CLARASIERRA, VERGEL DE AMÉRICA

CLARASIERRA, VERGEL DE AMÉRICA

Medio: El Burladero.

Fecha: sin registro.

Por: Germán Castro Caycedo / Fotos: Charles Marden, FITC y «Manuelhache».

Vuelvo hoy, queridos lectores, sobre el tema de nuestras ganaderías colombianas, y para ello he de descender de los 3.500 a los 2.600 metros sobre el nivel del mar. Me alejo de la línea ecuatorial y cómodamente me ubico a 30 kilómetros de la capital, en el corazón mismo de Colombia. A mi alrededor han quedado los agrestes picos de los Andes y, aunque no he logrado salir de sus dominios, hallo un nuevo paisaje, un nuevo clima, una temperatura más benigna. Es el milagro de la cordillera: a cada paso un mundo nuevo, una nueva vida, costumbres y atuendos diferentes, distintas mentalidades, aires con diferente aroma, gentes con un dejo que no habíamos escuchado antes.

Viene ahora a mi mente una anciana: mi maestra. Con ella la historia de mis antepasados, los chibchas, pobladores de estas regiones en pretéritas épocas, llenas de leyendas, mitos, sacrificios y “fucús”.

Clara Sierra vergel

Recuerdo y casi comprendo el fabuloso cuento de Bochica, ese semidiós que salvara con su varita mágica estas tierras, que según la leyenda fueron un inmenso lago que el superhombre por un conjuro “desagüó”, rompiendo en el punto vulnerable las rocas del límite de la meseta. “Se convirtieron entonces las algas en flores y los peces en pájaros cantores…”.

Comprendo esta fábula, pues al dejar la naturaleza que el agua del gran lago se marchara, la rica capa vegetal vino a ser interminable despensa de América. Y hoy lo he visto: tres metros de capa vegetal, aire medianamente húmedo, pradera de “carretón”, “pasto azul”, “trébol”, “kikuyo” y no sé cuántas otras variedades de pastos. Dieciocho grados centígrados de temperatura permanente y un sol tan brillante como esos tunjos de oro que los indios lanzaban al lago en días de ofrendas a los dioses. Los nombres de las fincas del lugar guardan parte de la historia: “Venecia”, “Holanda”, “Canoas” (embarcaciones primitivas). Este último famoso dentro de los aficionados de la región, pues el viento que viene de allí despeja la campiña de los toros bravos para llevar las nubes y colocarlas exactamente sobre la Santamaría. Es un cuento cruel, ¿verdad? ¡Pues es cierto!

Discurro en la leyenda, y con la sonrisa que se me escapa pienso cómo en estas tierras, donde antaño se molía el maíz con los dientes, para luego escupir en una gran olla de barro que se sepultaba, lográndose la fermentada “chichas”, bebemos hoy jeres sobre el lomo del toro de lidia español. O cómo donde antes se vistiera con taparrabos – ahora le dicen monokini – se lleven ahora los zahones, y donde se hablara el idioma de la macana se diga hoy el de la garrocha.

¡Ah, mi buena maestrica! Nunca pudo comprender muchas cosas…

Esta es la tierra colombiana deseada por Bochica, que, según la leyenda, cambió las algas en flores y los peces en pájaros cantarines. Esta es la tierra en que pastan los “clarasierra”, toros de linaje español.

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HISTORIAL DE LA GANADERÍA

Entre los años de 1935, en que se fundó la vacada, y 1938, doña Clara Sierra logró «reagrupar un total de 31 vacas, 12 becerros, 37 becerras y un toro de Santacoloma, todos ellos por el sistema de compra a diferentes personas y entidades, que a su vez las habían obtenido de la Corporación Colombiana de Crédito, quien tomó la mayor parte de los bienes de don Ignacio de Santamaría, propietario y fundador de la primera ganadería de casta que hubo en Colombia, Mondoñedo. Todas estas vacas fueron servidas por el semental, de nombre «Tabuco».

En el mismo año 1938, con motivo del centenario de la fundación de Bogotá, se importaron para ser lidiados varios toros de Santacoloma. Por tener dentro del lote la mejor nota de tienta, adquirió la ganadera los llamados «Casquillejo» y «Calderero», números 9 y 77, respectivamente, de propiedad de don Julio Salcedo, lidiándose en un festejo informal en el año 41 los primeros productos de la nueva cruza, con un éxito más que satisfactorio.

