad, mucha ansiedad, y apretamos el paso. «Sobre las doce del día estábamos allá y, al tenerlos cerca, nos dimos cuenta que era una sola carpa cubierta de hielo en el centro; sobresalían solo las puntas de sus mástiles.

A esa hora empezamos a picar, José, Hubert y yo. Nadie más estaba con nosotros. Fue un trabajo de romanos porque debimos cavar dos metros por cada lado y uno hacia el fondo. La nieve estaba como una roca, se nos rompió hasta la piqueta.

Trabajamos sin descanso hasta las cuatro de la tarde; el primer momento emocionante fue cuando logré desprender la parte delantera de la carpa, de su cremallera… la pude descorrer. Olía muy feo y lo primero que pensamos era que los cuerpos estaban allá. Pero más tarde descubrimos que se trataba de una poquita comida que se había descompuesto… Era una carpa isotérmica, de dos lonas, separadas una de otra. Desprendí la segunda cremallera y abrí. Impresionante: adentro estaba todo regado, pero cubierto por el hielo transparente, como un cristal.

A pesar del agotamiento, cavábamos entonces con más desesperación. Desprendimos los bordes y, ¡atención!: A los extremos descubrimos dos cosas largas, como cuerpos humanos. Los tocamos, eran blandos (las plumas de los talegos de dormir) y adentro había algo duro, como cadáveres congelados. Resultó que era nieve dentro. La emoción fue muy grande.

TORMENTA

Estábamos en esa labor y comenzó una tormenta de nieve muy fuerte que lo iba tapando todo. El viento helado silbaba, nos cortaba la cara. Entonces el trabajo fue doble: sacar hielo y echar afuera la copiosa nieve que caía al hueco. Serían como las 4 de la tarde de ese jueves 10 cuando terminamos de rescatarlo todo. Hicimos una especie de trineo, lo amarramos, nos atamos unos a otros y comenzamos a descender hasta nuestro campamento, en medio de la ventisca y la nieve que seguía cayendo.

El trineo pesaba mucho, unos 100 kilos, porque los equipos de ellos estaban empapados. Yo halé un poco pero las cuerdas me cortaban los hombros. Entonces Hubert pasó adelante, a unos 20 metros y José y yo, hombro a hombro, seguimos halando. Hubert exploraba las grietas y los peligros….

El trineo pesaba tanto que dejaba zanjas de 20 centímetros en la nieve. Llegamos a las 11 de la noche al campamento extenuados: 21 horas de trabajo, de tristeza y de emoción continuas….

El paso de las grietas era muy peligroso. La delgada capa de hielo que las cubre, a veces aguanta el peso de un hombre. José y yo pesábamos por cuatro, a causa del trineo…. Salimos adelante pero la marcha era muy lenta.

Después del rápido atardecer caminamos en la oscuridad por sobre decenas de grietas. A pesar del plenilunio, la Luna estaba tapada por nubarrones muy negros. Tampoco teníamos linternas. A la que nos quedaba se le había agotado la pila…

Al terminar el campo de hielo, la caminata fue por entre las piedras, a ciegas. Rodábamos con frecuencia. Caíamos a cada paso. Nos maltratamos mucho…. a las once llegamos borrachos de cansancio. No sentíamos el cuerpo.

El viernes 11 de enero descansamos todo el día. Estudiamos los diarios de ellos, desmenuzamos sus datos para saber por qué lado de la pared se habían orientado. Ellos tenían la intención de hacer el ascenso por la pared noroeste. del Rita Cuba Negro. Es un muro de hielo muy difícil….

Los diarios de ellos terminan el 21 de noviembre. El jueves 22 comenzaron el ascenso y se accidentaron…. Hay varias posibilidades que le analizaré adelante, pero todas conducen a una cosa: accidente.

El sábado 12 subimos por los cuerpos. Chequeamos una pared de roca y no se veía nada. No había huellas. Entonces nos movimos hasta la pared de hielo, pero nada vimos. Sin embargo, logramos establecer, por nuestra experiencia, por nuestro ojo de alpinistas y por alguna orientaciones que nos dieron sus diarios, el sitio aproximado donde están…. Ahora le puedo afirmar con aproximación de unos 50 metros en qué parte cayeron. Es que uno conoce, llega allí y sabe por donde un alpinista experimentado como ellos intenta una escalada…

«Ahora, lo cierto es que los cuerpos están bajo la nieve, no por aludes sino porque ha transcurrido más o menos mes y medio desde que se accidentaron. Nosotros no intentamos excavar porque no teníamos herramientas suficientes y porque la nieve allí, a esas alturas es como roca. Durísima.

Antolín, con los diarios de los alpinistas en la mano, los cuales no nos dejó ver (luego nosotros podríamos fotocopiarlos y publicarlos en nuestra edición de ayer), hizo un detenido análisis de las causas del accidente. Sus argumentos son interesantes:

«Jueves 22 de noviembre. Se despiertan a las cuatro de la mañana aquí está su reloj despertador, -congelado y mostrando esa hora-, salen de la carpa, se preparan algo caliente y arrancan a las cinco…. tal vez a las seis. Porque son un poco demorados según nos enteramos por sus diarios…. empezaron algunos ascensos a las ocho solamente. Eso es un error porque hay que comenzar antes de que el hielo se caliente y las rocas comiencen a desprenderse.

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«En adelante, vemos varias posibilidades:

Primera, en camino de la carpa hacia el glaciar caen en una grieta. La descarto, porque tenían mucha experiencia y ya habían hecho reconocimientos como para no sufrir ese accidente entre la carpa y los 20 minutos que los separaban de la pared. Segunda: empiezan el ascenso y se caen. Se matan en ese momento o quedan ahí, sobre la nieve heridos unos cuatro días; tal vez tres. Tercera: Logran el ascenso y en el camino de bajada por una cresta problemática pueden caer a cualquiera de los lados. Cuarta: En el camino de bajada caen de la pared pero por otro lado y, quinta: Ya al atardecer se meten en una grieta, camino de la carpa. De todas, la más posible es la primera».

– ¿Por qué?

«Porque nosotros hallamos en sus diarios la lista del equipo que llevaban: Era escaso, insuficiente, defectuoso, eso se lo puedo afirmar yo categóricamente. Era poco para semejante escalada en hielo Por ejemplo, hacen falta unos pitones especiales para clavar en el hielo, de los cuales solo tenían siete: cinco tubulares y dos de rosca, como sacacorchos…. En la lista no veo que aparezcan escalerillas que hacen falta para trepar paredes de estas.

Pero, me impresiona más que estaban en mal estado físico y tenían malas condiciones psicológicas. Hay que leer el diario de Harverson. Llevaban más de un mes sin hacer ascensos, sin pisar siquiera la nieve. Luego, según sus propios apuntes no se estaban entendiendo muy bien y se hallaban un poco enfermos. Habían soportado mucho sol desde la subida y tenían los pies en muy malas condiciones. Sufrían.

«Otra cosa: por más experiencia que tuvieran, no había ningún acoplamiento de equipo para este tipo de escaladas. Ellos lo anotan: Será la primera vez que intentemos hacer una escalada de estas… Yo creo que todo es claro, las causas, la fechas. El accidente tuvo que ser el 22 de noviembre pasado».

– ¿Volverán por los cuerpos?

– Quién sabe. Tal vez no. Hay que cavar mucho esa roca de hielo, necesitamos herramientas. Eso lo sabremos después.