CORRALEJA EN LA COSTA: DONDE LA FIESTA SÍ ES BRAVA

CORRALEJA EN LA COSTA: DONDE LA FIESTA SÍ ES BRAVA

Medio: El Tiempo.

Fecha: 23 de enero de 1969.

Por: Germán Castro Caycedo / Fotos: Sin registro.

Desde las cinco de la tarde aumenta el ruido de las sirenas. Es la hora en que los manteros están bien “calientes” y por las calles desiertas sube la ambulancia como un bólido hasta el hospital, donde “descarga” y regresa a la corraleja…. En la ciudad solamente quedan algunas mujeres, asomadas a las ventanas, que llevan la cuenta de los viajes de la ambulancia. que al pasar deja una nube de papeles. Se escucha desde cuando parte de la plaza y va acercándose poco a poco con un aullido que produce tristeza.

Una hora antes de terminar la, Corraleja salimos de la plaza para la casa del ganadero José Ángel Gutiérrez. Al lado de la botella de whisky estaban Alvaro Gómez Casseres, Carlos Prada que tocaba la guitarra, Melanio Murillo, Alfonso Olivares, Antonio Cumplido, el ganadero, su esposa y su hija Consuelo. Un minuto después de haber volado el corcho se oyó una sirena: “Un herido”, gritó Gómez Casseres. Entonces Consuelo sonrió… “¿Uno? Ya van diez”.

Pasaron dos minutos y volvió el ruido: ¡Otro! Y la niña habló nuevamente: “No, es la misma que regresa del hospital. No se demora nada en dejárselos a los médicos y volver por más. A esta hora, siempre es igual; van aumentando los viajes…. En estos días de fiesta el que mejor se gana el sueldo es el chofer de la ambulancia”.

TARDE DE FUROR

Las personas que se han quedado en casa miden el furor de la tarde de toros por el número de heridos. Desde el momento de llegar allí hasta cuando nos fuimos a tomar el carro para Montería (una hora pasó la sirena doce veces para llevar seis heridos más al hospital… A esa hora (seis de la tarde) la cuenta iba por los 16.

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“A ver, dice el ganadero, la cosa estuvo peor: 25 en total… En cinco días yo calculo que hay unos 60 heridos y una docena de muertos”. Al comienzo de la corrida, Antonio Cumplido, a quien conocí en el palco “un clavo saca otro clavo o se quedan 2, de Alfredo Arroyo”, manifestaba: “Aquí la fiesta si es brava”. Luego, con la salida de los primeros 32 toros la frase quedó confirmada, porque en la costa colombiana sí se siente el “romanticismo” del toreo. Parece una corrida primitiva, de aquellas que se efectuaban en la Plaza Mayor de Madrid hace unos 300 años.

Desde la condición del mantero que se juega la vida por afición, o porque la novia que está en un palco lo vea, hasta el sol calcinante, la gritería, los ríos de ron blanco y las nubes de billetes que arroja a la multitud el ganadero que da cada día los toros, tienen un sabor tan original como en ninguna parte del mundo.

VEINTE MIL PESOS

Este año los ganaderos más dadivosos repartieron al pueblo, entre “ron trompa” y billetes de cinco, unos 20 mil pesos el día de jugar sus toradas, aparte de pagar el transporte, dar, como es costumbre, una recepción en su casa la mañana de la corrida y costear parte de la música y las mantas para los aficionados, que después de hacer alguna suerte en la cara de los toros, suben al palco y reciben una botella y un manojo de billetes.

“La torada de hoy es vieja”. dice uno de los garrochistas de Juancho Perna, el ganadero de más tradición en Sincelejo. “Sin embargo, está garantizada porque hace dos días los probaron con muñeco en el corral y resultaron los más valientes. Por eso vinieron… hay un mono achote. que va a ser bueno. Más o menos como el barroso que jugó ayer Libardo Vergara, el alcalde”.

REVÉS

La corraleja es un frenesí de gritos femeninos en los tendidos, ahogados por las bandas típicas que tocan, por esta época, cada diez minutos “La cañaguatera” y “El Guayacán”, canciones que hacen furor en toda la costa. Abajo, los garrocheros reciben al toro desde la salida y lo pican “en las sudaderas para que se ponga valiente” y luego se lo dejan a los manteros, que como nubes buscan jugarse la vida frente a los pitones de reses que fácilmente llegan a pesar 700 kilos.