De los hijos de «Casquillejo» y «Calderero» se seleccionaron los sementales «Cebollino» y «Banderillero». En el año 1944 pasa la ganadería a figurar a nombre de los Hermanos Reyes Sierra , para en 1945 comprar a don Antonio Reyes «Nacional» dos sementales de la ganadería mejicana de La Punta, casta Saltillo, además de otro toro de Pastejé, cuyo cruce no ligó, siendo sus crías íntegramente enviadas al matadero. En los años siguientes se procede a realizar tientas rigurosas y a se leccionar con el mayor cuidado las vacas, empleando como sementales a los hijos de «Casquillejo» y «Calderero», nacidos ya en el país.

En 1959 la ganadería compró a Luis Miguel Dominguin un ejemplar con nota de tienta superiorísima y sangre pura de Santacoloma, cuyos productos se han lidiado ya con magnífico éxito.

En vista de la exigencia de público y empresarios, se plensa, aparte de refrescar la sangre, ampliar aún más la producción, y actualmente espera la ganadera licencias de importación para introducir en el país 50 vacas y cuatro sementales de Santacoloma de los ganaderos españoles Alipio Pérez Taber- nero y Joaquín Buendía. Hay también en la vacada una rama de media casta, fundada con una fracción de la misma dehesa en el año de 1947, que lleva el nombre de «Tibitó», y está ubicada a 50 kilómetros de Bogotá, en condicio- nes topográficas y climatológicas pa- recidas a las de «Venecia».

Y prosiguiendo, como cosa simpática he de traer a colación una historia que es del conocimiento de todo aficionado colombiano: hace algunos años, a raíz de la crisis del 30, cuando una tremenda sequía, asociada a mil problemas de orden económico, azotó al país, la bancarrota en la industria y el comercio hizo presa en nuestra economía. Cuentan que al matadero de Bogotá eran enviadas vacas y toros puros de Santacoloma que se vendían en vivo a precios que, haciendo la conversión, equivalían a unas 300 pesetas actuales por cabeza. Es fácil decirlo…

Por simple curiosidad adquirió doña Clara Sierra algunas vacas y becerros bravos, que se «perdieron» en sus pastizales. Así tuvo, paradójicamente, su iniciación la vacada más larga de Sudamérica actualmente, pues con las primeras volteretas causadas en sus haciendas nació en doña Clara el «gusanillo» de la afición, hasta el punto de comenzar en pocos años a correr sus productos en todas las plazas colombianas; de abandonar todo cuanto tenía, para dedicar las veinticuatro horas del día a la crianza del toro de lidia; a estudiar y experimentar con un afán incontenible, a dar luego vueltas y más vueltas al ruedo tras de sus pupilos y a adquirir un renombre internacional como es hoy día el de Clarasierra.

LOS TOROS DE PLOMO

Por la enorme fertilidad de la tierra que produce abundantes pastos y las calizas que se hallan en el subsuelo, además del cuidado y celo de los ganaderos, es el toro de Clarasierra un perfecto tipo del animal bien criado.

El índice de su peso es tal, que con frecuencia se puede comprobar que animales que apenas rayan los tres años arrojan en pie pesos promedio de cerca de 430 kilos. Son los toros de plomo de Colombia. Hay quien ha llegado a comentar que su sistema óseo es tan consistente, que un utrero bien podría lidiarse con tres cuartos de tonelada sobre sus lomos sin inmutarse en lo más mínimo.

Y es lógico que teóricamente esto sea así por la alta calcificación de estas tierras, pues hay que agregar que en las haciendas vecinas a «Venecia» se extraen yacimientos de cal que dan pie a grandes industrias colombianas.

LA MÁS LARGA

En cuanto a producción, es ésta una vacada de grandes producciones, que lidia en el año un poco más de cien ejemplares, entre toros y novillos. Como ejemplo tenemos el caso de nuestras temporadas del presente año: únicamente en la capital se han matado 19 corridas de toros, diez de las cuales pertenecen a la divisa de los Herederos de Clara Sierra, lugar de salvación de los empresarios, que cuantas veces acudan al campo hallan durante los doce meses del año todos los animales que deseen. Este es uno de los secretos por los cuales se están celebrando ahora en nuestras plazas más espectáculos que nunca.

NUESTROS TOROS MERECEN UN «HANDICAP»

En el tendido de la placita de tienda, y mientras desfilan una a una las vaquillas que han de pasar por las notas de la ganadera, aprovecho los cortes Intermedios entre una y otra para dialogar brevemente y ver cómo se evaporan como un suspiro varios paquetes de cigarrillos. Las uñas se acortan a cada entrada de los animales al caballo y parece que nuestra ganadera olvidara hasta su nombre cada vez que se abre la puerta y salta, codiciosa, la erala en busca de los petos.

– ¡Vistaaa!

Hay una breve pausa, el ruedo quedó en pan y los toreros aprovechan para dejar el sudor en los capotes.

-¿Y las notas?

-Unas, bien; otras, mal. Como siempre. Las decisiones deben ser exactas y la pelea con el segundero del reloj me vuelve loca.

