En abril de 2025, un conflicto entre México y Estados Unidos puso en evidencia una de las tensiones más graves de nuestro tiempo: la lucha por el agua. El gobierno de Donald Trump, alegando incumplimientos de México en el Tratado de Aguas de 1944, ordenó la suspensión del suministro de agua del río Colorado hacia las ciudades de Tijuana y Mexicali.
Esta medida, que puso en riesgo inmediato el abastecimiento de agua potable para cientos de miles de personas, evidenció que el control de los recursos vitales se ha convertido en un instrumento de presión política y económica.
Para quienes han leído atentamente a Germán Castro Caycedo, este episodio no es una sorpresa. En Nuestra Guerra Ajena, publicado hace más de una década, Germán advirtió que las guerras del futuro no serían necesariamente por territorios o ideologías, sino por el acceso al agua dulce.
Su análisis, basado en investigaciones documentadas y citas de destacados pensadores geopolíticos, revelaba que la verdadera riqueza estratégica del siglo XXI estaría en los acuíferos, en los ríos y en las fuentes hídricas, particularmente en América Latina.
El agua y el poder: una geopolítica del siglo XXI
“La parte más terrible de esta historia es que los conflictos por el agua potable, tanto guerras internacionales como civiles, amenazan volverse un hecho clave del siglo XXI”, escribía Germán Castro Caycedo.
Y no lo hacía desde la especulación, sino desde la constatación de hechos: la desertificación acelerada del suroeste de Estados Unidos, el agotamiento de los grandes ríos como el Colorado y el Bravo, y la apropiación de acuíferos estratégicos en el sur del continente.
En Nuestra Guerra Ajena, Germán citaba a los geopolíticos Mackinder y Spykman para recordar que “quien controle el agua dulce controlará la economía universal y, como corolario, controlará la vida en un futuro no muy lejano”. No era una exageración. La situación actual en la frontera entre México y Estados Unidos muestra que el agua se ha convertido en una herramienta para ejercer presión, condicionar tratados y definir relaciones de poder.
Lo que hoy sucede en Baja California es un espejo o una anticipación de lo que será la consecuencia lógica de una estrategia aún más amplia en el sur global: el control de los recursos naturales bajo la apariencia de cooperación internacional. Ahora, Donald Trump no acude a discursos diplomáticos como la expansión de la democracia liberal, exige algo a cambio: tierras raras, recursos naturales, a cambio de mercado.
“La lucha antinarcóticos es una coartada para – a partir de allí – avanzar en el control de los inmensos recursos naturales y energéticos de esta parte del continente”, advertía, Castro Caycedo mencionando explícitamente las reservas de agua del Amazonas, el acuífero Guaraní y los lagos de la Patagonia. Ahora el pretexto es otro, es una amenaza frontal y descarnada: “¿Quieres mi mercado? Dame el control de tus recursos”, el agua probablemente será uno de estos.
La guerra silenciosa ya comenzó
El cierre de las compuertas del río Colorado en abril de 2025 no fue un accidente diplomático. Fue una acción planificada dentro de un esquema que Germán describió con precisión:
el uso de los recursos estratégicos como armas silenciosas de dominación.
Mientras la opinión pública internacional se enfocaba en las declaraciones y amenazas comerciales, en el terreno real miles de personas en Tijuana y Mexicali enfrentaban la posibilidad de un corte masivo de agua potable. Este no fue un ejercicio teórico sobre la escasez: fue una crisis concreta, que afectó hospitales, escuelas, hogares y toda la infraestructura básica de ciudades enteras.
Germán había demostrado en sus crónicas cómo las grandes potencias actuaban de forma preventiva para asegurarse el control de las reservas de agua en territorios extranjeros. Los ríos, los lagos y los acuíferos ya no eran vistos como bienes comunes, sino como activos estratégicos, comparables al petróleo o al gas.
La militarización de los territorios amazónicos, la presión sobre las legislaciones nacionales para permitir concesiones hídricas, y la presencia de multinacionales controlando manantiales y fuentes naturales, son expresiones directas de esta guerra silenciosa.
Tik Tak, el reloj del cambio climático azuza la tensión
En la visión de Germán Castro Caycedo, América Latina no solo es rica en biodiversidad. Es, ante todo, el reservorio más grande de agua dulce del planeta. La cuenca amazónica, el acuífero Guaraní y los lagos patagónicos constituyen la reserva estratégica que muchas naciones industrializadas ven como esencial para su supervivencia futura.
La presión sobre estos recursos se ha intensificado en los últimos años, de manera proporcional al avance del cambio climático y al agotamiento de las fuentes internas de los países del norte. Mientras los glaciares desaparecen en el Parque Nacional de los Glaciares en Montana, mientras los ríos del suroeste estadounidense se secan antes de alcanzar el mar, las miradas estratégicas se vuelcan sobre los territorios latinoamericanos.
En su obra, Germán dejó una advertencia clara:
“Para los países industrializados, el control de los espacios geopolíticos de cualquier parte del planeta donde se encuentran grandes reservas de recursos estratégicos como el agua dulce constituyen áreas de alto valor económico y geopolítico. Los países industrializados han fijado como su objetivo controlar, explotar y administrar el agua como lo han hecho con las áreas petrolíferas y el gas natural”.
La suspensión del agua hacia México confirma que la guerra por el agua ya no es una proyección futura. Es una realidad presente, urgente y brutal.
Una parte de la historia estaba escrita
Germán Castro Caycedo no pretendía predecir el futuro. Pretendía, con el rigor de su oficio, mostrar los hilos invisibles que movían las dinámicas de poder en el mundo contemporáneo.
Sus crónicas fueron reveladoras y mostraron que el imperialismo es dinámico y se ajusta a las necesidades de megaindustrias integradas: las farmacéuticas, la agroindustria, las armas, los mercenarios, todos se transforman, cambian nombres, pero los objetivos siguen siendo los mismos.
Hoy, cuando vemos que el agua es utilizada como arma diplomática, como mecanismo de presión comercial y como instrumento de subordinación política, las palabras de Germán adquieren vigencia con una fuerza renovada.
No se trataba solo de Colombia. No se trataba solo de Suramérica. Se trataba de una lógica global donde la vida misma —y no solo el territorio— se convertiría en un campo de batalla. La crisis entre México y Estados Unidos en 2025 es apenas un aviso.
Las verdaderas guerras por el agua apenas comienzan.
Releer a Germán Castro Caycedo es una necesidad urgente para entender de qué manera la lucha por el agua, silenciosa pero implacable, define ya los destinos del siglo XXI.