Unas veces son los manteros los héroes que, en la cara del toro y de los caballos, que vienen a gran velocidad, se lanzan al suelo para que pasen sobre ellos, y otras los coleadores que toman al animal por la penca del rabo y buscándole un punto de desequilibrio lo tumban y luego se montan en él. La mayoría de los toros salen con una bolsa llena de billetes, amarrada a los cuernos. El hombre que logre cogerla “se hace rico” porque entonces tendrá con qué comprar ron blanco para todas las fiestas.

En cada tarde las entradas a la corraleja son de cerca de 60 mil personas, mientras en el ruedo el número de toreros nunca es inferior a mil. Su tradición se acerca a los dos siglos. Sin embargo, las fiestas más famosas fueron las realizadas hace unos 80 años, con toros criollos descendientes del ganado de casta traído por los padres jesuítas a Colombia para defender sus latifundios.

“Ahora las corralejas son diferentes porque se efectúan con toros de raza Cebú. Antes los criollos eran astifinos, con pinta del toro bravo español. Las corralejas se efectuaban en octubre, por San Francisco de Asís, pero desde don Sebastián Romero se pasaron al 20 de enero, porque ese era el día de su cumpleaños”.

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DIONISIO GÓMEZ

La ganadería más famosa que ha habido en la Costa fue la de don Dionisio Gómez, que se criaba en la Sabana de la Villa. Los primeros toros que se criaron en los playones fueron traídos a Colombia por don Juan María de Huelvas, y de ellos, aún es famoso “Tempestad”, un animal requemado, “que se aguantaba hasta cinco pares de banderillas cada vez que era jugado”.

Las banderillas en la corraleja son puestas por los manteros, que siempre citan sentados y después de colocarlas son pateados por los toros.

CUADRILLAS ARRASADAS

Las nubes de tierra y de gritos no cesan entre la 1 y las 6 de la tarde. A las 5, que siempre ha sido la hora más torera en todo el mundo, las cuadrillas comienzan a quedar arrasadas por los toros, los caballos o los ríos de ron que lo inundan todo.

Las bandas continúan tocando “El Guayacán” y “La Estudianta”, y la ambulancia yendo y viniendo sin descansar. En el centro de la plaza las apuestas se suceden desde el comienzo. Los aficionados se sientan en el suelo, haciendo una rueda frente a los corrales, y a la salida del toro, el que se ponga de pie pierde la apuesta y paga el ron de todo el “cuadro”, si es que no sale para la clínica.

Detrás de estas “ruedas” se colocan grandes pirámides humanas que también desafían a toros y caballos en su tropel incontenible. Al paso de los animales los hombres saltan como surtidores y comienza a chisporrotear la sangre entre nubes de polvo.

MANTERO DESCUARTIZADO

Sobre el filo de la tarde, Carlos Prada decía en la casa del ganadero Gutiérrez: “Hace cinco años que vine la última vez. No había querido volver porque vi a un mantero en el suelo: el toro lo pisó primero y luego le fue enterrando los pitones y levantando la cabeza con fuerza… los intestinos saltaban hasta los palcos; los brazos quedaron a varios metros…”.

Mientras tanto, la sirena de la ambulancia continuaba pasando por esas calles cálidas y desiertas. En la plaza la tarde se había comenzado a poner tan roja como la bravura de estas fiestas de tradición, con decenas de heridos y millares de triunfadores.

EN MONTERÍA

Las corralejas de Montería se realizan en las mismas fechas que las de Sincelejo. Sin embargo, están ahora un tanto desvirtuadas. Este año se efectuaron tres consultas del gobernador y del alcalde con el ministro de Gobierno, que presionados por un pueblo que no quiere abandonar la tradición de cerca de dos siglos, desatiende las diatribas del obispo Miguel Medina Medina, quien se opone a ellas encarnizadamente.

En Montería los palcos son solamente de dos pisos y las suertes de garrochistas y coleadores son menos vistosas, aunque los 50 toros al día continúan en su apogeo y las sirenas suenan menos a las cinco de la tarde.