-¿Fuma?

Gracias; lo estoy haciendo. ¡Puertaaa!

Una breve sonrisa y mi diálogo se frustra por primera vez. Creo que a este paso no terminaré nunca.

Vuelta a lo mismo. Una vaquilla más y al grano:

– ¿Se aparta usted de los sistemas españoles de crianza?

– No. Tanto el herradero como la reseña y la tienta en la plaza siguen la tradición española, la crianza difiere un poco con el sistema del viejo mundo por el factor latitud. Nos hallamos en el trópico y las circunstancias son distintas, ya que estos países no tienen estaciones y el alimento y desarrollo son diferentes…

– ¿Qué sistema alimenticio lleva la vacada?

– Desde el momento del destete, pasto verde durante todo el año; por consiguiente, el ganado no tiene que ser graneado en los meses de invierno, cosa que no sucede al toro español. Se deriva de esto que el peso del toro es inferior en el trópico, ya que esa comida es altamente húmeda, y por ejemplo, al embarcar los toros para la corrida se deshidratan con más facilidad que los que han sido alimentados con grano.

– ¿Por qué no tienta a campo abierto?

– Lo considero un deporte muy bonito, acostumbrado por algunos ganaderos en España, pero no creo que sea necesaria.

– ¿Por qué?

– Porque se ve igual el toro en una tienta en la plaza que a campo abierto. Además se necesitan caballos y jinetes bien adiestrados…

– Cree que se debe refrescar con más frecuencia la sangre de nuestras ganaderías?

– ¡Puertaaa!

– El oficio en estas condiciones es asunto de paciencia. Mientras tanto, veamos la otra arrancarse de largo para meter la cabeza y dejar que “le partan el cuero”.

– ¿Ha marcado su ganadería alguna evolución en los últimos años?

– La sonrisa de satisfacción equivale a un sí.

– ¿Cuál?

– Como primera medida, la selección de raza, purificación de sangre, el estilo de los toros en la lidia y la conformación de cabezas que se han procurado hacer más cómodas para el torero.

– ¿Qué cuida usted más, el estilo o la bravura?

– Un buen ganadero debe preocuparse por ambas cosas, pues son cualidades indispensables en el toro.

– ¿Suprimiría la tienta en los machos?

– No. En estos países aún no estamos preparados para suprimirla, puesto que no tenemos la experiencia adquirida durante 400 años por los españoles.

– ¿Cree que el toro colombiano sea diferente al español?

– Otra vez la puerta, la vaquilla y el caballo. Creo que voy a estallar. Esta ha levantado las patas y destocado “Villano”. No hay nada que hacer, gano tiempo.

– ¿Hablamos?

– Si, Creo que de toros…

– ¡Ah! No es diferente.

– ¿Por qué?

– Porque el toro bravo en España es igual al toro bravo en Colombia. Y el manso en España…

– ¿Partidaria de la importación de toros de lidia?

– No. Considero que en Colombia los ganaderos de reses bravas debemos producir más y mejores nuestros animales. Comprendo que es muy difícil, puesto que no es un negocio lucrativo en este país, pero sí de afición y orgullo de cada ganadero. 

– ¿Trabajamos?

– Usted manda.

Salta por fin la última. Parece que se acabarán la tierra y las notas y podré terminar el diálogo sin atanes.

– ¿Por qué el ganadero colombiano exige la lidia del toro con menos peso que el español?

– La causa del menor peso en el trópico, especialmente en Bogotá, se debe a la altura de los 2.000 metros, en la cual tanto el toro como el torero se ahogan. Creo que podría traer a cuento lo que sucede con los caballos de carreras en Inglaterra y Colombia. Allí recorren distancias que si se hicieran aquí les matarían.

– ¿Se lidia en nuestro país el toro más joven, verdad?

– Si, pues nuestros animales son precoces en su desarrollo si los comparamos con los de los países europeos.

– Bajamos a comer?

– De acuerdo.

Entre plato y plato el tema varía. Se habla de la castas de la ganadera, nieta carnal del general Reyes, ex Presidente de la República, y de don Pepe Sierra, tal vez uno de los hombres más acaudalados que ha tenido el país, Vienen a cuento anécdotas de la vacada y de las ganaderas doña Isabel y doña Cristina, su hermana, menos entusiasta y aficionada, de la enfermedad – filantropía taurina – que atacaba a doña Clara y que al parecer es hereditaria, pues Isabel – dicen sus amigos- anda por esos pasos.

Se tocan, en fin, innumerables temas. Llega la noche, y en la estancia se habla de los toros españoles que se importarán. Al llegar a la aftosa tipo “O” ya estoy dormido… creo que lo dejaré para la semana venidera. – G. C. C.d